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Authors: Alan Dean Foster

Tags: #Ciencia ficción

El ojo de la mente

BOOK: El ojo de la mente
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Luke Skywalker, el inolvidable héroe de
La Guerra de las Galaxias
, vuelve ahora a vivir una serie de extraordinarias aventuras en los más distantes rincones del Universo infinito. Luke sigue al servicio de la Alianza Rebelde, que se opone a la inflexible dictadura del gobierno imperial. Ahora, su arriesgada misión consiste en acompañar a la bella princesa Leia Organa hacia el cuarto planeta de la estrella Cicarpo Mayor, donde se ha de realizar una importantísima reunión diplomática que, de tener éxito, ganará a los cicarpianos para la causa de la Alianza. Como siempre, ambos tienen a su servicio a los dos simpáticos personajes que ya conocemos: Threepio, el correcto y amable androide de color broncíneo y sentimientos casi humanos, y ArtooDetoo, el tozudo y sabio robot que se expresa mediante un “bip-bip” que sólo Threepio entiende y traduce. Y también como siempre, la invisible presencia de aquella fuerza misteriosa que el anciano caballero Ben Kenobi le había revelado al joven Luke cuando éste era todavía un ingenuo granjero…

Pero no será fácil para Luke y la princesa Leia llegar a su destino: una inconcebible tempestad de energía inutiliza sus cazas y se ven obligados a realizar su aterrizaje de fortuna en Mimban, planeta salvaje y de hostil naturaleza donde las fuerzas imperiales han instalado clandestinamente unas gigantescas minas que producen enormes energías. Mientras los dos héroes buscan la forma de huir de aquel infierno, el azar (¿o acaso algo más que el azar?) los pone en contacto con la vieja hechicera Halla, poseedora de un minúsculo fragmento del Cristal de Kaibur, talismán que muchos creen meramente legendario. Halla ayudará a la pareja si ésta, a su vez, ayuda a la hechicera en el proyecto de apoderarse del Cristal. Innumerables aventuras se irán sucediendo, en un derroche de fantasía y acción, entre climas extraños, mundos desconocidos y seres de pesadilla.

Alan Dean Foster

El ojo de la mente

Star Wars - Clásico

ePUB v1.0

Mortifaguillo
11.02.12

Título original:
Splinter of the mind´s eye

Edición original: julio de 1978

Traductor: Iris Menéndez Sallés

Capítulo I

¡Qué hermoso es el universo!, pensó Luke. ¡De qué manera tan maravillosa fluye, glorioso y resplandeciente como el manto de una reina! Límpido como el hielo negro en su vacío y soledad, tan distinto del abigarrado mosaico de motas de polvo giratorias que los hombres llamaban sus mundos, partículas en donde las bacterias humanas prosperaban, se multiplicaban y se mataban entre sí. Todo estaba dispuesto de tal manera que era posible decir que Luke se encontraba ligeramente por encima de sus semejantes.

En momentos de depresión, Luke estaba convencido de que en ninguno de esos mundos había materia viviente realmente feliz. Sólo existía una plétora de enfermedades humanas destructivas que luchaban y se consumían mutuamente, una serie de civilizaciones cancerosas que se nutrían de sus propios cuerpos, sin curar jamás pero, de algún modo, sin tampoco llegar a morir.

Un tipo de cáncer especialmente destructivo había matado a su madre y a su padre y más tarde, a su tía Beru y a su tío Owen. También había apartado de su lado al hombre a quien más había aprendido a respetar: el anciano caballero jedi Ben Kenobi.

Aunque había visto a Kenobi afectado por el sable de luz de Darth Vader a bordo de la ahora destruida estación imperial de combate Estrella de la Muerte, no podía estar seguro de que el viejo hechicero estuviese realmente muerto. A su paso, el sable de Valder sólo había dejado aire vacío. Era indiscutible que Ben Kenobi había partido de este plano de la existencia. Pero nadie podía decir en qué nivel de existencia había entrado. Quizá la muerte y…

Quizá no.

En algunos momentos, Luke experimentaba una sensación muy agradable de hormigueo, como si alguien acechara a sus espaldas. A veces esa presencia oculta parecía moverle los brazos y las piernas u ofrecerle sugerencias y pensamientos cuando su mente estaba desesperadamente en blanco. Tan en blanco como la del ex granjero del mundo desértico de Tatooine.

Espíritus ocultos o presentes, si de algo estaba seguro era de que el joven inexperto que otrora había sido se hallaba muerto y seco como el polvo, reflexionó Luke torvamente. En la Alianza Rebelde de los mundos que luchaban contra el poder corrupto del gobierno imperial, Luke no poseía un título concreto. Pero nadie se mofaba de él ni le llamaba granjero… nadie lo había hecho desde que ayudara a destruir la voluminosa estación de combate construida en secreto por el gobernador Moff Tarkin y su secuaz Darth Vader.

Como Luke no tenía experiencia con las dignidades, de nada le servían. Cuando los jefes rebeldes le ofrecieron toda recompensa que estuvieran en condiciones de darle, sólo pidió que le permitieran seguir pilotando un caza al servicio de la Alianza. Algunos consideraron que su demanda era excesivamente modesta pero un general sagaz no estuvo de acuerdo y explicó que Luke podía ser más valioso para la rebelión sin título o misión en concreto que, aclaró el veterano a sus colegas, sólo servirían para que el joven se convirtiera en blanco principal de los asesinatos imperiales. Así, Luke siguió siendo el piloto que siempre había querido ser, perfeccionó su habilidad para volar y siempre, incesantemente, luchó con la fuerza que Ben Kenobi le había permitido comenzar a comprender.

Mientras observaba los instrumentos de su caza con ala en forma de X, recordó que ahora no tenía tiempo para meditar. Miró al frente: brillaba y palpitaba la bola solar de Circarpo Mayor; el material fototrópico del puerto transparente reducía a una intensidad soportable su brillo devastador.

—Artoo, ¿está bien todo ahí atrás? —preguntó Luke por el fonocaptor.

Un alegre bip del androide achaparrado y acomodado en su sitio detrás de la carlinga aseguró a Luke que todo estaba bien.

Su destino era el cuarto planeta hacia el exterior de esa estrella. Como tantos otros, los circarpianos estaban aterrorizados por las atrocidades perpetradas por el Imperio, pero demasiado paralizados por el miedo para unirse abiertamente a la Alianza Rebelde. Con el correr de los años, en Circarpo se había desarrollado un movimiento clandestino, una resistencia que sólo necesitaba ayuda y suficientes estímulos de la Alianza para rebelarse y comprometer su mundo con la causa de la libertad.

Desde la minúscula y oculta estación rebelde situada en el planeta más externo del sistema, Luke y la princesa se dirigían a una reunión, de suma importancia, con los jefes de ese movimiento clandestino a fin de ofrecerles la necesaria promesa de apoyo. Luke comprobó la hora en el cronómetro del tablero de instrumentos. Llegarían con tiempo suficiente para serenar a los tan nerviosos jefes de la resistencia.

Al inclinarse un poco hacia adelante y mirar hacia estribor, podía admirar el refulgente caza con ala en forma de Y que avanzaba a su lado. En la carlinga, dos figuras sentadas se destacaban gracias a las luces de los instrumentos. Una correspondía a la forma brillante y dorada de See Threepio, el compañero androide de Artoo.

La otra figura… cada vez que la miraba, las emociones bullían en su interior como un caldo que lleva demasiado tiempo al fuego, al margen de que estuviera separada de él casi por el vacío, como en ese momento, o sólo se encontrara a un brazo de distancia en una sala de conferencias. Era por esa persona y a causa de ella —la princesa y senadora Leia Organa, del ahora evaporado mundo de Alderaan—por lo que Luke se había comprometido al principio con la rebelión. Primero su retrato y luego su persona habían iniciado la metamorfosis irreversible de granjero a piloto de caza. Ahora los dos eran emisarios oficiales del consejo directivo del gobierno rebelde ante la dubitativa resistencia de Circarpo.

Luke siempre había supuesto que era arriesgado enviar a Leia Organa para una misión tan peligrosa. Pero un segundo sistema estaba dispuesto a comprometerse con la Alianza si se anunciaba que Circarpo se unía a ella. Al mismo tiempo, si el segundo sistema desafiaba al Imperio, la resistencia circarpiana se pronunciaría decididamente a favor de la rebelión. De este modo, no uno sino dos sistemas aguardaban el resultado de la misión. Luke sabía que si fracasaba, probablemente ambos sistemas se desalentarían y negarían la ayuda tan necesaria. Tenían que lograr el éxito.

Mientras ajustaba en silencio la posición de la nave un cuarto de grado respecto al plano de la eclíptica solar, Luke no dudaba en cuanto al resultado de la misión. No podía imaginar que la princesa Leia fuera incapaz de convencer a todos. A él, podía convencerlo de cualquier cosa. Luke recordaba los momentos en que ella olvidaba su posición social y sus títulos. Soñaba con un tiempo en que pudiera olvidarlos para siempre.

Un bip de la sección trasera arrancó a Luke de su ensueño y borró la sonrisa de su rostro. Se preparaban para pasar junto a Circarpo V y Artoo se lo recordaba. El planeta, definido en los archivos de Luke como un globo extenso y cubierto de nubes, también aparecía como el más inexplorado, salvo por una única y temprana expedición imperial de reconocimiento. Según el tablero de lectura de la computadora, los circarpianos también lo conocían con el nombre de Mimban y… El comunicador internaves reclamó su atención.

—La recibo, princesa.

La respuesta de ella estaba cargada de irritación:

—Casi todo el motor de babor comienza a generar latidos desiguales de radiación.

Incluso cuando estaba alterada, para Luke esa voz era tan natural, delicada y grata como un fruto rebosante de zumo.

—¿Muy mal? —preguntó, y frunció el ceño con gesto preocupado.

—Lo suficiente, Luke —las palabras sonaban tensas—. Comienzo a perder el control y la desigualdad aumenta.

Creo que no podré compensarla. Tendremos que detenernos en la primera base de Mimban y hacer que resuelvan el problema.

Luke abrió la boca para responder y vaciló un instante, pero decidió hacerlo:

—¿No tiene posibilidades de llegar a salvo a Circarpo IV?

—Creo que no, Luke. Quizá me acerque a la órbita, pero entonces tendríamos que tratar con los sistemas oficiales de reparaciones y no podríamos posarnos como habíamos proyectado. Nos perderíamos la reunión y no podemos dejar de asistir a ella. Los grupos de resistencia de todo el sistema de Circarpo estarán allí. Si no llegamos, el pánico los dominará. Tardaremos un tiempo infinito en lograr que vuelvan a salir a la superficie. Luke, los mundos de Circarpo son vitales para la rebelión.

—Aun así, no creo que… —comenzó a decir.

—No me obligues a convertirlo en una orden, Luke.

Se tragó la respuesta que había comenzado a esbozar y apresuradamente inició una verificación de los mapas y los registros visuales de lectura.

—Leia, según mis cintas de información, Mimban carece de estación de reparaciones. En realidad —agregó mientras miraba la turbia esfera verdiblanca que aparecía debajo y después observaba un costado—, es posible que Mimban ni siquiera tenga una estación de alerta de emergencia.

—No importa, Luke. Tengo que llegar para la conferencia y bajaré mientras todavía conserve algún control.

Sin duda alguna, en un sistema tan poblado como éste, cualquier mundo con atmósfera respirable tiene que contar con medios para una reparación de emergencia. O tus datos son viejos o estás buscando en las cintas equivocadas —hizo una pausa y agregó—: Podrás verlo si pasas el monitor de tu comunicador a la frecuencia cero—cuatro—seis—uno.

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