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Authors: Max Barry

Tags: #Humor

La Corporación

BOOK: La Corporación
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En la Corporación Zephyr nadie ha visto nunca al Consejero Delegado en persona, aunque está presente a diario en las comunicaciones internas de la empresa.

La recepcionista, especialmente guapa, cobra el doble que cualquier otra persona, si bien no parece que tenga ninguna tarea asignada.

Los agentes comerciales utilizan libros de autoayuda como manuales de ventas y cualquier empleado de la firma puede montar un pollo sólo porque ha desaparecido el donuts que le correspondía y al que la empresa invita de vez en cuando.

¿Se trata de una empresa normal? En realidad sí, aunque se dedique a algo muy poco habitual y que el lector sólo descubrirá muy al final de la novela.

Max Berry

La corporación

ePUB v1.0

elchamaco
31.08.12

Título original:
Company

Max Barry, 2007.

Traducción: Juan Castilla Plaza

Editor original: elchamaco (v1.0)

ePub base v2.0

Capítulo 1

3erTrimestre/2° Mes:

AGOSTO

Es lunes por la mañana y hay un donut menos de los que debería haber.

Cualquier observador atento se daría cuenta inmediatamente de ello, pero guardaría silencio porque decir «¡Vaya! Sólo han traído seis donuts» sería como traicionar ese momento. No es bueno, profesionalmente hablando, que se te conozca como la persona que puede percibir la diferencia entre seis y siete donuts con sólo echar un vistazo. Todo el mundo evita mencionar el detalle del donut hasta que aparece Roger y ve el plato vacío.

—¿Dónde está mi donut? —pregunta.

Elizabeth se limpia la boca con una servilleta de papel y responde:

—Yo sólo he cogido uno. Roger la mira.

—¿Qué? Eso es una respuesta defensiva. Yo he preguntado dónde está mi donut y tú me respondes diciendo cuántos has cogido. ¿Qué quiere decir eso?

—Quiere decir que sólo he cogido un donut —responde Elizabeth, nerviosa.

—Pero yo no te he preguntado cuántos donuts has cogido, ya que, por supuesto, asumo que has cogido sólo uno. Sin embargo, al tomarte la molestia de formular expresamente dicha asunción, estás sugiriendo, deliberadamente o no, que es discutible.

Elizabeth se lleva las manos a los labios. Tiene el pelo moreno, cortado a la altura de los hombros —a juzgar por el resultado parece haber utilizado para ello una navaja de afeitar— y una boca perfectamente apta para realizar esa misma función. Elizabeth es inteligente, despiadada y emocionalmente vulnerable; es decir, es una agente comercial. Si su cerebro fuese una persona, tendría cicatrices, tatuajes y estaría tuerta. Si lo vieras venir por la calle, seguro que cruzabas a la otra acera.

—¿Quieres preguntarme algo, Roger? ¿Quieres preguntarme si cogí tu donut?

Roger se encoge de hombros y empieza a llenarse la taza de café.

—A mí no me importa que falte un donut. Sólo me pregunto por qué hay gente que siente la necesidad de coger dos.

—No creo que nadie haya cogido dos. Los de
Catering
deben de haber enviado uno de menos.

—Así es —responde Holly.

Roger la mira. Holly es una auxiliar de ventas, por tanto no tiene derecho a hablar del asunto. Freddy, otro auxiliar de ventas, opta sabiamente por mantener la boca cerrada, pero es porque se está comiendo el donut y tiene la boca llena. Está posponiendo el momento de tragar por temor a hacer un ruido embarazoso.

Holly se encoge al notar la mirada penetrante de Roger. Luego, Elizabeth dice:

—Roger, hemos visto cómo los traían los de
Catering
. Estábamos aquí mismo.

—Ah, bueno. Entonces perdona. No sabía que os dedicabais a vigilar los donuts.

—No nos dedicamos a vigilar los donuts, sencillamente estábamos aquí.

—Escucha, no me importa lo que hagáis o dejéis de hacer.

Roger coge un sobre de azúcar y lo sacude como si le estuviese aplicando una medida disciplinaria:
wap, wap, wap, wap
. Luego prosigue:

—Lo que resulta curioso es que los donuts sean tan importantes como para que la gente los esté esperando. No sabía que se hubiesen convertido en la razón por la que venimos aquí todas las mañanas. Lo lamento de veras, pero creí que nuestro propósito era crear valor para el accionista.

—Roger —interrumpe Elizabeth—, ¿por qué no preguntas a los del servicio de
catering
antes de acusar a nadie?

Elisabeth se levanta y se va. Holly la sigue pegada a ella como una rémora.

Roger la observa marcharse, divertido.

—¿Crees que Elizabeth se ha molestado por lo del donut?

Freddy termina de tragar y responde:

—Creo que sí.

El edificio de la Corporación Zephyr se levanta entre los rascacielos de la calle Madison de Seattle como un enorme ladrillo de color gris. Carece de signos distintivos. Podría decirse que posee un encanto neutro, discreto, pero sólo si uno está dispuesto a ver con los mismos ojos las cárceles y los Volvo de los años setenta. Es un edificio diseñado en equipo, razón por la cual sólo lograron ponerse de acuerdo en que fuese rectangular, tuviera ventanas y no se cayera.

En la parte superior del edificio se ve la palabra Zephyr junto al logotipo corporativo, un polígono naranja y negro de significado poco claro. Esos dos colores están muy presentes en la Corporación Zephyr: no puedes cruzar un pasillo, ir al cuarto de baño o coger el ascensor sin darte por enterado de dónde te encuentras. Hay un logotipo en cada uno de los paneles de las puertas correderas del vestíbulo, y una vez dentro, las paredes están adornadas con un logo cada metro. Un pequeño estanque con piedras negras y cuidados helechos constituye un pequeño oasis para la vista, aunque para compensarlo el mostrador de recepción es prácticamente un logotipo con un libro de registro encima. Incluso con la luz más tenue, el mostrador emite tal destello de color naranja que sigues viéndolo impreso en tu retina cada vez que parpadeas cuando ya lo has dejado atrás.

A un lado del vestíbulo hay un conjunto de sillas confortables, a juego con unas mesas bajas donde los visitantes pueden hojear las revistas de marketing de Zephyr mientras esperan a la persona con la que se han citado. Sentado con las manos sobre las rodillas se encuentra el joven y apuesto Stephen Jones. Sus ojos brillan. Su traje reluce. Su pelo color castaño lleva tanta espuma que podría sofocar un incendio y sus zapatos son como dos espejos negros. Es su primer día en la empresa. De momento, lo único que le han mostrado son una serie de vídeos corporativos de motivación, uno de los cuales contenía palabras resonantes como «trabajo en equipo» o «mejores prácticas», y otro que presentaba a unos cuantos actores de finales de los años ochenta hablando sobre el servicio al cliente. Stephen espera que baje a recogerlo alguien del departamento de formación de ventas.

De forma accidental cruza la mirada por decimocuarta vez con la recepcionista y ambos sonríen y luego apartan la vista. La recepcionista se llama Gretel Monadnock, o al menos eso dice la placa. Es una chica joven, con una abundante y larga melena color castaño, que ocupa el lado derecho del mostrador. A la izquierda hay otra placa donde se puede leer el nombre de Eve Jantiss, pero la mencionada Eve no se encuentra presente en ese momento. Stephen Jones está un poco decepcionado por ese motivo, pues a pesar de que Gretel es mona, cuando vio por primera vez a Eve en su primera visita para la entrevista de trabajo casi se le cae de las manos su nuevo maletín. Sería una exageración decir que aceptó el trabajo en Zephyr por lo guapa que era la recepcionista, pero no hay duda de que fue un aliciente.

Stephen mira el reloj. Son las once en punto. Los vídeos terminaron hace veinte minutos. Vuelve a juntar las manos sobre las rodillas.

—Lo intentaré de nuevo —dice Gretel. Mientras lo hace sonríe con simpatía—. ¡Vaya! Lo siento. De nuevo ha respondido el contestador automático.

—Es posible que haya surgido algo urgente.

—Ssssí —responde Gretel, que no parece tener claro si se trata de una broma—. Probablemente.

—Lo que quiero es que te des cuenta —dice Roger— de que es una cuestión de respeto.

Roger tiene un codo apoyado sobre la mampara que separa el cubículo de Freddy y bloquea la entrada con su delgado cuerpo.

—Lo del donut no tiene importancia. Es la falta de respeto que significa que te lo quiten.

El teléfono de Freddy vibra. Él mira la pantalla de identificación de llamadas y ve que aparece la palabra «recepción».

—Roger, por favor. Tengo que ir a recoger al nuevo colaborador. No dejan de llamarme.

—Un momento. Esto es importante.

Roger sabe que Freddy esperará. Freddy lleva cinco años de auxiliar de ventas. Es una persona ingeniosa, inventiva y pletórica de ideas, siempre y cuando eso no moleste a nadie. Freddy es alguien que participa. Un miembro. Alguien a quien le gusta formar parte de un grupo. Freddy es ese tipo de personas que nunca recuerdas cuando las ves dentro de un grupo. Se ha integrado tanto en Corporación Zephyr que Roger a veces tiene dificultades para saber dónde termina la empresa y dónde comienza Freddy.

—Te estoy explicando la razón por la que deseo que vayas al Departamento de
Catering
y averigües exactamente cuántos donuts nos enviaron.

La mirada de Freddy se inunda de desesperación.

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