A través del espejo y lo que Alicia encontró allí (10 page)

BOOK: A través del espejo y lo que Alicia encontró allí
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—¿De veras?, pues yo no lo vi —dijo Alicia, atisbando con cautela las aguas oscuras por encima de la borda.

—Ojalá no se hubiese soltado... ¡Me hubiera gustado tanto llevarme un cangrejito a casa!

—Pero la oveja sólo se rió desdeñosamente y continuó haciendo calceta.

—¿Hay muchos cangrejos por aquí? —le preguntó Alicia.

—Hay cangrejos y toda clase de cosas —replicó la oveja—. Hay un buen surtido; no tienes más que escoger. ¡Vamos, decídete!, ¿qué es lo que quieres comprar?

—¡¿Comprar?! —repitió Alicia con un tono de voz entre asombrado y asustado... pues los remos, la barca y el río se habían esfumado en un instante y se encontraba de nuevo en la pequeña y oscura cacharrería de antes.

—Querría comprarle un huevo, por favor —dijo al cabo con timidez—. ¿A cuánto los vende?

—A cinco reales y un ochavo el huevo... y a dos reales la pareja.

—¿Entonces dos cuestan más barato que uno? —preguntó Alicia, asombrada, sacando su monedero.

—Es que si compras dos huevos tienes que comerte los dos —explicó la oveja.

—En ese caso, me llevaré sólo uno, por favor —concluyó Alicia, colocando el dinero sobre el mostrador, mientras pensaba «vaya una a saber si están todos buenos».

La oveja tomó el dinero y lo metió en una caja y dijo luego:

—Nunca le doy a mis clientes nada con la mano... eso no estaría bien... has de cogerlo tu misma.

Y con esto, se fue hacia el otro extremo de la tienda y colocó el huevo de pie sobre un estante.

«Me, pregunto por qué no estaría bien que me lo entregara ella misma» —pensó Alicia, a medida que avanzaba a tientas entre mesas y sillas, pues el fondo de la tienda estaba muy oscuro.

«Ese huevo parece estar alejándose cuanto más camino hacia él y..., ¿qué es esto?, ¿será una silla?, pero..., ¿cómo?, ¡si tiene ramas! ¡Qué raro es esto de encontrarse un árbol creciendo aquí dentro! ¡Pero si también veo allí un pequeño riachuelo! Bueno, desde luego esta es la tienda más extraña que haya visto jamás...»

Alicia continuó de este modo, cada vez más asombrada a medida que todo a lo que se acercaba se iba convirtiendo en un árbol; y casi esperaba que le sucediera lo mismo al huevo.

Capítulo 6
Humpty Dumpty

Sin embargo, lo único que le ocurrió al huevo es que se iba haciendo cada vez mayor y más y más humano: cuando Alicia llegó a unos metros de donde estaba pudo observar que tenía ojos, nariz y boca; y cuando se hubo acercado del todo vio claramente que se trataba nada menos que del mismo Humpty Dumpty.

«¡No puede ser nadie más que él!» —pensó Alicia—. «¡Estoy tan segura como si llevara el nombre escrito por toda la cara!»

Tan enorme era aquella cara, que con facilidad habría podido llevar su nombre escrito sobre ella un centenar de veces. Humpty Dumpty estaba sentado con las piernas cruzadas, como si fuera un turco, en lo alto de una pared... pero era tan estrecha que Alicia se asombró de que pudiese mantener el equilibrio sobre ella... y como los ojos los tenía fijos, mirando en la dirección contraria a Alicia, y como todo él estaba ahí sin hacerle el menor caso, pensó que, después de todo, no podía ser más que un pelele.

—¡Es la mismísima imagen de un huevo! —dijo Alicia en voz alta, de pie delante de él y con los brazos preparados para cogerlo en el aire, tan segura estaba de que se iba a caer de un momento a otro.

—¡No te fastidia...! —dijo Humpty Dumpty después de un largo silencio y cuidando de mirar hacia otro lado mientras hablaba—. ¡Qué lo llamen a uno un huevo...!, ¡Es el colmo!

—Sólo dije, señor mío, que usted se parece a un huevo —explicó Alicia muy amablemente— y ya sabe usted que hay huevos que son muy bonitos, —añadió esperando que la inconveniencia que había dicho pudiera pasar incluso por un cumplido.

—¡Hay gente —sentenció Humpty Dumpty mirando hacia otro lado, como de costumbre— que no tiene más sentido que una criatura!

Alicia no supo qué contestar a esto. No se parecía en absoluto a una conversación, pensó, pues no le estaba diciendo nada a ella; de hecho, este último comentario iba evidentemente dirigido a un árbol... así que quedándose donde estaba, recitó suavemente para sí:

Tronaba Humpty Dumpty

desde su alto muro;

mas cayóse un día,

¡y sufrió un gran apuro!

Todos los caballos del Rey,

todos los hombres del Rey,

¡ya nunca más pudieron

a Humpty Dumpty sobre su alto muro

tronando ponerle otra ver!

—Esa última estrofa es demasiado larga para la rima —añadió, casi en voz alta, olvidándose de que Humpty Dumpty podía oírla.

—No te quedes ahí charloteando contigo misma —recriminó Humpty Dumpty, mirándola por primera vez— dime más bien tu nombre y profesión.

—Mi nombre es Alicia, pero...

—¡Vaya nombre más estúpido! —interrumpió Humpty Dumpty con impaciencia.

—¿Qué es lo que quiere decir?

—¿Es que acaso un nombre tiene que significar necesariamente algo? —preguntó Alicia, nada convencida.

—¡Pues claro que sí! —replicó Humpty Dumpty soltando una risotada—.El mío significa la forma que tengo... y una forma bien hermosa que se es. Pero con ese nombre que tienes, ¡podrías tener prácticamente cualquier forma!

—¿Por qué está usted sentado aquí fuera tan solo? —dijo Alicia que no quería meterse en discusiones.

—¡Hombre! Pues por que no hay nadie que esté conmigo —exclamó Humpty Dumpty—. ¿Te creíste acaso que no iba a saber responder a eso? Pregunta otra cosa.

—¿No cree usted que estaría más seguro aquí abajo, con los pies sobre la tierra? —continuó Alicia, no por inventar otra adivinanza sino simplemente porque estaba de verdad preocupada por la extraña criatura—. ¡Ese muro es tan estrecho!

—¡Pero qué adivinanzas tan tremendamente fáciles que me estás proponiendo! —gruñó Humpty Dumpty.

—¡Pues claro que no lo creo! Has de saber que si alguna vez me llegara a caer... lo que no podría en modo alguno suceder... pero caso de que ocurriese—...

Y al llegar a este punto frunció la boca en un gesto tan solemne y fatuo que Alicia casi no podía contener la risa.

—Pues suponiendo que yo llegara a caer —continuó— el Rey me ha prometido..., ¡ah! ¡Puedes palidecer si te pasma! ¡a que no esperabas que fuera a decir una cosa así, eh? Pues el Rey me ha prometido..., por su propia boca..., que..., que...

—Que enviará a todos sus caballos y a todos sus hombres —interrumpió Alicia, muy poco oportuna.

—¡Vaya! ¡No me faltaba más que esto! —gritó Humpty Dumpty súbitamente muy enfadado—. ¡Has estado escuchando tras las puertas..., escondida detrás de los árboles..., por las chimeneas..., o no lo podrías haber sabido!

—¡Desde luego que no! —protestó Alicia, con suavidad—. Es que está escrito en un libro.

—¡Ah, bueno! Es muy posible que estas cosas estén escritas en algún libro —concedió Humpty Dumpty, ya bastante sosegado—. Eso es lo que se llama una Historia de Inglaterra, más bien. Ahora, ¡mírame bien! Contempla a quien ha hablado con un Rey; "Yo mismo". Bien pudiera ocurrir que nunca vieras a otro como yo; y para que veas que a pesar de eso no se me ha subido a la cabeza, ¡te permito que me estreches la mano!

Y en efecto, se inclinó hacia adelante (y por poco no se cae del muro al hacerlo) y le ofreció a Alicia su mano, mientras la boca se le ensanchaba en una amplia sonrisa que le recorría la cara de oreja a oreja. Alicia le tomó la mano, pero observándolo todo con mucho cuidado.

—Si sonriera un poco más pudiera ocurrir que los lados de la boca acabasen uniéndose por detrás —pensó— y entonces, ¡qué no le sucedería a la cabeza! ¡Mucho me temo que se le desprendería!

—Pues sí señor, todos sus caballos y todos sus hombres —continuó impertérrito Humpty Dumpty— me recogerían en un periquete y me volverían aquí de nuevo, ¡así no más! Pero..., esta conversación está discurriendo con excesiva rapidez. Volvamos a lo penúltimo que dijimos.

—Me temo que ya no recuerdo exactamente de qué se trataba —señaló Alicia, muy cortésmente.

—En ese caso, cortemos por lo sano y a empezar de nuevo —zanjó la cuestión Humpty Dumpty— y ahora me toca a mí escoger el tema... «Habla como si se tratase de un juego...» —pensó Alicia.

—Así que he aquí una pregunta para ti: ¿Qué edad me dijiste que tenías?

Alicia hizo un pequeño cálculo y contestó:

—Siete años y seis meses.

—¡Te equivocaste! —exclamó Humpty Dumpty, muy ufano—. ¡Nunca me dijiste nada semejante!

—Pensé que lo que usted quería preguntarme era más bien «¿qué edad tiene?» —explicó Alicia.

—Si hubiera querido decir eso, lo habría dicho, ¡ea! —replicó Humpty Dumpty.

Alicia no quiso ponerse a discutir de nuevo, de forma que no respondió nada.

—Siete años y seis meses... —repetía Humpty Dumpty, cavilando—. Una edad bien incómoda. Si quisieras seguir mi consejo te diría «deja de crecer a los siete»..., pero ya es demasiado tarde.

—Nunca se me ha ocurrido pedir consejos sobre la manera de crecer —respondió Alicia, indignada.

—¿Demasiado orgullosa, eh? —se interesó el otro.

Alicia se sintió aún más ofendida por esta insinuación.

—Quiero decir —replicó— que una no puede evitar el ir haciéndose más vieja.

—Puede que una no pueda —le respondió Humpty Dumpty— pero dos, ya podrán. Con los auxilios necesarios podrías haberte quedado para siempre en los siete años.

—¡Qué hermoso cinturón tiene usted! —observo Alicia súbitamente (pues pensó que ya habían hablado más que suficientemente del tema de la edad; y además, si de verdad iban a turnarse escogiendo temas, ahora le tocaba a ella). Digo más bien... —se corrigió pensándolo mejor— qué hermosa corbata, eso es lo que quise decir...no, un cinturón, me parece... ¡Ay, mil perdones, no sé lo que estoy diciendo! —añadió muy apurada al ver que a Humpty Dumpty le estaba dando un ataque irremediable de indignación, y empezó a desear que nunca hubiese escogido ese tema—. «¡Si solamente supiera —concluyó para sí misma— cual es su cuello y cuál su cintura!»

Evidentemente, Humpty Dumpty estaba enfadadísimo, aunque no dijo nada durante un minuto o dos. Pero cuando volvió a abrir la boca fue para lanzar un bronco gruñido.

—¡Es... el colmo... del fastidio —pudo decir al fin— esto de que la gente no sepa distinguir una corbata de un cinturón!

—Sé que revela una gran ignorancia por mi parte —confesó Alicia con un tono de voz tan humilde que Humpty Dumpty se apiadó.

—Es una corbata, niña; y bien bonita que es, como tu bien has dicho. Es un regalo del Rey y de la Reina. ¿Qué te parece eso?

—¿De veras? —dijo Alicia encantada de ver que había escogido después de todo un buen tema.

—Me la dieron —continuó diciendo Humpty Dumpty con mucha prosopopeya, cruzando un pierna sobre la otra y luego ambas manos por encima de una rodilla —me la dieron... como regalo de incumpleaños.

—¿Perdón? —le preguntó Alicia con un aire muy intrigado.

—No estoy ofendido —le aseguró Humpty Dumpty.

—Quiero decir que, ¿qué es un regalo de incumpleaños?

—Pues un regalo que se hace en un día que no es de cumpleaños, naturalmente.

Alicia se quedó considerando la idea un poco, pero al fin dijo:

—Prefiero los regalos de cumpleaños.

—¡No sabes lo que estás diciendo! —gritó Humpty Dumpty—. A ver: ¿cuántos días tiene el año?

—Trescientos sesenta y cinco —respondió Alicia. —¿Y cuántos días de cumpleaños tienes tú?

—Uno.

—Bueno, pues si le restas uno a esos trescientos sesenta y cinco días, ¿cuántos te quedan?

—Trescientos sesenta y cuatro, naturalmente.

Humpty Dumpty no parecía estar muy convencido de este cálculo.

—Me gustaría ver eso por escrito —dijo.

Alicia no pudo menos de sonreir mientras sacaba su cuaderno de notas y escribia en él la operación aritmética en cuestión:

365 -1 = 364

Humpty Dumpty tomó el cuaderno y lo consideró con atención.

—Sí, me parece que está bien... —empezó a decir.

—Pero, ¡si lo está leyendo al revés! —interrumpió Alicia.

—¡Anda! Pues es verdad, ¿quién lo habría dicho? —admitió Humpty Dumpty con jovial ligereza mientras Alicia le daba la vuelta al cuaderno.

—Ya decía yo que me parecía que tenía un aspecto algo rarillo. Pero en fin, como estaba diciendo, me parece que está bien hecha la resta... aunque, por supuesto no he tenido tiempo de examinarla debidamente... pero, en todo caso, lo que demuestra es que hay trescientos sesenta y cuatro días para recibir regalos de incumpleaños...

—Desde luego —asintió Alicia.

—¡Y sólo uno para regalos de cumpleaños! Ya ves. ¡Te has cubierto de gloria!

—No sé qué es lo que quiere decir con eso de la «gloria» —observó Alicia.

Humpty Dumpty sonrió despectivamente.

—Pues claro que no..., y no lo sabrás hasta que te lo diga yo. Quiere decir que «ahí te he dado con un argumento que te ha dejado bien aplastada».

—Pero «gloria» no significa «un argumento que deja bien aplastado» —objetó Alicia.

—Cuando yo uso una palabra —insistió Humpty Dumpty con un tono de voz más bien desdeñoso— quiere decir lo que yo quiero que diga..., ni más ni menos.

—La cuestión —insistió Alicia— es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.

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