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Authors: Curtis Garland

Tags: #Intriga, #Terror

Anoche salí de la tumba (11 page)

BOOK: Anoche salí de la tumba
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—Eso es, señor. Imagine ahora lo demás, y tendrá la solución del enigma. Yvette aprendió en la India la forma de dar vida a los muertos. Su catalepsia, su odio, su afán de venganza, debieron enloquecerla. Ahora es un ser viviente de una fuerza terrorífica, capaz de mover muertos contra sus enemigos. Capaz de sacar de sus tumbas a todas las víctimas de Jason Shelley, como una maldición.

—Dios mío… —inclinó la cabeza, angustiado—. Y ahora andarán deambulando por ahí, en la noche, en la niebla que les envuelve como un sudario… buscando a Shelley, a Hazel… Menos mal que ellos dos están ahora a salvo, bien vigilados.

Golpearon en la puerta de la habitación con energía. Rahma y él se miraron en silencio. Fue a abrir, con prevención. Se echó atrás al reconocer a su visitante.

—¡Inspector! —saludó—. Inspector Lockwood, ¿usted aquí?

—Sí, señor Hastings. Y para nada bueno: Jason Shelley logró escapar del consultorio médico celular.

—¿Qué?

—Iba como enloquecido. Hirió al médico y a un enfermero, escapó… La niebla es muy densa y le protege en su fuga. Además, eso no es lo peor…

—Cielos, ¿hay algo más?

—Sí, señor Hastings. Hazel Reed…

—¿Qué le ocurre a ella?

—Jason fue en su busca, como demente. Hirió a un policía y se la llevó consigo. Ahora, los dos han desaparecido en Londres, en la niebla… No logramos dar con ellos.

—¡Cielos! —estalló Roger—. ¡Y los muertos que salieron de sus tumbas irán tras ellos! ¡Los encontrarán, no hay duda!

Rápidamente, Roger se precipitó al exterior, seguido por Rahma. Lockwood gimió, inquieto:

—Pero ¿adónde va, Hastings, si no sabemos siquiera dónde buscarles?

—No lo sé, inspector, pero tengo una idea —dijo Roger—. Una vaga idea que quizá sea la única esperanza.

Capítulo XI

Era escalofriante.

—Bruce…, Bruce, ¿por qué me trajiste aquí? —gimió ella, demudada:

—No, no soy Bruce, preciosa… ¡Soy Jason Shelley, y estoy casado con una muerta que anda! —rió él, enloquecido, aferrándola brutalmente con su brazo. Señaló ante él—. ¡Mira, Hazel, mira eso! ¡No podemos huir! ¡No es posible huir de ella, ni de todos ellos! ¡Hemos venido a morir! ¡A morir juntos los dos, para que Yvette, la maldita Yvette, nunca halle la paz ni su venganza la llegue a satisfacer!

—No…, no deseo morir… contigo —gimió Hazel, estremecida, convulsa.

—¡Mira, mira ahí! —silabeó, demencial su tono y su gesto, Jason Shelley, mostrándole el patíbulo de Ana Bolena—. ¡Mira el poder de esa maldita harpía! ¡Mira lo que es capaz de hacer con sus diabólicos poderes!

Y Hazel lo veía… Lo veía y se horrorizaba, al comprender que aquel delirante horror era solamente el enloquecedor principio de un final atroz.

Porque en la cesta del cadalso algo se movía… Y saltaba fuera del cesto. Y dos cabezas que parecían de cera brincaban, movían los ojos, reptando hacia ellos como seres vivos… Y la cera se resquebrajaba. Y los cuellos chorreaban sangre y hedor. Y una risa dantesca escapaba de aquellas bocas corrompidas de hombre y mujer, en movimiento como alimañas…

—¡No, no, nooo! —chilló, cubriéndose los ojos, sintiéndose desvanecer de espanto.

—¡Sí, sí! —reía, delirante, Shelley—. ¡Mira eso, preciosa! ¡Míralo! ¡Son las artes de esa bruja odiosa a quien yo mismo maté con mis manos…!

—No, no me mataste nunca, Jason —sonó la voz profunda, trémula, cruel.

—¡Yvette! —se revolvió, erizados sus cabellos, el demente asesino.

E Yvette apareció ante él. Erguida espectral, fantástica y horripilante a la vez. Con la mueca de la muerte en los labios. Con una voz que no era de ultratumba, aunque lo parecía.

Yvette llegaba del fondo del barracón siniestro. Rodeada de todos los demás. De los decapitados, de Muriel… Las cabezas, mostrando ya su epidermis corrupta, saltaban a los pies mismos de Shelley y de Hazel, salpicándolos de sangre.

—Tú… Tú vives… ¡No has muerto! —silabeó Jason, lívido, descompuesta su faz como si la epidermis se descolgara a goterones.

—Sí, estoy viva, monstruo, canalla… Solamente sufrí catalepsia… Y moví mis fuerzas mentales contra ti. Levanté a los muertos de sus tumbas, siquiera por unos días… ¡Ellos acabarán contigo en mi nombre! Contigo y con esa bella víbora que iba a ser tu esposa.

Hizo un gesto. Los difuntos se movieron hacia la pareja, Hazel sollozaba, de rodillas. Shelley se limitaba a reír, completamente desquiciado ya en su oscura demencia.

Entonces surgió el grito rotundo:

—¡Prima Yvette, no! ¡No puedes mover el mal contra los demás! ¡No puedes manejar a los muertos sacándolos de sus ataúdes! ¡En nombre de Dios te pido que vuelvas atrás!

Ella se revolvió, delirante. Le señaló, temblorosa su mano.

—Roger… También tú morirás… —dijo, estremecida—. Por unirte a ellos… Por defenderlos… Por sentir algo hacia esa maldita mujer… ¡Todos estáis condenados!

—No, Yvette —suspiró Roger—. Si tú mueres…, todo muere contigo, porque tú lo mueves. Sé que vas herida de un disparo de Bernard Reed… Veo sangre en tu mortaja… Pero eso no basta para vencer tu poder demencial. Este disparo, por desgracia, prima mía…, sí servirá.

Yvette cayó, alcanzada de lleno.

Las cabezas cesaron de saltar. Los cuerpos fétidos y putrefactos cayeron como desmoronados. El mágico horror se terminaba allí.

—¡Hastings! —gritó Hazel, corriendo a sus brazos.

Jason Shelley reía, reía, en medio de los monigotes del barracón del Támesis. Seguía riendo cuando los
policemen
rodearon los cuerpos purulentos, y cuando le aferraron a él, que no opuso resistencia.

El hedor de muerte era ahora insoportable.

Y Roger se llevó de allí a Hazel.

Hacia la vida.

FIN

CURTIS GARLAND, barcelonés del Paralelo, nacido en 1929 con el nombre de Juan Gallardo Muñoz. Forma parte de los escritores de la Literatura popular española, junto con otros autores como Corín Tellado, Marcial Lafuente Estefanía, Frank Caudet o Silver Kane. Estrechamente vinculado a la Editorial Bruguera, que publicó hasta los años 80 los llamados bolsilibros (también denominados libros de a duro, en referencia aproximada a su bajo precio), dedicados a géneros como la novela negra, de terror, de ciencia ficción, o del Oeste; así como a las editoriales Toray y Rollán.

Según el especialista en Cultura Popular Española, Jesús Cuadrado, la lista total de los libros publicados por Juan Gallardo Muñoz, con sus diferentes pseudónimos, cuenta con no menos de 2000 títulos.

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