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Authors: Helen Fielding

Tags: #Novela

Bridget Jones: Sobreviviré (13 page)

BOOK: Bridget Jones: Sobreviviré
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—Escucha, si se lo vuelves a coger una sola vez, ¡te vas directamente de cara a la pared! ¡Harry! Perdona, Bridge. ¿Y qué dice él al respecto?

—No he hablado con él.

—¿Qué? ¿Por qué no?

Le expliqué lo del mensaje del contestador
y
la teoría completa de la goma elástica/magulladura emocional/le gusto demasiado.

—Bridget, eres literalmente increíble. No hay nada en toda la historia que sugiera que te ha abandonado. Sólo se siente mal porque te pilló besuqueándote con otro.

—Yo no me estaba besuqueando con otro. ¡Ocurrió contra mi voluntad!

—Pero él no es adivino. ¿Cómo se supone que debe saber lo que sientes? Tienes que comunicarte. ¡Sácale eso de la boca, ahora! Te vienes conmigo. Vienes conmigo arriba, a ponerte de cara a la pared.

8.45 p.m. Quizá Magda tenga
razón.
Quizá yo supuse que me estaba abandonando y ésa no era en absoluto su intención. ¡Quizá en el coche sólo estaba molesto por todo el asunto del besuqueo y quería que
yo
dijese algo y ahora crea que le estoy evitando! Voy a llamar. Ese es el problema con las relaciones (o ex relaciones) modernas: simplemente no hay suficiente
comunicación.

9 p.m. Vale, lo haré.

9.01 p.m. Allá voy.

9.10 p.m. Mark Darcy contestó ladrando «¿Sssiiiií?» con una voz muy impaciente y mucho ruido de fondo.

Alicaída, murmuré:

—Soy yo, soy Bridget.

—¡Bridget! ¿Estás loca? ¿No sabes lo que está ocurriendo? No me has llamado en dos días y ahora me llamas en medio del más importante, del más crucial...

¡Noooooo! ¡Nooooo! Estúpido, maldito... Dios santo. Estúpido... justo al lado del árbitro. ¡Eso era falta! Te van a... Le está amonestando. Está expulsado. Oh Dios... mira, te llamaré cuando haya acabado.

9.15 p.m. Naturalmente, he sabido de inmediato que debía de tratarse de alguna final Transuniversal o algo así, y yo lo había olvidado debido al pantano emocional. Le hubiera podido pasar a cualquiera.

9.30 p.m. ¿Cómo puedo ser tan estúpida? ¿Cómo? ¿Cómo?

9.35 p.m. Oh estupendo... ¡el teléfono! ¡Mark Darcy!

Era Jude.

—¿Qué? —dijo—. ¿No ha hablado contigo porque estaba viendo
un partido de fútbol}
Sal. Sal inmediatamente. No estés en casa cuando te llame. ¡Cómo se atreve!

Al instante comprendí que Jude tenía razón y que, si yo le importase de verdad a Mark, el fútbol no hubiera sido más importante. Shaz fue incluso más categórica.

—La única razón por la que los hombres están tan obsesionados con el fútbol es que son unos gandules —explotó—. Creen que por animar a uno u otro equipo y hacer mucho ruido son ellos personalmente quienes han ganado el partido, y que se merecen los vítores y los aplausos y todo el lío que se arma.

—Sí. ¿Vas a venir a casa de Jude?

—Ejem, no...

—¿Por qué no?

—Estoy viendo el partido con Simón.

¿Simón? ¿Shazzer y Simón? Pero si Simón es sólo uno de nuestros amigos.

—Pero ¿pensaba que acababas de decir que...?

—Esto es diferente. La razón por la que me gusta el fútbol es que se trata de un juego muy interesante.

Mmm. Estaba saliendo de casa cuando el teléfono volvió a sonar.

—Oh, hola, cariño. Soy mamá. Lo estamos pasando de maravilla. ¡Todos adoran a Wellington! Le llevamos al Rotary y...

—Madre —protesté—. No puedes pasear a Wellington como si se tratase de una especie de objeto digno de una exposición.

—Ya sabes, cariño —dijo glacial—, que si hay algo que realmente no me gusta es el racismo y la intolerancia.

—¿Qué?

—Bueno. Cuando los Robertson vinieron desde Amersham los llevamos al Rotary y no dijiste nada al respecto, ¿no?

Me quedé boquiabierta intentando desenredar la telaraña de su retorcida lógica.

—Siempre estás clasificando a la gente en cajitas, ¿verdad?, con tus «Petulantes casados» y «Solterones», y gente de color y homosexuales. Bueno, te llamaba para lo de
Miss Saigón
del viernes. Empieza a las siete y media.

Dios bendito.

—¡Ejem...! —dije sin pensar. Estoy segura de que no dije que sí, estoy segura.

—Venga, Bridget. Ya hemos comprado las entradas...

Accedí resignada a la extraña excursión, y justifiqué la ausencia de Mark farfullando atropelladamente la excusa de que tenía que trabajar, lo que la enfureció.

—¡Trabajando, por favor! ¿Qué hace trabajando un viernes por la noche? ¿Estás segura de que no está trabajando demasiado duro? Realmente no creo que trabajar...

—Mamá, de verdad que tengo que dejarte, he quedado con Jude y llego tarde —dije con firmeza.

—Oh, siempre corriendo de acá para allá. Jude, Sharon, el yoga. ¡Me sorprende que tú y Mark tengáis tiempo para veros!

Una vez en casa de Jude, la conversación se centró de forma natural en Shazzer y Simón.

—Pero, de hecho —Jude se echó hacia adelante para revelarme una confidencia, aunque no había nadie más con nosotras—, el sábado me los encontré en la Conran Shop. Y se estaban riendo mientras miraban cubertería juntos como una pareja de Petulantes Casados.

¿Qué pasa con los Solterones de hoy en día que la única forma de que puedan tener una relación normal es que ésta no sea considerada como una relación? Ahí está Shaz, que no está saliendo con Simón pero con el que hace lo que se supone que hacen las parejas, y yo y Mark, que se supone que estamos saliendo pero no nos vemos.

—En mi opinión la gente no debería decir «sólo buenos amigos», sino «sólo saliendo juntos» —dije sombríamente.

—Sí —dijo Jude—. Quizá la solución esté en tener amigos platónicos combinados con un consolador.

Al volver escuché el mensaje de un Mark arrepentido en el que decía que me había intentado llamar justo después del partido pero comunicaba todo el rato, y que ahora no me había encontrado. Estaba pensando si llamarle o no cuando él llamó.

—Perdona por lo de antes —me dijo—. Me siento muy mal al respecto, ¿tú no?

—Lo sé —dije con ternura—, me siento exactamente igual.

—No hago más que pensar: ¿por qué?

—¡Exacto! —dije agradecida; una intensa oleada de amor y alivio me invadió.

—Fue algo tan estúpido e innecesario —dijo angustiado—. Un arrebato sin sentido de devastadoras consecuencias.

—Lo sé —asentí pensando, caray, se lo está tomando incluso más dramáticamente que yo.

—¿Cómo puede un hombre vivir con eso?

—Bueno, todos somos humanos —dije pensativa—. La gente tiene que perdonar a los demás... y perdonarse a sí misma.

—¡Bueh! Es fácil decirlo —dijo—. Pero si no le hubiesen expulsado no nos habríamos visto expuestos a la tiranía de los lanzamientos de penalti. ¡Luchamos como reyes contra leones, pero eso nos costó el partido!

Emití un grito ahogado, la cabeza me daba vueltas. ¿Será verdad que los hombres tienen fútbol en lugar de emociones? Me doy cuenta de que el fútbol es excitante y que une a naciones con objetivos y odios comunes, pero seguro que toda la angustia, depresión y las horas de lamentaciones que más tarde supone están...

—Bridget, ¿qué te pasa? Sólo es un juego. Hasta yo puedo entenderlo. Cuando me llamaste durante el partido estaba tan enfrascado en mis sentimientos que... Pero sólo es un juego.

—Vale, vale —dije mirando fijamente de un lado a otro de la habitación como una chiflada.

—De todas formas, ¿qué está pasando? No sé ni una palabra de ti desde hace días. Espero que no hayas estado besuqueando a ningún otro adolescente... Oh espera, espera, vuelven a darlo. ¿Qué tal si me paso mañana?, no, espera, mañana juego a fútbol sala... ¿el jueves?

—Mmm... sí —dije.

—Genial, nos vemos a eso de las ocho.

miércoles 26 de febrero

58,9 Kg., 2 unidades de alcohol (muy bien), 3 cigarrillos (muy bien), 3.845 calorías (pobre), 24 minutos sin obsesionarme con Mark Darcy (progreso excelente), 13 variaciones de la escultura de dos cuernos inventadas por mi pelo (alarmante).

8.30 a.m. Vale. Probablemente todo va bien (excepto, obviamente, mi pelo) aunque es posible que Mark estuviese eludiendo el tema porque no quería hablar de sentimientos por teléfono. Así que la noche de mañana es crucial.

Lo importante es mostrarme segura, receptiva, sensible, no quejarme por nada, retroceder una fase y... ejem, estar verdaderamente sexy. Veré si me puedo cortar el pelo a la hora de la comida. E iré al gimnasio antes del trabajo. Quizá tome un baño de vapor para así estar resplandeciente.

8.45 a.m. ¡Ha llegado una carta para mí! ¡Hurra! Quizá una tardía tarjeta postal de San Valentín de un admirador secreto, extraviada por llevar el código postal equivocado.

9 a.m. Era una carta del banco acerca del descubierto. Adjuntaba el cheque a «monsieur S. E S.». ¡Ah! Me había olvidado de ello. El fraude de la tintorería está a punto de salir a la luz y yo recuperaré mis 149 libras. Ooh, acaba de caer una nota al suelo.

La nota decía: «Este cheque es para Marks & Spencer Servicios Financieros.»

Era por el pago de Navidad con la tarjeta de M&S. Oh. Oh, Dios. Ahora me siento un poco mal por acusar mentalmente al inocente tipo de la tintorería y montarle el numerito. Mmm. Ya es demasiado tarde para ir al gimnasio y además estoy demasiado perturbada. Iré después del trabajo.

2 p.m. Oficina. En los lavabos. Total y absoluto desastre. Acabo de llegar de la peluquería. Le dije a Paolo que sólo me hiciese un pequeño arreglo para convertir mi demencial y caótica cabellera en la de Rachel de
Friends.
Me empezó a pasar las manos por el pelo y al instante me sentí en manos de un genio que entendía mi belleza interior. Paolo parecía controlarlo a la perfección, echando el pelo a un lado y a otro, entonces lo crepó muchísimo mientras me lanzaba miradas como diciendo «Te voy a transformar en una tía buena de primera».

Entonces de repente se detuvo. El pelo tenía un aspecto absolutamente demencial, como el de una profesora que se hiciera la permanente y luego se cortara el pelo en casco. Me miró sonriendo expectante y confiado y su ayudante se acercó y dijo extasiada «Oh, es una maravilla». Al mirarme al espejo me entró el pánico, pero se había establecido tal unión de admiración mutua con Paolo que decir que detestaba el corte habría hecho que todo se viniese abajo como un castillo de naipes. Acabé uniéndome al éxtasis acerca del monstruoso peinado y dándole una propina de 5 libras a Paolo. Al volver al trabajo, Richard Finch me dijo que me parecía a Ruth Madoc, de
Hi-de-Hi.

7
p.m. De vuelta a casa. El pelo parece una espantosa peluca con un horroroso flequillo corto. Acabo de pasar cuarenta y cinco minutos mirándome al espejo con las cejas fruncidas intentando hacer que el flequillo parezca más largo pero no me puedo pasar toda la noche de mañana con el aspecto de Roger Moore cuando el malo con el gato le ha amenazado con volar por los aires a él, al mundo entero y a la cajita que contiene los vitales ordenadores MI5.

7.15 p.m. El intento de imitar a una joven Linda Evangelista colocando el flequillo en diagonal utilizando gel me ha transformado en Paul Daniels.

Absolutamente furiosa con el estúpido Paolo. ¿Por qué tiene que hacerle alguien algo así a otra persona? ¿Por qué? Odio a los peluqueros sádicos y megalómanos. Voy a demandar a Paolo. Voy a denunciar lo de Paolo a Amnistía Internacional, Esther Rantzen, Penny Junior o algo así, y a desenmascararlo en la televisión nacional.

Demasiado deprimida para ir al gimnasio.

7.30 p.m. He llamado a Tom para explicarle el trauma y me ha dicho que no debería ser tan superficial y pensar sin embargo en Mo Mowlam y la calvicie. Estoy muy avergonzada. No me voy a obsesionar más. Por otra parte Tom me ha preguntado que si ya había pensado en alguien a quien entrevistar.

—Bueno, he estado un poco ocupada —dije con sentimiento de culpabilidad.

—¿Sabes una cosa? Tienes que empezar a mover el culo. —Oh Dios, no sé qué le ha ocurrido en California—. ¿En quién estás realmente interesada? —prosiguió—. ¿No hay ninguna celebridad a la que realmente te gustaría entrevistar?

Pensé en ello y de repente me di cuenta.

—¡El señor Darcy!

—¿Qué? ¿Colin Firth?

—¡Sí! ¡Sí! ¡El señor Darcy! ¡El señor Darcy!

Y ahora tengo un proyecto. ¡Hurra! Voy a ponerme manos a la obra y a concertar una entrevista por medio de su agente. Será maravilloso, puedo sacar todos los recortes y mostrar una perspectiva realmente única de...

Oh, sin embargo, será mejor que espere hasta que me haya crecido el flequillo. ¡Aaah! El timbre. Espero que no sea Mark. Pero ¡dijo claramente mañana! Calma, calma.

—Soy Gary —oí por el interfono.

—Oh, hola, hola. ¡Gaaary! —exageré disimulando, sin tener la menor idea de quién era—. ¿Cómo estás? —dije, pensando—. Por cierto, ¿quién eres?

—Frío. ¿Vas a dejarme pasar?

De repente reconocí la voz.

—Oh,
Gary
—dije con afectación y de forma todavía más exagerada—. ¡¡¡Sube!!!

Me golpeé con fuerza en la cabeza. ¿Qué hacía él aquí?

Entró vestido con unos téjanos como de albañil manchados de pintura, una camiseta naranja y una chaqueta a cuadros con el cuello de piel de oveja de imitación.

—Hola —me dijo, sentándose a la mesa de la cocina como si fuese mi marido. No estaba segura de cómo habérmelas con el panorama de ser dos-personas-en-la-habitación-con-un-concepto-de-la-realidad-totalmente-distinto.

—Bueno, Gary —dije—. ¡Tengo un poco de prisa!

No dijo nada y empezó a liarse un cigarrillo. De repente empecé a sentirme un poco asustada. Quizá era un loco violador. Pero nunca había intentado violar a Magda, por lo menos hasta donde yo sé.

—¿Olvidaste alguna cosa? —dije nerviosa.

—Naa —dijo mientras seguía liando el cigarrillo. Miré en dirección a la puerta preguntándome si debía correr hacia ella—. ¿Dónde está el tubo de desagüe?

«¡Garyyyyyyyy! —quise gritar—. Vete. Simplemente vete. Mañana por la noche he quedado con Mark y tengo que hacer algo con mi flequillo y trabajar mis ejercicios en el suelo.»

Se metió el cigarrillo en la boca y se levantó.

—Echemos un vistazo al cuarto de baño.

—¡Noooo! —grité al recordar que junto al lavamanos había un tubo abierto de tinte Jolene y un ejemplar de
Lo que quieren los hombres
—. Mira, ¿puedes volver otro...?

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