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Authors: Laurell K. Hamilton

Tags: #Fantástico, #Erótico

Cerulean Sins (12 page)

BOOK: Cerulean Sins
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—Está temporalmente, se marchará de aquí en unos pocos meses.

—¿Por qué está aquí?

—La llamé.

—¿Por qué?

La verdadera razón era que mientras yo estaba haciendo mi examen de conciencia, Jean-Claude había necesitado más seguridad. Pero yo pensaba que no compartiría ese detalle. Y no lo hizo.

—Un maestro pide que su rebaño vuelva a casa periódicamente, especialmente si se piensa que pronto se convertirán en dueños de su propio territorio. La última visita antes de que pierda el poder de llamarlos.

—Belle se perturbó cuando subiste a Maestro de la ciudad sin visitarla por última vez, Jean-Claude. Se despertó gritando tu nombre, diciendo que habías ascendido por tu cuenta. Ninguno de nosotros pensó que llegarías tan alto. —Hizo una reverencia que hizo que el pelo casi tocara el suelo.

—No es frecuente que alguien sorprenda a Belle Morte. Estoy muy honrado.

Musette frunció el ceño.

—Sabes que ella estaba más… infeliz.

Se puso de pie lentamente.

—¿Por qué mi ascenso al poder le hizo infeliz?

—Porque ser dueño de la ciudad implica estar más allá de los lazos de la obligación.

Los lazos de la obligación parecían significar más para los vampiros que para mí, porque me sentía tranquila. Damián estaba tan quieto alrededor de mi cuerpo que era como si no estuviera allí. Sólo el peso de sus brazos me hacía saber que estaba todavía aferrado a mí. El ritmo y el pulso de su cuerpo habían desaparecido, escondido en algún lugar dentro de su profundidad.

—Pero Asher no ha llegado tan alto. Todavía podríamos llamarlo a casa —dijo.

Miré a Jean-Claude, pero su rostro estaba totalmente en blanco, eso significaba que estaba escondiendo cada una de sus reacciones.

—Eso, por supuesto, está dentro de su ámbito de competencia, pero tendría que avisarme antes de que se ausentase Asher. Estados Unidos está menos poblado que Europa, y la lucha por el territorio es mucho menos civilizada. —Su cara estaba aún vacía, sin emociones, nada importaba—. Si mi segundo simplemente desaparece, otros verían eso como una debilidad.

—No te preocupes, nuestra señora no lo va a llamar a su casa, pero ella admite estar perpleja.

Todos esperaban que continuara, pero Musette parecía contentarse con dejar las cosas en el aire. Incluso Damián se aferró más a mí, hablé primero.

—¿Perpleja acerca de qué?

—Acerca de qué Asher se fue de su lado, por supuesto.

Asher se trasladó más cerca, aunque todavía mantenía una distancia mucho mayor entre él y Musette que el resto de nosotros.

—No me fui de su lado —dijo—, Belle Morte no ha me ha tocado en siglos. Ni siquiera quería que estuviera presente en los eventos más… destacados. Me dijo que ofendía sus ojos.

—Es su derecho hacer con su pueblo lo que ella estime conveniente en cada momento —dijo Musette.

—Es cierto —dijo Asher—. Pero me mandó que fuera a América con Yvette como su capataz. Yvette murió, y yo no tenía más órdenes.

—¿Y si nuestra señora te ordena que vuelvas a casa?

En este momento todos nos quedamos en silencio. La cara de Asher estaba tan vacía de emoción como la de Jean-Claude. Todo lo que sentía estaba oculto, su rostro estaba vacío, expresaba que nada le importaba, y a la vez que todo era importante.

—Belle Morte anima a su pueblo a que ascienda por su cuenta —dijo Jean-Claude—. Es una de las razones por las cuales su línea de sangre domina más territorios que cualquier otro, especialmente aquí en los Estados Unidos.

Musette le miró con esos hermosos ojos sin piedad.

—Pero Asher no nos dejó para convertirse en un maestro de la ciudad, salió para vengarse de ti y de tu sierva humana. Quiso cobrarse el pago de la muerte de su amada, Julliette.

Mira por donde, había sabido el nombre todo el tiempo.

—Sin embargo, aquí está tu sierva, fuerte, viva y sin daño. ¿Dónde está tu venganza, Asher? ¿Dónde está el precio que Jean-Claude tenía que pagar por el asesinato de tu siervo?

Asher parecía cerrarse sobre sí mismo, muy, muy quieto. Pensé que si parpadeaba, desaparecería por completo. Su voz era distante, vacía.

—He descubierto que tal vez culpé erróneamente a Jean-Claude. El también lloró su pérdida.

—Así que… —ella hizo chasquear los dedos—, te olvidas de todo tu dolor y tú odio.

—No tanto como eso, no, pero he recordado muchas cosas de las que me había olvidado.

—¿Tanto como el toque dulce del cuerpo de Jean-Claude? —preguntó ella.

El silencio esta vez era tan espeso que podía oír como fluía mi sangre por mis oídos. Damián se sentía como un fantasma sobre mi cuerpo.

Jean-Claude y Asher podrían haber estado haciendo cosas sin que yo me hubiera enterado. No era imposible. Pero si no habían hecho nada, responder a esa pregunta sería verdaderamente malo.

Jason llamó mi atención, pero ninguno de nosotros se atrevió incluso a encogerse de hombros. Creo que no estábamos seguros de lo que estaba pasando, pero que podía llegar a tener un fin doloroso era casi seguro.

Musette oscilaba en torno a Jean-Claude, estaba más cerca de Asher.

—Sois Jean-Claude y tú una pareja feliz, una vez más, o… —aquí me miró—… se trata de un feliz ¿
ménage à trois
? ¿Es por eso que no viniste a casa? —Empujó a Asher y a Jean-Claude al pasar, haciéndolos retroceder, para poder estar delante de mí—. ¿Cómo puede el toque de esta mujer compararse con la magnificencia de nuestra señora?

Creo que ella me estaba dando a entender que yo no era tan buena en la cama como Belle Morte, pero no estaba del todo segura de que eso fuera lo que quería decir, y no me importaba. Podía insultarme todo lo que quisiera.

Insultarme era menos doloroso que otras tantas cosas que podía intentar hacerme.

—Belle Morte se ponía enferma cada vez que me miraba —dijo Asher, al fin—, ella me evita en todas las cosas. —Hizo un gesto en la pintura que Angelito seguía sosteniendo—. Así es como me ve. Cómo siempre me verá.

Musette se balanceó de regreso hasta donde estaba Asher.

—Ser lo más bajo en su corte es mejor que lo mejor en cualquier otro lugar.

No pude evitarlo.

—¿Estás diciendo que es mejor servir en el cielo que gobernar en el infierno?

Ella asintió, sonriente, aparentemente ajena a la alusión literaria.


Oui, précisément
. Nuestro amante es el sol, la luna, es el absoluto. Para ser separado de ella, sólo la muerte es verdadera.

La cara de Musette era entusiasta y brillante con esa seguridad interior generalmente reservada para los Santos y evangelistas de la televisión. Era, en efecto, una verdadera creyente.

No pude ver la cara de Damián, pero me apuesto a que estaba tan cuidadosamente en blanco como el resto. Jason estaba mirando a Musette, como si le hubiera surgido una segunda cabeza, una fea. Era un fanático, y los fanáticos nunca están del todo cuerdos.

Se volvió hacia Asher, con ese resplandor aun bañando su rostro.

—Nuestra señora no entiende por qué la dejaste, Asher.

Yo lo hice. Creo que todos en la sala lo hicieron, excepto quizás Angelito y la chica que seguía de pie al otro lado de la camilla donde Musette la había puesto.

—Mira mi cuadro, como Vulcano, Musette, mira lo que nuestro amante piensa de mí. —Musette no se molestó en mirar hacia atrás. Hizo un gesto que quería decirlo todo y nada.

—Anita no me ve de esa manera —dijo.

—Jean-Claude no te puede mirar sin ver lo que perdió —dijo.

—Puedo hablar por mí mismo, Musette. No conoces mi corazón ni mi mente, nunca lo hiciste realmente —dijo Jean-Claude.

Se volvió hacia él.

—¿Me estás diciendo realmente que lo tocas? ¿Cómo es ahora? Ten cuidado al contestar, Jean-Claude, sabemos que nuestra señora ha visto profundamente en tu corazón y en tu mente. Me puedes mentir a mí, pero nunca a ella.

Jean-Claude guardó silencio durante un tiempo, pero finalmente le dijo la verdad.

—Actualmente no estamos juntos de esa manera.

—Mira, te niegas a tocarlo, como ella se niega a tocarlo.

Solté los brazos de Damián lo suficiente para poder moverme con más facilidad.

—No exactamente —dije—. Lo siento, pero es por mi culpa que ya no sean una pareja.

Se volvió hacia mí.

—¿Qué quieres decir, sierva?

—Ya sabes, aunque soy una sirvienta, sé lo suficiente sobre la sociedad educada para saber que no llamas a una criada, simplemente, la criada. No llamas a un criado sirviente, a no ser que realmente nunca hayas interactuado con ellos. —Me crucé de brazos alrededor de mi estómago, mirando desconcertada a propósito. Las manos de Damián se quedaron ligeras sobre mis hombros—. ¿Es eso, Musette? ¿No eres una aristócrata, después de todo? ¿Es todo ficción, y simplemente no conoces nada mejor? —Jean-Claude me lanzó una mirada que no pude ver.

—¡Cómo te atreves! —dijo Musette.

—Entonces, demuéstrame que eres noble, dirígete a mí por lo menos como alguien que realmente ha tenido sirvientes.

Abrió la boca para discutir, luego, le pareció oír algo que no pude oír. Ella dejó escapar un largo suspiro.

—Como quieras, Blake, entonces.

—Blake está bien —dije—, y lo que quiero decir es que no estoy del todo cómoda con esta cosa de la bisexualidad. No voy a compartir a Jean-Claude con otra mujer, y definitivamente no con un hombre.

Musette hizo con la cabeza un movimiento lateral, como si se estuviera mirando el gusano que tenía intención de comer.

—Muy bien, entonces Asher no tiene ningún vínculo con ninguno de vosotros. No es más que un segundo.

Miré de un vampiro a otro, sólo Jason parecía tan confundido como me sentía yo. La vampiresa estaba actuando como si hubiera puesto una trampa, y yo hubiera caído en ella.

—¿Qué está pasando? —pregunté.

Musette rió, y no fue ni de lejos tan buena como la risa de Jean-Claude o Asher. Sólo era una risa, algo desagradable, por cierto.

—Estoy en mi derecho de pedirle como mi regalo para esta noche —dijo.

—Espera —dije, y las manos de Damián trataron de tirar de mí de nuevo contra él, pero no me moví en ese momento—. Pensé que estabas de acuerdo con Belle que Asher no es suficiente para tener relaciones sexuales con él.

—¿Quién dijo algo sobre sexo? —preguntó Musette.

Ahora sí que me estaba desconcertado.

—¿Por qué lo quieres para esta noche?

Se rió entonces, echando la cabeza hacia atrás, muy poco femenino, sonaba como un perro ladrando. Creo que no había dicho nada gracioso ¿no?

—A Musette le interesa más el dolor que el sexo,
ma petite
.

Le miré.

—No te refieres a la dominación y sumisión en la que hay palabras seguras, ¿verdad?

—No hay una palabra en ningún idioma que disuadiría a Musette de sus placeres.

Me lamí los labios de repente secos. Tus labios se secan cuando algo te asusta.

—Déjame probar mi comprensión. Si Asher fuera tu amante, o el mío o de todos, ¿entonces estaría a salvo de ella?

—No,
ma petite
, Asher sólo estaría seguro si te perteneciera a ti, o a mí. Las facultades menores no pueden proteger a sus seres queridos.

—Pero debido a que no lo hacemos con él, ¿es carne gratis? —pregunté.

Parecía pensar en eso por un tiempo.

—Eso es bastante exacto,
oui
.

—Joder —dije.


Oui, ma petite, oui
. —Un hilo de cansancio por fin había roto su voz vacía.

Miré a Asher, y se escondía detrás de ese pelo brillante de nuevo. ¿Qué iba a decir, que si no hubiera sido tan escrupulosa esto no estaría sucediendo? Lo siento si tengo problemas con el hecho de que mi novio lo haga con otros hombres. Lo siento si tengo problemas conmigo misma por hacerlo con otros hombres. ¿Por qué siempre me tengo que sentir culpable porque no esté teniendo relaciones sexuales con más personas? ¿No se supone que es al revés? Musette tendió la mano hacia Asher. Se quedó allí por un segundo o dos, entonces él tomó la mano. Miró hacia atrás una vez a Jean-Claude, un brillo en los ojos solo eso. Jean-Claude nunca reaccionó, como si estuviera tratando de fingir que no estaba allí.

Avancé, los dedos de Damián se clavaban en mis hombros, me sorprendí.

—No estamos dejando que esto pasé —dije.

—Ella es Musette, y el teniente de Belle Morte. —La voz de Jean-Claude era baja y distante.

Musette no le llevó a través de las cortinas a otra habitación. Se detuvo a unos metros de distancia, ni siquiera cerca de las «paredes». Se volvió para hacerle frente, entonces sacó un cuchillo de sus faldas blancas, y se lo clavó en el estómago antes de que nadie pudiera reaccionar. Asher podría haberse movido más deprisa que cualquier cosa, pero no hizo nada para protegerse a sí mismo. Sólo dejó caer el cuchillo, se lo clavo hasta la empuñadura, y no pudo empujar más allá.

Tenía mi pistola en la funda, y Jean-Claude me cogió la mano.

—El cuchillo no es de plata,
ma petite
, cuando se retire se curará casi al instante.

Me miró, trate de levantar el arma, y hacer algunos progresos. Gracias a sus marcas de vampiro, era más fuerte de lo que había sido.

—¿Cómo sabes que no es de plata?

—Debido a que he jugado este juego con Musette antes.

Eso me hizo parar. Sus manos se quedaron tranquilas. Sus manos, porque las manos de Damián estaban pegadas a mis hombros. Jason era el único que no trataba de retenerme. Por la expresión de su cara creo que él, lo que quería era ayudarme, no impedírmelo.

Deje de mirar a Jean-Claude para ver a Asher aún de pie, con las manos en el estómago, donde florecía la sangre a través de la piel de sus manos. El marrón de la camisa era lo suficientemente oscura para ocultar la primera oleada de sangre. Musette puso el cuchillo en su boca y lamió la hoja.

Sabía a través de las memorias de Jean-Claude que la sangre de vampiro no da sustento. No puede alimentarse de los muertos, no de esa manera.

Asher nos miró.

—No es plata,
ma cherie
, no me va a matar. —Su respiración se cortó en la garganta, cuando Musette hundió el cuchillo una segunda vez.

El nadó en un mundo de serpentinas de colores. Cerré los ojos un segundo y hable en voz baja, con cuidado.

—¡Suéltame, Damián!

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