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Authors: Laurell K. Hamilton

Tags: #Fantástico, #Erótico

Cerulean Sins (20 page)

BOOK: Cerulean Sins
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Jason movió a Asher apartándolo de mí. Lo movió con la facilidad con la que un peso muerto se mueve. No sé cuál es la diferencia entre el sueño y la muerte, pero sabes inmediatamente cuando mueves un brazo de un muerto o de alguien que duerme.

Asher estaba tumbado sobre su espalda, su pelo derramado alrededor de su rostro como una aureola, la sangre carmesí brillaba en su mentón, el cuello, la parte superior del pecho. Las cicatrices no le quitaban belleza a su desnudez. No eran lo primero que notaba, ni lo tercero. Él estaba ahí, empapado en mi sangre, como un dios caído, que bajaba para morir.

Incluso enferma por la pérdida de sangre, no podía encontrar nada que no fuera hermoso. ¿Qué demonios me pasaba?

Jason tuvo que ayudarme a bajarme de encima de Jean-Claude, cogiéndome en brazos, sosteniéndome, como se sostiene a un niño. Estaba desnuda, me acababa de arrastrar de la cama en la que obviamente había tenido relaciones sexuales con dos hombres, sin embargo, Jason no había dicho ni una ocurrencia o broma. Cuando Jason se quedaba sin munición, las cosas iban mal.

Puse mi cabeza en el hombro de Jason, lo cual me ayudo con los mareos, hizo que el mundo fuese un poco menos inestable. Empezó a darme la vuelta lejos de la cama, pero le dije:

—Espera, todavía no.

Dejó de moverse.

—¿Qué?

—Quiero recordar esto.

—¿Qué? —preguntó de nuevo.

—La forma en que se ven juntos. —Ambos permanecían sobre sus espaldas, pero mientras Asher parecía un dios de la muerte caído, Jean-Claude parecía un dios de otro tipo diferente. Su pelo negro estaba en una masa alrededor de su cabeza, dispuesto descuidadamente como un marco para la pálida cara. Tenía los labios entreabiertos, sus pestañas gruesas como encaje en sus mejillas. Como si se hubiera quedado dormido después de una gran pasión, con una mano sobre su vientre y la otra a un costado, una rodilla doblada, de manera que parecía que posaba. Solo Jean-Claude podía morir y parecer bonito, mientras lo hacía.

—Anita, Anita. —Me di cuenta que Jason había estado hablando durante un rato—. ¿Cuánta sangre tenían que tomar?

Mi voz salió ronca, mi boca estaba seca.

—No ellos, solo Asher.

Me instaló más cerca de sus brazos, casi como si me abrazara. Su chaqueta de cuero crujió. Su pecho desnudo estaba muy caliente sobre mi piel desnuda.

—Él no solo se alimentó. —Jason sonó con desaprobación, lo que no se escucha mucho.

—Quedó atrapado en el momento, creo.

Se movió para poder liberar una mano y tocar mi frente, lo que parecía tonto ya que estaba desnuda, pero a menudo caes en el hábito cuando estamos estresados. Compruebas la temperatura en la frente de una persona aun cuando esta desnuda.

—No te sientes con fiebre. Tal vez estás incluso un poco fría.

Eso me hizo recordar algo, y el hecho de que me había olvidado, decía que estaba peor de lo que me sentía.

—¿Mi cuello está sangrando?

—Un poco.

—¿Suele ser así?

Me llevó hasta el cuarto de baño.

—¿Nunca has sido mordida tan mal? —Abrió la puerta con la rodilla y una mano y me llevó a través de ella.

—Sin desmayarme después, no. —Fruncí el ceño—. Acabo de decir no, en vez de ¿no?

—Si —dijo el.

—Mierda —dije.

—Si —dijo. Se sentó en el borde de la enorme bañera de mármol negro, balanceándome sobre su regazo mientras abría el agua. El agua se derramó desde la boca de un cisne de plata, que siempre había pensado que era ostentosa, pero bueno, no era mi cuarto de baño. Las náuseas habían pasado, los mareos iban disminuyendo.

—Bájame, ponme en el suelo.

—El mármol esta frío —dijo.

Suspiré.

—Tengo que averiguar que tal trabaja mi cuerpo.

—Solo intenta sentarte en mi regazo conmigo sosteniéndote. Está bien, traeré toallas y puedes sentarte en ellas, fíate de mí no quieres sentarte desnuda en el suelo de mármol.

—Práctico —dije.

—No le digas a nadie que realmente tengo sentido, arruinarías mi imagen.

Le sonreí.

—Tu secreto está a salvo conmigo. —Trate de sentarme, mientras que Jason jugueteaba con el agua, tratando de conseguir la temperatura adecuada. Podía sentarme. Genial. Traté de ponerme de pie, y solo el brazo de Jason en mi cintura no me dejó caer sobre el mármol de la escalera de la bañera.

Me puso a salvo en su regazo.

—No trates de hacerlo tan rápido, Anita.

Me recosté contra él, su brazo como un cinturón de seguridad alrededor de mi cintura.

—¿Por qué estoy tan débil?

—¿Cómo puedes haber estado entre vampiros tanto tiempo y preguntarme eso?

—No les deje alimentarse —dije.

—Sí y créeme, cuando donas esa cantidad, se necesita un poco de tiempo para recuperarse. —Parecía satisfecho con la temperatura del agua. Abrió más los grifos y había que gritar más sobre el ruido del agua—. Vamos a limpiarte y veremos cómo te sientes.

Me sentía como si frunciera el ceño y no sabía por qué. Sentí que debería estar enfadada. Debía de ser por algo y no por mí. Ahora que ya no estaba atrapada entre Asher y Jean-Claude, estaba extrañamente tranquila. No, no solo en calma, me sentía bien, y no debería de estarlo.

Fruncí el ceño, tratando de perseguir esa extraña sensación de lasitud distante. Era como tratar de despertar de un mal sueño, cuando no quiere dejarte ir. Excepto que en vez de luchar por salir de una pesadilla, estaba luchando por destruir un buen sueño. Eso también parecía estar mal. Todo parecía estar mal. Me sentía, vagamente, como si hubiese perdido algo importante en mi vida, pero no podía encajarlo.

Me sentía fuera de mí y maravillosa al mismo tiempo. Era como si mi mal humor natural luchara contra un pensamiento feliz. La caliente y feliz idea estaba ganando, pero no estaba segura que necesariamente fuera buena cosa.

—¿Qué me pasa? —pregunté.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Jason.

—Me siento bien. Me siento de maravilla. Hace unos minutos estaba aterrada, mareada, enferma y asustada. Pero una vez me sacaste de la cama, todo parece ir a mejor.

—¿Sólo mejor? —preguntó. Se estaba sacando la chaqueta de cuero, con un solo brazo, mientras me agarraba con el otro.

—Tienes razón no solo mejor. Una vez que ya no tuve miedo, era maravilloso.

Fruncí el ceño y trate de pensar, pero todavía tenía problemas para hacerlo.

—¿Por qué no puedo pensar en eso?

Él me removió en su regazo para poder desabrocharse las botas y empujarlas para sacarlas de sus pies. Por último comenzó a desnudarse, al tiempo que me sostenía en su regazo. ¿Quién dice que las habilidades que se aprenden en el trabajo no son útiles en la vida diaria?

—¿Por qué te desnudas?

—No te puedes mover sin caer, no me gustaría que te ahogaras en la bañera.

Traté de apartar lejos esa maravillosa sensación que sentía, pero era como tratar de luchar contra una cálida y confortable niebla. Puedes golpearla, pero no hay nada sólido que golpear. La niebla se mueve y se recompone.

—Para —dije, la palabra fue lo suficientemente firme, aunque por dentro no la sentía firme.

—¿Qué? —preguntó, mientras se movía hacía delante para desatar sus vaqueros.

—Esto debería molestarme, tú desnudándote, mientras yo estoy desnuda en una bañera, debería estar molesta, ¿verdad?

—Pero no lo estás, ¿no? —dijo. Iba desabotonando los botones de sus Jeans con una mano. Tenía talento.

—No, no —dije, frunciendo el ceño de nuevo—. ¿Por qué no me molesta?

—Realmente no lo sabes, ¿verdad? —preguntó.

—No —dije, ni siquiera estando segura de a que decía que no.

Él había conseguido desabrochar sus vaqueros.

—Te puedo poner sobre los azulejos fríos o te puedo poner sobre mi hombro durante unos segundos mientras me saco los pantalones, a elección de la dama.

La decisión parecía demasiado difícil para mí.

—No sé.

No me preguntó por segunda vez, solo me levantó, tan suavemente como pudo por encima del hombro, como una especie de manguera que lleva un bombero. El mundo se puso del revés y empezó a girar de nuevo, me pregunté si iba a estar otra vez enferma sobre su espalda. Él me equilibraba mientras sacaba sus pantalones.

Ahora lo miraba al descubierto, cuando sus pantalones se deslizaron sobre la parte superior de su trasero. Las náuseas habían pasado y me reí, nunca reía.

—Bonito culo.

Se atragantó o se echó a reír.

—No sabía que lo habías notado.

—La ropa interior —dije.

—¿Qué?

—Tenías ropa interior, la pude ver. —Tenía unas ganas horribles de mover mis manos sobre su culo, simplemente porque estaba allí y podía. Era como si estuviera borracha o drogada.

—Sí, tenía ropa interior, ¿y qué?

—¿Te la puedes poner de nuevo?

—A ti realmente no te importa si me pongo la ropa interior o no, ¿verdad? —Había algo en su voz que era casi de burla.

—No, —sacudí la cabeza lo que hizo que el mundo girara de nuevo—. ¡Oh, Dios mío, creo que voy a vomitar!

—Deja de moverte, y pasará. No estarías mal si no hubieses luchado para salir de entre ellos dos. Demasiado esfuerzo físico te hará poner enferma como un perro. Sumérgete en el sentimiento, móntalo y te sentirás maravillosa.

Me sentí un poco tonta hablando con su culo, pero no me parecía tan tonto como debería.

—¿Qué se siente maravilloso?

—Adivina —dijo.

Eso me hizo fruncir el ceño.

—No quiero adivinar. —Dios que es lo que me pasaba—. Dime.

—Vamos a entrar en la bañera, un baño ayudara a aclarar tu cabeza.

Me movió de vuelta a sus brazos y se acercó al borde de la bañera.

—Estás desnudo —dije.

—Tú también —dijo.

Tenía cierta lógica que no podía del todo discutir, aunque sentía que debería haber discutido.

—¿No te vas a poner algo?

—La ropa interior es de seda, no la voy a estropear por meterte en la bañera, porque pienses que debería ponérmela. Además, no te importa si me desnudo o no. ¿Te acuerdas?

Un dolor de cabeza empezaba justo detrás de un ojo.

—No —dije—, pero debería cuidarme, ¿no deberíamos? Quiero decir…

Jason nos bajó a los dos dentro del agua. Era una sensación maravillosa, tan cálida, tan suave, tan buena contra mi piel. Jason se movió suavemente en el agua hasta que yo estuve sentada contra él, acunada contra su cuerpo.

El agua estaba caliente, tan caliente, y yo estaba tan cansada. Me sentía tan bien que incluso podía dormir.

El brazo de Jason que tenía en mi cintura tiró hacía atrás.

—Anita, no te puedes dormir en la bañera, te ahogaras.

—No dejaras que me ahogue —dije, mi voz estaba llena de calor y de sueño.

—No, no voy a dejar que te ahogues.

Fruncí el ceño, casi medio flotando en el agua.

—¿Qué es lo que me pasa, Jason? Me siento borracha.

—Has sido absolutamente y bien arrollada por un vampiro, Anita.

—Jean-Claude no puede proteger sus marcas. —Mi voz parecía venir de muy lejos.

—Nunca dije que fuera Jean-Claude.

—Asher —dije en voz baja su nombre.

—He compartido sangre con él antes y es de lo más sorprendente. Jean-Claude dice que siempre se refrena, porque sabe que no soy su
pomme de sang
. Sólo soy un préstamo.

—Préstamo.

—No creo que Asher se refrenara con vosotros esta noche.

—El
ardeur
, nosotros… Estaban haciendo… El
ardeur
. —Cada palabra se espesaba con el esfuerzo.

—El
ardeur
os podría haber hecho descuidados —dijo Jason. Sus manos eran sólidas sobre mí, acunándome más en el agua contra su cuerpo.

—¿Descuidado? —dije.

—Déjate llevar, Anita. Cuando despiertes, hablaremos.

—¿De qué?

—De cosas —dijo, su voz se hundía en la oscuridad de las velas. No le recordaba encendiendo las velas que Jean-Claude usualmente tiene alrededor de la bañera.

Me comencé a preguntar sobre qué cosas, pero nunca lo dije en voz alta. Caí en una oscuridad cálida, suave, donde no había ni temor, ni dolor. Tan cálida, tan segura, tan querida.

QUINCE

Me desperté con el sonido del teléfono. Me acurruqué en las sábanas, tratando de no escucharlo. Dios, estaba cansada. La cama se movió, alguien más se molestó por ello. No fue hasta que la voz de Jason dijo:

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