Read Cita con la muerte Online

Authors: Agatha Christie

Cita con la muerte (21 page)

BOOK: Cita con la muerte
9.89Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

—Naturalmente, aquello apuntaba hacia el señor Raymond Boynton como el principal promotor de todo. Estudiando a la familia, llegué a la conclusión de que la persona que más probabilidades tenía de ser su interlocutora aquella noche en Jerusalén era su hermana Carol. Los dos se parecen mucho, tanto en su aspecto físico como en su carácter, lo cual hace suponer que se entienden muy bien. Asimismo, los dos poseen el mismo temperamento nervioso y rebelde, que era lo que hacía falta para la concepción de una acción semejante. El hecho de que su móvil fuera en parte desinteresado, liberar a toda la familia y particularmente a la hermana más joven, sólo contribuía a que la planificación del crimen fuera más plausible.

Poirot se calló durante un minuto.

Raymond Boynton entreabrió la boca. Después volvió a cerrarla. Sus ojos estaban fijos en Poirot y expresaban una especie de muda agonía.

—Antes de adentrarme en el caso contra Raymond Boynton, me gustaría leerles una lista de hechos significativos que esta misma tarde he sometido al examen del coronel Carbury.

DETALLES SIGNIFICATIVOS

La señora Boynton tomaba un preparado que contenía digital.

El doctor Gerard echó de menos una aguja hipodérmica.

A la señora Boynton le causaba un enorme placer impedir que su familia se divirtiera con otras personas.

La tarde en cuestión, la señora Boynton animó a los miembros de su familia para que se marcharan y la dejaran sola.

La señora Boynton practicaba con asiduidad el sadismo psicológico.

La distancia entre la carpa y el lugar donde estaba sentada la señora Boynton era aproximadamente de doscientos metros.

Al principio, el señor Lennox Boynton dijo que ignoraba la hora en que había regresado al campamento, pero más tarde reconoció haber puesto en hora el reloj de pulsera de su madre.

El doctor Gerard y la señorita Ginebra Boynton ocupaban tiendas contiguas.

A las seis y media, cuando la cena estuvo lista, un criado recibió la orden de ir a avisar a la señora Boynton.

La señora Boynton pronunció estas palabras en Jerusalén: "Yo nunca olvido. Recuérdelo. Nunca he olvidado nada".

"Aunque he numerado los puntos por separado, en algunos casos se pueden formar pares. Éste es el caso, por ejemplo, de los dos primeros: "La señora Boynton tomaba un preparado que contenía digital". "El doctor Gerard echó de menos una aguja hipodérmica". Estos dos hechos fueron los primeros que me sorprendieron, y tengo que decirles que me parecieron de lo más extraordinarios y bastante incompatibles. ¿No entienden lo que quiero decir? No importa. Luego volveré sobre este punto. Basta que sepan que concebí esos dos hechos como algo para lo que había que encontrar una explicación satisfactoria.

"Terminaré ahora con mi estudio acerca de las posibilidades de que Raymond Boynton fuera culpable. Lo que sigue son los hechos. Se le oyó discutir acerca de la posibilidad de matar a la señora Boynton. Estaba sometido a una gran tensión nerviosa. Acababa de pasar, y espero que
mademoiselle
me perdone —hizo una reverencia a Sarah en señal de disculpa—, por un momento de fuerte crisis emocional. Quiero decir que se había enamorado. La exaltación de sus sentimientos pudo haberle hecho reaccionar de distintas maneras. Pudo haberse sentido reconciliado con el mundo en general, incluida su madrastra. Pudo haber reunido por fin el valor para desafiarla y liberarse de su influencia. O pudo simplemente haber encontrado el estímulo que necesitaba para llevar su crimen de la teoría a la práctica. ¡Esto es psicología! Examinemos ahora los hechos.

"Raymond Boynton salió con los demás del campamento a eso de las tres y cuarto. A esa hora, la señora Boynton estaba viva y en perfecto estado. Poco tiempo después, Raymond y Sarah King tuvieron un tête-a-tête. Seguidamente, él la dejó. Según su propia declaración, volvió al campamento a las seis menos diez. Subió a ver a su madrastra, cambió unas palabras con ella, luego fue a su tienda y finalmente bajó a la carpa. Él dice que a las seis menos diez, la señora Boynton estaba viva y en perfecto estado.

"Pero ahora llegamos a un hecho que contradice directamente esta afirmación. A las seis y media, la muerte de la señora Boynton fue descubierta por un criado. La señorita King, que posee el título de licenciada en medicina, examinó el cuerpo y afirma rotundamente que, aunque no se tomó muchas molestias en determinar la hora de la muerte, ésta tenía forzosamente que haberse producido al menos una hora (y probablemente bastante más) antes de las seis en punto.

"Como ven, nos hallamos ante dos declaraciones contradictorias. Dejando aparte la posibilidad de que la señorita King hubiera cometido un error...

Sarah le interrumpió.

—Yo no cometo errores. Quiero decir que, de haber cometido alguno, lo admitiría.

Su tono era duro y claro.

Poirot se inclinó hacia ella educadamente.

—Entonces sólo quedan dos posibilidades. ¡Uno de los dos, o la señorita King o el señor Raymond Boynton, está mintiendo! Veamos qué razones podía tener el señor Boynton para hacerlo. Vamos a suponer que la señorita King no está equivocada y no ha mentido deliberadamente. ¿Cuál fue, entonces, la sucesión de los acontecimientos? Raymond Boynton vuelve al campamento, ve a su madre sentada a la entrada de la cueva, sube a hablar con ella y la encuentra muerta. ¿Qué hace? ¿Pide ayuda? ¿Informa enseguida al campamento de lo que ha pasado? No, aguarda un par de minutos. Después se va a su tienda y luego se reúne con su familia en la carpa, sin decir nada. Es una manera de actuar muy curiosa, ¿no?

Con voz nerviosa y áspera, Raymond replicó:

—Sería una idiotez, por supuesto. Eso debería convencerle de que mi madre estaba viva y se encontraba bien, como yo dije. La señorita King estaba confusa y aturdida y cometió un error.

—Uno se pregunta —Poirot continuaba inexorablemente con su discurso— si podría haber alguna razón que explicase ese comportamiento. Según como se mire, parece que Raymond Boynton no puede ser culpable, puesto que la única vez que se le vio acercarse a su madrastra aquella tarde, ésta llevaba ya muerta un buen rato. Por lo tanto, suponiendo que Raymond Boynton sea inocente, ¿cómo se explica su conducta? "Asumiendo, como digo, su inocencia, podemos explicarla perfectamente. Porque ahora recuerdo aquel fragmento de conversación que escuché: "Lo ves, ¿verdad? Hay que matarla". Vuelve de su paseo y la encuentra muerta y al instante su conciencia culpable le hace considerar cierta posibilidad. El plan ha sido llevado a cabo, pero no por él, sino por su cómplice. Tout simplement, él sospecha que su hermana, Carol Boynton, es culpable.

—Eso es mentira —dijo Raymond con voz baja y temblorosa.

Poirot siguió adelante:

—Consideremos ahora la posibilidad de que Carol Boynton sea la asesina. ¿Qué pruebas existen contra ella? Tiene el mismo temperamento tenso, el tipo de temperamento ante el cual un hecho de este tipo podría aparecer como un acto de heroísmo. Era con ella con quien hablaba Raymond Boynton aquella noche en Jerusalén. Carol Boynton volvió al campamento a las cinco menos diez. Según su declaración, subió y habló con su madre. Nadie la vio hacerlo. El campamento estaba desierto, los criados dormían. Lady Westholme, la señorita Pierce y el señor Cope estaban explorando cuevas y no veían el campamento. No había ningún testigo de la posible acción de Carol Boynton. La hora encajaría perfectamente. Por lo tanto, el caso contra Carol Boynton es totalmente factible.

Hizo una pausa. Carol había levantado la cabeza. Sus ojos miraban apagados y tristes a los del detective.

—Hay algo más —dijo Poirot—. A la mañana siguiente, muy temprano, alguien vio cómo Carol Boynton tiraba un objeto al río. Hay razones para creer que ese objeto era una aguja hipodérmica.

—¿Comment? —el doctor Gerard levantó la vista sorprendido—. Pero mi jeringuilla fue devuelta. Sí, sí. Ahora, la tengo yo.

Poirot asintió enérgicamente.

—Sí, sí. Una segunda aguja hipodérmica. Es muy curioso, muy interesante. Si no estoy mal informado, esta jeringuilla pertenecía a la señorita King, ¿es así?

Sarah guardó silencio durante una fracción de segundo.

Carol intervino rápidamente.

—No era la aguja de la señorita King —dijo—. Era mía.

—¿Entonces admite que se deshizo de ella tirándola al río,
mademoiselle
?

Vaciló durante un segundo.

—Sí, claro. ¿Por qué no había de hacerlo?

—¡Carol!

Era Nadine. Se inclinó hacia delante. Tenía los ojos muy abiertos y en ellos se reflejaba la angustia.

—Carol... no entiendo...

Carol se volvió y la miró. Había algo hostil en sus ojos.

—¡No hay nada que entender! Tiré una vieja jeringuilla. Nunca toqué el... veneno.

Sarah intervino.

—Lo que le dijo la señorita Pierce es cierto, señor Poirot. Era mi jeringuilla.

Poirot sonrió.

—Este asunto de la jeringuilla es muy complicado y, sin embargo, creo que tiene una explicación. Bien, hemos conseguido plantear dos casos: el de la inocencia de Raymond Boynton y el de la culpabilidad de su hermana Carol. Pero como yo soy extremadamente justo, siempre miro las dos caras de la moneda. Examinemos lo que pudo pasar si Carol Boynton es inocente.

"Regresa al campamento, sube a ver a su madrastra y la encuentra, digamos, muerta. ¿Qué es lo primero que habría pensado? Habría sospechado que su hermano Raymond la había matado. No sabe qué hacer. Así que no dice nada. más tarde, aproximadamente una hora después, Raymond Boynton regresa y, habiendo, supuestamente, hablado con su madre, no dice en ningún momento que haya algo que no vaya bien. ¿No creen ustedes que entonces sus sospechas se habrían convertido en certezas? Quizá va a la tienda de su hermano y encuentra allí una aguja hipodérmica. ¡Ya no le cabe la menor duda! La coge a toda prisa y la esconde. Por la mañana temprano se deshace de ella lanzándola lo más lejos que puede. "Y hay otro detalle que nos indica que Carol Boynton es inocente. Cuando se lo pregunto, me asegura que ella y su hermano nunca pretendieron seriamente llevar a cabo su plan. Le pido que me lo jure y ella me jura inmediatamente y con la mayor solemnidad que no es culpable del crimen. ¿Lo ven? Es justamente así como lo dice. No jura que ellos no son culpables. Jura sólo por sí misma, no por su hermano... y piensa que yo no prestaré demasiada atención a ese pronombre.

"
Eh bien
, este es el caso de la inocencia de Carol Boynton. Y ahora retrocedamos un paso y consideremos no la inocencia, sino la posible culpabilidad de Raymond. Supongamos que Carol está diciendo la verdad, que la señora Boynton estaba viva a las cinco y diez. ¿Bajo qué circunstancias podría ser culpable Raymond? Podemos suponer que mató a su madre a las seis menos diez, cuando subió a hablar con ella. Había criados por el campamento, es cierto, pero la luz estaba decreciendo. Podría habérselas arreglado perfectamente, pero de ello se deduciría que la señorita King mintió. Recuerden que ella volvió al campamento sólo cinco minutos más tarde que Raymond. Desde lejos lo habría visto subir hasta donde estaba su madre. Después, cuando el criado la encuentra muerta, la señorita King se da cuenta de que Raymond la ha matado y, para salvarlo, miente, sabiendo que el doctor Gerard está con fiebre y no puede poner en evidencia su mentira.

—¡Yo no he mentido! —dijo Sarah con toda claridad.

—Todavía hay otra posibilidad. La señorita King, como he dicho, llegó al campamento unos minutos después de Raymond. Si Raymond Boynton encontró a su madre viva, pudo haber sido la señorita King la que le administrase la inyección fatal. Ella consideraba a la señora Boynton un ser perverso y maligno. Podría haberse visto a sí misma como una ejecutora que hace justicia. Esto explicaría también por qué mintió en lo referente a la hora de la muerte.

Sarah había palidecido enormemente. Habló en voz baja, pero serena:

—Es verdad que hablé de la conveniencia de que una persona muriera para salvar a muchas. Fue el Lugar del Sacrificio el que me sugirió la idea. Pero puedo jurarle que nunca le hice daño a esa desagradable anciana. ¡No se me hubiera ocurrido jamás una cosa semejante!

—Y sin embargo —dijo Poirot—, uno de ustedes dos tiene que estar mintiendo.

Raymond Boynton se movió en su silla. Impetuosamente exclamó:

—Usted gana, señor Poirot. ¡Soy yo el que miente! Mamá estaba muerta cuando subí a verla. La sorpresa casi me paralizó. Había ido para resolver las cosas con ella, ya sabe. Para decirle que, a partir de ese momento, yo era libre. ¡Y allí estaba ella, muerta! Su mano fría y fláccida. Y pensé justo lo que usted ha dicho. Pensé que quizá Carol... Había una marca en su muñeca.

Rápidamente, Poirot dijo:

—Ése es un punto acerca del cual todavía no estoy completamente informado. ¿Cuál era el método que ustedes pensaban emplear? Ustedes habían pensado en un método y éste tenía algo que ver con una aguja hipodérmica. Eso lo sé. Si quiere que le crea, cuénteme el resto.

Apresuradamente, Raymond contestó:

—Era algo que leí en una novela, una historia inglesa de detectives. Consiste en inyectar aire en la vena con una jeringuilla vacía. Parecía completamente científico. Yo había pensado... hacerlo de ese modo.

—¡Ah! —dijo Poirot—. Ya comprendo. ¿Y compró usted una aguja?

—No. De hecho, cogí la de Nadine. Poirot lanzó una rápida mirada a la joven.

—¿La jeringuilla que está con su equipaje en Jerusalén? —murmuró.

La joven enrojeció levemente.

—No estaba... segura de lo que había sido de ella —murmuró.

—Es usted muy perspicaz, madame —dijo Poirot.

—Gracias —dijo Nadine

Capítulo XVI

Hubo una pausa. Después, aclarándose la garganta con un carraspeo un tanto afectado, Poirot continuó:

—Hemos resuelto el misterio de lo que yo llamaría "la segunda jeringuilla". Ésta pertenecía a la señora Lennox Boynton, le fue robada en Jerusalén por su cuñado Raymond Boynton, a quien luego se la quitó su hermana Carol tras el descubrimiento del cadáver de la señora Boynton. Carol Boynton la tiró al agua, la señorita Pierce la encontró y la señorita King se la reclamó como suya. Supongo que es la señorita King quien la tiene ahora.

—En efecto —dijo Sarah.

—De manera que cuando, hace sólo un momento, dijo que la aguja le pertenecía, estaba usted haciendo lo que jura que no hace nunca: mentir.

BOOK: Cita con la muerte
9.89Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Seven by Amy Marie
Borrowing Death by Cathy Pegau
Jumping Off Swings by Jo Knowles
The Square Pegs by Irving Wallace
All In by JC Szot
Defensive Wounds by Lisa Black
Tiffany Girl by Deeanne Gist