El camino de Steve Jobs (3 page)

BOOK: El camino de Steve Jobs
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No es una vida fácil pero te enseña a ser independiente. Si no eres creativo, no hay muchas formas de divertirte. Yo hice mis propias tablas de surf y me construí dos botes que navegaban bastante bien. Entonces cuando cumplí 15 años, mi padre anunció que se concentraría en sus labores dentro del consejo escolar y en otras responsabilidades cívicas durante el año siguiente, dejándome a mí a cargo de la granja. Yo todavía no entiendo qué fue lo que le hizo pensar que yo era capaz de hacerlo.

Quería marcar la diferencia. En un rancho grande una cosecha excepcional en cinco años es generalmente suficiente para mantenerte. Yo quería producir esa cosecha... pero ¿de qué? ¿Qué plantaría? Tienes que planear con seis meses de anticipación y adivinar cuál será el precio al momento de la cosecha. Descubrí en mí una fascinación por el
Almanaque de los granjeros
, el documento más increíble. Basado en las predicciones climáticas del
Almanaque
para la temporada y el consejo de los cosechadores de moras de la región, decidí plantar fresas y traer a una familia japonesa con experiencia en el tema.

Resultó ser un año de una rentabilidad fantástica —para el rancho y para mí—. Creo que la experiencia me dio confianza y la idea de que podía lograr más de lo que me imaginaba.

Aprendí algo más del trabajo en la granja. Probablemente cada rancho es diferente, pero
Año Nuevo
no tenía una operación jerárquica en la que se hacía lo que uno decía. Si veías algo mal, lo discutías. Esa actitud pronto se volvió esencial en mi personalidad y, en mi primer trabajo en el mundo de los negocios en IBM, me llevó a dar un paso que no muchos habían dado.

El presidente de la compañía, Tom Watson Jr., hijo del primer presidente de IBM, atestiguó ante la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, que buscaba respuestas acerca de lo que había salido mal en Vietnam, que el problema había estado en la logística, en la forma de luchar en la guerra. La actitud que venía del rancho de mi niñez de hablar cuando ves que hay algo equivocado me arrastró cuando leí el testimonio de Watson en el periódico. Me senté y redacté cuidadosamente una reflexiva carta diciendo que yo pensaba que IBM estaba cometiendo el mismo error. Yo admiraba el respeto que la compañía mostraba por sus empleados y sus clientes corporativos, pero pensaba que estaban perdiendo una oportunidad mayor al no convertirse en una fuerza dentro del mercado para el consumidor.

Me llamó el asistente de Watson diciendo que, la semana siguiente, el señor Watson iba a visitar las oficinas de IBM en las que trabajaba y que le gustaría que me reuniera con él. Entré en un infierno de nervios seguro de que sería mi último día en la compañía. En lugar de eso dijo que estaba impresionado de mis ideas, que apreciaba que me hubiera expresado y que consideraría mis sugerencias. De ahí en adelante cada vez que visitaba las oficinas en las que trabajaba, Tom Watson se reunía conmigo para conversar.

Creo que mi experiencia en los negocios en IBM y después en Intel, combinado con una forma de ser relajada y la capacidad de hacer sugerencias y ofrecer opiniones sin malicia, fueron cualidades que me funcionaron con Steve Jobs.

Apple había surgido con dos ordenadores, producto de las ideas de su cofundador, Steve Wozniak. El camino de Woz a la fama es tan misterioso como el de su socio. En una entrevista realizada en 1996 le dijo a la escritora y periodista Jill Wolfson que había sido influenciado, cuando era joven, por los libros de Tom Swift, «ese joven ingeniero que podía diseñar cualquier cosa y que tenía su propia compañía, que podía atrapar extraterrestres, construir submarinos, tener proyectos por todo el mundo». Woz estaba tan cautivado que para él era como «la primera televisión que hubieras visto en tu vida». Inspirado, comenzó a hacer proyectos tan elaborados para las ferias científicas que cuando estaba en sexto grado ya había creado una máquina similar a un ordenador que jugaba al tres en raya.

Continuó por el mismo camino durante el bachillerato y la universidad, aprendiendo por su cuenta acerca de los ordenadores al hacer tareas cada vez más avanzadas, hasta que terminó diseñando y construyendo ordenadores en su totalidad.

Al pedirle que resumiera su vida en una palabra, respondió sin dudar: «Suerte. Cada sueño que he tenido en mi vida se ha hecho realidad diez veces». Dijo al entrevistador que, aunque nunca fue asiduo a la iglesia, desde su niñez albergó valores que él sentía similares a los cristianos. «Si alguien te hace algo malo, no le respondes. Eres bueno con ellos y los tratas con amor desde tu corazón».

Woz también mostró un nivel de modestia, ausente en su cofundador. «Me pregunto por qué, cuando yo solamente hice... un poco de buena ingeniería... algunas personas piensan que soy una especie de héroe o alguien especial. Pero es realmente el grupo de personas y su conjunto de pensamientos los que hacen realidad los ordenadores». Por todas sus contribuciones para lanzar la revolución de los ordenadores, Steve siempre comparte el crédito diciendo: «Ése es Woz».

Steve Jobs no tenía tanto conocimiento técnico ni la capacidad que Woz tenía en su dedo meñique. Entonces ¿cómo llegó a dominar las complicaciones de la tecnología informática?

Una vez me dijo que descubrió la fascinación por los ordenadores en su preadolescencia, cuando visitaba el Centro Ames de Investigación de la NASA, cerca de Mountain View. De hecho resultó que nunca vio un ordenador. Solamente vio una terminal. Cuando lo cuenta puedes notar su entusiasmo infantil y puedes oírlo cuando dice que ese día «se enamoró» con la simple idea de los ordenadores.

Hablando de esos días iniciales en un documental de la PBS llamado
Triumph of the Nerds
, él arrojó algo de luz al respecto: «Tú tecleabas esas instrucciones y entonces esperabas un rato, y luego la cosa empezaba dadadadadada y te decía algo pero con todo y todo resultaba notable, especialmente para un niño de 10 años, que pudieras escribir un programa en Basic o en Fortran y que esta máquina... tomara tu idea y... la ejecutara y te diera resultados. Y si eran los resultados que predecías, tu programa funcionaba realmente. Era una experiencia increíblemente emocionante».

No te conviertes en un trabajador de tecnología líder sin pasar unos años intensivos en la escuela. Pero esa estricta regla de la vida no se aplicaba para Steve Jobs. Yo presencié un fenómeno que era casi increíble. Ahí estaba ese joven que había abandonado la universidad poco después del primer semestre, que se había dirigido a la India para viajar, más que como un turista, como un monje itinerante y pordiosero, y que había sido absorbido por el Budismo, el cual se volvió un compromiso a lo largo de su vida (una vez, en un viaje con él a Japón, me señaló un templo budista que en ese momento pasábamos, explicando que, después de su viaje a la India, había decidido vivir en ese templo para convertirse en un sacerdote budista. Y lo hubiera llevado a cabo, dijo, si no hubiera sido por ese proyectito que había comenzado con su joven vecino Steve Wozniak. Es increíble ver cómo nuestras vidas toman un curso diferente de lo que hubiéramos esperado).

Ahora, más que un monje neófito, Steve Jobs se convertía en un mago de la tecnología increíblemente astuto. Rápidamente se convirtió en un maestro en todo lo relacionado al diseño de Macintosh, su arquitectura de sistema y su funcionalidad. Su sentido de la tecnología era tan profundo que podía discutir con todos los ingenieros acerca de los detalles que estaban trabajando, queriendo saber cómo de avanzados estaban, por qué el ingeniero había tomado una decisión en lugar de otra, decidiendo que alguna elección no era la mejor y ordenando el cambio. Incluso algo tan fundamental como cuál chip de ordenador tendría el Macintosh: Steve ordenó al equipo crear un prototipo totalmente nuevo de ordenador, usando un chip diferente, el Motorola 68000, que tenía una memoria más grande. Ellos protestaron, pero lo obedecieron; resultó ser una decisión correcta.

Una vez que entrevistaron al ingeniero de Mac, Trip Hawkins, acerca de su época en Apple, describió a Steve como poseedor de «un poder de visión casi escalofriante. Cuando Steve cree en algo, el poder de esa visión puede literalmente barrer cualquier objeción, problema o lo que sea. Simplemente dejan de existir».

¿Qué es lo que movía a Steve Jobs? En mi papel, que él llamaba su mano izquierda (porque es zurdo), encontré la respuesta en comentarios que hizo sobre él mismo y su forma de ver su función y objetivos. Los grandes productos solamente vienen de gente apasionada. Los grandes productos sólo vienen de
equipos
apasionados.

La visión de la que hablaba Trip Hawkins venía del foco de Steve, pero, aún más de su pasión. Me encantaba lo que Steve decía sobre esto, estableciendo un parámetro para sí mismo y para todos los que lo rodeaban, haciendo su trabajo lo mejor posible, «porque solamente puedes hacer un número limitado de cosas en tu vida». Como cualquier artista apasionado, siempre fue motivado por el ímpetu de sus creaciones. El Mac y cualquier producto que surgió después son «más que productos», son la representación del intenso compromiso de Steve Jobs. Los visionarios son capaces de crear grandes obras de arte o grandes productos, porque su trabajo no es de nueve a cinco. Lo que Steve hacía lo representaba; era intuitivo e inspirado. No sabía que hacía lo que Einstein recomendaba: «Sigue lo misterioso». Años después del primer Macintosh, mucha agua ha corrido bajo el puente, y después de algunos penosos tropiezos, Steve por fin reconoció que su pasión no era solamente crear grandes productos, sino algo más específico, más concentrado, como veremos más adelante en estas páginas. Esto lo llevaría a realizar una serie de instrumentos elegantes, accesibles, intuitivos, bellos y poderosos, que han definido su carrera. El mundo entero cambiaría para él... y él cambiaría el mundo. «Podría hacer muchas otras cosas en mi vida», dijo, «pero el Macintosh va a cambiar el mundo. Yo lo creo y he escogido a gente que también lo cree para el equipo».

Esta pasión por el producto se manifiesta a través de toda la organización de Apple, desde las recepcionistas y los ingenieros, hasta los miembros del consejo de dirección. Si los empleados de cualquier compañía no sienten esta pasión emanada de los líderes, entonces los líderes se tienen que preguntar: «¿Por qué no?».

Como Zar del producto, Steve mostraba distintas facetas en el equipo de Macintosh, comenzando como conceptualizador de producto en jefe. Desde el escritorio de diseño hasta la entrega, él habitaba el producto, viviendo cada detalle de lo que se experimentaría, como si fuera un organismo vivo que respiraba.

Sabía que tenía que estar rodeado de gente como él dispuesta en invertir en la excelencia de productos. Su pasión es uno de los secretos subyacentes al éxito de Steve. Es exacto y demandante y, sí, por momentos, desconsiderado. Es un reflejo del fervor feroz que lo guía.

La mayoría de la gente, piensa Steve, no tiene las características para ser un emprendedor o un gerente de producto. Eso mencionaba cuando trataba de sacar adelante NeXT. «Mucha gente me dice “quiero ser un empresario”». Cuando les pregunto: «¿Qué idea tienes?», contestan: «Todavía no la tengo». A gente como ésta le respondo: «Creo que tienes que conseguir un trabajo como camarero o algo así hasta que encuentres algo que te apasione».

Él cree que «la mitad de lo que separa a un empresario exitoso de uno que fracasa es pura perseverancia». «Pones tanto de tu vida en esto. Hay momentos tan ásperos que me imagino que mucha gente renuncia. No los culpo. Es muy rudo y consume tu vida». Tienes que arder con «una idea, un problema o algo equivocado que quieres corregir». Si no estás lo suficientemente apasionado desde el inicio, nunca vas a sobresalir.

2
El éxito está en los detalles

Steve Jobs entendió algo que muchas compañías han intentado hacer, pero que pocas han podido lograr. Mientras más avanzaba, más sencillos se volvían sus productos. En algunos casos era menos importante el producto y más importante el usuario. Cada usuario tiene que sentirse exitoso. Cuando sabes cómo operar algo a la perfección, ¿cómo te sientes? Más gente comprará tu producto si los clientes se sienten bien usándolo.

Para Steve, nada es desperdicio, nada es innecesario. El bienestar no se logra al acumular más cosas; sucede a partir de la creatividad y la innovación, con la búsqueda implacable de la perfección. Esto implica pensar en todo con el objetivo agudo de hacerlo intuitivo al usuario. La ironía es que esto requiere más trabajo, un planteamiento con mayor orientación hacia los detalles.

Vosotros probablemente conozcáis a unas cuantas personas —o probablemente a más de unas cuantas— que consideran los detalles. Tal vez vosotros mismos podáis ubicaros en esta categoría. El nivel de concentración de Steve en los detalles es uno de los aspectos cruciales de su éxito y del éxito de sus productos.

Él usaba un reloj Porsche porque había quedado muy sorprendido por la calidad del diseño, digna de un museo. Todo el que descubría su reloj, quedaba admirado. Entonces Steve se lo quitaba y se lo regalaba, como si dijera «felicidades por reconocer un diseño excelente». Minutos después llevaba un reloj idéntico en su muñeca. Cada uno costaba alrededor de 2.000 dólares y guardaba una caja llena en su oficina para regalarlos. (La correa del que me regaló se rompió hace algunos años. Como estaba integrada al cuerpo y ambos eran de titanio, no se pudo arreglar. Nunca le pregunté a Steve si esos relojes fueron inspiración para el Mac Titanium).

Miro hacia atrás y veo esas sesiones en el estacionamiento y la fijación por los relojes de pulsera como un símbolo de lo que iba a convertirse en una característica esencial del carácter de Jobs y de su éxito como diseñador de productos: su empeño —o tal vez diría su absoluta y fundamental necesidad— de concentrarse en cada aspecto o detalle, eliminando todo de su vista y mente hasta que llegara a una decisión acerca de lo que estaba buscando.

Por supuesto que todos nos concentramos en algún momento. Sin embargo Steve trata cada aspecto de un producto o de una decisión al mismo nivel de intensidad de escrutinio. Primero aplica su visión hacia donde quiere ir y luego a la visión del producto —cómo funcionará, cómo se ajusta a los estilos de vida, cómo usa la gente las cosas.

Anticipar la experiencia del usuario

Steve quería vivir cada detalle de la experiencia. Cuando estás en casa o en tu oficina con tu nuevo ordenador, ¿qué es lo que vas a ver al abrir la caja por primera vez? ¿Cuántas cosas tienes que quitar para sacar el ordenador y cómo de fácil es quitarlas? Le decía al equipo de desarrollo, «bueno, yo soy el producto. ¿Qué me sucede cuándo el comprador trata de sacarme de la caja y me quiere encender?». Siempre descubría imperfecciones en todo, desde el diseño, la experiencia e interfaz del usuario, el
marketing
o el empaque hasta cómo el producto iba a ser comercializado y vendido.

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