El lenguaje de los muertos (30 page)

BOOK: El lenguaje de los muertos
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Darcy asintió, y Harry continuó hablando.

—Bien, de la misma manera en que vosotros sentís la presencia de gente viva, yo siento la de los muertos. Sé muy bien cuando estoy en compañía de los muertos. Y es por eso por lo que puedo deciros con seguridad que Ken Layard no lo está. Aunque todavía pudiera hablar con los muertos, no podría hacerlo con Ken, porque no lo está. Tampoco está vivo, sino en un estado intermedio entre la muerte y la vida. Está no-muerto, y esclavo de otro ser, y resucitará como vampiro a menos de que logremos que muera para siempre. Eso es lo que me decía en mi sueño, lo que me rogaba que hiciera: que le encontrara, acabara con él y le permitiera descansar en paz.

—¿Y como él y Trevor no pudieron comunicarse contigo, los muertos te llevaron su mensaje? —preguntó Darcy.

—Exactamente —respondió Harry—. Intentaron deletrearlo piedra a piedra en mi jardín.

Sandra se estremeció.

—¡Por Dios, si yo hubiera desobedecido a Wellesley, habría estado allí cuando él fue a por ti! ¡Y también cuando
ellos
vinieron por él! No creo que hubiera podido soportar ver a…, a esas cosas!

Harry le cogió la mano por encima de la mesa.

—No son cosas —le dijo—. Antes fueron seres humanos vivos. Y ahora son personas muertas. Casi todo el suelo fértil, y la arena, y el firmamento y el mar de este planeta fueron algo vivo en una época o en otra. Es la naturaleza de las cosas, y la vida es un estado por el que pasamos. Pero los muertos piensan en mí lo bastante como para trascender el orden natural de las cosas.

—¿Y trascender ese orden… les hace sobrenaturales? —preguntó Darcy.

—Supongo que sí —respondió Harry dirigiendo su melancólica mirada hacia su compañero—. ¿Pero acaso no pensábamos en otra época que los vampiros eran sobrenaturales? —Y Harry por fin se permitió una auténtica sonrisa, aunque débil—. ¿Sabes, Darcy? Para ser el director de la Organización E, eres muy escéptico. Quiero decir, ¿no ha sido la Organización siempre un asunto de esta clase? ¿Artefactos y fantasmas? ¿Lo físico y lo metafísico? ¿Lo natural y lo sobrenatural?

—No soy escéptico, he visto demasiadas cosas como para serlo. Pero me gusta que me expliquen claramente las cosas, nada más.

—¿Y te las he explicado bien?

—Pienso que sí. De manera que… ¿adónde iremos desde aquí?

—A ningún lado. Examinaremos los datos que conocemos, haremos hipótesis sobre los que ignoramos, e intentaremos prepararnos para lo que vendrá. Pero sinceramente, si yo fuera uno de vosotros, abandonaría este asunto lo antes posible.

—¿Qué dices? —Darcy se preguntó si le habría oído bien.

—Sí, me refiero tanto a ti como a Sandra. Deberíais subir al primer avión con destino a Inglaterra, ir derechos a la Organización E, y desde allí utilizar todo el poder que tuvierais. Deberíais llevar este caso tal como lo hicimos con el de Bodescu: haciendo el menor ruido posible hasta saber con qué tenemos que vérnoslas.

—Estamos en esto juntos —respondió Darcy—. Y yo puedo dar instrucciones a la Organización desde este lugar. Tal vez deba recordarte que no es mi costumbre sufrir daños de ningún tipo. ¿Gracias a mi ángel guardián? Además, ¿qué podrías hacer solo? Sandra tenía razón, Harry. Eres un ex necroscopio. Ya no tienes tus antiguos poderes. En lo que a dones especiales se refiere, tú eres una estrella en decadencia. Y tal como tú mismo señalaste, lo que sucedió en Bonnyrig no fue más que una coincidencia: aquí no estarán los muertos para ayudarte cada vez que los necesites. De modo que hablemos claro: de los tres, tú eres el más débil. Nos necesitas más a nosotros que nosotros a ti.

Harry le miró fijamente.

—Vosotros necesitáis mis conocimientos —dijo—. Y yo ya he hablado del posible peligro para Sandra. Ella no debería de ningún modo estar cerca de mí y… —se interrumpió bruscamente, pero el daño ya estaba hecho; Harry nunca había sido un hombre ducho en subterfugios.

—¿Cerca de ti? ¿Qué has querido decir con eso, Harry? —preguntó Sandra, y ahora fue ella quien le cogió la mano por sobre la mesa.

El suspiró, desvió la mirada, y por fin habló.

—Mira, estamos tratando con un vampiro. Es posible que pertenezca a la vieja guardia, pero en todo caso no demasiado lejano a los seres originales, los wamphyri. Y como vengo diciendo, sin que tú prestes demasiada atención, los wamphyri tienen poderes. Sandra, tú miraste en la cabeza de Jordan, y allí estaba esa criatura torturándolo, interrogándolo acerca de nosotros. En este momento, probablemente sabe todo lo que se puede saber sobre la Organización E, y lo que hicimos con ese Thibor Ferenczy, y con Yulian Bodescu, y… ¡diablos, todo lo que él
quiere
saber! Pero lo que es más importante lo sabe todo acerca de mí. Y si no lo sabe, lo sabrá. Y luego vendrá a buscarme. Debe hacerlo, porque sabe que le he descubierto. Yo soy Harry Keogh, el necroscopio, y soy peligroso. ¡He matado vampiros! ¡He destruido las simientes de vampiros!, y en algún lugar de mi mente guardo los secretos del habla de los muertos y del continuo de Möbius! Claro que él vendrá a por mí. Y también por vosotros, si estáis conmigo. En cuanto a ti, Darcy, es verdad que tienes tu don que te protege. Pero aun así eres un hombre de carne y hueso. Has nacido, y puedes morir. Y recuerda, esa criatura sabe que posees ese don. Y si hay alguna manera de matarte (o, mejor aún, de utilizarte), él la descubrirá.

—Pero ésa es precisamente mi gran ventaja. ¡Yo ya sé cómo destruirle! —argumentó Darcy.

—¿Sí? ¿Y cómo le encontrarás? ¿Y piensas que cuando le hayas encontrado (si lo consigues), él se quedará inmóvil esperando que le claves la estaca? ¡Hombre, el vampiro no va a esperar que le busques, vendrá él a tu encuentro! ¡Vendrá por nosotros! ¡Voy a decirlo una vez más: comparado con esta criatura, Yulian Bodescu era un aficionado, un niño de pecho!

—En ese caso, solicitaré ayuda a la Organización E, todos los hombres de que dispongan. Mañana a mediodía puedo tener aquí a diez de nuestros mejores agentes.

—¿Los llamas para que los exterminen?

La frustración de Harry se estaba convirtiendo en ira. Tenía ante sí a dos personas de brillante inteligencia, y tenía que explicárselo todo como si fueran niños. Pero comparados con los wamphyri, eran inocentes como niños.

—¿No puedes entenderlo, Darcy? —Harry lo intentó una vez más—. Ellos no conocen al vampiro, no saben quién es, ni dónde está.

Sandra decidió intervenir, y su inocencia y falta de experiencia se hicieron aún más evidentes.

—Haremos como en el juego del escondite —dijo—. Nos mantendremos ocultos y esperaremos a que él descubra su juego. O bien le cercaremos mediante un sistema de eliminación. O…

—Podemos utilizar a nuestros localizadores —la interrumpió Darcy—, tal como lo hicimos con Bodescu y… —El agente británico se quedó callado de repente; sintió un hormigueo en el cuero cabelludo y dio un respingo cuando comenzó a entender la inmensa dificultad de todo aquello. Y repitió horrorizado—: ¡Nuestros localizadores!

Y ahora también Sandra comprendió.

—¡Mi Dios! —exclamó.

Harry hizo un gesto de asentimiento y se echó hacia atrás en la silla.

—Veo que comenzáis a pensar —dijo, casi sin ironía—. ¿Localizadores? Una idea genial, Darcy, si no fuera porque es probable que nuestro enemigo tenga muy pronto su propio localizador. Sí, y Ken Layard es uno de los mejores.

Llegó la comida. Sandra y Darcy, preocupados y sombríos, apenas si tocaron sus platos. Harry acabó deprisa con la suya, encendió un cigarrillo y comenzó a beber el café.

—Quizá tengamos que incinerar nosotros mismos a Ken —dijo Darcy, tras unos minutos de silencio.

Harry hizo un gesto afirmativo.

—Ya ves por qué yo tenía tanta prisa —dijo.

—¡Qué tonta soy! —exclamó de repente Sandra—. ¡Me siento tan tonta! ¡Vaya estupideces que he dicho!

—No —le respondió Harry—, no eres tonta. No te disminuyas a ti misma. Eres leal, valiente y humana. No puedes pensar como piensa un vampiro, de la misma manera que tampoco puedes hacerlo a la manera de una cucaracha. Y de eso se trata, de ser tan retorcidos como ellos. Pero no pienso que eso sea un mérito. Créeme, no lo es. Se siente asco de uno mismo cuando se trata de pensar como ellos.

—Ahora estoy de acuerdo contigo —intervino Darcy—, Sandra tiene que abandonar este caso.

—Sí, y para empezar no debería haber venido con nosotros, pero no supimos de qué se trataba hasta que llegamos a Rodas. —Harry se volvió hacia la joven y continuó—: ¿Te das cuenta, cariño, de que serías un estorbo? Darcy se las arreglaría, él siempre lo hace, pero yo no podría pensar claramente estando tú en Rodas. Estaría todo el tiempo preocupado por ti.

Sandra pensó: «Es la primera vez que me llama cariño en… ¿uno o dos días? Un período muy largo, de todos modos». Pero la espera había valido la pena.

—¿Y qué debo hacer? —preguntó la joven—. ¿Quedarme sentada en casa y esperar que todo vaya bien?

—No —respondió Darcy—. Tú coordinarás el trabajo de la Organización E mientras yo esté ausente. Con Wellesley fuera de la escena y yo aquí, las cosas pueden ponerse difíciles. Pero tú tienes conocimiento de primera mano de nuestra situación, y serías muy valiosa como enlace. Además, eso significa que te informarán de todo lo que suceda día a día. De hecho, tendrás tanto trabajo que no te quedará tiempo para preocuparte por Harry.

—Darcy tiene razón y tú lo sabes —intervino Harry.

Sandra les miró, y luego apartó la vista.

—Bien, debo decir que lo que me proponéis tiene al menos algo bueno: no tendré que preocuparme por cosas como…, ¡como incinerar al pobre Ken!

Darcy miró a Harry.

—¿Qué hacemos con eso? —preguntó—. ¿Cuánto tiempo tenemos antes de que…?

—Actuaremos por nuestra cuenta sólo si las autoridades locales no hacen nada al respecto —respondió Harry—. Pero creo que con este clima (el calor y demás), suelen proceder con bastante rapidez.

—Pero en teoría…, ¿cuánto tiempo tiene que transcurrir para que las cosas se pongan… difíciles, por así decirlo?

—¿Me preguntas cuándo el vampiro se levanta de su tumba y comienza a andar? —Harry hizo un gesto negativo con la cabeza—. No, en teoría no está fijado el número de horas necesarias. ¿Cuánto tiempo le llevó a George Lake, el tío de Yulian Bodescu?

—Tres días con sus correspondientes noches —respondió Darcy de inmediato—. Apenas si tuvieron tiempo de enterrarlo cuando ya intentaba salir.

—¡Por favor, ya basta! —exclamó Sandra horrorizada.

Harry sintió pena por ella, pero no tenía más remedio que continuar.

—Lake era el ejemplo oficial, pero no creo que haya reglas estrictas. Yo, en todo caso, no me fiaría de ninguna. —Harry se irguió en su silla y miró a su alrededor—. ¿Sabéis una cosa? Estaba pensando que debemos parecer unos turistas muy desgraciados. Y este lugar se está llenando. Me parece que deberíamos volver a la villa. Si he de ser sincero, podría equivocarme con respecto al valor defensivo de las multitudes; quizás estemos tan seguros allí como aquí. Y aún tenemos que planear nuestras futuras operaciones… y convertir la villa en un lugar seguro.

Hicieron el camino de vuelta en silencio. Estaban lejos del centro y al comienzo de la temporada turística, de modo que no se veía mucha gente en las calles. Había tráfico, coches que se dirigían al centro, pero las aceras estaban casi vacías. Caminando junto al mar, y con la Vía Láctea iluminando el cielo como polvo de diamantes, el paseo, en otra circunstancia, hubiera podido ser romántico. Pero cuando cruzaron el sendero de guijarros rumbo a la puerta de la villa, ni siquiera el quejoso, repetitivo y sin embargo melódico grito de los pequeños búhos consiguió levantarles el ánimo.

Tan pronto entraron, Darcy se dirigió a la planta alta a inspeccionar las ventanas mientras Harry hacía lo mismo con las de la planta baja y con la puerta trasera. Ambas puertas eran sólidas, con cerraduras fuertes y buenos cerrojos. Todas las ventanas estaban protegidas por persianas en el exterior y por cerraduras de seguridad en el interior.

—No podría estar mejor —observó Darcy cuando se reunieron alrededor de la mesa en el salón.

—Sí que podría —le contradijo Harry—. Hazme acordar mañana de que compre ajos.

—Claro —asintió Darcy—. ¿Sabes que lo había olvidado? Como es parte de la leyenda, uno olvida que también es un hecho comprobado.

—Ajos, sí —repitió Harry—. En Sunside los viajeros los llaman
kneblasch
. Ésta es también la raíz de su nombre en algunas de las lenguas de la Tierra. En alemán el ajo se llama
knoblauch
, y para los gitanos es
gnarblez
. —Harry sonrió con cansancio y sin ningún humor—. Un poco más de información inútil.

—¿Por qué inútil? —dijo Sandra—. Creo que deberías darnos toda la información que tengas, por inútil que te parezca.

Harry se encogió de hombros.

—Darcy puede hablarte de todas las leyendas. Pero si eso es lo que quieres… —Y volvió a encogerse de hombros, antes de advertirle con tono serio—: Hay algo que debes recordar siempre: con un vampiro no hay nada seguro. Y nadie, ni siquiera yo, lo sabe todo sobre ellos. ¡Y creo que yo no sé ni una décima parte! Pero sé que cuanto más cerca se está de la fuente, del wamphyri original, más efectivos son los venenos. El ajo les marea. Su olor les molesta como nos molesta a nosotros la inmundicia, e incluso les enferma. Un vampiro herido por un arma untada con ajos (una flecha, un cuchillo o una espada, lo que sea) sufre horriblemente. Y a menudo se desprende del miembro herido, y otro crece en su lugar.

Darcy y Sandra se miraron horrorizados, pero no dijeron nada.

—La plata —continuó Harry— les envenena como nos envenena a nosotros el mercurio o el plomo. Y eso me recuerda que debemos buscar un par de esos bonitos cortapapeles griegos de plata. Darcy, ¿has visto los proyectiles que metí junto con la ballesta? Son de madera muy dura, curada con aceite de ajo, y la punta es de plata. Y no me preguntéis si hablo en serio. En Starside los Viajeros tienen una confianza ciega en estas cosas, y gracias a ellas están vivos.

«¡Starside!», pensó Darcy, contemplando a Harry. «El extraño mundo paralelo de los vampiros. Él lo vio, estuvo allí y consiguió regresar. Vivió todo eso. Y ahora está aquí, tan humano y vulnerable, e intenta explicárnoslo todo a nosotros. Y nunca se enfada con nosotros, ni se derrumba desesperado. Y nunca abandona.»

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