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Authors: Neil Strauss

Tags: #Ensayo, Biografía

El método (The game) (12 page)

BOOK: El método (The game)
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—Nadie elige quedarse calvo —me dijo—, pero sí puedes elegir afeitarte. Si alguien te pregunta por qué te afeitas la cabeza, dile: «Solía tener una melena hasta el culo, pero un día me di cuenta de que me estaba tapando lo mejor de mí». —Se rió—. O, si no, también podrías decir: «Hay que afeitarse la cabeza para practicar la lucha grecorromana».

En cuanto pudiera, apuntaría esas dos respuestas en mi chuleta.

Al acabar, me miré en el espejo y vi a un paciente de quimioterapia.

—Te favorece —dijo Mystery—. Ahora lo que necesitas es un salón de rayos uva. Vas a ver; un par de horas allí y parecerás un auténtico matón.

—Está bien —accedí yo—, pero, por mucho que insistas, te aseguro que no voy a operarme la vista en Serbia.

Lo primero que pensé al verme con el cráneo afeitado y la tez morena fue por qué no lo habría hecho antes. No había duda de que mi aspecto había mejorado. En una escala del uno al diez, mi atractivo habría pasado de un 5 a, digamos, un 6,5. Después de todo, venir a Belgrado no había sido tan mala idea.

A Marko tampoco le hubiera venido mal un cambio de imagen. Medía metro noventa de estatura y era de constitución corpulenta; de hecho, era bastante más grande que la mayoría de los serbios. Además, tenía la piel oscura y la cabeza tan desproporcionada como la de un personaje de Snoopy. Llevaba puesto un abrigo de lana que le venía demasiado grande, un grueso jersey gris con motas blancas de J. Crew y un cuello alto beige que le hacía parecer una tortuga.

Al no ser capaz de cumplir su ambición universitaria de entrar en los círculos más elitistas de Estados Unidos, había optado por competir en una liga más modesta, la Serbia, donde su padre era un afamado artista.

Llegamos a su pequeño apartamento, en el que sólo había dos camas; una de ellas, doble. Al no haber un sofá, ni siquiera un saco de dormir, decidimos turnarnos para ver quién dormía en la cama pequeña mientras los otros dos compartían la más grande.

—¿Qué haces con un tío como ése? —me preguntó Marko mientras Mystery se duchaba.

—No te entiendo. ¿Qué quieres decir?

—¿Es que no ves que no está a nuestra altura? Nosotros hemos ido a los mejores colegios privados y a la universidad de Vassar. Tu amigo no es uno de los nuestros.

—Ya, ya. Tienes razón. Pero, créeme, Mystery te va a cambiar la vida.

—No sé… —dijo Marko—. Bueno, ya veremos. He conocido a una chica que me gusta de verdad. Esta vez quiero hacerlo bien. Espero que tu amigo no me deje en ridículo con uno de sus estúpidos trucos.

Aunque Marko no había salido con una sola chica desde que había vuelto a Belgrado, hacía unos meses había conocido a una chica que se llamaba Goca y estaba convencido de que era la mujer de su vida. Todas las noches iba a recogerla con flores, la invitaba a cenar y la dejaba pronto en casa, como un perfecto caballero.

—¿Todavía no te has acostado con ella? —le pregunté.

—No. Ni siquiera la he besado.

—Pero, tío… Te estás comportando como un
TTF
. Uno de estos días se le va a acercar alguien en una discoteca y le va a decir: «¿Crees en la magia?». Y después se la va a llevar a la cama. Lo que quiere tu Goca es un poco de aventura en su vida. Quiere follar. Eso es lo que quieren en el fondo todas las chicas.

—Goca no es como las demás —dijo Marko—. Además, aquí, las chicas tienen más clase que en Los Ángeles.

Los MDLS tenemos un calificativo para esa actitud; lo llagarnos
monoítis
. Es una enfermedad típica entre los
TTF
. Se obsesionan con una chica con la que ni están saliendo ni se están acostando, y se vuelven tan pegajosos que lo único que consiguen es espantarla. El mejor remedio contra la
monoítis
es acostarse con una docena de chicas diferentes; después de eso, incluso la chica más especial deja de parecerlo.

CAPÍTULO 7

Para el taller de Belgrado compré una bolsa negra de Armani del tamaño de un libro de tapa dura, diseñada para llevarla elegantemente cruzada sobre el pecho, pues resultaba imposible guardar todos mis trucos de magia y el resto del material necesario para salir al campo de batalla en los cuatro bolsillos de los pantalones. De ahí que prácticamente cada MDLS tenga su propia bolsa de accesorios. La mía contenía lo siguiente:

1 PAQUETE DE CHICLES

Por bueno que seas, no vas a conseguir un beso si te apesta el aliento.

1 PAQUETE DE CONDONES LUBRICADOS

Necesarios no sólo para mantener relaciones sexuales, sino también por el estímulo psicológico que supone saber que estás preparado para ello.

1 LÁPIZ Y 1 BOLÍGRAFO

Indispensables para apuntar los números de teléfono, para escribir algunas notas, para realizar trucos de magia y para los análisis caligráficos.

1 TROZO DE PELUSA DEL FILTRO DE LA SECADORA

Necesario para realizar la aproximación de la pelusa: te acercas a una mujer y te detienes junto a ella. Sin decir nada, haces como si le quitaras un trozo de pelusa (que llevas oculto en la mano) de la ropa y, sujetando en alto el pedazo de pelusa, le dices: «¿Cuánto tiempo llevará esto en tu jersey?». Después le das la pelusa.

1 SOBRE CON FOTOS

Para llevar a cabo la
técnica
de las fotos de Mystery.

1 CÁMARA DIGITAL

Para llevar a cabo la
técnica
de la cámara digital de Mystery. Primero te haces una foto sonriente con una chica, después otra con ademán serio y, finalmente, una dándole un beso (puede ser en la mejilla o en los labios). Después, miras las fotos con ella. Al llegar a la última, dices: «¿Verdad que hacemos buena pareja?». Si dice que sí, ya has logrado tu
objetivo
.

1 PAQUETE DE CARAMELOS

Para la
técnica
de los caramelos. Ponte dos caramelos, preferiblemente pequeños, en una mano. Chupa uno muy despacio. Después ofrécele el otro a ella. Si acepta, di: «Vale, pero hay algo que tienes que saber. Nunca regalo nada; sólo lo presto. Cuando acabes quiero que me devuelvas mi caramelo». Después, bésala.

CACAO PARA LOS LABIOS, MAQUILLAJE Y LÁPIZ DE OJOS

Maquillaje opcional masculino.

CHULETA, 3 PÁGINAS

Una página con tus
técnicas
favoritas. Dos páginas con entradas.

1 JUEGO DE RUNAS VIKINGAS TALLADAS EN MADERA Y 1 BOLSA DE TELA

Para leer el futuro.

1 CUADERNO

Para apuntar números de teléfono, para tomar notas, para realizar trucos de magia y para la
técnica
del mal dibujante de Ross Jeffries, en la que, con gesto de concentración, dibujas un retrato de una chica y le dices: «Es tu belleza la que me ha inspirado». Después le enseñas una figura hecha a base de palos con un pie del tipo: «Chica más o menos guapa en una cafetería, 2005».

1 COLLAR QUE BRILLE EN LA OSCURIDAD

Para
pavonearse
.

2 JUEGOS DE FALSOS PIERCINGS

Adorno corporal opcional.

1 PEQUEÑA GRABADORA DIGITAL

Para grabar conversaciones a escondidas con el fin de analizarlas después.

2 ANILLOS DE PULGAR Y 2 CADENAS DE BISUTERÍA (1 DE REPUESTO)

Para regalar a las chicas tras un cierre con teléfono. Le dices: «No serás una ladrona, ¿verdad?». Después te quitas lentamente la cadena o el anillo y se lo pones. Finalmente la besas v dices: «No es un regalo. Te lo dejo para que te acuerdes de mí, pero quiero que me lo devuelvas la próxima vez que nos veamos». Cuando se vaya, te pones el anillo o la cadena de repuesto.

1 PEQUEÑA LINTERNA DE LUZ NEGRA

Para resaltar el trozo de pelusa o la caspa que pueda haber en la ropa de una chica.

MUESTRAS DE 4 TIPOS DISTINTOS DE COLONIA

En primer lugar, para oler bien. Y en segundo lugar, para la
técnica
de la colonia. Te pones una colonia distinta en cada muñeca y le pides a una chica que las huela y que te diga cuál prefiere. Después dibujas una cruz con un bolígrafo en la muñeca elegida. Haz un recuento de las cruces al acabar la noche y sabrás cuál es la colonia que más te conviene.

VARIOS TRUCOS DE MAGIA

Para leer el pensamiento, hacer levitar botellas de cerveza y hacer desaparecer cigarrillos.

Sí, había traído todo el arsenal. Era una noche importante —mi primer taller como ala—, y tenía que demostrar mi valía.

Dado que la matrícula que cobraba Mystery por sus talleres ascendía a la mitad del salario anual de un serbio, la mayoría de nuestros alumnos eran extranjeros. Nos reunimos en Ben Ahiba, un bar lujosamente decorado situado a la vuelta de la esquina de la plaza principal de Belgrado. Exoticoption
[1]
era un norteamericano que estudiaba en la universidad de Florencia, desde donde había venido en tren; Jerry era un monitor de esquí de Munich, y Sasha, aunque era serbio, estudiaba en Austria. Los desconocidos se miden unos a otros en cuestión de segundos. Cien pequeños detalles, desde la ropa hasta el lenguaje corporal, se combinan para crear una primera impresión. La misión de Mystery —y ahora también la mía— era convertir a esos tres chicos en verdaderos MDLS.

Exoticoption era un chico simpático; de hecho, se esforzaba tanto por serlo que, al final, su extremada simpatía llegaba a perjudicarle. Jerry tenía un gran sentido del humor, pero resultaba algo anodino. Y Sasha… Bueno, Sasha necesitaba toda la ayuda que pudiéramos ofrecerle. Cualquier tipo de relación social era un desafío para Sasha, que, más que un chico, parecía una cría de ganso con acné. Esta vez me tocaba a mí hacer las preguntas de rigor mientras daba la vuelta a la mesa: «¿Qué puntuación tienes?». «¿Cuáles son tus puntos flacos?». «¿Con cuántas chicas te gustaría acostarte?».

A sus veinte años, Exoticoption se había acostado con dos mujeres.

—Por lo general, no me cuesta entrarles a las chicas; incluso se me da bien —dijo al tiempo que apoyaba un brazo sobre el respaldo del asiento vacío que tenía al lado—. Lo que me cuesta es dar el siguiente paso. No soy capaz de seguir adelante; ni siquiera cuando noto que le gusto a la chica.

A sus treinta y tres años, Jerry se había acostado con tres mujeres.

—Me gusta ir a cafés y a sitios por el estilo. Siempre voy a lugares tranquilos. No me siento cómodo en las discotecas.

A sus veintidós años, Sasha decía haberse acostado con una mujer, aunque Mystery y yo sospechábamos que exageraba; al menos, en una.

—Me gusta ligar porque es como Dragones y Mazmorras. Cuando aprendo un
nega
, o cualquier otra
técnica
nueva, me siento como si hubiera conseguido un bastón o un hechizo.

Uno a uno, nuestros alumnos pusieron sus miedos —y sus grabadoras— sobre la mesa. Ahora, me tocaba a mí introducirlos en el juego.

La parte teórica resultó fácil. Todo lo que tuve que hacer fue evitar que Mystery se saliera de la rutina de iniciación acostumbrada, pues le encantaba el sonido de su propia voz.

El verdadero desafío llegaría cuando pasáramos a la práctica.

Enviamos a los chicos en distintas misiones a las mesas de nuestro alrededor. Les dijimos que abordaran a varios grupos —
sets
[2]
, como prefería llamarlos Mystery—, y estudiamos su lenguaje corporal y las consiguientes reacciones y respuestas de las mujeres. Después lo repasamos todo con ellos.

«Te has inclinado demasiado hacia el
set
y eso transmite necesidad. Ponte recto y balancea el peso del cuerpo sobre el pie de detrás, como si fueses a marcharte en cualquier momento».

«Al quedarte tanto tiempo, has hecho que se sientan incómodas. Deberías haberte puesto un límite de tiempo. Por ejemplo, podrías haber dicho: "Sólo puedo quedarme unos minutos, porque mis amigos me están esperando". Así no les hubiera preocupado la posibilidad de que te pegaras a ellas».

Sasha fue quien peor lo hizo. Vacilaba en las aproximaciones y se miraba continuamente los pies, demostrando falta de confianza en sí mismo. Si alguna chica lo escuchaba, era por educación.

Me fijé en dos chicas sentadas a la barra; una de ellas, de aspecto delicado y cabello negro, y la otra más alta, con un perfecto moreno de bote, marcados hoyuelos y el pelo rubio recogido en multitud de trenzas, al estilo Bo Derek. Ambas irradiaban energía y seguridad en sí mismas. Desde luego, no eran un
set
fácil. Y por eso mismo elegí a Sasha.

—Acércate a ese
set
de dos de la barra —le dije—. Diles que estás con unos amigos norteamericanos y pregúntales si conocen algún sitio animado al que podamos ir.

Era una misión condenada de antemano al fracaso. Sasha se acercó a ellas humildemente por detrás e intentó llamar su atención en varias ocasiones. Y, cuando por fin lo consiguió, apenas la mantuvo durante unos segundos. Como tantos otros hombres, se comunicaba sin energía. Todos esos años de inseguridades y ostracismo social habían acabado por ocultar su fuerza y su alegría en lo más profundo de su ser. Cada vez que abría la boca, el mensaje que farfullaba llegaba con perfecta claridad: «He nacido para ser ignorado».

—Ayúdalo —me dijo Mystery mientras observábamos cómo Sasha vacilaba, sin saber qué más decirle a la rubia con el peinado a lo Bo Derek.

—¿Qué?

—Ve con él. Demuéstrales a los chicos cómo se hace.

Primero, el miedo se apodera de tu pecho, se agarra suavemente a la base de tu corazón. Después empiezas a sentirlo de verdad. El estómago se te hace un nudo, la garganta se te cierra, y tragas, intentando luchar contra la sequedad. Y te intentas convencer a ti mismo de que, cuando abras la boca, tu voz sonará clara y confiada. A pesar de todo mi entrenamiento, estaba aterrorizado.

Por lo general, las mujeres son más perceptivas que los hombres. Siempre saben cuándo alguien les está mintiendo. Así que un maestro de la seducción tiene que ser congruente con su
técnica
y creer de veras en lo que dice. La otra opción es ser un gran actor. Cualquiera que se preocupe por lo que una mujer piense de él está condenado al fracaso. Cualquiera al que una mujer sorprenda pensando en acostarse con ella —eso es, antes de que ella piense en acostarse con él— fracasará. Y la mayoría de los hombres pensamos en acostarnos con las chicas antes de que lo hagan ellas. No podemos evitarlo; somos así por naturaleza.

Mystery lo llama homeóstasis social dinámica. Es una paradoja que nos golpea todos los días; por un lado, nuestro incontenible deseo de acostarnos con una chica y, por otro, la necesidad de protegernos de la humillación pública. Según Mystery, ese miedo existe porque estamos programados evolutivamente para vivir una existencia tribal, en la que toda la tribu se entera cuando un hombre es rechazado por una mujer. Entonces, el hombre es condenado al ostracismo, y sus genes, como suele decir Mystery, quedan al margen de la cadena evolutiva.

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