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Authors: José Joaquín Fernández de Lizardi

Tags: #clásico, humor, aventuras

El Periquillo Sarniento (2 page)

BOOK: El Periquillo Sarniento
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Lo que hay de cierto es que a la entrada del señor Morelos
en el Real de Tasco era allí el Pensador teniente de justicia,
y puso en manos del general independiente todas las armas,
pólvora y municiones que pudo encontrar, por lo que fue
conducido en clase de preso a México por el sargento mayor de
las tropas del rey don Nicolás Cosio; mas persuadiendo al
gobierno de que lo había hecho forzado y a más no poder,
fue puesto inmediatamente en libertad.

En uno de los primeros números de
El Pensador
Mexicano
, dirigió al virrey don Francisco Javier Venegas
una alocución a pretexto de felicitar sus días, pidiendo
en ella con calor que revocase el bando publicado en esta capital el
25 de junio del mismo año de 1812, que desaforaba a los
eclesiásticos que tomasen partido con los insurgentes y hasta a
los que anduviesen con ellos en clase de capellanes. El resultado de
este escrito fue ponerlo preso desde luego, suprimirse la libertad de
imprenta de que se gozaba por la Constitución española,
y perseguirse a los escritores que, publicando con franqueza sus
ideas, combatían los abusos de la administración y
fomentaban indirectamente la causa de los independientes.

Al cabo de siete meses fue puesto en libertad, y en todo el
año de 1813 dio a luz varios escritos, relativos los más
a la peste horrorosa que afligía por ese tiempo a México
y formarán un tomo en 4.º

En los años siguientes de 1814, 15 y 16 publicó otra
multitud de papeles sueltos en prosa y verso, entre los que se hallan
los titulados Alacena de frioleras que unidos a los que dio
después hacen siete tomos en 4.º

El doctor Beristain en su
Biblioteca hispano-americana
septentrional
[1]
en vista de los escritos de que hemos
hecho mención dice: «Lizardi (don José
Joaquín Fernández), natural de la N. E. Ingenio
original, que si hubiese añadido a su aplicación
más conocimiento del mundo y de los hombres y mejor
elección de libros, podría merecer, si no el nombre de
Quevedo americano
, a lo menos el de
Torres Villaroel
mexicano
. Ha escrito varios
discursos
morales,
satíricos, misceláneos con los títulos de
Pensador Mexicano
y de
Alacena de frioleras
; y tiene
entre los dedos la vida de
Periquito Sarniento
, que
según lo que he visto de ella, tiene semejanza con la del
Guzmán de Alfarache

Para el año de 1816 publicó un calendario en 8.º
con sus pronósticos en verso.

En 1817 un tomo en 8.º de fábulas en verso.

En este tiempo había ya dado a luz tres tomos del
Periquillo Sarniento
y se le había negado la licencia
para imprimir el cuarto por el virrey don Juan Ruiz de Apodaca, conde
del Venadito. Estaba escribiendo también
La Quijotita
que se imprimió después en cuatro tomos en 8.º

En 1819 publicó dos tomos en 4.º que intituló
Ratos entretenidos
, y de ellos se hizo después otra
edición en 8.º

Restablecida la constitución española en 1820,
escribió y publicó a sus anchuras multitud de folletos,
habiendo estado preso algunos días por un diálogo entre
Chamorro y Dominiquín
.

Dio también a luz periódicamente el
Conductor
eléctrico
sobre varias materias, pero principalmente sobre
política, el que continuó después de hecha la
independencia, tiempo en que comenzó a imprimir las
Conversaciones del payo y el sacristán
, que componen 2
tomos en 4.º

Las conversaciones 6.ª, 20.ª y 22.ª fueron
censuradas agriamente por los doctores Grageda y Lerdo, y
contestó el Pensador en un impreso titulado
Observaciones a
las censuras de los doctores Lerdo y Grageda etc.

El doctor Lerdo publicó después un cuaderno en
4.º impugnando los referidos escritos; pero el Pensador
abandonó el campo, asegurando que sólo prescindía
de la contienda por falta de fondos para pagar las impresiones.

Más ruidoso había sido el otro negocio suscitado por
el impreso titulado:
Defensa de los frac-masones
, pues fue
fijado públicamente en las iglesias como excomulgado por haber
incurrido en las censuras fulminadas contra los francmasones y sus
fautores.

Entabló ante la audiencia territorial un recurso de fuerza
por la que decía que le hizo la autoridad eclesiástica
en este asunto; y fijó unos rotulones en las esquinas
desafiando a los doctores de la universidad de México para
sustentar un acto en que defendería estas dos
proposiciones.

1.ª «La censura es injusta por no haber recaído
sobre delito.»

2.ª «Es ilegal por haberse traspasado en su
fulminación los trámites prescritos por la
Iglesia.»

La defensa de los francmasones había sido publicada en 1822;
pero a fines de 1823 en un escrito presentado ante la autoridad
eclesiástica, renunció y desistió del recurso de
fuerza y pidió la absolución, la que se le
concedió en decreto de 29 de diciembre del mismo año de
1823, y estos documentos se imprimieron para darles publicidad en el
número 269 del periódico titulado
Águila
Mexicana
, de 8 de enero de 1824.

Los impresos que dio en pliegos extendidos con distintos
títulos y sobre diferentes materias formarán un tomo en
folio de buen grueso.

La multitud y variedad de escritos en los quince años
corridos desde 1812 hasta junio de 1827 en que murió,
manifiestan la feracidad de su ingenio, que si al principio se hubiera
cultivado, como correspondía, habría producido obras
brillantes que dieran hoy honor a su patria.

Sus escritos, como es natural, tuvieron aficionados y enemigos;
pero como de hojas sueltas y de asuntos pasajeros, tanto ellos como
sus impugnaciones dentro de algunos años quedarán para
siempre sepultados en el lago insaciable del olvido.

Distinta suerte aguarda al
Periquillo Sarniento
, que por
pintarse en él las costumbres de una de las clases de la
sociedad mexicana, porque ésta lee la obra con empeño y
con su lectura se ha ilustrado y se ha hecho mejor, y porque
así logró el Pensador los fines que en ella se propuso,
vivirá más largo tiempo en la memoria de los hombres, y
¿quién sabe, si al través de los años no
adquirirá mayor y crédito que el que disfruta en el
día?

Contra ella se han dicho muchas cosas; pero las principales las
recopiló y publicó en un artículo del
Noticioso general
, don Manuel Teran.

El mismo Pensador le dio la contestación siguiente que forma
la

Apología del
Periquillo Sarniento

Artículo inserto en los números
487, y 488 de 12 y 15 de febrero de 1819 del
Noticioso
general

Señor editor: He leído en el
Noticioso
del lunes 1.º del presente una
impugnación a mi Periquillo, muy cáustica y
descortés, escrita con resabios de crítica por don
M. T.
[2]
, o sea por
Uno de tantos
, cuyo talento no
alcanza para otra cosa que para roer los escritos ajenos como los
ratones de la fábula 30 de Iriarte.

Ya me es indispensable contestar no tanto por mi propia
satisfacción, cuanto por defender mi obrita de los defectos de
que le acusa este señor; pero protesto la fuerza con que tomo
la pluma para ejercitarla en una contestación pueril y odiosa,
lo que no hiciera a no haber sido provocado por dos veces no habiendo
bastado mi prudencia en la primera, para que en la segunda no se me
insultara hasta lo sumo. Querría sin embargo escribir con
más moderación; pero el señor
Uno
no la
conoce; y así,
vim vi repellere licet
. La fuerza con
la fuerza se debe rechazar, porque no tiene otro escudo, y
seguramente

Bien hace quien su crítica modera,
pero usarla conviene más severa
contra censura injusta y ofensiva
[3]
,
cuando no hables con sincero denuedo,
poca razón arguye o mucho miedo.

Basta de exordio y vamos al asunto,
aventando la paja en que abunda la tal impugnación, y
dirigiéndonos a lo que parece grano.

Lleno el señor
Ranet
[4]
de la
satisfacción más orgullosa y en tono de maestro decida
del mérito de mi obra en estos términos.
Al Pensador
mexicano lo conocemos como al autor de una obra disparatada,
extravagante y de pésimo gusto; de un romance o fábula
escrita con feo modo, bajo un plan mal inventado, estrecho en
sí mismo y más por el modo con que es tratado…
¿Qué tal se explica este caballero? Más parece
que trata de insultar al autor que de descreditar la obra, aunque hace
uno y otro bellamente.

¿Pero por qué le ha parecido mi obrita tan
insufrible? Ya lo dice sin que se le pregunte:
porque
(son
sus palabras)
comenzamos la relación y nos vamos hallando
con sucesos vulgares, fatales siempre al interés, pues si en
los libros encontramos las peores gentes de la sociedad
[5]
obrando ordinariamente y según los vemos, hablando según
los oímos, nuestra curiosidad no se excita, y dejamos de sentir
el atractivo que en el arte se llama interés.

Toda esta jerigonza quiere decir: que para que la acción
interese en la fábula, es necesario que no se vea en ella nada
común ni vulgar. Todo debe ser grande, raro, maravilloso.
Orfeo debe entrar en los infiernos en pos de Eurídice, Teseo ha
de matar a los formidables gigantes Pityocampto y Periphetes, y
Dédalo ha de volar seguro por los aires con unas alas de
cera. Además los hombres grandes han de hablar como los dioses,
y los plebeyos deben usar el idioma de los reyes y
poderosos. Así lo quiere el señor
Ranet
, y es
menester darle gusto.

Mas yo, con su licencia, tomo el Quijote de Cervantes, la obra
maestra en clase de romances, y no veo en su acción nada raro,
nada extraordinario, nada prodigioso. Todos los sucesos son demasiado
vulgares y comunes, tales como pudieran acontecer a un loco de las
circunstancias de don Alonso Quijada. Al mismo tiempo advierto que
cada uno de los personajes de la fábula habla como los de su
clase, esto es, vulgar y comúnmente. Hasta hoy estaba yo
entendido en que una de las gracias de este género de
composición era corregir las costumbres ridiculizándolas
y pintándolas al natural, según el país donde se
escribe; pero el señor
Ranet
me acaba de sacar de este
grosero error, pues
encontrando a las… gentes en los libros
obrando como los vemos y hablando como los oímos, nuestra
curiosidad no se excita, y dejamos de sentir el
interés.

Éste acaba de desaparecer
(sigue el
crítico)
para las gentes de buen gusto, si además de
encontrarse con acaecimientos los más comunes, se les ve
sucios, violentos y degradados.
Para fundar esta aserción,
se asquea mucho de la aventura de los
jarritos de orines
que
vaciaron los presos en la cárcel sobre el triste Periquillo,
y del robo que hizo a un cadáver
. ¡Feliz
hallazgo y pruebas concluyentes del ningún mérito de la
obra! Pero si estas acciones son sucias y degradadas en ella,
¿en qué clase colocaremos la recíproca vomitada
que se dieron don Quijote y Sancho cuando aquél se bebió
el precioso licor de Fierabrás? ¿Y cómo se
llamará la limpísima diligencia que hizo Sancho de
zurrarse junto a su amo por el miedo que le infundieron los batanes? A
la verdad que el señor
Ranet
es demasiado limpio y
escrupuloso.

Por lo dicho conocerá el lector lo sólido y juicioso
de esta crítica, y que me sería fácil refutar uno
por uno los descuidos en que abunda, si no temiera hacer demasiado
larga esta contestación. Sin embargo, desvaneceré
algunos de los más groseros y con la posible brevedad.

Nota como un defecto imperdonable las digresiones de Periquillo, y
dice que
no da un paso sin que moralice y empalague con una
cuaresma de sermones
. Digo a esto que si los sermones y
moralidades son útiles y vienen al caso, no son despreciables,
ni la obra pierde nada de su mérito. Don Quijote también
moralizaba y predicaba a cada paso, y tanto que su criado le
decía que podía coger un púlpito en las manos y
andar por esos mundos predicando lindezas.

Hablando del estilo dice:
que yo soy el primero que he novelado
en el estilo de la canalla
. Ahora bien, en mi novela se hallan
de interlocutores colegiales, monjas, frailes, clérigos, curas,
licenciados, escribanos, médicos, coroneles, comerciantes,
subdelegados, marqueses, etc. Yo he hablado en el estilo de esta clase
de personas, ¿y así dice el señor
Ranet
que novelé
en el estilo de la canalla
? Luego estos
individuos en su concepto son canalla. Sin duda le deben dar las
gracias por el alto honor que les dispensa.

Pero para que se vea cómo nos estrellamos entre las
contradicciones más absurdas cuando dirige nuestra pluma no el
amor de la verdad, sino el impulso de una ciega pasión,
atiéndase.

En vano buscamos en Periquillo
(dice este buen hombre)
una variedad de locución que nace en los romances de la
diversidad de caracteres, tan uniforme como en su acción el
chorrillo de alcantarilla, propio para arrullarnos, se suelta desde el
prólogo, dedicatoria y advertencia a los lectores hasta la
última página del tomo tercero.
¿Ya se ve
esto? Pues sin pérdida de momento, y sin que haya ni una letra
de por medio, continúa diciendo:
Desde una sencillez muy
mediana pasa su estilo a la bajeza y con harta frecuencia a la
grosería del de la taberna.
¿Se dará
contradicción más torpe y manifiesta? Acabar de decir
que mi estilo en la obra es tan
uniforme
, tan igual como el
sonido del chorro de la alcantarilla, y luego hallarlo
sencillo,
bajo y grosero
. ¿Cómo será una cosa igual en
todo y de tres modos distinta? Quédese la inteligencia de este
enigma al juicio de los lectores, para que éstos formen el que
merezca la crítica de mi antagonista.

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