Read Gusanos de arena de Dune Online

Authors: Kevin J. Anderson Brian Herbert

Tags: #Ciencia Ficción

Gusanos de arena de Dune (8 page)

BOOK: Gusanos de arena de Dune
11.64Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Murbella jadeó.

—¿Ha perdido el juicio? Omnius busca la exterminación de la humanidad. Y eso os incluye a vosotros.

—Exagera, madre comandante. Creo que algunos de nuestros emisarios lograrán nuestro objetivo.

De fondo, explosiones de vapor que se elevaban enroscándose desde chimeneas de piedra. Murbella no hizo caso del ruido y el olor.

—Es usted un necio consumado, administrador Gorus. Las máquinas pensantes no se rigen por nuestras mismas normas.

—Sea como fuere, es nuestra obligación intentarlo.

—Y hasta la fecha ¿en qué han resultado sus pesquisas?

—Pérdidas aceptables. Nuestros primeros emisarios han desaparecido, pero insistiremos. Estamos preparados para cualquier eventualidad… incluso el desastre. —Con aire desenfadado, la llevó a un área abierta y despejada bajo el casco a medio montar de una inmensa nave—. Por tanto, nos complace poder ofrecer ciertos términos beneficiosos a la Nueva Hermandad. Siempre han sido un cliente valioso, pero lo que piden es excesivo. Incluso en situación de guerra, nos pide más naves de las que podemos proporcionar.

—Ofrezca más incentivos a sus obreros.

—Ah, madre comandante, pero ¿nos ofrecerá usted más incentivos a nosotros?

Ella se picó.

—¿Cómo puede pensar en beneficios cuando el futuro de la raza humana está en juego?

—Los beneficios determinan el futuro de todos. —El administrador hizo un gesto amplio, como si pretendiera englobar la gran cantidad de naves que les rodeaban.

—Pagaremos lo que pide, y si es necesario el Banco de la Cofradía nos dará créditos. Necesitamos esas naves, Gorus.

Él sonrió con frialdad.

—El crédito de las hermanas es bueno. Pero tenemos otro problema. No tenemos suficientes navegadores para dirigir las nuevas naves. Todas las naves que construyamos para la Hermandad irán necesariamente equipadas con compiladores matemáticos ixianos, no con los tradicionales navegantes. ¿Le parece aceptable?

—Mientras las naves funcionen, no tengo inconveniente. No tenemos tiempo para desarrollar y entrenar una nueva generación de navegantes.

Gorus se frotó las manos, visiblemente complacido.

—Últimamente los navegantes se están mostrando algo intratables, debido a la escasez de especia… una escasez que usted misma ha provocado, madre comandante. Por culpa suya tuvimos que buscar alternativas a los navegantes.

—No me interesan los navegantes, ni tampoco sus obscenos beneficios. Necesitamos esas naves, y no me importa cómo las consiga la Cofradía.

—Por supuesto, madre comandante, y le proporcionaremos lo que desee.

—Es exactamente la respuesta que esperaba.

11

¿Cuál es la ventaja de la presciencia si sirve únicamente para mostramos nuestra caída?

N
AVEGANTE
E
DRIK
, mensaje al Oráculo del Tiempo

Los burócratas de la Cofradía tuvieron la audacia de convocar el crucero de Edrik a los astilleros de Conexión. Mirando al frente con sus ojos lechosos, el administrador Gorus anunció alegremente que el crucero sería equipado con uno de los nuevos compiladores matemáticos ixianos.

—No podemos depender de los suministros de especia. Debemos asegurarnos de que cada nave puede funcionar de forma segura si su navegante falla.

En los pasados dos años, más y más naves de la Cofradía habían sido equipadas con los odiados controles artificiales. ¡Compiladores matemáticos! No había motor o herramienta capaz de completar adecuadamente las proyecciones increíblemente complejas que realizaba un navegante. Edrik y sus compañeros habían evolucionado a través de la inmersión en especia, reforzando su visión presciente mediante el poder de la melange. No podía haber ningún sustituto mecánico.

Aun así, Edrik no tuvo más remedio que aceptar al equipo de operarios ixianos cualificados y arrogantes que le enviaron en una lanzadera desde los astilleros de Conexión. Aquellos hombres de labios apretados embarcaron bajo la mirada vigilante de la Cofradía, con sus expresiones de suficiencia, sus máquinas compiladoras y su peligrosa curiosidad.

Edrik, desde su tanque, temía que con la excusa de la instalación, se pusieran a fisgonear por la nave. La facción del navegante no podía arriesgarse a que aquellos hombres descubrieran el laboratorio de Waff, las truchas de arena modificadas genéticamente y los pequeños gusanos mutados que estaba produciendo en sus tanques. El tleilaxu decía estar haciendo grandes progresos y su trabajo debía permanecer en secreto.

Por tanto, cuando los instaladores ixianos estuvieron a bordo, Edrik se limitó a plegar el espacio sin comunicar a nadie adónde iba. Llevó el crucero vacío a una vasta extensión yerma entre sistemas solares y allí arrojó a los incrédulos ixianos, junto con sus malditas máquinas de navegación, al vacío.

Problema resuelto.

Sus actos acabarían por salir a la luz, pero eso era inevitable. Edrik era un navegante. Los simples administradores humanos no tenían ningún control sobre él.

Edrik sospechaba que aquel administrador traicionero y los suyos veían la crisis de la melange como una forma de apartar la responsabilidad de la Cofradía de los problemáticos navegantes; no querían realmente una nueva fuente de especia. Gorus se había convertido en un aliado, si no marioneta, de los ixianos. Edrik había visto las proyecciones y sabía que los administradores consideraban las máquinas de navegación más provechosas que los navegantes… y más fáciles de controlar.

Una vez expulsados felizmente los ixianos y sus máquinas, Edrik supo que había llegado el momento de convocar otra reunión con sus compañeros navegantes; necesitaban que el Oráculo del Tiempo les orientara. Y, dado que Conexión y otros planetas de la Cofradía estaban comprometidos por Gorus y los suyos, Edrik escogió un lugar que solo un navegante habría podido encontrar.

Una vez aprendían cómo hacerlo, podían plegar sus naves y llevarlas a otra dimensión, un universo no tradicional al que el Oráculo viajaba en ocasiones en sus exploraciones personales e incomprensibles.

Iluminados por la luz de siete estrellas recién nacidas, los gases cósmicos que remolineaban alrededor de su nave gigante parecían en llamas. La nebulosa se desplegaba en rosa, verde y azul, dependiendo de la ventana del espectro por la que Edrik decidiera mirar. Aquellas cortinas brumosas eran un espectáculo impresionante, un inmenso remolino de gases ionizados… y un lugar perfecto para ocultarse.

Cuando las naves se reunieron, los navegantes estaban bastante alterados, y su número era mucho menor de lo que Edrik esperaba. Hasta el momento, cuatrocientos cruceros habían sido decomisados, y sus componentes se habían utilizado para construir nuevas no-naves que dependían de sistemas de orientación artificiales. Diecisiete navegantes habían muerto de una forma horrible cuando vaciaron sus tanques. Edrik se enteró de que seis de sus compañeros habían preferido matar también a los ingenieros ixianos antes que permitir que instalaran sus compiladores matemáticos. Cuatro se habían limitado a desconectar las máquinas, y los equipos de ixianos que viajaban a bordo no se dieron cuenta de que sus sistemas ya no eran funcionales.

—Necesitamos melange —transmitió—. Por la gracia de la especia, podemos ver a través del espacio plegado.

—Pero la Hermandad nos la niega —dijo otro de los navegantes.

—Tienen especia. Gastan especia. Pero no nos la dan a nosotros.

—Las brujas la dan a la Cofradía a cambio de naves… pero los administradores nos han cortado el suministro. Se trata de la supervivencia de los navegantes, no de simple comercio. Nos hemos debatido con este problema durante años. El ghola tleilaxu finalmente ha encontrado la solución.

—¿Una nueva fuente de especia? ¿Ya ha sido probada?

—¿Hay algo que esté plenamente demostrado? Si va bien, podremos destruir a la corrupta y vieja Cofradía Espacial y ocupar su lugar. Debemos hablar con el Oráculo.

Edrik agitó sus manos diminutas y deformes.

—El Oráculo ya conoce nuestro problema.

—El Oráculo no se ha dignado ayudarnos —dijo otro.

—El Oráculo tiene sus motivos.

Edrik, flotando en su tanque, indicó que comprendía su confusión.

—He hablado con ella personalmente, pero quizá si le hablamos todos juntos conseguiremos que nos escuche. Convoquemos al Oráculo.

Utilizando sus mentes aguzadas por la especia, los navegantes lanzaron un mensaje a través del tejido espacial. Edrik sabía que no podían obligar al Oráculo del Tiempo a contestar —o la Infinidad del Oráculo, como en ocasiones se la llamaba—, pero intuía su presencia y su profunda inquietud.

Con un destello silencioso, una trampilla se abrió en el vacío y el antiguo contenedor llegó. No era exactamente una nave, puesto que el Oráculo podía viajar donde quisiera y plegar el espacio mentalmente, sin la ayuda de los motores Holtzman.

Incluso en aquel receptáculo pequeño e inofensivo, Edrik conocía muy bien el poder y la inmensidad de aquella mente altamente avanzada. Siendo humana, Norma Cenva había descubierto la relación entre especia y presciencia. Ella había desarrollado la tecnología para plegar el espacio, había creado las ecuaciones incomprensibles que Tio Holtzman había adoptado como suyas.

Aunque el Oráculo no utilizaba ningún medio conocido de comunicación, sus palabras sonaban con fuerza e implacabilidad en sus mentes.

—Vuestras preocupaciones son insignificantes. Debo encontrar la esquiva no-nave. Debo descubrir dónde la ha llevado Duncan Idaho antes de que el Enemigo la intercepte.

Con frecuencia el Oráculo escogía sus metas esotéricas sin explicarlas.

—Oráculo —dijo uno de los navegantes—, ¿por qué es tan importante la no-nave?

—Porque el Enemigo desea atraparla. Nuestro gran enemigo es Omnius… salvo que ha cambiado tanto desde su antigua forma como supermente informática como yo desde mi antigua forma humana. Las máquinas han completado sus proyecciones de alto orden. La supermente sabe que debe tener al kwisatz haderach, del mismo modo que yo sé que no debe tenerlo. —El Oráculo dejó que el silencio quedara suspendido en el espacio como un agujero, y entonces añadió un hiriente reproche—. Vuestro apetito por la especia no es una prioridad. Debo encontrar la nave.

E, interrumpiendo bruscamente el debate, desapareció de nuevo, se evaporó en un universo alternativo.

Edrik y los navegantes allí reunidos estaban perplejos. Los navegantes se morían, la especia se estaba agotando, los administradores estaban tratando de desbancar a la Cofradía… ¿y al Oráculo solo le preocupaba encontrar una nave perdida?

Veintidós años después de la huida de Casa Capitular
12

Los nuevos Danzarines Rostro no pueden detectarse mediante análisis de ADN ni con ningún otro medio de análisis celular. Por lo que sabemos, solo un maestro tleilaxu puede ver la diferencia.

Informe Bene Gesserit sobre la mutación humana

Aunque los especialistas ixianos llevaban medio año estudiando los destructores, aún no habían dado una respuesta a la Hermandad. Murbella esperaba pensando y pensando en sus oficinas en Casa Capitular. Las noticias parecían ir a peor cada día que pasaba.

Regularmente recibía noticias sobre los ataques de la flota de las máquinas pensantes. Las poderosas naves del Enemigo avanzaban inexorablemente por los sistemas periféricos como una destructiva marca, sofocando un planeta tras otro. Otros diez planetas evacuados o contaminados con epidemias, otros diez perdidos, y una nueva avalancha de refugiados que huían al Imperio Antiguo.

Una red de hermanas recibía a cada nave de refugiados que llegaba de los sistemas en conflicto. A partir de las declaraciones de los supervivientes, fueron creando un exhaustivo mapa tridimensional de los movimientos de la flota de máquinas. El patrón supuraba como una mancha de sangre por la galaxia.

En un acto puntual de desesperación, diecinueve no-naves de la Hermandad agotaron sus últimos tres destructores para acabar con un grupo entero de naves enemigas y evitar momentáneamente la aniquilación de un sistema habitado por humanos. Sin embargo, al final incluso esto quedó solo en un breve retraso. La flota de máquinas volvió con una fuerza mayor y aplastó un mundo tras otro, aniquilando hasta el último habitante. Ahora que habían perdido sus últimos destructores, la Nueva Hermandad estaba irremisiblemente indefensa.

A menos que los ixianos les ayudaran. ¿Por qué tardaban tanto?

Finalmente, un ingeniero ixiano viajó en solitario a Casa Capitular para dar la noticia. Cuando dijo que no hablaría con nadie que no fuera la madre comandante, fue escoltado a la torre principal de Central. Murbella, que esperaba en su imponente trono, ante la ventana segmentada y polvorienta, respetaba a aquel hombre por saltarse la burocracia e ir directo al grano.

El rostro del ingeniero era anodino e inmemorable, pelo castaño muy corto, maneras discretas. Despedía un olor peculiar y desagradable, tal vez por los productos químicos, o la maquinaria de las plantas de fabricación subterráneas de Ix. Hizo la obligada reverencia y se situó ante ella.

—Nuestros mejores ingenieros y científicos han desmontado y analizado los destructores de muestra que nos proporcionó.

Murbella se inclinó hacia delante, dedicándole toda su atención.

—¿Y podéis copiarlos?

—Mejor que eso, madre comandante. —Su sonrisa de seguridad no tenía ninguna cordialidad, no era más que la imitación de una expresión facial—. Nuestros fabricadores entienden el concepto que subyace al arma y pueden concentrar su poder destructivo. Anteriormente, se necesitaba que varias naves de las Honoradas Matres desplegaran múltiples destructores para eliminar un planeta. Con nuestra versión mejorada, una única nave tendrá suficiente potencia de fuego para hacer por sí sola lo que se hizo en Rakis. —Encogió los hombros de forma mecánica—. Imagine lo que podría hacerse a las naves del Enemigo con tanta energía.

Murbella trató de disimular su alegría.

—Necesitamos tantas como puedan construir. Dé instrucciones para que sus fábricas empiecen a trabajar en estas armas inmediatamente. —Su voz era dura, y dejaba traslucir su impaciencia—. Pero ¿por qué venir a verme personalmente, cuando podía haber enviado un mensaje? —Sus labios hicieron una mueca—. ¿Necesita una palmadita en la espalda? ¿Espera un aplauso? Pues lo tiene.

BOOK: Gusanos de arena de Dune
11.64Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Great Plains by Ian Frazier
Portal by Imogen Rose
First Gravedigger by Barbara Paul
Reasonable Doubt by Williams, Whitney Gracia
Monkey Island by Paula Fox
Touching Rune by S. E. Smith
Days Without Number by Robert Goddard