Read La oscuridad más allá de las estrellas Online

Authors: Frank M. Robinson

Tags: #Ciencia Ficción

La oscuridad más allá de las estrellas (10 page)

BOOK: La oscuridad más allá de las estrellas
5.51Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Halcón y Águila se apresuraron a limpiar el desastre que había creado en el compartimento con unos trapos de los equipos de mantenimiento. Los demás allí presentes estaban irritados, mientras Zorzal contemplaba la escena con una sonrisa agria, divertido por el repentino despliegue de actividad.

Nos volvimos a sentar alrededor de las cajas, Julda le acarició distraídamente el pelo a K2 y le preguntó si se sabía su genealogía.

K2 apartó la cara, repentinamente tímido. Interrumpí la escena diciendo:

—Yo no me sé la mía.

Hubo un silencio abrupto. Julda carraspeó y comenzó a canturrear:

—Gorrión fue engendrado por Nerisa, que fue engendrada por Abigail, que fue engendrada por Merluza que fue engendada por Zorro...

Levanté la mano tras la primera docena de nombres.

—¿Se sabe todas las genealogías?

Otra sonrisa vacua.

—Están en el ordenador, puedes mirarlas tú mismo.

Nadie nos escuchaba ya pues las genealogías los habían aburrido.

—¿Conoce la historia de mi familia? —pregunté con ansiedad.

La sonrisa de Julda se desvaneció y se inclinó hacia mí, con los ojos llenos de especulación. En ese momento pareció convertirse en una persona diferente, aunque nadie más pareció darse cuenta del cambio.

—Que la gente te cuente sobre tu pasado no es lo mismo que lo recuerdes tú mismo, Gorrión. Deberías buscar tu pasado en el presente. Puede que tus recuerdos hayan desaparecido, pero

no has cambiado.

Tan repentinamente como se había desvanecido, la sonrisa vacua reapareció. La había juzgado mal. Pero tampoco era la primera vez que juzgaba mal a alguien y tampoco sería la última.

K2 se apartó de Julda y se aposentó en el hueco del brazo, sirviéndose los trocitos de comida que todavía seguían pegados a mi bandeja. Bisbita flotó hacia el dispensador de comida para coger otra y cuando pasó al lado de Zorzal éste le acarició la pierna posesivamente. Ella le apartó la mano sin ningún resentimiento visible, pero cuando volvió y se sentó junto a Cuervo, Zorzal se quedó mirándolos de la misma manera que me había mirado en la lanzadra.

La última persona en entrar en el compartimento fue Abel, brusco y pomposo; ignoró el repentino silencio y fue directamente hacia Bisbita, a por su bandeja. Le dedicó una mirada hostil a Noé, cosa que me sorprendió, ya que se habían mostrado amistosos en la enfermería, luego se ancló en un rincón.

—Seguid hablando... nadie tiene por qué quedarse callado por mi culpa.

Pero todo el mundo tuvo cuidado con lo que decía e incluso Zorzal vigiló su lengua.

Una vez más había juzgado mal a alguien. Puede que Banquo una vez fuera un hombre del Capitán, pero no estaba tan cerca del Capitán como Abel. Las implicaciones más serias eran que el Capitán tenía informantes entre la tripulación y Abel era uno de ellos. Me pregunté qué razón habría para ello. Me sentí inquieto, sospechando que me había convertido en jugador en un juego del que no conocía las reglas y cuyas penalizaciones podían ser más graves de lo que imaginaba.

Me estremecí y volví a ocuparme de alimentar a K2 y a mí mismo. Un momento después los tubos luminiscentes parpadearon en rojo y los miembros de la tripulación terminaron sus desayunos y flotaron hasta la escotilla para empezar su turno. Ofelia me tocó el brazo justo antes de marcharse y me dijo:

—Has sido asignado a Agachadiza para adoctrinamiento. Cuando acabes preséntate ante Tibaldo.

K2 se retorció en mis brazos, intentando encontrar la mejor posición para quedarse dormido. Miré a la mujer llamada Agachadiza.

—¿Dónde está la guardería?

Se limpió las manos en su faldellín y me dijo, como si tuviera que saberlo:

—Allí donde estabas... en la enfermería. —Cogió a K2 por un brazo, yo lo cogí del otro y salimos del compartimento.

—¿Quién es su padre? —pregunté.

—¿Por ahora? Tú. —Me sorprendí y ella hizo un gesto desdeñoso—. Es la costumbre de la nave, has mostrado interés. Cualquiera puede mostrar interés... A veces son mujeres que jamás han tenido la oportunidad de ser madres de nacimiento, pero cuando lo hacen los hombres, se convierten en padres, al menos por un tiempo. Creo que todo el mundo debería tomar interés en un niño, ¿no crees?

No me parecía que mi relación con K2 fuera tan profunda, aunque estaba seguro que de todos los niños de tres años a bordo de la nave era el más listo, el más fuerte y el más bonito. Entonces todo el asunto me pareció una locura y me negué a pensar en ello.

En lo que sí pensé fue en Noé, que no había dicho una palabra durante la comida sino que había estado posado en silencio, observándonos a todos mientras comíamos. Y pensé en aquellos que habían permanecido en silencio mientras los demás hablaban, y me di cuenta de que no había una sola tripulación a bordo de la
Astron
, sino dos, aunque no estaba seguro de cuáles eran las diferencias entre ambas.

Pero a lo que más tiempo dediqué fue pensar en el motivo por el que todos ellos habían pasado tanto tiempo estudiándome. Y por qué nadie había mencionado al tripulante que había muerto en el último período de sueño.

—S
upongo que tendré que enseñarte todo —dijo Agachadiza—, desde el principio.

Estábamos en un extremo de la oscura cubierta hangar donde se guardaban las lanzaderas y los rovers y donde atracaba la inmensa Estación Intermedia, la plataforma orbital que se usaba cuando la
Astron
no se podía acercar demasiado al planeta. El resto del muelle de carga estaba vacío. Una gigantesca pantalla opacadora cubría las compuertas de atraque de cristacero que formaban el inmenso techo del hangar, ocultando la vista del Exterior.

—Bisbita ya me enseñó la nave —dije, irritado—. No tienes por qué hacerlo.

—Bisbita te enseñó su nave —me corrigió Agachadiza—. No te mostró
mi
nave.

Lo que me irritó aún más, pero esta vez me mordí la lengua. Hizo un gesto con la mano que abarcó la cubierta hangar que nos rodeaba.

—¿Por qué estamos aquí?

—Porque aquí es donde está el escenario.

Puse cara de sorpresa.

—¿El escenario de qué?

—Para representaciones —dijo con impaciencia una vez más—. Representaciones teatrales sobre la
Astron
y su misión. Es una de las formas que tenemos para mantener la continuidad con las tripulaciones anteriores y con la mismísima Tierra. No es la única manera, pero es la mejor.

—Representaciones —dije, confundido.

—Representaciones —repitió ella. Flotó hasta la terminal de palma. La cubierta hangar parpadeó y repentinamente me encontré contemplando una vasta extensión de arena púrpura salpicada de montículos que se extendían hacia una cordillera de montañas rosas. Era un planeta alienígena al ocaso, con dos lunas en el cielo y una nave imposiblemente grande que se posaba en el suelo a un kilómetro de distancia. Dos tanques militares de forma extraña salieron traqueteando metálicamente de detrás de uno de los montículos que había entre nosotros y la nave, pero no podía ver nada más que se moviera. Me quedé mirando, fascinado, protegiéndome los ojos con la mano cuando estallaron bengalas por encima de la nave.

La escena se desvaneció y Agachadiza dijo:

—Ésa fue la invasión de Pilar, esto es...

—¿Ocurrió de verdad?

—Pudo ocurrir. —La diferencia no parecía preocuparla—. La usamos para entrenamiento.

—No vi a nadie.

Puso cara rara.

—Por supuesto que no, eso sólo era la escena.

—¿Y los actores?

—Casi todo el mundo actúa en ellos de vez en cuando. —Me miró de arriba abajo, obviamente poco impresionada—. Si puedes actuar, puede que te encontremos un papel. Pero Ofelia dijo que no creía que sirvieras para eso.

Las proyecciones estaban cambiando, del campo de batalla alienígena a una jungla de árboles enormes con enredaderas trepadoras y aves multicolores que volaban entre las ramas superiores, y luego a una batalla en el espacio entre una nave que supuse que sería la
Astron
y máquinas tripuladas por insectos inteligentes.

Había al menos unas cincuenta «escenas» que aparecían y desaparecían con tanta rapidez que se convirtieron en un confuso borrón, un universo de criaturas y civilizaciones alienígenas, demostrando desde el principio el propósito de la
Astron
cada vez que los actores aparecían para dar vida a ese propósito.

La última escena desapareció y dije:

—¿Actúas en ella?

Se volvió sorprendentemente tímida y dijo:

—A veces.

—¿En cuáles? —insistí.

Me dedicó una mirada con el rabillo del ojo, debatiendo si confiarse a mí o no.

—Las históricas... aquellas en las que puedo vestirme de épcoa. Ya sabes... —Abrió mucho los ojos y repentinamente pareció más pequeña, recatada y unos tres años más joven.


Si el velo de la noche no cubriera mi semblante, verías que el rubor colorea mis mejillas pensando en las palabras que antes me has oído pronunciar
.

Se relajó y volvió a ser ella misma.

—Es de
Romeo y Julieta
, de Shakespeare. Es... es muy bueno.

Me quedé asombrado. Durante un instante se había convertido en un personaje que había vivido y muerto en la imaginación hacía miles de años. La miré con más detenimiento mientras flotaba a la luz parpadeante de la terminal. Era delgaducha, su nariz era demasiado grande, las caderas le sobresalían y tenía demasiada prisa por contar la verdad aunque le hicera daño a otro... o quizá especialmente si le hacía daño a otro.

Pero a pesar de todo eso, era muy bonita. Y frágil. Y se había confiado a mí lo suficiente para dejarme ver su fragilidad.

—¿Qué obras son las más populares?

—Las históricas, por supuesto. Nos gusta vivir la vida de otras personas porque las nuestras son aburridas.

Me quedé sorprendido.

—¿De verdad lo crees?

Me respondió con voz queda:

—La mayor parte del tiempo. —Y luego, irritada por su propia debilidad, estalló—: Tienes ojos. ¿Es que no lo ves? —A lo que siguió inmediatamente un contrito—: Lo olvidé. Lo siento.

No le pregunté qué es lo que se había olvidado, sino que cambié de tema a algo que me era más importante.

—¿Alguna vez actué en las históricas?

—Todo el mundo a bordo lo hace en un momento u otro. —Como le pasó a Cuervo cuando empecé a hacer demasiadas preguntas, se volvió súbitamente evasiva—: La verdad es que no lo recuerdo, no te conocía muy bien.

Tras diecisiete años, lo difícil sería que Agachadiza
no
me conociera bien. Pero fuera como fuera antes, Agachadiza no estaba dispuesta a contármelo. A ese respecto, no era muy diferente de Cuervo.

Al pensar en Cuervo recordé lo que había visto durante el desayuno.

—Cuervo y Bisbita —dije de improviso—, ¿son amantes?

Frunció los labios.

—Bisbita es mi amiga. No hablaré de ella.

Sonreí para mí; sí que quería hablar de Bisbita, y probablemente lo antes posible.

—¿Cómo sabía Zorzal que fui a ver al Capitán?

Hizo un gesto desdeñoso ante la mención.

—Zorzal lo sabe todo. O eso cree él. —Sin pausa alguna, añadió—: Está celoso sin tener razón para ello. Él y Bisbita ya estuvieron juntos, ¿por qué tiene que guardarle rencor a Cuervo?

Al principio no me percaté de lo que quería decir con eso. Quise hacerle más preguntas al respecto, pero decidí dejarlo pasar.

—Cuéntame algo sobre Tebaldo.

—Es mi padre. —Lo dijo con afectuoso entusiasmo, y supe que quería decir que «se interesó» por ella. Ahora estaba relajada y dispuesta a hablar y le pregunté sobre otros miembros de la tripulación. Era una fuente inagotable de cotilleos y tenía una imaginación presta. No creí que mintiera conscientemente, pero no siempre estaba seguro de que me contara la verdad. Para Agachadiza, lo que podía haber pasado era tan interesante como lo que había pasado en realidad.

Me contó casi todo lo que quería saber acerca de la tripulación de la
Astron
y bastante más que no quería. Pero pese a todo su acervo de cotilleos, no mencionó lo único que esperaba que mencionara.

—Alguien murió el período pasado —dije.

Se quedó en silencio con el rostro repentinamente pálido.

—La gente se muere —dijo con voz débil—. En cualquier momento. —Por una vez parecía que no quería hablar de ello, y eso me sorprendió más que nada.

Los tubos luminiscentes alrededor de la terminal parpadearon en rojo. Era hora de presentarme ante Tibaldo en Exploración.

—No puedo quedarme contigo en este período de sueño —dijo Agachadiza en tono normal—. Tengo turno.

Me pregunté cómo es que lo sabía. Había sido un pensamiento fugaz como mucho; no iba a pedírselo y mi cuerpo no me había traicionado.

—¿Seguimos siendo amigos? —Cuando me percaté de lo mucho que significaba eso para mí, me acordé de cuando Cuervo me había preguntado eso mismo y lo mucho que significaba para él.

—Oh, sí, seguimos siendo amigos. —Y entonces una mirada especuladora apareció en sus ojos—. Pero también no lo somos.

Al separarnos fue cuando me di cuenta de que mientras había estado haciéndole preguntas a Agachadiza y juzgando su personalidad, ella había estado haciendo lo mismo con la mía. Mi impresión personal era que había aprobado su examen, lo sabía instintivamente.

Pero me había examinado en otro nivel, y no sabía cuáles eran los requerimientos ni si los había aprobado. Pero sospechaba que el tripulante muerto había tenido parte en ello.

BOOK: La oscuridad más allá de las estrellas
5.51Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Hattie Big Sky by Kirby Larson
A Bad Man: Joey by Jenika Snow
Odalisque by Fiona McIntosh
Blueberry Muffin Murder by Fluke, Joanne
Pulse of Heroes by A.Jacob Sweeny
Saved by Kelly Elliott
Defiant Rose by Quinn, Colleen
A Fox Inside by David Stacton
Greater Expectations by Alexander McCabe