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Authors: Dan Simmons

Tags: #ciencia ficción

Los Cantos de Hyperion 5 - Huérfanos de la Hélice (3 page)

BOOK: Los Cantos de Hyperion 5 - Huérfanos de la Hélice
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—¿Cuántos éxters estimas que viven en el anillo bosque orbital? —preguntó Den Soa, que con su entrenamiento blanco sería probablemente su representante diplomático si y cuando establecieran contacto.

—Setecientos millones en el arco de treinta grados que podemos determinar en este lado del sol —dijo la IA—. Si han emigrado a todo o la mayor parte del anillo, podemos estimar evidentemente una población de varios miles de millones.

—¿Algún signo de akerataeli o zeplenes? —preguntó Patek Georg. Todos los grandes anillos bosque y esferas de árboles estelares habían hecho esfuerzos de colaboración con esas dos razas alienígenas, que habían unido sus fuerzas con los éxters y los templarios durante la Caída de la Hegemonía.

—Ninguno —dijo Saigyõ—. Pero quizá deseéis ver esta imagen remota del anillo en sí en la ventana central. Todavía estamos a sesenta y tres UA del anillo..., esto es una vista amplificada diez mil veces.

Todos se volvieron para mirar la ventana delantera, donde el anillo bosque parecía a tan sólo unos miles de kilómetros de distancia, con sus verdes hojas y sus ramas y entrelazados troncos amarillos y pardos curvándose fuera de su vista, con la estrella G8 ardiendo más allá.

—Hay algo que no parece estar bien —dijo Dem Lia.

—Ésta es la anomalía que se añadió a la urgencia de la señal de socorro y nos decidió a despertaros del sueño profundo —dijo Saigyõ, y su voz sonó de nuevo ligeramente divertida—. Este anillo bosque orbital no es una bioconstrucción éxter o templaria.

El doctor Samel Ria Kem Ali silbó suavemente.

—Un anillo bosque de construcción alienígena. Pero con éxters de ascendencia humana viviendo en él.

—Y hay algo más que hemos descubierto desde que entramos en el sistema —dijo Saigyõ. De pronto la ventana izquierda se llenó con una vista de una máquina, una nave espacial, tan enorme y desmañada que casi desafiaba toda descripción. Había una imagen de la
Hélice
sobreimpuesta en el fondo de la pantalla para proporcionar la escala. La
Hélice
tenía un kilómetro de largo. La base de esta otra espacionave era al menos mil veces más larga. El monstruo era enorme y ancho, bulboso y feo, negro como el carbón e insectoide, ostentando los peores rasgos tanto de la evolución orgánica como de la fabricación industrial. Centrado en la parte delantera había lo que parecía ser una boca con dientes de acero, una tosca abertura flanqueada con una al parecer interminable serie de mandíbulas y rotas hojas y rotores afilados como navajas.

—Parece como la navaja de Dios —dijo Patek Georg Dem Mio, con la fría ironía ligeramente cortada por un apenas perceptible temblor en su voz.

—La navaja de Dios, mi culo —dijo Jon Mikail Dem Alem suavemente. Como ébano, una de sus especialidades era los sistemas de soporte vital, y había crecido cuidando de las enormes granjas de Vitus-Gray-Balianus B—. Eso es una trilladora del infierno.

—¿Dónde está? —empezó a preguntar Dem Lia, pero Saigyõ ya había presentado un holo mostrando su trayectoria de deceleración hacia el anillo bosque. La obscena nave-máquina avanzaba desde un lugar por encima de la eclíptica, estaba a unas veintiocho UA delante de ellos, deceleraba rápidamente pero no tan agresivamente como la
Hélice
, y se encaminaba directamente hacia el anillo bosque éxter. La trayectoria era clara: a su actual ritmo de deceleración, la máquina interceptaría directamente el anillo en nueve días estándar.

—Ésta puede ser la causa de la señal de socorro —dijo secamente la otra verde, Res Sandre.

—Si viniera hacia mí y hacia mi mundo, yo gritaría tan fuerte que me oiríais a doscientos veintiocho años luz de distancia sin siquiera una radio —dijo la joven banda blanca, Den Soa.

—Si empezamos a recibir esta débil señal a unos doscientos veintiocho años luz de distancia —dijo Patek Georg—, eso significa que o bien esa cosa ha estado decelerando muy lentamente dentro del sistema o...

—Ya estaba ahí antes —dijo Dem Lia. Ordenó a la IA que opacificara las ventanas y la despidió—. ¿Debemos asignar roles; deberes, prioridades, y tomamos las decisiones iniciales? —preguntó en voz baja.

Los otros ocho alrededor de la mesa asintieron sobriamente.

Para un extranjero, para alguien de fuera de la cultura de la
Hélice
del Espectro, los siguientes cinco minutos hubieran resultado muy difíciles de seguir. El consenso total se alcanzó antes de los primeros dos minutos, pero sólo una pequeña parte de la discusión se efectuó a través del habla. La combinación de gestos con la mano, lenguaje corporal, frases taquigráficas y silenciosos asentimientos de cabeza que había evolucionado a lo largo de siglos de una cultura decidida a tomar decisiones a través del consenso funcionó bien allí. Los padres y abuelos de aquellas personas sabían la necesidad de ordenar estructura y disciplina: medio millón de los suyos habían muerto en la corta pero terrible guerra con los residuos de Pax en Vitus-Gray-Balianus B, y luego otros cien mil cuando los vándalos Pax que huían saquearon su sistema unos treinta años más tarde. Pero estaban decididos a elegir el mando a través del consenso y luego tomar tantas decisiones como fuera posible a través del mismo medio.

En los dos primeros minutos se asignaron las misiones y se trató de las sutilezas en torno a los distintos deberes.

Dem Lia estaría al mando. Su voto pasaría por encima del consenso siempre que fuera necesario. La otra verde, Res Sandre, prefirió ocuparse de propulsión e ingeniería, trabajando con la reticente IA llamada Basho.

El banda roja, Patek Georg, sin que nadie se sorprendiera por ello, aceptó el puesto de oficial jefe de seguridad, tanto para las formidables defensas de la nave como durante cualquier contacto con los éxters. Sólo Dem Lia podía pasar por encima de sus decisiones en el uso del armamento de la nave.

La joven banda blanca, Den Soa, estaría a cargo de comunicaciones y diplomacia, pero pidió que Peter Delen Dem Tae aceptara compartir la responsabilidad con ella, y éste aceptó. La preparación de Peter en psicología incluía exobiopsicología teórica.

El Dr. Sam monitorizaría la salud de todo el mundo a bordo y estudiaría la biología evolutiva de los éxters y templarios si se producía el contacto.

Su banda ébano, Jon Mikail Dem Alem, asumió el mando de los sistemas de soporte vital, revisando y controlando los sistemas de la
Hélice
junto con la IA adecuada pero también preparando los ambientes necesarios si debían recibir a los éxters a bordo de la nave.

Oam Rai, el más viejo de los nueve y el maestro de ajedrez de la nave, aceptó coordinar los sistemas generales de la nave y ser el principal consejero de Dem Lia a medida que se desarrollaran los acontecimientos.

Kem Loi, la astrónoma, aceptó la responsabilidad de todos los sensores de largo alcance, pero estaba obviamente ansiosa por usar su tiempo libre para estudiar el sistema binario.

—¿Ha observado alguien a qué se parece nuestra vieja amiga blanca de ahí delante? —preguntó.

—A Tau Ceti —dijo Res Sandre sin vacilar.

Kem Loi asintió.

—Y hemos visto la anomalía en la ubicación del anillo bosque.

Todo el mundo la había visto. Los éxters preferían estrellas tipo G2, donde podían desarrollar sus bosques orbitales aproximadamente a una UA del sol. Este anillo rodeaba su estrella a tan sólo 0,36 UA de ella.

—Casi la misma distancia que Tau Ceti Centro de su sol —murmuró Patek Georg. TC
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, como era conocido desde hacía más de mil años, había sido en su tiempo el mundo central y la capital de la Hegemonía. Luego se había convertido en un mundo marginal bajo Pax hasta que un cardenal de la Iglesia en ese mundo intentó un golpe de estado contra el acosado papa durante los últimos días de Pax. La mayoría de las ciudades reconstruidas habían sido arrasadas entonces. Cuando la
Hélice
abandonó el espacio humano ochenta años después de esa guerra, los aeneanos estaban repoblando y repopularizando la antigua capital, reconstruyendo hermosas estructuras clásicas y convirtiendo esencialmente las ruinas en una nueva Arcadia. Para los aeneanos.

Dadas y aceptadas las asignaciones, el grupo discutió la opción de despertar a sus miembros familiares más inmediatos del sueño criogénico. Puesto que las familias de la
Hélice
del Espectro consistían en matrimonios tríada —o bien un hombre y dos mujeres o viceversa—, y puesto que la mayoría tenían hijos a bordo, era un tema complicado. Jon Mikail planteó las consideraciones de soporte vital —que eran menores—, pero todo el mundo estuvo de acuerdo en que complicaría la toma de decisiones con la familia despierta sólo como pasajeros. Se acordó dejarlos en sueño profundo, con la única excepción del esposo y esposa de Den Soa. La joven diplomática de banda blanca admitió que se sentiría insegura sin sus dos amores con ella, y el grupo aceptó esta excepción a su decisión, con la gentil sugerencia de que los compañeros despertados se mantuvieran fuera de la cubierta de mando a menos que hubiera alguna razón importante por la que debieran estar allí. Den Soa aceptó de inmediato. Saigyõ fue avisado, e inmediatamente empezó a despertar al compañero y compañera de Den Soa. No tenían hijos.

Entonces se planteó el tema central.

—¿Vamos a decelerar realmente hasta este anillo y mezclarnos en los problemas de esos éxters? —preguntó Patek Georg—. Suponiendo que su señal de socorro tenga todavía algún significado.

—Siguen emitiéndola en las viejas longitudes de onda —dijo Den Soa, que había estado trasteando en el sistema de comunicaciones de la nave. La joven de pelo rubio miró a algo en su visión virtual—. Y esa máquina monstruo todavía se encamina hacia ellos.

—Pero tenemos que recordar —dijo el hombre de la banda roja— que nuestra meta era evitar el contacto con puestos de avanzada humanos que pudieran plantear problemas en nuestro camino fuera del espacio conocido.

Res Sandre, la verde ahora a cargo de ingeniería, sonrió.

—Supongo que creamos ese plan general acerca de evitar elementos Pax o éxter o aeneanos sin tener en cuenta que podíamos encontrarnos con humanos, o antiguos humanos, a unos ocho mil años luz fuera de la esfera conocida del espacio humano.

—Eso puede significar todavía problemas para todo el mundo —dijo Patek Georg.

Todos comprendían el auténtico significado de la afirmación del jefe de seguridad de banda roja. Los rojos en la
Hélice
del Espectro se dedicaban al valor físico, las convicciones políticas y la pasión por el arte, pero también eran entrenados en profundidad en la compasión hacia las demás cosas vivas. Los otros ocho comprendían que cuando decía que el contacto podía significar problemas para "todo el mundo" se refería no sólo a las 684.291 almas dormidas a bordo de la nave, sino también a los propios éxters y templarios. Esos huérfanos de Vieja Tierra, este grupo autoevolutivo de la estirpe humana, había permanecido más allá de la historia y de los límites humanos durante al menos un milenio, quizá mucho más tiempo. Incluso el más breve contacto podía causar problemas a la propia cultura éxter.

—Iremos y veremos si podemos ayudar..., y al mismo tiempo cargaremos nuevas provisiones, si es posible —dijo Dem Lia, con tono amistoso pero definitivo—. Saigyõ, a nuestra mayor cifra de deceleración sin poner en tensión los campos internos de contención, ¿cuánto tiempo nos tomará llegar a un punto de cita a unos cinco mil kilómetros del anillo bosque?

—Treinta y siete horas —dijo la IA.

—Lo cual nos sitúa ahí siete días y algo más antes que esa horrible máquina —dijo Oam Rai.

—Infiernos —dijo el Dr. Sam—, esa máquina puede ser algo que construyeron los propios éxters para transbordarlos a través de los campos de choque de la heliosfera hasta el sistema de la gigante roja. Una especie de feo tranvía.

—No lo creo —dijo la joven Den Soa, sin captar la ironía del viejo.

—Bueno, los éxters han reparado en nosotros —dijo Patek Georg, que estaba conectado sensorialmente al nexo de su sistema—. Saigyõ, tráenos de nuevo las ventanas, por favor. Un poco de aumento, como antes.

De pronto la estancia se llenó con la luz de las estrellas y la luz del sol y la luz reflejada del trenzado anillo del bosque orbital, que se parecía enormemente a Jack y la planta de judías gigante, curvándose fuera de la vista alrededor de la brillante estrella blanca. Sólo que ahora se había añadido algo más al cuadro.

—¿Esto es en tiempo real? —susurró Dem Lia.

—Sí —dijo Saigyõ—. Los éxters han estado evidentemente observando nuestra cola de fusión cuando hemos entrado al sistema. Ahora acuden a nuestro encuentro.

Miles —decenas de miles— de oscilantes bandas de luz habían abandonado el anillo bosque y se movían como brillantes luciérnagas o radiantes telarañas que se alejaban del trenzado de enormes hojas, corteza y atmósfera. Los miles de motas de luz se encaminaban fuera del sistema, hacia la
Hélice
.

—Por favor, ¿puedes ampliar un poco más la imagen? —pidió Dem Lia.

Le había hablado a Saigyõ, pero fue Kem Loi, que se había conectado ya a la red óptica de la nave, quien actuó.

Mariposas de luz. Alas de cien, doscientos, quinientos kilómetros de ancho atrapando el viento solar y cabalgando las líneas magnéticas que brotaban de la pequeña y brillante estrella. Pero no decenas de miles de alados ángeles o demonios de luz, sino cientos de miles. Como mínimo, cientos de miles.

—Esperemos que sean amistosos —dijo Patek Georg.

—Esperemos que todavía podamos comunicarnos con ellos —susurró la joven Den Soa—. Quiero decir..., pueden haber forzado su propia evolución en cualquier dirección en los últimos mil quinientos años.

Dem Lia golpeó suavemente con su mano sobre la mesa, pero con la fuerza suficiente como para ser oída.

—Sugiero que dejemos de especular y desear por el momento y nos preparemos para esta cita dentro de... —Hizo una pausa.

—Veintisiete horas y ocho minutos si los éxters siguen dirigiéndose hacia fuera del sistema a nuestro encuentro —dijo rápidamente Saigyõ.

—Res Sandre —indicó suavemente Dem Lia—, ¿por qué tú y tu IA de propulsión no os ocupáis de aseguraros de que nuestra última deceleración sea lo suficientemente suave como para no freír unas cuantas toneladas de esos miles de éxters que acuden a recibirnos? Sería un mal principio para un encuentro diplomático.

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