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Authors: Douglas Coupland

Microsiervos (42 page)

BOOK: Microsiervos
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«¿Es este de aquí?»

«Sí.»

«Dan, vas a pensar que soy gilipollas, pero tuve un sueño y sabía que era así. Puse un disquete debajo de la almohada durante semanas en espera de una señal y me llegó, y aquí está él. Me quedo con la foto.»

«Es tuya.»

Miró la imagen de Michael. Estaba indecisa y parecía una niña. «¿Qué edad tiene?» Su voz se hizo más aguda al final de la frase.

Yo estaba ligeramente bebido, me eché a reír y dije: «Está enamorado de ti, si eso es lo que quieres saber.»

Volvió a adoptar un aire de chulería.

Me agarró la mano derecha y gritó: «¡Venga un pulso!», y, tras una lucha de un par de minutos (menos mal que he ido al gimnasio), interrumpida porque un grupo de ingenieros borrachos se acercó tambaleándose hasta nuestra mesa y uno de ellos vomitó sobre otra y entonces tuvimos que dejarlo, hablamos de nuevo. «Tablas —dijo—, pero recuerda que soy más joven que tú y seré más fuerte. Venga, hablame de... Michael. —Hizo una pausa para pensar en ese nombre—. Sí, hablame de Michael.»

El camarero nos trajo dos cervezas. Ella agarró la mía con tanta fuerza que pensé que la rompería y dijo: «Cuéntame otra vez lo que siente... por mí.»

«Está enamorado.»

«Repítemelo.»

«Está enamorado. Amor. A-M-O-R. Amor, te quiere. Va a volverse loco si no te conoce.»

En mi vida había visto a una persona tan feliz. Me hizo sentir bien poder decir aquello con sinceridad.

«Sigue», dijo ella.

«No le importa quién seas. Sólo te conoce por dentro. Es listo. Es un buen tío y siempre ha sido un buen amigo. No hay nadie como él en toda la Tierra y dice que tú eres el único motivo que lo mantiene atado al planeta.» Y entonces le conté la hipótesis del hombre de 48 años con pañal y tirantes.

Se echó hacia atrás en la silla.

«¡Joder! ¡Voy a estallar de un momento a otro, Dan! Voy a decírtelo, Dan: ¡estoy enamorada, estoy enamorada y soy como una bomba atómica detonando sobre el industrializado Ontario, así que, mundo, ten cuidado!»

Me di cuenta de que Michael era el primer amor de Código de Barras, y me di cuenta de que estaba presenciando algo especial, como si todas las flores del mundo se hubieran puesto de acuerdo para florecer precisamente para mí y sólo una vez, y dije: «Bien, creo que es mutuo. Ahora puedes tomártelo con un poco más de calma, Amy, porque me estás machacando y no creo que mi brazo derecho pueda soportar otro pulso.»

Hablaba con entusiasmo casi exagerado, roja de felicidad. Permaneció sentada y sonrió a los estudiantes que, por lo que parecía, la miraban con bastante miedo. Seguramente, sería una especie de leyenda en el Campus.

«Tú me has traído una noticia genial y siempre te recordaré por eso, Dan», y me besó en la mejilla, pensé en Karla y mi corazón se sintió muy feliz, aunque lejos de ella.

«Tío, estoy más contenta que la hostia —dijo— ¡Venga, vamos a cargarnos a esos ingenieros!»

Sábado
Una semana más tarde

Michael y Código de Barras —perdón, Amy— están juntos. Amy y Michael han estado viviendo un festival amoroso a lo John y Yoko en las Residence Inn Suites de Mountain View. Karla y yo fuimos a verlos, y la suite era un caos de cajas de pizza, latas de coca-cola
light
, ropa sucia, periódicos sin leer y envoltorios de chicle. Michael, que era una máquina solitaria, ha pasado a ser una máquina de amor. ¡Cómo es la gente!

Amy tiene 20 años, está a punto de terminar la carrera de ingeniería informática y va a venir a trabajar con nosotros a partir de mayo. Nos tiene a todos enamorados, asombrados y aterrorizados. Ella y Michael juntos son como la inevitable progresión de la humanidad. Y los dos están tan felices juntos... verlos juntos es como ver el futuro.

¡Ah!... la semana pasada me olvidé de escribir una cosa. En el bar, le pregunté a Amy cómo era posible que dos personas pudieran enamorarse y toda la pesca sin conocerse. Me dijo que, a lo largo de su vida, la gente la había tratado como un cuerpo o como una chica, o como ambas cosas a la vez. Y que su interfaz con Michael a través de la Red era el único medio por el cual podía estar segura de que él estaba hablando con ella, no con la idea que él se había hecho de ella. «Si dices en la Red si eres hombre o mujer, estás jodido. —Amy pensó un poco en su situación—: Es la historia puesta al día del rico que finge ser pobre y encuentra a la princesa; pero a la mierda las historias de princesas: los dos somos reyes.»

Los dos nos emborrachamos un poco más y ella me dijo: «Eso es, Dan. Así es como he querido sentirme siempre. Así.»

«¿Cómo?»

«Amor. El paraíso es estar enamorada y que el amor no se termine nunca. Y que la sensación de intimidad nunca se termine. El paraíso es sentir esa intimidad para siempre.»

Y no puedo decir que no estuviera de acuerdo.

Esta noche, un poco más tarde, Michael ha entrado en tromba en la oficina como no lo había hecho nunca, ha dado una palmada y ha gritado: «Muchachos, consigamos que estas máquinas hagan algo nunca visto. Hagamos que canten.»

Melrose

Voyager

Melrose

Voyager

Pulse #...

7
Transhumanidad
Ocho meses más tarde
Las Vegas, Nevada Jueves, 5 de enero de 1995

El comandante de Alaska Airlines dijo: «Señoras y señores, a su derecha tienen la ciudad de Las Vegas. Pueden ver la pirámide del hotel Luxor...»

El 737 se ladeó, mientras su carga humana resoplaba como muñecos de Barrio Sésamo contemplando una desastrosa partida de Sim City: la acristalada pirámide obsidiana del hotel Luxor y, a su lado, la fantasía artúrica obscenamente desmesurada del antiséptico Excalibur, con su pureza Lego. Más allá del Strip estaba la cristalina caja de jade de MGM con sus 3.500 máquinas tragaperras y las 150 mesas de juego, que constituye la mayor concentración individual de cajeros automáticos de la Tierra: «El Detroit de la economía postindustrial», en palabras de Michael.

Me resultaba agradable ver los rostros de tantas personas queridas, iluminados por el resplandor de las ventanillas del avión —Karla, mi padre, Susan, Emmett, Michael, Amy, Todd, Abe, Bug y el amigo de Bug, Sig—, con un estupor y una perplejidad fetales reflejados en la cara ante la novedad del mundo en el que pronto íbamos a sumergirnos.

Sig es un oftalmólogo de Millbrae que ha convencido a Bug de que no padece ninguna ceguera estereográmica. Supone una importante mejora comparado con Jeremy, y Bug, de repente, es mucho más él mismo: relajado, bromista y, en una palabra... contento. En el aeropuerto de SFO, Sig y Bug se inventaron un juego inspirado en la compañía de venta de ropa por catálogo J. Crew: en lugar de jugar a «Vogue», hacen «Crew». Cuando gritamos la palabra «¡Crew!», se quedan inmóviles en una serie de estúpidas y sonrientes poses de modelo previamente ensayadas. Nos han hecho reír durante todo el vuelo. Además, Bug casi se ha lesionado las cervicales de tanto torcer el cuello durante medio viaje en su intento de ver algo de las instalaciones militares ultrasecretas de Groom Lake. Me ha dicho: «Ahí tienen ovnis y extraterrestres congelados criogénicamente.»

Le he dicho: «Vale, Bug. Como si Alaska Airlines pudiera volar sobre una base secreta», y Bug me ha contestado: «Mira ahí abajo, Dan: ése es el lugar donde filmaron el falso alunizaje en 1969», he mirado y parecía realmente la Luna.

Así que me he dedicado a fastidiarlo a propósito de su nuevo Geo Metro de 3 cilindros y Amy se ha sumado, diciendo: «Pero bueno, Bug, si ni siquiera podrías matar a nadie con eso. Aunque a lo mejor podrías matar a alguien a base de golpecitos o algo así...» y, entonces se ha puesto a simular que estaba en la consulta del médico y éste decía: «Amy, esta erupción... ¿has sufrido una exposición prolongada a roedores o, quizás, a perros pequeños o a coches de tres cilindros?» y Amy contestaba: «Bueno, sí, he advertido que me sigue un Geo y no para de darme golpecitos.... Había dado por hecho que era alguien que aprendía a conducir y se había perdido pero, ahora que lo pienso, ¡de ahí me viene el sarpullido!»

Susan, Karla y Amy se han preparado a lo Chyx para el CES: chalecos antibalas sobre unos tops diminutos (Susan ha declarado que es responsabilidad suya, como figura mediática feminista, resucitar ella sola los tops), vaqueros anchos y bajos de cadera, y gafas de sol negras. Susan sigue haciéndose cada vez más famosa con Chyx (la sección de negocios del
New York Times
de la semana pasada). Las tres han decidido vestirse a lo «Amor Duro» porque Ethan les dijo que en la feria hay un 99 % de hombres y no quieren parecer «señuelos estúpidos».

Yo, como siempre, llevaba el clásico Disturbio Nrrrd: pantalones Dockers y camiseta de Gap con bolsillo. Mi padre iba vestido de Brooks Brothers y como durante el pasado año el pelo se le fue poniendo blanco como la nieve produce una impresión muy digna de confianza como representante de la compañía. (Y por fin ya habla C++.) Todd llevaba una gabardina porque había leído en el
Chronicle
que estaba lloviendo en Las Vegas. Le dijimos que se parecía a la Ardilla Secreta, el viejo personaje de dibujos animados, y se la quitó en el acto. Todd también nos ha enseñado durante el vuelo su peinado «hockey»: corto por arriba, largo por detrás. Supongo que es porque ahora le ha dado por el hockey. Ha comprado un abono de temporada para ver a los Sharks.

En el avión había también una compañía llamada BuildX que está haciendo un producto parecido a
Oop!
en Mountain View: eran ocho tíos vestidos con chandals negros idénticos con un logo futurista de BuildX y parecían los Osmond o los Solid Gold Dancers. No hemos hablado con ellos en todo el vuelo.

Ethan no ha podido venir. Está en Palo Alto, con mi madre, mientras sigue con la quimioterapia, que parece ir bien, aunque le pone de malhumor. Está empezando a perder un poco de pelo, no demasiado, y, aunque sea un comentario terrible, diré que la caspa por fin le está desapareciendo.

Dusty sigue sin creerse que su bebé no sea un pomelo y también se ha quedado durante unos días, mientras nosotros estamos en el CES, en casa de mi madre cuidando a Lindsay Ruth y acompañando a Ethan. Mi madre le está dando un curso intensivo de maternidad y se dedica a sacar embarazosas fotos de cuando yo era pequeño, así como peleles diminutos que no tenía ni idea de que guardara. Dusty permanece sentada mirando a Lindsay durante horas y horas, diciendo a todo aquel que quiera escucharla: «¡Diez dedos en los pies! ¡Diez dedos en las manos!» Lindsay nació la noche de la ronda final del concurso IV Rosa de Hierro; y Todd me ha contado durante el vuelo hacia aquí que Lindsay Ruth había recibido estos dos nombres por la estrella de la película de la semana y Mujer Biónica, Lindsay Wagner, así como por un personaje bíblico. Todavía no habla mucho del bebé; creo que está asumiendo que es padre, ahora que tiene la prueba física.

Equipaje perdido; equipaje devuelto; taxista veterano de Vietnam; carteles del actor Gallagher. Nos hemos registrado en el hotel en un estado de aturdimiento: un hotel viejo y crujiente llamado La Hacienda.

(Mejor no hablar de él. Lo único que lo salva es que está situado justo al lado de... la increíblemente extravagante pirámide del LUXOR.)

Hemos salido del hotel para inscribirnos en el Centro de Convenciones, el equivalente a muchos campos de fútbol de cubos blancos y estériles, tan atractivos como los conductos de calefacción situados sobre un centro medicodental. La mirada de todos los que estaban inscribiéndose era genial. Era fácil adivinar que lo único en lo que estaban pensando era en el sexo y en fundirse su dinero a lo largo de la noche. No podía ser más evidente. Las Vegas saca el demonio que todo el mundo lleva dentro.

Las Vegas: es como el inconsciente de la cultura, explotado y municipalizado. Me ha dejado tan sobrecogido que he terminado resucitando mi archivo de inconsciente del año pasado. Aquí está:

anuncio de reversión de vasectomía

desayuno

mocasines

Siegfried & Roy

Sáhara

Compaq

Nokia

filete NY & huevos 2,95$

47-Tek

control remoto

keno

cócteles olvidados

interfaz social

tarjeta con el nombre

caja de IBM de cartón

cheddar

¿está alto?

virgen interactiva

chica borracha

Flamingo

superficies reflectantes

hielo seco

Heywood

Floyd

Luna

Americana

ciudades destruidas

lucha

ganar ganar ganar

poderosa morfina

Nam-1975

VFX-1

laboratorio de monstruos

colonizar

compartimento estanco

empuje

Bob

boy game

orbe

64 bits

tatami

vainas

anillos

Softimage

lanzamiento de objetos

antialias

limón

BAR

interpolación trilineal MlPmap

Ultra 64

salsa

servilletas de papel Samsung cereza

respuesta emocional sintética

Nye County, Nevada

Dept. de Energía

semáforos

Tigerzoid Blanco

personal ordenador

moqueta floral

Howard Hughes Parkway

*69

paredes de bloques de hormigón

propaganda de agencia de contactos

First Interstate

00

implante

bebida

banda

timbre

Big Endian: lo mayor al final

Yo al final

Al volver al hotel para cambiarnos, la habitación de Karla y mía se ha convertido, no sé bien cómo, en el punto de encuentro. Ninguno de nosotros, excepto Anatole, que ha venido aquí a enrollarse con los de Compaq, había estado nunca en Las Vegas y menos aún en el CES. (Amy nos ha llamado «malos ciudadanos estadounidenses».) Estamos todos mareados ante la perspectiva de una noche de diversión desenfrenada, de aventuras sórdidas sin pensar en las consecuencias.

Anatole y Todd han subido vodka, tónica y hielo. Nuestra cama es vieja, grande y tan cóncava como una antena parabólica —el mismo colchón debe de haber destrozado las lumbares de multitud de jugadores de bajo presupuesto desde la Administración Ford—, de modo que nos hemos sentado en el hueco central como si fuéramos canguritos en la bolsa de mamá. Sorbiendo vodka con tónica, hemos surfeado por los canales de vídeo, excitados por estar en Las Vegas, aunque sólo fuera mirando la tele en la habitación de un hotel.

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