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Authors: Desmond Morris

Tags: #GusiX, Ensayo, Ciencia

Observe a su gato (11 page)

BOOK: Observe a su gato
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Resulta asombroso pensar que en el mundo «simple» de los jovencísimos gatitos existe un detector de olores basado en diferencias tan sutiles que les permiten catalogar cada teta con tanta claridad como las tarjetas que se ponen en las taquillas de los colegios, y que de esta forma puede compartir de una forma ordenada la hora de la comida.

¿A qué velocidad se desarrollan los gatitos?

Los gatitos al nacer son ciegos y sordos, pero tienen muy desarrollado el olfato. Son muy sensibles también al tacto y muy pronto comienzan a hurgar con el hocico en las tetas de la madre. En este estadio pesan de 60 a 120 g, el peso promedio al nacer es, más o menos, de unos 100 g y tienen una longitud de 12,5 cm.

Hacia el cuarto día, los gatitos ya han comenzado a frotar con las uñas, lo cual ayuda a estimular el flujo lácteo de la madre. Al final de la primera semana de vida muestran ya las primeras señales de jugar unos con otros. Se mueven con mayor soltura y se incorporan bien. Sea cual sea el color futuro de sus ojos, en este estadio todos los gatitos los tienen azules, y seguirán de ese color hasta cumplir los tres meses. Los dientes de leche empiezan a salirles al alcanzar el mes de edad.

A eso de los treinta y dos días comen su primer alimento sólido, pero no se destetan hasta los dos meses (las gatas salvajes tardan más en destetar a sus gatitos: unos cuatro meses). Durante su segundo mes de vida se vuelven muy animados y juguetones unos con otros. Dentro de casa, los gatitos domésticos emplearán el cajón de serrín de su madre cuando tengan mes y medio. Las luchas en broma y la caza fingida se convierten en rasgos dominantes al final del segundo mes.

A los tres meses tienen que sufrir un auténtico shock. La madre se niega a que sigan mamando. Tendrán que tomar alimentos sólidos y lamer líquidos en platitos. Muy pronto su madre tendrá de nuevo el estro y se concentrará una vez más a cortejar con los gatos del barrio.

A los cinco meses, los gatitos comienzan a olfatear las marcas de olor dentro del ámbito del hogar. A los cinco meses se les empiezan a caer sus dientes de leche, y exploran su excitante nuevo mundo de una manera menos lúdica. Existen todas las probabilidades de que su madre se encuentre de nuevo preñada, a menos que sus dueños la hayan mantenido encerrada contra su voluntad.

A los seis meses las crías son ya independientes por completo, capaces de cazar y de alimentarse por sí mismas.

¿Por qué una gata traslada sus gatitos a un nuevo nido?

Cuando los gatitos tienen entre veinte y treinta días, por lo general la madre los cambia de sitio. Cada gatito es cogido con firmeza por la piel del cogote y, con la cabeza erguida se los lleva a un nuevo alojamiento. Si tiene que transportarlos a larga distancia, la madre puede cansarse con el peso y se permitirá bajar la cabeza, y en vez de llevarlos en alto arrastrarlos. El gatito no protesta nunca y pende lacio y rígido de las mandíbulas de la madre, con la cola enrollada entre sus patas traseras. Esta postura reduce el cuerpo del gatito al máximo y disminuye el peligro de topetazos mientras, sin ceremonias, su madre hace de porteador del viejo al nuevo nido.

En cuanto la madre llega al nuevo lugar que ha elegido, abre las mandíbulas y el gatito cae al suelo. A continuación regresa a por el próximo, y luego a por otro más, hasta transportar al último minino. Una vez los ha trasladado a todos, la gata realiza un viaje final para inspeccionar el antiguo nido, asegurándose al máximo de que nadie ha quedado atrás. Esto nos sugiere que contar no constituye una de las grandes habilidades de la gata.

Por lo general, se afirma que la operación de traslado es originada, o porque el antiguo nido ha quedado sucio o porque los gatitos ya no caben en él. Esas explicaciones parecen bastante lógicas, pero no constituyen una razón convincente. Una gata con un nido grande y limpio es igual de probable que traslade a su camada. La auténtica respuesta radica en los antepasados salvajes del gato doméstico. En el medio ambiente natural, muy lejos de la comida en lata y de los platitos de leche, la gata madre debe empezar a traer presas al nido para excitar las respuestas carnívoras de sus crías. Cuando los gatitos tienen entre treinta y cuarenta días deben empezar a comer alimentos sólidos, y es este cambio en su conducta lo que se encuentra detrás de la operación de traslado. El primer nido se elige para una máxima comodidad y seguridad. Los gatitos están tan indefensos, que necesitan protección por encima de todo. Pero durante el segundo mes de vida, después de que les hayan empezado a salir los dientes, necesitan aprender a morder y a masticar los animales de presa que les trae su madre. Por lo tanto, se necesita un segundo nido para facilitar toda esta operación. La consideración primaria se relaciona ahora con la proximidad al mejor abastecimiento alimentario, reduciendo la tarea de la madre de traer repetidamente comida a sus crías. La operación de traslado sigue teniendo lugar en los gatos domésticos —si se les da la oportunidad—, a pesar de que el problema de la comida lo eliminen los dueños por el regular sistema de llenar los platos. Se trata de una antigua pauta de conducta maternal felina que, al igual que la caza, se resiste a desaparecer, simplemente, a pesar del regalado estilo de vida proporcionado por la domesticación.

Además de esta «pauta de renovación de la fuente alimentaria», existen muchos ejemplos de gatas que se apresuran a transportar a su camada si consideran que el lugar donde se encuentra el nido resulta peligroso. Si la curiosidad humana se hace demasiado impertinente y ni los ojos ni las manos se mantienen lejos del nido «secreto», los extraños olores humanos pueden convertirlo en una residencia poco atractiva. La gata madre empezará a buscar un nuevo nido, simplemente para tener mayor intimidad.

Esta clase de traslados podrán tener lugar en cualquier estadio del ciclo materno. En las especies salvajes, las interferencias con los jóvenes en el nido pueden resultar una medida más drástica, y la madre se negará a reconocerlos como crías suyas y los abandonará e incluso se los comerá.

Sucede, en efecto, que los olores extraños del cuerpo del gatito lo convierten en una «especie» extraña; en otras palabras, en una especie de presa, y la respuesta obvia ante un objeto así consiste en comérselo. Los gatos domésticos raramente responden de esta manera, porque se han acostumbrado tanto a los efluvios y olores de sus dueños, que no les clasifican como extraños: Por lo tanto, los gatitos a los que tocan, por lo general, siguen siendo de la familia, aunque hayan adquirido unos nuevos olores.

¿Cómo aprenden a matar los gatitos?

La respuesta concreta es que no necesitan aprender a llevar a cabo la acción de matar, pero esto no basta si no reciben instrucciones de su madre. Gatitos criados por científicos, aislados de la gata, fueron capaces de matar presas cuando se les proporcionaron roedores vivos por primera vez. No obstante, no todos lo consiguieron. De cada veinte probados, sólo nueve mataron y sólo tres se comieron a sus presas. En cambio, gatitos criados en un medio ambiente en que se matan roedores, donde pueden observar las muertes, aunque no vean nunca cómo se comen la presa, tuvieron un éxito mucho mayor. Dieciocho de cada veintiuno de tales gatitos probados mataron sus presas y nueve de ellos se las comieron.

Cosa interesante, por el contrario, es que de cada dieciocho gatitos criados en compañía de roedores, sólo tres fueron más adelante capaces de matar. Los otros no pudieron entrenarse para ello al no ver matar a otros gatos.

Para aquéllos, los roedores se habían convertido en algo «familiar» y ya no eran «presas». Incluso esos tres no atacaban a los roedores de la misma especie con la que se habían criado. Aunque queda claro que existe en los gatitos una pauta innata para matar, esta pauta puede quedar dañada por unas condiciones de cría fuera de lo natural.

Y a la inversa, los matadores realmente eficientes son aquellos que de pequeños presenciaron la caza y la degollina más de lo corriente. Los cazadores mejores son aquellos que, de muy jovencitos, pudieron acompañar a su madre y, de cerca, observar cómo se enfrentaba a la presa.

Asimismo, desde la más tierna edad, se benefician de que la madre les traiga presas al nido para mostrárselas. Si la madre no les aporta presas a los gatitos entre la sexta y la duodécima semana de sus vidas, serán menos eficientes como cazadores en su vida posterior.

¿Por qué a veces un gatito arroja un juguete al aire cuando juega?

La escena es bastante familiar. Un gatito se cansa de perseguir una pelota y de cazarla. De repente, y sin razón aparente, mete una de sus garras bajo la pelota, la hace saltar por el aire y cruzar hacia atrás por encima de su cabeza. Mientras la pelota vuela por el aire, el gato gira sobre sí mismo y la sigue, saltando sobre ella y «matándola» de nuevo. Una leve variación es la siguiente: enfrentado con una pelota más grande, realiza el lanzamiento hacia atrás empleando las dos patas delanteras al mismo tiempo.

La interpretación más generalizada de esta conducta lúdica es que el gatito se está haciendo inventivo y astutamente inteligente. Dado que el juguete no va a volar por el aire como un pájaro vivo, el gatito «le hace cobrar vida» al hacerle subir por encima de los hombros, por lo que luego disfruta persiguiéndole como al más excitante sustituto «vivo» de una presa. Esto demuestra que el gato posee una notable capacidad para el juego creativo, al inventarse un pájaro en vuelo. Apoya esta idea el que ningún gato adulto, cuando caza pájaros, emplearía el método de dar papirotazos con las garras delanteras. Se alega que esta acción es un auténtico movimiento inventivo, reflejando la avanzada inteligencia del gatito.

Por desgracia, esta interpretación es errónea. Se basa en el desconocimiento que se tiene de los actos instintivos de caza del gato. En estado salvaje, los gatos poseen tres pautas diferentes de ataque, que dependen de si cazan ratones, pájaros o peces. Con los ratones, los persiguen, saltan, los atrapan con las patas delanteras y los muerden.

Con los pájaros, los persiguen, saltan y, luego, si el pájaro sale volando por el aire, saltan detrás de él, alzando a la vez ambas patas delanteras. Si son lo suficientemente rápidos y lo atrapan con el movimiento de tenazas de sus patas delanteras, tiran hacia abajo de su presa para el mordisco fatal. Menos familiar es la forma en que los gatos cazan peces. Lo hacen tras tumbarse al acecho al borde del agua y, luego, cuando un pez imprudente nada cerca, hunden una garra rápidamente en el agua y la deslizan por debajo del cuerpo del pez, haciéndole salir fuera del agua. La dirección del salto es hacia atrás y por encima de los hombros del gato, llegando así a tierra. Mientras el desconcertado pez aterriza en la hierba detrás del gato, el cazador gira sobre sí mismo y salta. Si el pez es demasiado grande para hacerlo saltar con sólo una pata delantera, en ese caso el gato se arriesga a meter en el agua las dos patas a la vez, agarra al pez por debajo con las garras extendidas y lo hace volar hacia atrás y por encima de su cabeza.

Si esa instintiva manera de pescar es lo que simbolizan los gatitos al hacer volar la pelota, no han aprendido ni inventado nada nuevo. La razón de que todo esto haya pasado inadvertido en el pasado se debe a que muy pocas personas habían observado a los gatos cazando con éxito en estado salvaje, pero sí habían visto a sus animalitos saltar sobre los pájaros en el césped del jardín.

Un proyecto de investigación holandés pudo revelar que el hacer saltar al pez del agua, empleando el método del «papirotazo», madura sorprendentemente muy pronto y sin el beneficio de la instrucción materna. Los gatitos a los que se les permite cazar peces con regularidad, desde su quinta semana de vida en adelante, pero en ausencia de su madre, se convierten en unos estupendos pescadores cuando cumplen las siete semanas. Por lo tanto, el gatito juguetón que arroja una pelota por encima de los hombros, realmente no está haciendo otra cosa que lo que haría en la vida real, si creciesen en estado salvaje, cerca de una charca o cerca de un río.

¿Cuándo se hacen los gatos sexualmente maduros?

Cuando tienen cerca de un año, pero existe mucha variación al respecto. En los machos, la edad más joven registrada relativa a la madurez sexual es la de seis meses, pero esto es anormal. Los ocho meses es más bien algo precoz, el típico macho no se hace sexualmente activo hasta alcanzar una edad comprendida entre los once y los doce meses. Para los machos que viven en condiciones difíciles, puede ser más bien entre los quince y los dieciocho meses, probablemente porque han tenido menos posibilidad en la competición con otros machos.

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