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Authors: Juan Antonio Cebrián

Tags: #Histórico

Psicokillers (18 page)

BOOK: Psicokillers
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Edward terminó por enamorarse de su madre, no veía más allá del orondo cuerpo de Augusta, tampoco se relacionaba con los habitantes de Plainfield. Nadie fue capaz de congeniar con aquel chico tímido y reservado que ahora, a sus más de treinta años había empezado a obtener algún ingreso económico gracias a sus esporádicos trabajos como carpintero.

En 1944 su hermano Henry murió en extrañas circunstancias, lo que dejaba a Edward como único heredero de los bienes familiares. Un año más tarde, Augusta también moría fulminada por un infarto al corazón, Edward se quedaba solo y atemorizado, únicamente disponía de su granja como santuario protector de las atrocidades que según le había enseñado su madre se desarrollaban en el mundo exterior. ¿Qué podría hacer? Todo su universo había girado durante sus treinta y nueve años de existencia en torno a la figura de su madre. Ahora una vez desaparecida el cielo se desplomaba sobre él. Fue entonces cuando su mente empezó a generar una suerte de imágenes defensivas que le ponían en contacto directo con el espíritu materno. Siempre que tenía algún problema llegaba el fantasma de su madre para asesorarlo y conducirlo por el buen camino. Cada madrugada el espectro de Augusta venía para arroparlo en su cama y darle el besito de buenas noches, de esa manera Edward Gein fue superando los primeros meses de ausencia materna, llegó incluso a tapiar con tablones y clavos la habitación de su madre dejándola intacta tal y como ella la tenía en vida. Pero Edward necesitaba algo más que los buenos cuidados de su mamá.

Una fría piedra recuerda el lugar donde descansan los restos mortales de este asesino; tan fría como su corazón…

Edward sufría una grave esquizofrenia por la que trepaban dos personalidades distintas, una de hombre y la otra de mujer, la dualidad atenazaba el alma de aquel perturbado. Su madre, posiblemente más trastornada que él mismo, había destrozado el mundo interior de su hijo y ahora estaba suelto como los demonios de su mente.

Un día, Gein se encontraba viendo un reportaje sobre las primeras operaciones quirúrgicas que se realizaban para cambiarse de sexo, la protagonista era Christine Jorgersen, una joven que se mostraba sumamente feliz con su recién adquirida condición femenina. Gein abrió los ojos como nunca; por fin se encontraba ante la solución para su problema: ¿Por qué no ser mujer? El únicoinconveniente es que, víctima de su propia inseguridad no era capaz de establecer las coordenadas racionales que mejoraran su situación.

Nadie debía saber cuáles eran sus gustos sexuales, todo tendría que hacerlo por sí mismo y en secreto, para ello desarrolló un sistema propio que le permitiera ser mujer cada vez que él quisiera. Escudriñó en libros de anatomía humana, durante meses se estuvo preparando a fondo, leyó hasta la saciedad todo tipo de manuales y enciclopedias relacionadas con el cuerpo humano. Cuando se sintió preparado puso en marcha su macabro plan para conseguir la tan ansiada felicidad. Todo sucedió coincidiendo con la muerte en Plainfield de una vecina muy querida en el pueblo; la noticia llegó a oídos de Edward quien sintió como se encendía en él una luz interna. La señora en cuestión fue enterrada en el cementerio local entre la conmoción de sus allegados. Por la noche una pequeña sombra se deslizaba entre las lápidas buscando su primera presa; era Edward, el cual, muy excitado por las circunstancias, no tardó en lanzarse contra el sepulcro que albergaba aquel cuerpo tan deseado por él. Con impaciencia desplazó la lápida y escarbó hasta toparse con el ataúd. Una vez abierto extrajo el cuerpo y, no sin dificultad, lo arrastró por el campo santo hasta su furgoneta de la marca Ford que había comprado recientemente.

Al parecer en esta profanación fue acompañado y ayudado por un extraño amigo llamado Gus, de aficiones muy parecidas a las de Edward.

Aquella noche los dos necrófilos se lo pasaron en grande diseccionando el cadáver de la pobre mujer; por fin Gein daba rienda suelta a su enferma sexualidad, ya no pararía hasta ser detenido años más tarde.

De la necrofilia pasó a la necrofagia, comiéndose buena parte de los cuerpos que iba robando de sus tumbas, siempre mujeres y a ser posible que mostraran algún parecido físico con su añorada madre.

En esos años cambió ostensiblemente la decoración de su granja. Su habilidad con las manualidades y el bricolaje le permitieron confeccionar toda suerte de pequeños utensilios domésticos; lo que no era devorado se convertía en piezas decorativas. Todo el material disponible era aprovechado para crear bonitas lámparas cuyas pantallas eran de piel humana, también los respaldos de las sillas o los cojines del sofá fueron tapizados con piel de muerta. Los cráneos tenían diversas funciones, algunos de ellos fueron cortados por la mitad y utilizados como recipientes o ceniceros, otros quedaron intactos siendo colocados en las columnas que custodiaban la cama en la que dormía Edward.

También diseñó una particular línea de vestuario en la que destacaba un cinturón hecho con los pezones humanos que iba consiguiendo, así como una especie de chaleco confeccionado con el frontal de un cuerpo femenino. Esta prenda podía ser utilizada como delantal o espaldera y solo se la ponía en las noches de luna llena, momento en el que Gein se excitaba hasta límites insospechados; parece que la luna ejercía algún influjo sobre la mentalidad enferma de Ed, quién también se fabricó nueve máscaras humanas pertenecientes a otros tantos cadáveres femeninos. Todo se completaba con pelucas auténticas, vaginas disecadas y huesos de variados tamaños. Esto era, en definitiva, el particular método utilizado por Ed Gein para convertirse en mujer o, mejor dicho, quizá era la forma que este hombre tenía para demostrar a su madre que él seguía obedeciéndola aunque estuviera muerta. Tarde o temprano lo inevitable ocurriría y eso fue el 8 de diciembre de 1954.

Ed visitaba con asiduidad la taberna del pueblo, en ella la dueña llamada Mary Hogan atendía a sus clientes; Gein era uno de esos parroquianos que bebían cerveza sin pararse a charlar demasiado. Cuando llegaba al bar solicitaba su jarra y con ella se sentaba en el fondo del local desde donde miraba fijamente a la dueña, una mujer que, por otra parte, mostraba evidentes semejanzas físicas con Augusta, la madre de Ed. En el día citado un granjero paró en el establecimiento de los Hogan dispuesto a refrescar el gaznate, para su asombro vio como un reguero de sangre teñía el suelo de la taberna sin que Mary estuviera por allí. Rápidamente dio cuenta de lo ocurrido a la policía local, el sheriff llegó al lugar y comprobó como la caja registradora no había sido tocada, lo único que faltaba de la taberna era su dueña. Ni siquiera los forenses fueron capaces de establecer una relación causa efecto, y pronto aquel extraño suceso comenzó a olvidarse. Cómo usted imagina, Ed Gein había cometido su primer asesinato, ya no le bastaba con la carne pútrida de los muertos, ahora empezaba a experimentar con carne fresca y sabrosa que además le proporcionaba una piel de mayor calidad y consistencia.

Lo cierto es que a lo largo de los años en los que actuó tampoco llegó a matar a mucha gente. Solo se pudieron confirmar dos asesinatos y se le relacionó con otras tres desapariciones; no es demasiado para algunos de los psicópatas de los que he hablado en este libro.

El siguiente crimen confirmado se produjo el 16 de noviembre de 1957, en este caso fue la dueña de la ferretería Bernice Worden quien, por cierto, también se parecía a la madre de Ed. El carpintero se acercó al establecimiento con la idea de comprar anticongelante, portaba su vieja escopeta de caza y no pensaba en ninguna matanza; sin embargo, la imagen de la señora Worden y su aparente soledad excitó de tal manera a Ed que no tuvo por menos que descerrajarla un tiro en la cabeza para acto seguido arrastrarla hasta su furgoneta Ford y llevársela a su granja. Una vez allí la colgó cuál animal en el matadero y la abrió en canal tras haberla decapitado. Ed actuó con la señora Worden como si fuera un experto matarife, vació el cuerpo y limpió los intestinos con minuciosidad. Por fortuna esta fue su última víctima, dado que la policía alertada por los vecinos había hecho acto de presencia en la ferretería donde comprobó que el último cliente había sido Ed Gein. El sheriff reaccionó con presteza y con sus hombres se plantó ante la granja de Ed, una vez dentro los agentes quedaron impresionados por la visión dantesca que se ofrecía ante ellos: la señora Worden permanecía colgada por los tobillos con sus vísceras al aire. Por la casa empezaron a descubrir con horror toda suerte de restos humanos y las obras decorativas que anteriormente he mencionado. Los especialistas determinaron que aquellas calaveras, huesos, órganos disecados y piezas confeccionadas con piel humana correspondían a unos quince cadáveres. Ed permanecía insensible ante las investigaciones policiales, no presentó resistencia alguna, solo se limitó a sonreír burlonamente mientras respondía en los interrogatorios con frases absurdas y carentes de sentido.

En 1958 las autoridades consideraron a Ed Gein un enfermo mental al que no se podía juzgar normalmente. En consecuencia, fue recluido en un psiquiátrico aunque en 1968 sí que fue juzgado como autor de dos asesinatos, mientras tanto su comportamiento en el centro fue ejemplar. Falleció el 26 de julio de 1984 por insuficiencia respiratoria. Sus médicos dijeron: “fue un paciente modélico”. Por cierto la casa de Ed Gein fue quemada por los vecinos de Plainfield meses después de su detención a fin de evitar que se convirtiera en una atracción circense. Hoy en día existen numerosos clubes de fans de Ed Gein, que intercambian chistes sobre él, por ejemplo: “¿sabes por qué Ed pone a tope la calefacción de su granja?, para evitar que a sus muebles se les ponga la piel de gallina”. En fin, amigos, siempre dije que la gente que rodeó a Ed Gein era deliciosa. Ya me entienden.

Theodore Robert Bundy

Estados Unidos de América, (1947 - 1989)

Theodore Robert Bundy

Estados Unidos de América, (1947 - 1989)

EL DEPREDADOR DE SEATTLE

Número de víctimas: 23 - 26

Extracto de la confesión: “
A la hora de ganar la confianza de la mercancía siempre hay que hablar un poco, pero como la chica que hay delante de mí no es una persona sino una imagen o una cosa deseable, ¿cómo esperar que quisiera personalizarla?; ya saben son desechos y yo me limitaba a eliminarlos
”.

En ocasiones el mal adopta formas agraciadas con el perverso fin de acercarse a sus víctimas. El depredador no repara en disfraces con el único objetivo de seguir cazando un día más. En la naturaleza hay una clara relación entre presa y cazador, este último mata por la necesidad de alimento, matar es su manera de sobrevivir. Sin embargo, todo se altera cuando los propósitos antes citados son interpretados por humanos. Imaginemos la situación como si de una película de ambiente universitario se tratase: En las primeras secuencias vemos llegar al campus estudiantil un coche de la marca Volkswagen, de esos que se conocen popularmente como escarabajo. En el vehículo viaja un joven alto, atractivo con pelo rizado, mandíbula marcada y mirada segura. Este hombre de aspecto varonil baja del coche e intenta coger varios libros del maletero, en su rostro surgen de repente muecas de dolor que obligan a paralizar la operación. De inmediato nos percatamos que uno de sus brazos está escayolado, si pretende transportar ese material necesitará la ayuda de alguien. Casualmente o no, pasa por allí una joven estudiante de pelo lacio, oscuro y peinado con raya en medio, sus pantalones vaqueros ajustados nos muestran una magnífica figura y su cara refleja la coquetería e inocencia propias de su edad. Es ella y solo ella la elegida por el presunto profesor para que lo ayude a sacar los libros del coche. La chica complacida por la petición del guapo muchacho decide colaborar en lo que supone como la buena acción del día, pero de repente, algo cambia en el rictus del candidato a ligue, su voz se hace más ronca y pide casi ordenando a la estudiante que suba al escarabajo para acompañarlo a su casa. La chica desconfía y tras un pequeño forcejeo en el que el brazo afectado parece recobrar la salud, huye despavorida. Ha tenido mucha suerte, todavía no lo sabe, pero ha conseguido escapar de las garras de uno de los mayores psicópatas sexuales de Norteamérica. Esa chica podrá decir que salvó la vida tras enfrentarse a Te d Bundy, el asesino más despiadado de Seattle.

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