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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia-ficción

Barrayar (8 page)

BOOK: Barrayar
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También estaba la cuestión del
tamaño
de la familia; ése era un tema que fascinaba a los barrayareses. No existían límites legales aquí, no había que conseguir ningún certificado, nadie ponía obstáculos a la posibilidad de un tercer hijo; resumiendo, no había ninguna regla al respecto. En la calle había visto a una mujer seguida por
cuatro
hijos, y nadie la miraba siquiera. Cordelia había extendido sus pretensiones de dos a tres hijos, sintiéndose deliciosamente pecadora, hasta que conoció a una mujer con diez retoños. ¿Cuatro tal vez? ¿Seis? Vorkosigan sería capaz de afrontarlo. Cordelia agitó los pies y se acurrucó entre los cojines, flotando en una nube atávica de voracidad genética.

Según Aral, la economía de Barrayar era muy próspera a pesar de las pérdidas sufridas en la última guerra. En esta ocasión la superficie del planeta no había sufrido ningún daño. El terramorfismo del segundo continente abría nuevas fronteras cada día, y cuando Sergyar, el nuevo planeta, estuviese listo para la colonización, el efecto se triplicaría. Faltaba mano de obra en todas partes, y los salarios subían. Se consideraba que en Barrayar faltaba población. Vorkosigan decía que la situación económica era un obsequio de los dioses, en un sentido político. Cordelia pensaba lo mismo, pero por motivos más personales:
multitudes
de pequeños Vorkosigan…

Podía tener una hija. No sólo una, sino dos… ¡hermanas! Cordelia nunca había tenido una hermana. La esposa del capitán Vorpatril tenía dos, según le había dicho.

Cordelia había conocido a la señora Vorpatril en una de las raras veladas político-sociales en la Residencia Vorkosigan. El personal de la casa había organizado y asistido al evento. Cordelia sólo había tenido que presentarse apropiadamente vestida (había adquirido más ropa), sonreír mucho y mantener la boca cerrada. Lo que hizo fue escuchar fascinada, tratando de comprender aún más acerca de cómo funcionaban las cosas allí. Alys Vorpatril también estaba embarazada. Lord Vorpatril las había presentado para luego marcharse rápidamente. Naturalmente, hablaron de la experiencia que ambas compartían. La señora Vorpatril se había quejado mucho por las molestias que estaba sufriendo. Cordelia decidió que ella debía de ser afortunada; la medicina para evitar las náuseas, la misma fórmula química que utilizaban en casa, funcionaba bien, y ella sólo se sentía cansada, no por el peso del bebé, que aún era diminuto, sino por la sorprendente carga metabólica
«Orinar para dos»
, tal como lo describía Cordelia. Bueno, después de haber estudiado matemática espacial de espacio cinco, ¿tan difícil podía ser la maternidad?

Sin considerar las horribles historias obstétricas susurradas por Alys, por supuesto. Hemorragias, ataques, problemas de riñón, lesiones en el parto, interrupción del aporte de oxígeno al cerebro del feto, criaturas cuyas cabezas habían crecido más allá del diámetro pélvico y trabajos de parto espasmódicos que habían causado la muerte tanto de la madre como del niño… Las complicaciones médicas sólo constituían un problema si el momento del parto encontraba a la mujer sola en un lugar aislado, y con el tropel de guardias que la rodeaban resultaba bastante difícil que eso le ocurriese a ella. ¿Bothari como comadrona?, pensó con un estremecimiento.

Cordelia se giró en el sillón del jardín y frunció el ceño. Ah, la primitiva medicina de Barrayar. Era cierto que las madres habían parido durante cientos de miles de años, antes de que comenzaran los vuelos espaciales, con menos ayuda de la que había allí. De todos modos, no podía evitar preocuparse.

Tal vez debería ira casa para el parto
.

No. Ahora era una barrayaresa, y había prestado juramento como el resto de los lunáticos. El viaje demoraba dos meses. Y además, hasta donde ella sabía, allí todavía estaba pendiente una orden de arresto contra ella, acusándola de deserción militar, sospecha de espionaje, fraude, violencia… probablemente había hecho mal al tratar de ahogar en su acuario a aquel estúpido psiquiatra del ejército. Cordelia suspiró al recordar su apresurada partida de la Colonia Beta. ¿Se limpiaría su nombre alguna vez? No, mientras los secretos de Ezar se mantuviesen guardados en cuatro cabezas, desde luego.

No. Colonia Beta estaba cerrada para ella, la había expulsado. Barrayar no tenía ningún monopolio en lo que se refería a estupidez política, de eso estaba segura.
Podré arreglármelas en Barrayar. Junto a Aral. Por supuesto que sí
.

Era hora de entrar. El sol le estaba produciendo un ligero dolor de cabeza.

4

A pesar de lo que había pensado al principio, a Cordelia no le resultó tan difícil tratar al tropel de guardias personales que circulaban por su casa. Ella en Estudios Astronómicos Betaneses y Vorkosigan en el servicio militar de Barrayar, ambos habían aprendido lo que era la convivencia. Cordelia no necesitó mucho tiempo para comenzar a conocer a las personas de uniforme y a tratarlos en sus propios términos. Los guardias formaban un grupo de jóvenes animosos, elegidos por su servicio y orgullosos de ello. Aunque cuando Piotr también se encontraba en la casa con todos sus hombres de librea, incluyendo a Bothari, se acentuaba la sensación de estar viviendo en un cuartel.

Fue el conde quien sugirió un torneo informal de combate cuerpo a cuerpo entre los hombres de Illyan y los suyos. A pesar de que el comandante de seguridad murmuró algo vago sobre efectuar un entrenamiento gratuito a expensas del emperador, montaron un cuadrilátero en el jardín trasero y la contienda se convirtió en una tradición semanal. Hasta Koudelka intervenía como juez y arbitro, con Piotr y Cordelia como público. Para satisfacción de esta última, Vorkosigan asistía siempre que se lo permitían sus obligaciones; Cordelia sentía que él necesitaba descansar de la rutina a la cual se veía sometido por su trabajo.

Una soleada mañana de otoño, asistida por su doncella, Cordelia se estaba acomodando en el sillón del jardín para presenciar el espectáculo, cuando de pronto observó: —¿Y tú por qué no participas, Drou? Sin duda te conviene la práctica tanto como a ellos. La excusa para iniciar esta costumbre fue que todos debían mantenerse en buena forma.

Droushnakovi miró con anhelo el cuadrilátero, pero dijo:

—Nadie me ha invitado, señora. —Alguien ha cometido un descuido imperdonable. Ya verás, ve a cambiarte de ropa. Tú serás mi equipo. Aral podrá buscarse el suyo hoy. Una buena competición en Barrayar debe contar con al menos tres equipos, al menos eso dice la tradición.

—¿Cree que estará bien? —preguntó ella, dudosa—. Tal vez no les guste la idea.

Droushnakovi se estaba refiriendo a los que ella llamaba los «verdaderos» guardias, los hombres de librea. —A Aral no le importará. Cualquiera que tenga alguna objeción podrá discutirlo con él. Si se atreve. —Cordelia sonrió, y después de devolverle la sonrisa, Droushnakovi se marchó.

Aral llegó para acomodarse a su lado, y ella le habló de su plan. Él alzó una ceja.

—¿Innovaciones betanesas? Bueno, ¿por qué no? Aunque prepárate para las burlas.

—Estoy preparada. No se mostrarán tan propensos a las bromas si logra derribar a algunos de ellos. Creo que podrá… en Colonia Beta esta muchacha ya sería jefe de un comando. Desperdicia su talento dando vueltas a mi alrededor todo el día. Si no puede… bueno, entonces sabremos que no debería ser mi guardaespaldas, ¿no? —Cordelia lo miró a los ojos.

—Me has convencido… Me aseguraré de que, en la primera vuelta, Koudelka le designe a un contrincante de altura y peso similares. En términos absolutos es un poco pequeña.

—Es más alta que tú.

—Pero yo debo de pesar algunos kilos más que ella. De todos modos, tus deseos son órdenes para mí. Uuf. —Se levantó de nuevo y fue a hablar con Koudelka para que apuntase a Droushnakovi en su lista. Cordelia no oía lo que decían al otro lado del jardín, pero inventó su propio diálogo basándose en los gestos y expresiones, y lo siguió en un murmullo:

—«Aral: Cordelia quiere que Drou participe. Kou: ¡Oh! ¿Para qué queremos chicas? Aral: Es fuerte. Kou: Siempre lo complican todo, y luego empiezan con las lagrimitas. El sargento Bothari la aplastará…» Hum, espero que tu gesto haya significado eso, Kou, o de otro modo te estás volviendo obsceno… y borra esa sonrisa de tu rostro, Vorkosigan. «Aral: Mi mujercita insiste. Kou: Oh, está bien.» ¡Puf! Transacción completa: el resto depende de ti, Drou.

Vorkosigan regresó junto a ella.

—Todo listo. Comenzará enfrentándose a uno de los hombres de papá.

Droushnakovi regresó vestida con un pantalón ancho y una camiseta de punto, lo más parecido que encontró a los trajes de entrenamiento masculinos. El conde salió a conferenciar con el sargento Bothari, el líder de su equipo, y a buscar un lugar junto a ellos para calentarse los huesos al sol.

—¿Qué es esto? —preguntó Piotr cuando Koudelka llamó a la segunda pareja, uno de cuyos contrincantes era Droushnakovi—. ¿Estamos importando costumbres betanesas?

—La muchacha tiene un gran talento natural —le explicó Vorkosigan—. Además, necesita la práctica tanto como cualquiera de ellos… más; su misión es la más importante de todas.

—Y luego querrás incluir mujeres en el Servicio —se quejó Piotr—. Me gustaría saber dónde acabará este disparate.

—¿Qué tendría de malo incluir mujeres en el Servicio? —preguntó Cordelia para azuzarlo un poco. —Es poco militar —replicó el anciano. —En mi opinión, «militar» es cualquier cosa que sirva para ganar la guerra. —Esbozó una dulce sonrisa. Un pellizco de Vorkosigan le advirtió que no siguiese con el tema.

De todas formas no fue necesario, ya que Piotr emitió un gruñido y se volvió para observar a su luchador. El hombre del conde cometió el error de subestimar a su oponente, y lo comprendió cuando sufrió la primera caída. Esto lo despertó considerablemente. Los espectadores gritaron sus comentarios, y él la inmovilizó en la siguiente caída.

—Koudelka ha contado un poco rápido en esta ocasión, ¿no? —preguntó Cordelia cuando el luchador del conde permitió que Droushnakovi se levantara tras la decisión.

—Hum, es posible —dijo Vorkosigan sin comprometerse.

—Ella está reteniendo un poco sus golpes, me parece. Entre estos hombres no llegará a la próxima vuelta si continúa así.

En el siguiente encuentro, el decisivo, Droushnakovi aplicó una buena llave en el brazo de su oponente, pero permitió que él se zafara.

—Oh, qué pena —murmuró el conde alegremente. —¡Debiste haber dejado que se lo rompiera! —gritó Cordelia, cada vez más comprometida. El luchador del conde cayó sin ninguna elegancia—. ¡Acaba con él, Kou! —Pero el arbitro, apoyado en su bastón, lo dejó pasar. En todo caso, Droushnakovi aprovechó una ocasión para aplicarle una llave de cuello.

—¿Qué espera ese hombre para rendirse? —preguntó Cordelia.

—Prefiere desmayarse —respondió Aral—. De ese modo no tendrá que oír a sus amigos.

Droushnakovi comenzaba a dudar al ver que el rostro bajo su brazo cobraba un tinte violeta. Cordelia presintió que iba a soltarlo y saltó para gritar:

—¡Resiste, Drou! ¡No permitas que te engañe!

Droushnakovi lo sujetó con más firmeza y la figura dejó de luchar.

—Puede darlo por terminado, Koudelka —dijo Piotr, sacudiendo la cabeza—. Esta noche deberá estar de servicio. —Y así, el tanto fue para Droushnakovi.

—¡Buen trabajo, Drou! —exclamó Cordelia cuando la joven regresó a su lado—. Pero tienes que ser más agresiva. Libera tus instintos más asesinos.

—Estoy de acuerdo —dijo Vorkosigan de improviso—. Esa pequeña vacilación que has mostrado podría ser mortal… y no sólo para ti. —La miró a los ojos—. Estos combates son una práctica para la vida real, aunque todos rezamos para que nunca llegue a presentarse una situación semejante. La clase de esfuerzo extremo que se necesita debería ser automático.

—Sí, señor. Lo intentaré, señor.

En la siguiente vuelta participaba el sargento Bothari, quien derribó a su oponente dos veces en rápida sucesión. El vencido salió arrastrándose del cuadrilátero. Pasaron varias vueltas más, y volvió a tocarle el turno a Droushnakovi, esta vez con uno de los hombres de Illyan.

Se trabaron en combate y él logró desbaratar todos los intentos de la joven, provocando las burlas de la audiencia. Furiosa, Droushnakovi se distrajo y él consiguió que perdiera el equilibrio, provocándole una caída limpia.

—¿Has visto eso? —gritó Cordelia a Aral—. ¡Ha sido un truco muy sucio!

—Hum. No figura entre los ocho golpes prohibidos. No podrás descalificarlo por ello. De todos modos… —Hizo señas a Koudelka pidiendo un descanso, y llamó a Droushnakovi para decirle unas palabras en voz baja.

—Hemos visto el golpe —murmuró. Ella tenía los labios apretados y el rostro ruborizado—. Ahora bien, como campeona de mi esposa, en cierto sentido, si te insultan a ti es como si la insultaran a ella. Y un pésimo precedente, además. Deseo que tu oponente no abandone el cuadrilátero consciente. Puedes tomarlo como una orden, si lo deseas. Y no te preocupes si tienes que romper algunos huesos —agregó con suavidad.

Droushnakovi regresó al cuadrilátero con una leve sonrisa en el rostro. Los ojos le brillaban. Respondió a un amago con una veloz patada en la mandíbula de su oponente, un puñetazo en el vientre y un golpe en las rodillas que lo derribó violentamente sobre la colchoneta. Él no se levantó. Hubo un silencio algo conmocionado.

—Tenías razón —dijo Vorkosigan—. Ella estaba conteniendo sus golpes.

Cordelia sonrió con orgullo y se acomodó en el sillón.

—Ya te lo decía.

El siguiente combate en que participó Droushnakovi fue la semifinal, y la suerte quiso que se enfrentara al sargento Bothari.

—Hum —murmuró Cordelia a Vorkosigan—. No estoy segura de la psicodinámica de esto. ¿Te parece que será seguro? Me refiero a los dos, no sólo a ella. Y no me refiero sólo a lo físico.

—Creo que sí —respondió él con la misma suavidad—. La vida al servicio del conde ha sido una rutina tranquila para Bothari. Ha estado tomando su medicación. Creo que se encuentra en buena forma. Además, aquí está entre amigos. No creo que la tensión de luchar con Drou logre desequilibrarlo.

Cordelia asintió con un gesto, satisfecha, y se acomodó para presenciar la carnicería. Droushnakovi parecía nerviosa.

El comienzo del combate fue lento, pues la joven se dedicó principalmente a mantenerse fuera de alcance. Al volverse para mirarlos, el teniente Koudelka disparó por accidente la funda de su bastón, y la vaina fue a dar entre los arbustos. Bothari se distrajo un instante, y Drou le dio un golpe bajo y rápido. Bothari aterrizó con un fuerte impacto, aunque de inmediato volvió a levantarse.

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