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Authors: Helen Fielding

Tags: #Novela

Bridget Jones: Sobreviviré (29 page)

BOOK: Bridget Jones: Sobreviviré
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Un repentino miedo me sacudió.

—¿Irán el almirante y Elaine Darcy?

—¡Brrr! No pueden venir hombres, tonta. Elaine sí que vendrá, pero los hombres no aparecerán hasta más tarde.

—Pero Tom y Jerome van a ir.

—Oh, ellos
no son
chicos, cariño.

—¿Estás segura de que los poemas de Jerome son el tipo de cosa que...?

—Bridget, no sé qué estás intentando decir. No nacimos ayer, ¿sabes? Y todo el sentido de la literatura se basa en la libre expresión. Ohh, y creo que Mark vendrá más tarde. Le está haciendo el testamento a Malcolm... ¡nunca se sabe!

viernes 1 de agosto

58,5 Kg. (fracaso total de la dieta para el bikini), 19 cigarrillos (ayuda a la dieta), 625 calorías (aún no es demasiado tarde, seguro).

6.30 p.m. Grrr. Grrr. Mañana me voy a Tailandia, no tengo la maleta hecha y me había olvidado de que «el viernes de la semana que viene» es esta-maldita-noche. De verdad, de verdad que no quiero conducir hasta Grafton Underwood. Es un atardecer caluroso y Jude y Shaz irán a una encantadora fiesta en el River Café. Sin embargo, obviamente, es importante apoyar a mamá, la vida amorosa de Tom, el Arte, etc. Se trata de respetarse a una misma respetando a los demás. Tampoco importa si mañana cuando me meta en el avión estoy cansada, porque al fin y al cabo me voy de vacaciones. Seguro que la preparación del viaje no me llevará mucho tiempo porque no necesito más que una maleta minúscula (¡sólo un par de
bodies
y un
sarongl),
y en hacer la maleta siempre se tarda justo el tiempo de que se dispone, así que lo mejor será que el tiempo disponible sea lo más breve posible. ¡Sí! ¡Ya lo ves! ¡Así lo podré hacer todo!

Medianoche. Acabo de volver. Llegué muy tarde debido a la típica debacle de la señalización en la autopista (si hoy entráramos en guerra, probablemente lo mejor para despistar a los alemanes sería dejar los indicadores tal como están). Me recibió mamá, que llevaba un caftán muy extraño de terciopelo granate con el que supongo pretendía ser literaria.

—¿Cómo está Salman? —le dije, mientras ella me regañaba por mi retraso.

—Oh, no, nada de salmón; hemos decidido hacer pollo en su lugar —dijo con desdén mientras cruzaba

conmigo las contraventanas de vidrio esmerilado hacia el salón, donde lo primero que vi fue un llamativo nuevo «blasón familiar» con el lema
«Hakuna mátala»
encima de la falsa chimenea de piedra.

—¡Chis! —dijo Una con el índice levantado, extasiada.

El Pretencioso Jerome, un pezón
con piercing
claramente visible a través de la camiseta negra con apariencia de estar mojada, se encontraba en pie ante la colección de vajilla de vidrio tallado, vociferando con tono agresivo: «Observo sus nalgas duras, huesudas y excitantes. Observo, deseo, agarro», ante un semicírculo de consternadas mujeres con traje-sastre-de-Jaeger del Club de Lectores de las comidas del Instituto Nacional de Salvamento Marítimo sentadas en reproducciones de sillas de comedor Regency. Al otro extremo de la estancia vi a la madre de Mark Darcy, Elaine, con una contenida expresión de diversión.

—Deseo —seguía gritando Jerome—. Agarro sus nalgas excitantes y peludas. Tengo que poseer. Empujo, corcoveo, folio...

—¡Bueno! ¡Creo que esto ha sido absolutamente fantástico! —dijo mamá poniéndose en pie de un salto—. ¿A alguien le apetece un
vol-au-vent.

Es sorprendente cómo el mundo de las mujeres de clase media consigue suavizarlo todo, convirtiendo todo el caos y la complicación del mundo en un seguro y acogedor arrullo materno, algo así como el limpiador del inodoro, que hace que todas las cosas del lavabo se vuelvan rosas.

—¡Oh, adoro la palabra, el lenguaje, tanto hablado como escrito! ¡Hace que me sienta tan libre! —le estaba diciendo Una en pleno éxtasis a Elaine mientras Penny Husbands-Bosworth y Mavis Enderbury hacían aspavientos alrededor del Pretencioso Jerome como si de T. S. Eliot se tratara.

—Pero si no había acabado —se quejó Jerome—. Quería leer «Ensueños anales» y «Los hombres con el culo hueco».

Justo entonces se oyó un bramido:

—«Si puedes mantener la cabeza cuando todos a tu alrededor/la están perdiendo y culpándote de ello.»

Eran papá y el almirante Darcy. Ambos como una cuba. Oh Dios. Últimamente, cada vez que veo a papá parece estar completamente borracho, como si se hubiese producido un extraño cambio de papeles padre-hija.

—«Si puedes confiar en ti mismo cuando todos los hombres dudan de ti» —gritó el almirante Darcy subiéndose de un salto a una silla, para gran conmoción de las damas reunidas.

—«Y permitir además que así lo hagan» —añadió papá casi llorando, apoyándose en el almirante.

El borracho dúo procedió a recitar todo el «If» de Rudyard Kipling como si fueran sir Laurence Olivier y John Gielgud, ante la furia de mamá y del Pretencioso Jerome, que empezaron a lanzar siseos simultáneamente como acometidos por algún extraño ataque.

—Es típico, típico, típico —siseó mamá mientras el almirante Darcy, de rodillas y golpeándose el pecho, declamaba:

—«O cuando te mientan, no dar pábulo a las mentiras.»

—Es retrógrado, ramplones versos colonialistas —siseó Jerome.

—«Si puedes forzar tu corazón, y tu valor y vigor.»

—Quiero decir que, joder, además rima —volvió a sisear Jerome.

—Jerome, no permitiré esa palabrota en mi casa —volvió a sisear mamá por su parte.

—«Para cuando llegue tu hora mucho después de que ellos se hayan ido» —dijo papá, y se echó en la alfombra fingiendo estar muerto.

—Bueno, entonces ¿por qué me has invitado? —dijo Jerome con un siseo que ya era casi un silbido.

—«Y ya no te queda si no la voluntad de resistir» —rugió el almirante.

—«Excepto tu valor» —gruñó papá desde la alfombra—. «Que te dice» —se puso de rodillas y levantó los brazos—: «¡Resiste!»

Hubo vítores y muchos aplausos por parte de las damas mientras Jerome salía enfadado dando un portazo y Tom se apresuraba a correr tras él. Volví a mirar desesperadamente a la habitación para encontrarme cara a cara con Mark Darcy.

—¡Bueno! ¡Eso ha sido interesante! —dijo Elaine Darcy acercándose a mi lado mientras yo inclinaba la cabeza, intentando recuperar la compostura—. La poesía uniendo a viejos y jóvenes.

—Borrachos y sobrios —añadí.

Entonces el almirante Darcy se tambaleó hacia adelante, aferrado a su poema.

—¡Mi amor, mi amor, cariño mío! —dijo abalanzándose sobre Elaine—. Oh, aquí está como-se-llame —añadió mirándome—. ¡Encantador! ¡Ha llegado Mark, ése es mi chico! Viene a recogernos, sobrio como un juez. Solo. ¡Yo no sé! —dijo.

Los dos se dieron la vuelta para mirar a Mark, que estaba sentado a la mesa auxiliar con forma de antigua moneda de tres peniques de Una, escribiendo algo bajo la atenta mirada de un delfín de cristal azul.

—¡Escribiendo mi testamento en una fiesta! Yo no sé. ¡Trabajo, trabajo, trabajo! —gruñó el almirante—. Se ha traído a esa tía buena, ¿cómo se llamaba, amor mío?, ¿Rachel?, ¿Betty?

—Rebecca —dijo Elaine ásperamente.

—Pero ahora resulta que ya no se la ve por ninguna parte. ¡Pregúntale qué ha ocurrido con ella, y él está

musitando! ¡No soporto a la gente que musita! Nunca he podido.

—Bueno, no creo que ella fuese realmente... —murmuró Elaine.

—¿Por qué no? ¿Por qué no? ¡Perfectamente adecuada! ¡Yo no sé! ¡Preocupándose por esto, aquello y lo de más allá! ¡Espero que vosotras las damas jóvenes no estéis siempre de flor en flor como parecen estar haciendo estos jóvenes!

—No —dije con tristeza—. De hecho, si queremos a alguien, es bastante duro sacárnoslo de la cabeza cuando se larga.

Se produjo un estruendo detrás de nosotros. Me di la vuelta para ver que Mark Darcy había tirado el delfín de cristal azul que, a su vez, había hecho caer un jarrón con crisantemos y un marco para fotografías, creando una
melé
de cristales rotos, flores y trozos de papel, mientras que el espantoso delfín en cuestión había quedado milagrosamente intacto.

En medio de una gran conmoción, mamá, Elaine y el almirante Darcy fueron corriendo hasta allí, el almirante dando vueltas a grandes zancadas y gritando, papá intentando hacer rebotar el delfín contra el suelo mientras decía: «Deshazte de esa maldita cosa» y Mark cogiendo sus papeles y ofreciéndose a pagar por todo aquello.

—¿Estás listo para que nos marchemos, papá? —murmuró Mark, que parecía profundamente molesto.

—No, no, cuando tú quieras, yo he estado en muy buena compañía con Brenda. Tráeme otro oporto, ¿quieres, hijo?

Hubo una extraña pausa durante la cual Mark y yo nos miramos.

—Hola, Bridget —dijo Mark de pronto—. Venga, papá, de veras creo que deberíamos irnos.

—Sí, ven, Malcolm —dijo Elaine cogiéndole cariñosamente del brazo—. O acabarás meando en la alfombra.

—Oh, meando, meando, yo no sé.

Se despidieron los tres, Mark y Elaine ayudando a salir al almirante por la puerta. Les observé, sintiéndome vacía y abatida, y entonces, de repente, Mark volvió a aparecer y se dirigió hacia mí.

—Ah, olvidaba la pluma —dijo, cogiendo su Mont Blanc de la mesa auxiliar—. ¿Cuándo te vas a Tailandia?

—Mañana por la mañana. —Por una décima de segundo habría jurado que él parecía contrariado—. ¿Cómo sabías que me iba a Tailandia?

—En Grafton Underwood no se habla de otra cosa. ¿Has hecho ya las maletas?

—¿Tú qué crees?

—Ni unas bragas —dijo con ironía.

—Mark —aulló su padre—. Venga, chico, pensaba que eras tú quien quería marcharse.

—Ya voy —dijo Mark, mirando por encima del hombro—. Esto es para ti. —Me entregó un trozo de papel hecho una bolita, me lanzó una... ejem... penetrante mirada y se fue.

Esperé a que nadie mirase y entonces abrí el papel con manos temblorosas. Sólo era una copia del poema de papá y el almirante Darcy. ¿Por qué me había dado eso?

sábado 2 de agosto

58 Kg. (jo, fracaso total de la dieta prevacaciones), 5 unidades de alcohol, 42 cigarrillos, 4.457 calorías (desesperación total), cosas metidas en la maleta: O, 6 ideas acerca de dónde puede estar el pasaporte, ideas acerca del paradero del pasaporte que han demostrado tener algún tipo de solidez: 0.

5 a.m. ¿Por qué, oh, por qué me voy de vacaciones? Me pasaré todo el tiempo deseando que Sharon fuese Mark Darcy, y ella que yo fuese Simón. Son las 5 de la mañana. Todo mi dormitorio está cubierto de ropa recién lavada, bolis Bic y bolsas de plástico. No sé cuántos sujetadores llevarme, no soy capaz de encontrar mi vestidito negro de Jigsaw, sin el cual no me puedo ir, ni la otra chancleta de color rosa mermelada, todavía no tengo ni un solo cheque de viaje y no creo que mi tarjeta de crédito funcione. Sólo me queda una hora y media antes de tener que salir de casa y no me cabrá todo en la maleta. Quizá me pase unos minutos fumando un cigarrillo y mirando el folleto para calmarme.

Mmm. Será maravilloso tumbarse a tomar el sol y ponerse morenísima en la playa. El sol brillando, y nadar, y... Ohhh. La luz del contestador está parpadeando. ¿Cómo no me había dado cuenta?

5.10 a.m. Pulsé ESCUCHAR MENSAJES.

—Oh, Bridget, soy Mark. Simplemente me preguntaba... ¿Te das cuenta de que en Tailandia ahora es la estación de las lluvias? Quizá debieras llevarte un paraguas.

11
Tailandés para llevar

domingo 3 de agosto

Sin peso (en el aire), 8 unidades de alcohol (pero durante el vuelo, así que compensadas por la altitud), O cigarrillos (desesperada: en asiento de no fumadores), 1 millón de calorías (compuestas completamente por cosas que nunca me habría imaginado que me iba a meter en la boca de no haber estado en la bandeja de la, comida servida durante el vuelo), pedos del compañero de viaje: 38 (hasta ahora), variaciones del aroma de los pedos: 0.

4 p.m. Hora inglesa. En el avión, en el cielo. Tengo que hacer ver que estoy muy ocupada, me he puesto el walkman y escribo porque el pesadísimo hombre con traje sintético marrón claro que está sentado a mi lado no deja de intentar hablar conmigo entre un silencioso pero mortífero pedo y otro. He intentado hacer ver que me había quedado dormida mientras me tapaba la nariz pero, a los pocos minutos, el pesado me dio un golpecito en el hombro y me dijo:

—¿Tienes algún hobby?

—Sí, descabezar un sueñecito —contesté, pero ni siquiera eso le hizo desistir en su intento, y en cuestión de segundos me he visto sumergida en el tenebroso mundo del antiguo sistema monetario etrusco.

Sharon y yo no nos sentamos juntas porque llegamos tan tarde que ya sólo quedaban asientos separados y Shazzer se puso de muy mal humor conmigo. Sin embargo, ella parece haberlo superado inexplicablemente, pues está claro que no tiene nada que ver con el hecho de que esté sentada al lado de un desconocido, tipo Harrison Ford con téjanos y una arrugada camisa caqui, riéndose como una descosida (extraña expresión, ¿verdad?) con cada cosa que dice él. Y eso a pesar del hecho que Shaz odia a todos los hombres por haber perdido los papeles y pasarse al pashminaísmo y a la violencia gratuita. Yo, mientras tanto, tengo que aguantar al Señor-Máquina-de-Pedos-con-Traje-de-Tejido-Sintético, y no puedo fumarme un cigarrillo en doce horas. Gracias a Dios que tengo Nicorette.

Un principio no demasiado bueno, pero sigo estando muy emocionada en lo que se refiere al viaje a Tailandia. Sharon y yo vamos a ser más
viajeras
que turistas, o sea, no nos vamos a quedar en uno de esos enclaves herméticamente cerrados para turistas, sino que experimentaremos la religión y la cultura de verdad.

Propósitos del viaje:

1. Ser una viajera estilo hippie.

2. Perder peso mediante una disentería suave, a ser posible que no llegue a constituir una amenaza para mi vida.

3. Conseguir un sutil bronceado tipo galleta; nada de naranja reluciente como Sheryl Gascoigne, ni que provoque melanoma o arrugas.

4. Pasarlo bien.

5. Encontrarme a mí misma; y también las gafas de sol. (Con un poco de suerte estarán en la maleta.)

6. Nadar y tomar el sol (seguro que sólo llueve durante breves tormentas tropicales).

7. Ver templos (aunque no demasiados, espero).

8. Tener una epifanía espiritual.

lunes 4 de agosto

BOOK: Bridget Jones: Sobreviviré
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