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Authors: Jordi Sierra i Fabra

Tags: #Ensayo, Historia

Cadáveres bien parecidos (Crónica negra del rock) (4 page)

BOOK: Cadáveres bien parecidos (Crónica negra del rock)
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Pero la divulgación del
rock and roll
era el auténtico
quid
de la cuestión, no el hecho de que algunos profesionales aceptaran dinero para poner en antena un disco en lugar de otro.

El
rock and roll
era el delito.

A fines de 1959 una aparatosa maquinaria legal, a modo de rodillo
revientacráneos
, comenzó a rodar sobre la industria de la nueva música. El diputado Oren Harris, de la House Legislative Oversight fue el presidente del subcomité encargado de investigar el Escándalo Payola.

Paralelamente, en Nueva York, el Fiscal del Distrito, Frank Hogan, y su ayudante, Joseph Stone, iniciaron las causas judiciales contra decenas de
disc-jockeys
, en la mayor caza de brujas que se recuerde en la historia de la música. Durante meses, los procesos sirvieron para exculpar a unos y crucificar a otros, pero bastaba un sólo culpable aunque hubiese diez inocentes, para que miles de manos apuntaran con un dedo acusador al
rock and roll
, el azote de la decencia. El día 8 de febrero de 1960 comenzaron a dictarse las primeras sentencias en firme, y la polémica suscitada por el escándalo motivó que hasta la misma Casa Blanca tomase cartas en el asunto. Un clima febril, de «limpieza total», recorría Estados Unidos. Así que el propio Dwight Eisenhower, presidente de la nación, pidió el 4 de marzo la dimisión de John C. Doerfer, presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones, por haber aceptado unas vacaciones de seis días pagadas por la Storer Broadcasting Company.

Muchos fueron los encausados por el Escándalo Payola, pero el país sólo tuvo ojos en realidad para dos de ellos: Alan Freed y Dick Clark. De Freed ya he hablado. De Clark sólo cabe decir que era el presentador número 1 de la televisión americana. A su favor contaba con algo que no tenía Freed: un perfecto encanto. Dick Clark era la encarnación del
sweet American dream
. Por si faltase poco, el inventor, el padre real del tumulto, era Alan Freed. Y como en tantas ocasiones, la sentencia se dictó probablemente mucho antes de que el caso fuese visto en los tribunales.

A Dick Clark, por ejemplo, le defendió un elegante estadista, un moderno Perry Mason de la jurisprudencia, Bernard Goldstein. A través de una defensa modélica y actuando muy unidamente, presentó un caso limpio que Clark corroboró con sus declaraciones: sí, había recibido regalos, y remuneraciones. Sí, programaba unos discos más que otros. Sí, tenía amistad con determinados artistas. Pero… recibir regalos era algo común, como en Navidad o el día del cumpleaños, y las remuneraciones se debían a que él mismo era accionista de algunas compañías de discos. En cuanto a poner unos discos más que otros… podía presentar (y las presentó) pruebas de que eran los número 1 del momento y el público los pedía constantemente por carta o llamadas telefónicas. La guinda de la declaración de Clark fue renunciar, si ello contribuía a mejorar la imagen de la industria musical, a sus acciones y a cuantos vínculos mantuviese con cualquiera que no fuese la emisora que le tenía contratado. Todo esto, dicho con la mejor de las sonrisas, desplegando «glamour», y dándose golpecitos acusadores en el pecho, contribuyó a que el tribunal declarase inocente a Dick Clark, rehabilitándole como hombre honesto, decente, y preservador de la ley.

Alan Freed no tuvo a Bernard Goldstein, ni podía esgrimir el encanto de Dick Clark. De rasgos duros, mirada abierta y directa, y con el sello de haber sido el instigador real del «boom» del
rock and roll
la ley actuó despiadadamente, acusándole, acorralándole, machacándole una y otra vez a lo largo de un proceso que ya en sí venía a ser un freno al rock. Aunque Freed hubiese sido declarado inocente, los meses que duró la Gran Mascarada hubieran sido igualmente irrecuperables.

La sentencia declarando culpable de varios cargos a Alan Freed no fue dictada hasta 1962. ,Para entonces, el
rock and roll
ya no existía, y en su lugar flotaban los dulces trinos de una cohorte de guapos muchachos prefabricados por Hollywood, que además de cantar actuaban en películas de colores donde sus blancas pieles y sus rubios cabellos destacaban sobre mares azules y casas de
good familys
. Si antes de este tiempo, los blancos ya habían vivido de versionar las canciones de los negros, cambiando sus desmadradas letras por otras mucho más suaves, ahora el fenómeno permanecía institucionalizado, con el agravante de que los pioneros negros del
rock and roll
, por diversos motivos, estaban retirados o en la cárcel. Lo veremos en el capítulo 4.

La sentencia contra Alan Freed fue ratificada en 1964, es decir, dos años después de ella. En este momento ya importaba poco, porque cuatro chicos de Liverpool llamados Beatles acababan de arrasar en Estados Unidos colocando ocho canciones entre las diez primeras del
ranking
de éxitos.

El
rock and roll
(y los Beatles se encargaron de revitalizarlo, y reivindicar a malditos como Chuck Berry y otros) demostraba que ya era algo tan consustancial a su tiempo como la piel lo es al ser humano. Pero el peso de la justicia no por ello dejó de aplastar al hombre que se atrevió a darle un arma infalible a la juventud, a una generación. El 16 de marzo de 1964 el gobierno de los Estados Unidos lanzó otra acusación sobre la cabeza del machacado Freed: evasión fiscal.

En realidad poco podía evadir puesto que arruinado y sin trabajo, Alan ya no tenía nada. Era una sombra que se arrastraba patéticamente buscando a quien todavía le aguantase la eterna cantinela que no dejó de acompañarle aquellos años: «Soy inocente… soy inocente… soy inocente». Por lo menos la ley se contentó con hundirle. No fue necesario llegar a extremos de enviarle a la cárcel, porque la sentencia fue suspendida. Pero la nueva acusación de evasión de impuestos, y el hecho de tener que volver a empezar un juicio, fueron demasiado para quien ya no tenía fuerzas.

El 20 de enero de 1965, a los cuarenta y dos años de edad, Alan Freed fallecía agotado y por inanición frente a la vida en su casa de Palm Springs, California.

La historia no sólo le ha reivindicado y exonerado, sino que su nombre ha sido rehabilitado una y otra vez frente a la vergüenza de su proceso y la brutalidad del «aparato legal» que tuvo que ponerse en marcha para aplastar al
rock and roll
(que en 1959 ya se moría por sí mismo de muerte natural) y, como al pionero Joe Hill, acabar con Alan Freed legalmente. Sin embargo, aquella herida abierta en el origen del rock, para muchos no ha dejado de sangrar.

Aunque la mejor respuesta haya sido seguir.

Algo más: el Escándalo Payola tuvo una repetición menos dramática y salvaje en la primera mitad de los años 70, en los juicios desarrollados contra varias compañías en 1975. Cayeron algunas carezas, entre ellas la de Clive Davis, todopoderoso de la CBS, pero ni de lejos se alcanzó el grado de visceralidad de 1959 ni el objetivo era otro que el de hacer una cierta «limpieza». La prueba la tenemos en que Clive Davis salió de CBS y no tuvo más que cruzar la calle para crear en unos pocos días otra compañía discográfica propia, Arista Records. En el segundo «escándalo» nadie tuvo que morir por la música.

Cientos de profesionales del mundo entero, básicamente de radio y TV, siguen cobrando, hoy, sus gratificaciones «por servicios prestados». A la mayoría les conoce todo el mundo. Nadie hace nada.

3
BUDDY HOLLY, 3 DE FEBRERO DE 1959

El rock de los años 80, o incluso el de los 70, no tiene nada que ver con el rock, o mejor decir el estilo de vida impulsado por él, de los años 50. En la actualidad las grandes estrellas programan sus giras con minuciosidad, y por extenuantes que sean, siempre se permiten el don final de la flexibilidad. No son menos duras, pero sí mucho menos sangrantes en energías y esfuerzo físico. En los años 50, siguiendo el modelo de los 40, los 30 y un largo etc, hacia el pasado, los artistas no viajaban en lujosos aviones privados, ni realizaban una gira cada dos o tres años, o anual. Su subsistencia dependía de las actuaciones diarias, quedando el disco y las ventas como un soporte importante pero no decisivo. Solían viajar en «paquetes» artísticos, que incluían media docena de estrellas, y en autobús, rodando de noche casi siempre para llegar a la siguiente ciudad, ofrecer el show y continuar ruta hacia otro sitio. La carretera, que tan esencial es en la historia de la música, se ha convertido en ocasiones en la espina dorsal de su página más cruel.

Buddy Holly fue una víctima «de la carretera», aunque no muriese en ella. La historia rápida, fugaz y contundente de Buddy Holly, resume en sí misma todo lo que es el rock y la circunstancia final de morir por él. El día 3 de febrero de 1959 cuando el Beechcraft Bonanza N-3794-N se estrelló con sus cuatro pasajeros a bordo, no sólo desaparecía «la gran esperanza blanca» del
rock and roll
, sino que también se inauguraba esa crónica negra que página a página se irá ofreciendo aquí. Buddy Holly tenía veintidós años.

Su verdadero nombre fue el de Charles Hardin Holley y era tejano, de Lubbock, donde nació el 7 de septiembre de 1936. Nadie es capaz de recordar su infancia sin un instrumento de música al lado.

Comenzó aporreando un piano y desgranando maullidos con un violín, para acabar con una guitarra en bandolera acompañando su aguda voz. Su origen también es el determinante de su estilo, porque la zona sur de Texas recibía entonces el fuerte influjo de los cálidos sonidos mexicanos en contraposición con los toques de
folk
y de
country
que unidos al
western sound
conducirían al
rock and roll
por fusión directa con el
rhythm & blues
. Años después, a la música del sur de Texas acabaría denominándosela
Tex-mex
. El hijo natural del
Tex-mex
y el
rock and roll
fue el genuino
rockabilly
que Buddy Holly impulsó internacionalmente.

En 1954 Buddy formó su primer grupo,
The Three Tunes
, con Larry
Welborn
y
Bob Montgomery
.

Un
disc-jockey
de la emisora de radio local, la KDAV, Dave Stone, le introdujo en el negocio musical presentándole a los dos elementos clave de toda carrera: un agente y un editor. El primero, Eddie Crandall, un habitual de Nashville, aceptó el riesgo de ser su
manager
. El segundo el riesgo aún mayor de aprobar sus canciones, aparentemente irrelevantes y divertidas. Mientras uno y otro buscaban una compañía que se atreviese a grabarlas Buddy ya había deshecho a los Three Tunes para formar The Crickets, con el batería Jerry Allison. Los primeros guitarristas fueron Welborn y Niki Sullivan, para entrar finalmente Joe Mauldin, que tocaba el bajo, ya que la guitarra solista quedó a cargo del propio Buddy.

Durante dos años, 1954 y 1955, Buddy cantó en la emisora local, fogeándose y consolidando su peculiar estilo, una técnica interpretativa limpia y sugerente y un sonido de guitarra que posteriormente sería imitado y desmenuzado por los Beatles y otros grandes del
pop
. En 1956 Decca le firma un contrato porque en ese año el
rock and roll
, de la mano de Elvis Presley, ya se ha convertido en el mayor fenómeno musical del siglo. Las distancias entre Presley y Holly sin embargo son enormes, salvo por el hecho de que los dos sean blancos y jóvenes en un mercado dominado por los artistas negros o por algún blanco poco magnético. En 1957 la auténtica carrera de Holly y los Crickets se dispara, con la habilidad de actuar y grabar juntos y por separado.
That'll be the day
y
Peggy Sue
se convierten en dos de los hitos más representativos de este tiempo.

En 1958 Buddy Holly viaja a Inglaterra y allí remueve los cimientos de la música rock. Elvis, que nunca llegó a actuar en Europa, casi fue barrido por la fresca savia de aquel muchacho con negras gafas de concha y aspecto de universitario. En plena histeria y arropado por el fervor de un público que le consideraba «el nuevo Presley» y cosas por el estilo, llegó la separación, y Holly continuó sin los Crickets, que ya le venían pequeños y con los que mantenía no pocas diferencias de criterio.

Buscando una mayor fuerza, un nuevo estilo que le permitiese competir con lo que él intuía que iba a ser el futuro del
rock and roll
, comenzó a trabajar con importantes músicos de la talla del guitarrista Tommy Allsup o el saxo King Curtis, y se casó con una secretaria de origen latino, María Elena de Santiago. Se instaló en Nueva York y sólo la presión de su agente, para que realizara una gira, le arrancó de su tenso período de reciclaje y maduración. Al despuntar 1959 se publicó el
single Heartbeart
y Buddy, en unión de otros artistas, volvió a la carretera, para actuar hoy aquí y mañana allá, interpretando las canciones que constituían el eje de su fama, aunque su cabeza estuviese ya llena de otros sonidos.

El día 2 de febrero de 1959 no había sido bueno. Diversos problemas, pésimas condiciones (nadie se preocupaba de ver los lugares donde los artistas iban a actuar) y el mal tiempo que azotaba la región, hicieron que el
show
en Mason City, Iowa, acabase muy tarde. A las estrellas del «paquete», Buddy Holly, Ritchie Valens, Big Bopper y Waylong Jennings (este último un descubrimiento del propio Holly) no les seducía la idea de pasarse una noche de perros en el autobús del
show
. Alguien les informó de que cerca había un pequeño aeropuerto y que allí se alquilaban avionetas. Mejor gastar unos dólares, llegar en un par de horas a Fargo, Carolina del Norte, y dormir para recuperar las fuerzas, ya mermadas por la extenuante gira. Encontraron una avioneta, pero además del piloto sólo cabían tres pasajeros. Holly era fijo así que de los otros tres uno debía quedarse en tierra y hacer el viaje en autobús. La leyenda aquí ofrece dos versiones para un mismo hecho. Una versión dice que Waylong Jennings se jugó su puesto con Richie Valens y perdió. La otra que Big Bopper tenía un fuerte resfriado y le pidió, por favor, que le cediera su asiento. Fuere como fuere Waylong Jennings se quedó… y pudo contarlo.

La avioneta se estrelló ya comenzado el día 3 de febrero entre la nieve y la oscuridad de la cornisa de Arnes, cerca del mismo lugar de donde habían salido.

La desaparición de Buddy Holly fue un
shock
. El síndrome de la estrella de rock adquirió con su rápida ascensión y su súbita muerte un auténtico sentido. Visto y no visto. Más allá de las conclusiones sociológicas que puedan derivarse de lo que en sí fue un simple accidente… motivado eso sí por la constante número uno del rock: la velocidad con que todo sucede, lo cierto es que con la desaparición de Buddy el
rock and roll
se quedaba huérfano y decapitado. Elvis era un excepcional intérprete, pero nunca fue un creador. Buddy Holly sí fue el primero en impulsar la formación tipo, más tarde empleada con el auge de los Beatles y el
pop
, es decir: una o dos guitarras, un bajo y un batería, prescindiendo de elementos que antes se consideraban esenciales como el saxo o el piano. Fue el primer innovador, tanto en estética como en sonido, de la evolución del
rock and roll
. Ningún artista blanco hasta llegar él había creado nada tan sólido, claro, fresco y decisivo.

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