El lenguaje de los muertos (36 page)

BOOK: El lenguaje de los muertos
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En cierto sentido, lo eres
—le respondió Faethor—.
¿Acaso no es una forma de telepatía poder hablar con los muertos? Además, cuando te encontraste sin cuerpo, ¿no hablabas también con los vivos?

—Ésa fue una época muy extraña —dijo Harry—. Era mi talento, la «lengua muerta» que puedo hablar. Al ser incorpóreo, no tenía voz y podía hablar con los vivos (con los que tenían cuerpo) de la misma manera que hablaba con los muertos.

Hay más cosas en tu mente de lo que supones, Harry Keogh
—observó Faethor—.
Y puedo decirte que puedo estar en ella tal como Thibor estaba en la mente de Dragosani, pero sin tantas complicaciones
.

Harry percibía el interés de Faethor. Estaba demasiado interesado…, pero no había manera de evitar aquello.

—¿Qué debo hacer?

Nada. Simplemente relájate. Duerme un sueño sin sueños. Y yo te visitaré dentro de tu mente
.

Harry percibió el hechizo de Faethor —su hipnosis—, actuando sobre él, y se resistió.

—¡Espera! Quiero tres cosas. Y si tus triquiñuelas funcionan, tal vez una cuarta más tarde.

Dímelas
.

—Primero, que deshagas el daño causado a mi mente y me devuelvas el dominio de la lengua muerta, tal como acordamos. Segundo, que me proporciones algún tipo de defensa contra la telepatía de Janos, porque he visto lo que puede hacer con mentes como la mía. Tercero, que mires si hay alguna manera de que pueda recuperar el acceso al continuo de Möbius. Es el arma fundamental contra Janos, y con ella la balanza se inclinaría a mi favor.

¿Y la cuarta?

—Cuando haya recuperado el dominio de la lengua muerta, podré encontrarte esté donde esté. Y entonces puede que solicite tu ayuda una vez más (y espero sea la última), para liberar la mente de mi amigo Trevor Jordan, que está bajo el dominio de Janos.

En cuanto a lo último que pides
—respondió el vampiro—,
se hará, si se puede, a su debido tiempo. Pero con respecto al acceso a ese artificio tuyo —¿teleportación?—, ya veremos. Yo dudo que pueda hacer algo; eso no estaba entre mis habilidades, y no sé nada del asunto. ¿Cómo puedo desentrañar algo escrito en un lenguaje que no hablo? El lenguaje de las matemáticas me es ajeno. Por otra parte, tu lengua muerta sí es algo que puedo componer, porque la comprendo. Mis cíngaros, aunque llevaran muertos varios siglos, respondían a mi llamada y salían de sus tumbas. Me pides también una defensa contra el dominio mental de Janos. Bien, eso no es fácil; no es un don que yo puedo otorgarte. Pero más tarde te diré cómo puedes combatir el fuego con el fuego. Eso te puede ayudar…, si soportas el calor
.

—Faethor —Harry estaba casi completamente resignado a su suerte—, me pregunto si deberé darte las gracias cuando todo haya terminado. ¿Cómo podré agradecértelo? ¿O deberé maldecirte para toda la eternidad, y ninguna maldición será suficiente? Podrías estar maquinando algo para destruirme, como has destruido a todos los que has tocado. Pero, de todos modos…, no tengo elección.

Las cosas que dices no son enteramente ciertas, Harry
—respondió Faethor—.
¿Que he destruido cosas? Sí, lo he hecho, y también he dado vida a otras. Y tampoco es cierto que no tengas elección. Confía en mí como en un aliado sincero y de fiar, o vete y espera a que Janos vaya tras de ti, y cuando llegue el momento, lucha contra él como un niño, desnudo e ignorante de todas sus triquiñuelas y añagazas…

—Ya hemos hablado bastante —dijo Harry—, y los dos sabemos que sólo tengo un camino a seguir. ¡No perdamos más tiempo!

Duerme
—dijo Faethor, con su voz mental profunda y oscura como un insondable lago de sangre—.
Duerme un sueño sin sueños, Harry Keogh, y deja todas las puertas de tu mente abiertas para mí. Duerme, y déjame ver en tu interior. Aunque tú hayas consentido por tu propia voluntad, debo encontrar ciertas puertas que están cerradas para mí, e incluso para ti. Son ésas las que debo abrir. Porque tras ellas se encuentran tus talentos, ésos que tu hijo te ha ocultado
.

Duerme, Harry. Somos nosotros los traicionados, tú y yo, por la carne de nuestra carne y la sangre de nuestra sangre. Al menos tenemos eso en común. Pero tenemos algo más, ambos hemos sido poderosos. ¡Y tú… volverás… a… serlo…, Haaarry Keooogh!

La bruma de la llanura se arremolinó cuando Faethor se deslizó hacia Harry, que estaba echado junto al muro en ruinas. El difunto vampiro alargó una mano hacia el rostro de Harry…, una mano blanca y esquelética, un manojo de huesos descarnados que salían de la manga de su toga como blancos palillos. Los dedos de hueso tocaron la pálida frente de Harry y penetraron en su cráneo.

Y luego los fuegos escarlata se apagaron en las órbitas de Faethor, y su luz pasó a los ojos cerrados de Harry, como las rojas llamas de dos velas bajo un cristal escarchado. Después… el vampiro estuvo en posesión de los más recónditos secretos de Harry: sus pensamientos, sus recuerdos, sus pasiones, toda su mente.

¡Despierta!
—dijo Faethor, después de un tiempo que pudo ser instantes… o milenios.

Harry despertó de su sueño con un estornudo, y luego estornudó por segunda vez, y se dio cuenta de que estaba verdaderamente despierto. Movió un poco la cabeza en la almohada de su saco de dormir, y algo hizo un ruido suave, semejante a un pequeño estallido, muy cerca de él. En la media luz vio una hilera de setas negras, o pedos de lobo, que habían crecido junto a su cama durante la noche. Ya estaban maduras, y estallaban al menor movimiento, lanzando sus esporas en una nubecilla picante. Harry volvió a estornudar y se sentó.

Aún recordaba su sueño, pero ya se estaba desvaneciendo en su memoria como la mayoría de los sueños. Intentó recordarlo…, pero ya no estaba allí. Sabía que había hablado con el espíritu de Faethor Ferenczy, pero eso era todo. No podía decir si había pasado algo entre ellos dos. En realidad, no se sentía diferente de cuando se había acostado a dormir.

¿Sí? ¿Estás seguro de eso, Harry Keogh?
—dijo Faethor.

—¡Jesús! —Harry dio un salto—. ¿Quién…? —Miró a su alrededor, pero no vio a nadie.

¿Creíste que yo te decepcionaría?
—preguntó Faethor.

—¡La lengua muerta! —susurró Harry.

Sí, te ha sido devuelta. Ya ves, Faethor Ferenczy cumple su palabra
.

Harry había abierto su saco de dormir y se había puesto en pie. Ahora volvió a sentarse, atónito. No le dolía la cabeza, nadie había arrojado ácido en su mente; parecía haber recobrado por entero su talento.

Tenía que comprobarlo.

—¿Faethor? —llamó, todavía encogido en su interior, como esperando el sufrimiento—. ¿Fue muy…, muy difícil?

Sí, bastante difícil
—la voz del difunto vampiro sonaba fatigada—
¡Lo que te habían hecho era obra de un experto! Trabajé toda la noche para limpiar tu casa de esa plaga, Harry. Puedes evaluar por ti mismo el alcance de mis logros
.

Harry se puso de pie. Con el corazón en la boca intentó conjurar una puerta de Möbius… sin ningún éxito. Las ecuaciones se desarrollaban, se modificaban y se multiplicaban con asombrosa rapidez en las pantallas del ordenador de su mente, pero le eran completamente ajenas. No podía comprenderlas una a una, y mucho menos como una entidad o concepto total. Harry suspiró y dijo:

—Te estoy agradecido (más, mucho más de lo que puedes imaginarte), pero tu éxito no ha sido total.

Faethor respondió medio disculpándose.

Te advertí que podía ser así. Encontré la región problemática, y conseguí abrir varias de sus puertas. Pero más allá de ellas…

—¿Sí?

¡No había nada! No había tiempo ni espacio, nada en absoluto. Son lugares que dan miedo, Harry, y es muy extraño pensar que existen en tu mente, ¡en tu mente tan humana! Sentí que si diera un solo paso para cruzar esos umbrales, sería absorbido más allá de los límites del universo, estaría perdido para siempre. De más está decir que no di ese paso. Además, apenas abrí esas puertas, se me cerraron en la cara. Y no lo he lamentado
.

—Has mirado dentro del continuo de Möbius —le explicó Harry—. Cuando termine aquí, intentaré encontrar a Möbius. Así como tú eres experto en tu campo, él es una verdadera autoridad en el suyo. La única, en verdad. Pero hasta hoy no tenía sentido buscarle, porque sin dominar la lengua muerta no podía hablar con él.

¿Y lo buscarás ahora mismo?
—Faethor parecía fascinado—.
Me interesa la genialidad. Los verdaderos genios tienen todos algo en común, Harry. Por diferentes que sean sus talentos, la obsesión es la misma. Buscan eliminar todas las imperfecciones. Möbius se ha acercado a los límites extremos de los números puros, y yo he buscado el mal absoluto. Estamos en las orillas opuestas de un gran golfo, pero en cierto sentido somos hermanos. Sí, y sería fascinante conocer a un genio como él
.

—No —Harry hizo maquinalmente un gesto negativo, y supo que Faethor lo percibiría—. No iré a buscarlo de inmediato. Lo haré, pero no ahora. Quizá lo haga después de haber practicado un tiempo, y cuando esté seguro de que hablo la lengua muerta con tanta fluidez como antes.

Como quieras. ¿Y qué harás entretanto? ¿Buscarás a Janos?

Harry plegó el saco de dormir y lo guardó en la mochila.

—Sí —respondió—, a la larga, lo haré; pero antes volveré junto a mis amigos, en Rodas. Quiero ver cómo les va. Antes de eso debes decirme algunas cosas. Quiero saberlo todo acerca de Janos. Cuanto más sepa un hombre de su enemigo, más fácil le será vencerlo. Además, necesito saber cómo defenderme de él.

¡Claro que lo necesitas!
—respondió Faethor—.
Había olvidado que aún nos queda trabajo por hacer. Pero ya ves, estoy ansioso por verte en marcha, ¡y voy demasiado rápido! Tienes razón, cuantas más armas tengas a tu alcance, mayores son las posibilidades de que le venzas. En cuanto a cómo defenderte, eso no es fácil. Es un don que poseemos los wamphyri, pero difícil de enseñar a terceros. Ni siquiera la intuición más aguda sería bastante, porque esto es algo que llevamos en la sangre. Si pudiéramos disponer de una semana entera para estar juntos…

—No —respondió Harry—. Eso es impensable. ¿No puedes explicármelo de la manera más sencilla posible? No soy estúpido, y tal vez consiga aprender…

Puedo intentarlo
—dijo Faethor.

Harry encendió un cigarrillo y se sentó sobre la mochila.

—¡Adelante! —dijo.

Janos es, sin duda, el mejor telépata —y esto significa también el mejor hechicero— que he conocido, por lo cual va a intentar ante todo invadir tu mente. Pero, como ya te he dicho, y es evidente, tu mente es extraordinaria, Harry. ¡Cómo no habría de serlo, si eres el necroscopio! Mientras tú has utilizado tus dones solamente para el bien, Janos, al igual que yo en mi época, ha utilizado los suyos para el mal. Y como tú sabes que es malvado, le temes y temes lo que él pueda hacerte. ¿Me comprendes?

—Claro que sí. Nada de lo que dices es nuevo para mí.

Para cualquiera menos versado en las costumbres de los wamphyri, Janos le inspiraría un terror tal que se quedaría paralizado. Pero tú no desconoces nuestros hábitos; por el contrario, eres un experto. ¿Conoces ese refrán que dice que la mejor defensa es el ataque?

—Sí, lo había oído.

Creo que en esta circunstancia sería cierto
.

—¿Debo atacarle entonces? ¿Con mi mente?

Sí, cuando le percibas cerca, en vez de huir, búscale. ¿Que está por entrar en tu mente? ¡Entra antes tú en la suya! Él espera que le temas, ¡sé audaz! Te amenazará; no hagas caso y golpea. Pero, sobre todo, no dejes que su maldad te amilane. Cuando abra ante ti sus grandes mandíbulas, entra por ellas, porque Janos es mucho más débil en su interior
.

—¿Eso es todo?

Temo confundirte si digo más. Y, quién sabe, puede que aprendas más de la historia de Janos que de los consejos que yo te dé. Además, estoy fatigado; ha sido una noche de trabajo duro. Pregúntame lo que fue, pero no lo que será. Es verdad que he sido un observador de los tiempos, pero como lo atestigua mi actual situación, me he equivocado en demasiadas ocasiones
.

Harry meditó sobre lo que había aprendido: el «consejo» de Faethor sobre la manera de enfrentarse a un ataque mental de Janos. Algunos podrían considerar que sería suicida seguir las instrucciones del vampiro, pero el necroscopio no estaba seguro de que así fuera. En todo caso, no parecía mucho, para empezar, pero era evidente que no iba a obtener más. Al parecer, la luz diurna había enfriado el entusiasmo del vampiro.

Harry se puso en pie, se desperezó y miró a su alrededor.

La bruma prácticamente había desaparecido; un puñado de casas se levantaba detrás de un seto, a poco más de un kilómetro de distancia; en la dirección opuesta, las siluetas de las aplanadoras y las excavadoras parecían dinosaurios inmóviles contra el horizonte gris. Una hora más, y rugirían animadas de destructiva vida mecánica, como si el sol hubiera calentado sus mecánicas articulaciones, poniéndolas en marcha.

Harry contempló el lugar donde se encontraba, el sitio donde Faethor había muerto la noche que Ladislau Giresci le cortó la cabeza entre las ruinas de la casa destruida por las bombas y en llamas. Vio las setas medio deshechas, sus esporas semejantes a manchas rojas sobre la hierba y el suelo; y con el ojo de su mente también vio a Faethor, la esquelética criatura amortajada que estuviera en su sueño.

—¿Estás dispuesto a contarme la historia de Janos? —preguntó.

Será un placer
—respondió Faethor de inmediato—.
Fue un placer crearlo, y un placer aún más exquisito acabar con él
.

Pero antes de empezar con Janos…, ¿recuerdas la historia de los primeros tiempos de Thibor? ¿Cómo me robó mi castillo en los montes Khorvaty? ¿Y cómo yo, profundamente resentido, marché hacia el oeste? Déjame que te lo recuerde, entonces
.

Así fue como sucedió…

Capítulo diez

El hijo carnal

Thibor el Valaco, ese maldito ingrato al que di mi huevo, mi nombre y mi estandarte, y a quien había legado mi castillo, mis tierras y mis poderes de wamphyri, me había ofendido profundamente.

Cuando me arrojaron ardiendo desde las murallas de mi castillo, experimenté la más atroz de las agonías. Miles de pequeños murciélagos volaban a mi alrededor mientras caía y murieron abrasados, pero no hicieron más débiles las llamas que me envolvían. Caí entre matorrales y malezas, y rodé en llamas hasta el profundo fondo del barranco. Pero mi caída había sido atemperada en parte por el follaje, y acabé por reposar en una charca poco profunda, que salvó mi abrasada carne de wamphyri.

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