Read Entre sombras Online

Authors: Lucía Solaz Frasquet

Tags: #Infantil y juvenil

Entre sombras (11 page)

BOOK: Entre sombras
7.67Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Volviendo la vista atrás, le resultaba difícil pensar que tuvo una existencia anterior a Oxford. Había regresado a Devon en varias ocasiones y disfrutado de la compañía de su familia y la vida en la granja. Sus padres y Andy también la habían visitado, pero no podía evitar sentirse curiosamente alejada de la antigua Acacia. Aunque había visto a Millie en Tavistock durante las vacaciones de Navidad y habían pasado horas parloteando sobre sus antiguos compañeros y sus nuevas vidas, sobre la gente que habían conocido y lo que habían estado haciendo, los días de Burton College se le antojaban un sueño lejano que se iba desvaneciendo en la bruma. Ahora era tan distinta, libre y feliz de un modo que jamás había experimentado antes. Incluso las pesadillas desasosegantes parecían haberse esfumado.

Abrió el correo electrónico procedente de la Sociedad Arqueológica donde la informaban de las próximas reuniones, excavaciones y excursiones. Sus días estaban repletos de actividades y no podía recordar la última vez que se había aburrido. También pertenecía a la Sociedad Antropológica y a la Sociedad Musical, nadaba con regularidad, tocaba el piano en una de las salas de prácticas y acudía a menudo al laboratorio de idiomas para mantener y perfeccionar su francés y su castellano.

Contaba con un gran grupo de amigos y, aunque la cantidad de ensayos que debía escribir y libros con los que tenía que lidiar podía resultar a veces una tarea de enormes proporciones, le encantaban las clases y sus profesores. El primer año le estaba proporcionando una formación general sobre arqueología, teoría antropológica y evolución humana. Los dos primeros trimestres, denominados Michaelmas y Hilary según la peculiar terminología de Oxford, estaban dedicados al desarrollo de la agricultura en diversas partes del mundo, el origen y propagación de diferentes sociedades urbanas, los distintos enfoques a la hora de entender las estructuras simbólicas de las culturas y sociedades humanas, la base biológica de la existencia humana y la naturaleza de la investigación arqueológica.

Acacia miró a su alrededor. Su habitación era amplia y cómoda, con cortinas azules y un escritorio antiguo. Como la mayor parte de los estudiantes de primer año, se alojaba en Waynflete, un edificio de principios de los años sesenta que recibía su nombre del fundador de Magdalen College en el siglo
XV
, William Waynflete, obispo de Winchester. Se encontraba fuera del recinto, a unos doscientos metros de Magdalen, al otro lado del puente, y poseía una atmósfera muy sociable y animada. Muchas noches, cuando tocaba la guitarra, su habitación se veía inundada de entusiastas alumnos de todo tipo de disciplinas.

Repentinamente consciente de la hora, apagó el ordenador y se preparó para salir. Tenía una clase en diez minutos.

Mientras Acacia leía en la cama un libro sobre las civilizaciones precoloniales en África y tomaba notas para la presentación de la semana siguiente, Jenna estudiaba caracteres chinos en el escritorio. Era el primer sábado de marzo y, a pesar de ser poco después de las doce del mediodía, la habitación se hallaba tan oscura que habían tenido que encender las luces. Fuera, la lluvia caía con abandono.

Acacia percibió algo y levantó la cabeza, esperando que fuera Enstel, a quien no había visto en tres días. Jenna suspiró. Su frustración era tan palpable que Acacia se dio cuenta de que era eso lo que había notado.

—Ayer vi a Germain mirándote con cara de cordero degollado. ¿Qué ha pasado? —preguntó Jenna de repente.

—Le dije que no era buena idea que siguiéramos viéndonos. Se estaba poniendo muy posesivo.

—¿Vas a ver a Dan esta noche?

—No, he quedado con Chrishan.

Jenna movió la cabeza con incrédula admiración.

—No sé cómo lo haces.

—¿El qué?

—Salir con tres chicos a la vez.

—No salimos en el sentido estricto del término. No tengo tanto tiempo.

—Y yo no consigo que Hiro sepa que existo…

—¡Ah, la injusticia de la vida! —exclamó Acacia con un suspiro dramático—. Si quieres, te presto a uno de los míos.

—Muy generoso por tu parte, pero creo que voy a declinar tu oferta y continuar languideciendo de amor.

Acacia sonrió. Jenna era una romántica incorregible, tan parecida a Millie en muchos aspectos, tan distinta a ella misma. Su habitación se encontraba en el piso de abajo, pero le gustaba estudiar con Acacia, asegurándole que le ayudaba a concentrarse. Cuando estaba sola, Acacia lo sabía, Jenna tenía una gran tendencia a dedicar horas a contemplar el vacío con mirada soñadora.

Continuaron trabajando un rato en silencio hasta que Jenna lanzó el bolígrafo sobre la mesa y empujó los libros a un lado.

—¡Ya no puedo más! —exclamó exasperada—. Vamos a comer algo, ¿sí? Parece que ha dejado de llover.

—¿Dónde quieres ir?

Durante la semana solían comer en el bar o en el comedor de Magdalen. En ocasiones cocinaban algo, aunque Jenna era famosa por su incapacidad de abrir una lata sin causar bajas mortales.

—¿Turf Tavern? —sugirió con expresión esperanzada.

Acacia se rió. Hiro solía estar allí los sábados por la tarde.

—De acuerdo…

En ese momento, un cambio en la vibración le indicó a Acacia que Enstel acababa de entrar en la habitación. Giró la cabeza hacia él, sin poder evitar quedarse mirándolo fijamente. Durante los últimos meses, el resplandor plateado había sido casi totalmente sustituido por un tono dorado que hoy era particularmente intenso. Su belleza cortaba la respiración.

—Jenna, voy al cuarto de baño.

Enstel la empujó contra la puerta mientras la besaba con labios ávidos y urgentes. Acacia jadeó por la fuerza de su pasión, la intensidad de la esencia que la envolvía. Lo estrechó entre sus brazos casi con furia.

—Te he echado de menos —murmuró—. No me gusta cuando desapareces tanto tiempo.

Lo siento. Me distraje
.

Acacia buscó su boca, enredando los dedos en sus cabellos oscuros. Recibió una miríada de impresiones, de los lugares en los que había estado Enstel, capillas, bosques, dormitorios, oscuros pasadizos, bibliotecas, aulas, memorias de aquellos de los que se había alimentado, de los cuerpos en los que se había introducido, fragmentos de conversaciones, sonidos, sentimientos y emociones, y sobre todo una vívida sensación de
déjà vu
.

Habías estado aquí antes
.

Los labios de Enstel se deslizaron por su cuello, haciéndola estremecerse.

Hablaremos más tarde
.

Sus hábiles manos la acariciaron bajo la ropa, enviando relámpagos de deseo por todo su cuerpo. Acacia empezó a perder la noción de dónde estaba. Ni Nigel, ni Chrishan, ni Agnese, ni Dan, ni Marie, ni Carl, ni ninguna combinación de los anteriores, podían ofrecerle una centésima parte de estas sensaciones que iban más allá de lo físico. Lanzó un gemido ahogado.

—Acacia, ¿estás bien?

De algún modo reconoció la voz de Jenna.

—¡Sí!

¿
Quieres que me detenga
?, preguntó Enstel mientras sus dedos se perdían entre los suaves pliegues de su piel.

¡
No pares
!

—¡Voy a ducharme! —le gritó a Jenna—. ¡Nos vemos en diez minutos!

Enstel sonrió mientras le terminaba de bajar los pantalones y la besaba en el ombligo. Adoraba la sensación del agua sobre sus cuerpos.

13

—Estás recordando más cosas.

—Sí.

Chrishan se había marchado hacía un rato y Enstel la sostenía entre sus brazos, meciéndola igual que cuando era niña.

—Vi a un monje, aquí, en Oxford —continuó Acacia—. Trabajabais juntos y te trataba con amabilidad, no como los otros.

—Fue en el siglo
XIII
, antes de que la alquimia fuera prohibida por la iglesia.

—¿Buscabais la piedra filosofal y el elixir de la vida?

Enstel sonrió.

—Hace tiempo que quiero probar algo —dijo la joven.

Enstel la acunó en silencio, esperando a que prosiguiera. Acacia levantó la cabeza para mirarlo.

—Cuando intercambiamos energía es muy diferente a lo que experimentas con otras personas, ¿no es así?

Enstel asintió.

—Tengo curiosidad por saber lo que se siente cuando te introduces en el interior de alguien. Tú dices que la mayoría de la gente no nota nada e incluso los más sensibles, los que perciben algo raro, no saben exactamente lo que es. Me estaba preguntando si la experiencia sería diferente entre nosotros dos.

—Estás tan llena de insaciable curiosidad… —murmuró Enstel besándola con ternura.

—Sin curiosidad no se habría producido ningún avance científico.

—Ahora eres tú la que quiere jugar a alquimista.

—¿Quieres jugar conmigo?

—Por supuesto.

Acordaron esperar hasta la noche siguiente, cuando el edificio recuperaba cierta calma. Acacia durmió durante unas horas acurrucada contra Enstel y, al despertar, lo miró sonriente mientras se estiraba como un gato.

—Tengo el tiempo justo de ducharme antes de ir a la reunión de la Sociedad Arqueológica.

—Puedo proporcionarte más si quieres.

Enstel le había explicado que el tiempo no era más que una noción psicológica, una ilusión, y Acacia había escuchado a un físico asegurar que ningún experimento era capaz de demostrar su existencia. Según Enstel, era muy fácil manipular la percepción del tiempo, logrando que nuestra experiencia se expandiera o redujera a voluntad. Acacia lo miró dubitativa y solo considerarlo le produjo un gran malestar. No sabía exactamente de qué era capaz Enstel y también desconocía cuáles eran sus propias habilidades psíquicas. Aparte de su relación con Enstel, se esforzaba por llevar la vida más normal y ordinaria posible. Rara vez le pedía que hiciera algo por ella y solo en muy contadas ocasiones trataba de poner en práctica los pequeños trucos mentales que había aprendido.

Estás rechazando tu propia naturaleza
, remarcó Enstel con amabilidad.

No quiero acabar como mi madre
.

Lo que ocurrió esa noche los tomó a ambos por sorpresa.

Sentada en su regazo, los dedos enredados entre sus cabellos, rodeada por su esencia, el mundo y todas su pequeñas preocupaciones se disolvían en la nada. Adoraba las largas sesiones de besos que los dejaban con los ojos brillantes y una deliciosa sensación de estar flotando.

Te quiero
.

Acacia sonrió contra los labios de Enstel. Imposible saber a quién de los dos pertenecía el pensamiento. La besó en los párpados con suavidad, los dedos rozándole apenas la mandíbula.

Acacia le acarició la mejilla, observando con ojos maravillados el modo en que su resplandor dorado y su propia aura se fundían. Jamás se cansaba de contemplarlo. El placer era indescriptible, sutil e intenso al mismo tiempo.

¿
Estás preparada
?


.

Voy a incrementar la velocidad de mi vibración. Dejarás de percibirme como un ser sólido y entonces empezaré a introducirme en tu interior. Será diferente a cuando te caíste del roble en Dartmoor, cuando solo lo hice parcialmente y con la única intención de curarte
.

De acuerdo
.

Enstel se levantó y la depositó con cuidado en el suelo. Sostuvo sus manos un momento y la besó en la frente antes de situarse frente a ella, ya sin tocarla.

Acacia lo había visto desaparecer y aparecer delante de ella miles de veces. Esta vez, sin embargo, segundos después de desvanecerse percibió que una fuerza iba a su encuentro. La sintió poderosa, pero también delicada, tentativa. Su cuerpo reconoció la amorosa esencia de Enstel y le dio la bienvenida. Cerró los ojos y se abandonó a la experiencia.

Se sintió invadida por sensaciones insólitas que las palabras jamás podrían expresar de forma adecuada. Un cosquilleo, una corriente, un placer más allá de toda descripción. Podía percibir a Enstel extendiéndose despacio en su interior, ajustándose armoniosamente a su cuerpo, estableciendo contacto con sus órganos, células y terminaciones nerviosas. Su conciencia estaba allí, pero también había otra presencia con la que podía comunicarse de modo inmediato. Abrió los ojos y miró a su alrededor, deslumbrada por una percepción del mundo totalmente nueva y diferente. Todo parecía vibrar y apenas era capaz de reconocer su cuarto. Entonces levantó un brazo. Su mano estaba compuesta de energía, una danza de colores vibrantes, como todo lo que la rodeaba. Movió los dedos y los observó fascinada. Le resultaba difícil establecer dónde acababa su mano y dónde empezaba el resto de la habitación. Comenzó a moverse, disfrutando de una enorme sensación de ligereza y bienestar.

Entonces algo llamó su atención en el espejo de cuerpo entero que había en el armario y se acercó para ver qué era. Lo que tenía frente a ella era un ser de luz de belleza sobrenatural que dejaba un halo dorado al moverse.

Eres tú
, dijo una voz en su mente.

Levantó un brazo y la criatura del espejo la imitó. Sonrió y el resplandor se extendió a su alrededor. Sus límites eran borrosos y en algunas partes inexistentes.

Miró a través de la ventana y vio dos masas de luz y energía, atractivos naranjas, violetas y amarillos, rojos y azules. Le costó un rato identificarlas como personas, seguramente estudiantes regresando a sus habitaciones. Detrás, los árboles estaban formados también por estas fascinantes masas de colores que vibraban. Y todo, todo, estaba interconectado. El tiempo se detuvo mientras recorría su cuarto, extasiada ante todo lo que la rodeaba.

Consciente por primera vez de estar viviendo plenamente en el momento presente, cualquier rastro de miedo y preocupación desapareció por completo y se sintió invadida por un profundo sentimiento de euforia.

Al despertar a la mañana siguiente se encontró con el rostro sonriente de Enstel a su lado. Su último recuerdo era un vaso de agua cuya inconmensurable belleza la había mantenido cautivada durante horas. Parpadeó despacio.

¿
Estás bien
?

Me siento diferente. Tú también pareces diferente
.

Lo que ocurrió anoche es extraordinario. ¿Es así como percibes el mundo?

Así es como lo percibimos juntos
.

Nunca había experimentado nada semejante
.

Yo tampoco
.

La joven levantó el brazo. Podía reconocer su mano, pero el recuerdo de cómo la había visto unas horas antes permanecía muy vivo en su memoria. Algo había cambiado para siempre. Enstel se inclinó para besarla y Acacia lo abrazó con fuerza.

BOOK: Entre sombras
7.67Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Night Mare by Dandi Daley Mackall
Six by M.M. Vaughan
Guinea Dog by Patrick Jennings
The Razor's Edge by W Somerset Maugham
The Russian Hill Murders by Shirley Tallman
The Shadow of the Soul by Sarah Pinborough
Strange Affair by Peter Robinson