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Authors: Bruce Sterling

Tags: #Ciencia-Ficción

Islas en la Red (4 page)

BOOK: Islas en la Red
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Cada año de su vida, pensó Laura, la Red había estado creciendo más amplia y sin costuras. Los ordenadores lo habían conseguido. Los ordenadores mezclaban otras máquinas, las fundían unas con otras. Televisión-teléfono-télex. Grabadora de cinta-vídeo-disco láser. Una torre de comunicaciones unida a un plato microondas unido a un satélite. Línea telefónica, cable de televisión, cables de fibra óptica siseando palabras e imágenes en torrentes de pura luz. Todo ello unido entre sí en una red que abarcaba todo el mundo, un sistema nervioso global, un pulpo de datos. Había habido mucha excitación al respecto. Era fácil hacer que sonara trascendentalmente increíble.

Se había dedicado muy profundamente a ello mientras lo estaban montando y organizando. Más notable parecía ahora que Loretta estuviera sentada en su regazo, muy erguida.

—¡Mííírate, Loretta! ¡Mira lo erguida que puedes mantener la cabeza! Mírate, carita dulce…, buga bug-bug-bug…

La Red era muy parecida a la televisión, otra antigua maravilla de la época. La Red era un enorme espejo de cristal. Reflejaba lo que se mostraba en ella. En su mayor parte banalidades humanas.

Laura pasó rápidamente con una mano por la basura siempre incluida en el correo electrónico. Catálogos de compra por cable. Campañas del Concejo Municipal. Obras de caridad. Seguros sanitarios.

Laura borró toda aquella basura y se dedicó al trabajo. Un mensaje de Emily Donato estaba aguardando.

Emily era la fuente principal de noticias de Laura referentes a las acciones entre bastidores del Comité Central de Rizome. Emily Donato era un miembro del comité en su primer período.

La alianza de Laura con Emily tenía doce años de antigüedad. Se habían conocido en la universidad, en una clase de negocios internacionales. Sus antecedentes compartidos dieron como resultado una sencilla amistad. Laura, una «diplomocosa», había vivido en Japón de niña, en una embajada. Para Emily, la infancia significaba enormes proyectos industriales en Kuwait y Abu Dhabi. Ambas habían compartido una habitación en la universidad.

Tras la graduación, examinaron sus ofertas de reclutamiento y se decidieron ambas por el Grupo de Industrias Rizome. Rizome parecía moderna, parecía abierta, tenía ideas. Era lo bastante grande como para tener músculo y lo bastante relajada como para tener velocidad.

Ambas habían formado desde entonces un doble equipo en la compañía.

Laura respondió al mensaje, y la imagen de Emily parpadeó en la pantalla. Emily estaba sentada tras su antiguo escritorio en su casa en Atlanta, las oficinas principales de Rizome. La casa de Emily estaba en un rascacielos de apartamentos en el centro de la ciudad, una celdilla dentro de una enorme colmena moderna de cerámica y plástico compuesto.

Aire filtrado, agua filtrada, pasillos anchos como calles, ascensores como metros verticales. Una ciudad puesta de lado para un mundo atestado.

Naturalmente, todo en el apartamento de Emily luchaba por oscurecer este hecho. El lugar abundaba en detalles hogareños y toques de solidez victoriana: cornisas, marcos barrocos en las puertas, luces indirectas. La pared detrás de Emily estaba empapelada con llamativos arabescos, dorado sobre marrón. La superficie de su pulido escritorio de madera estaba dispuesta tan cuidadosamente como un escenario: un teclado bajo a su derecha, un soporte para pluma y lápiz con una pluma de pavo real inclinada, un resplandeciente pisapapeles de cristal.

El estilo chino sintético de la rizada blusa gris de Emily tenía el débil brillo de la madreperla. El pelo castaño de Emily había sido peinado a máquina, con elaboradas trenzas y pequeños rizos dickensianos en las sienes. Llevaba unos largos pendientes de malaquita y un camafeo redondo con un holograma al cuello. La imagen vídeo de Emily era muy propia de los años veinte, una moderna reacción contra el aspecto riguroso de vestida-para-el-éxito de generaciones de mujeres de negocios. A los ojos de Laura, la moda sugería una
belle
sureña de antes de la guerra civil preparada para verterse en cualquier momento con femenina gracia.

—Tengo el borrador del
Report
—anunció Emily—. Es muy parecido a lo que esperábamos.

Emily extrajo su ejemplar del
Quarterly Report
de un cajón. Pasó varias páginas.

—Vayamos a lo más importante. La elección del Comité. Hemos conseguido doce candidatos, lo cual es un chiste, pero hay tres de primera fila. Pereira es un tipo honesto, puedes jugar al póquer con él por télex, pero no puede vivir ahí abajo en ese desastre de Brasilia. Tanaka dio un auténtico golpe con ese contrato maderero en Osaka. Es bastante flexible para un asalariado conservador, pero lo conocí en Osaka el año pasado. Bebía mucho, y deseaba llevarme a la cama. Además, se halla en el contracomercio, y ése es mi terreno.

»Así que tendremos que respaldar a Suvendra. Vino a través de la oficina de Yakarta, así que tiene detrás el contingente asiático oriental. Sin embargo, es vieja. —Emily frunció el ceño—. Y fuma. Un hábito horrible que tiende a empujar a la gente por el mal camino. Esos canutos de cáncer indonesios aromatizados al clavo…, una bocanada, y estás lista para la biopsia. —Se estremeció.

»De todos modos, Suvendra es nuestra mejor apuesta. Al menos, apreciará nuestro apoyo. Desgraciadamente, ese imbécil de Jensen se presenta de nuevo con una plataforma joven, y eso recortará los votos que podamos atraer. Pero al diablo con ello. —Se tiró de un rizo de pelo—. Estoy cansada de jugar a la joven ingenua, de todos modos. Cuando me presente de nuevo en el 25, creo que deberíamos apuntar hacia el voto anglo y feminista.

Pasó varias páginas, con el ceño fruncido.

—Bien, una rápida revisión de la línea ideológica. Dime si necesitas más datos sobre los argumentos. Proyecto de cultivos de las Filipinas: nada que hacer. Los cultivos están en un agujero negro, y los apoyos de los precios en Manila están a punto de colapsarse. Proyecto conjunto con Kymera: sí. Trato sobre software con los rusos: sí. Los soviéticos siguen teniendo problemas de moneda firme, pero podemos conseguir un buen intercambio en gas natural. Proyecto de alojamiento kuwaití: no. República Islámica: los términos son buenos, pero políticamente apesta. No.

Hizo una pausa.

—Ahora, aquí hay uno del que no sabes nada. El United Bank de la isla de Granada. El Comité se está metiendo subrepticiamente. —Por primera vez, Emily pareció inquieta—. Se trata de un banco de alta mar. No demasiado apetitoso. Pero el Comité supone que es el momento de hacer un gesto de amistad. No hará mucho bien a nuestra reputación si todo el asunto es hecho público. Pero es bastante inofensivo…, podemos dejar que siga adelante.

Emily abrió un cajón de madera con un chirrido y guardó el
Report.

—Ya es bastante por este lado. En general, las cosas parecen ir bien. —Sonrió—. Hola, David, si me estás viendo. Si no te importa, ahora querría hablar en privado con Laura.

La pantalla quedó en blanco durante un largo momento. Pero el tiempo que transcurrió no costaba mucho. Las llamadas unidireccionales pregrabadas eran baratas. La llamada de Emily había sido comprimida en un haz de alta velocidad y enviada de máquina a máquina por la noche, con tarifa nocturna.

Emily reapareció en la pantalla, esta vez en su dormitorio. Ahora llevaba una bata de noche rosa y blanca y se había cepillado el pelo. Se sentó con las piernas cruzadas en su cama de madera con columnas, una antigüedad victoriana. Emily había restaurado su antigua y crujiente cama con moderna goma laca de alta dureza. Aquella película transparente era tan despiadadamente dura y rígida que encajaba en una sola pieza toda la estructura como si fuera de hierro fundido.

Había sujetado la cámara del teléfono a uno de los postes de la cama. Los negocios ya habían terminado. Lo que seguía era personal. La etiqueta del vídeo había cambiado junto con la expresión de Emily. Tenía una expresión como avergonzada. La nueva posición de la cámara, mirándola en la cama desde un ángulo ligeramente superior, ayudaba a crear esa actitud. Parecía lastimera.

Laura suspiró y detuvo la grabación. Puso a Loretta en su regazo y la besó ausentemente. Estaba acostumbrada a oír los problemas de Emily, pero era duro aceptarlos antes de comer. Especialmente hoy. Había como un ambiente progresivamente extraño. Alzó de nuevo el dedo.

—Bien, ya estoy de vuelta —entonó Emily—. Supongo que puedes imaginar de qué se trata. Arthur de nuevo. Hemos tenido otra pelea. Brutal. Empezó como una de esas cosas triviales, en realidad acerca de nada. Oh, acerca del sexo supongo, o al menos eso es lo que él dijo, pero fue algo nuevo para mí. Pensé que se estaba comportando como un hijoputa sin razón alguna. Empezó atacándome, usando Ese Tono de Voz, ya sabes. Y, una vez empieza así, se vuelve imposible.

»Se puso a gritar. Se puso a chillar, y las cosas se fueron directamente al infierno. Casi me golpeó. Apretó los puños y todo lo demás. —Emily hizo una dramática pausa—. Yo corrí hasta aquí y le cerré la puerta en las narices. Y él no dijo una maldita cosa. Simplemente me dejó aquí dentro. Cuando salí, se había ido. Y se llevó… —Su voz tembló por un momento e hizo una pausa, tirándose de un largo mechón de pelo—. Se llevó esa foto que me hizo, la de blanco y negro en traje de época y que a mí me gusta tanto. Y eso fue hace dos días, y no ha respondido en su maldito teléfono.

Parecía a punto de echarse a llorar.

—No sé, Laura. Lo he intentado todo. He probado hombres de la compañía, hombres de fuera, y ninguna suerte en absoluto. Quiero decir, o desean hacerse dueños de ti y ser el centro del universo, o desean tratarte como un servicio de cama y desayuno y exponerte a Cristo sabe qué tipo de enfermedad. Y las cosas se han vuelto peor desde que he entrado en el Comité. Los hombres Rizome son una causa perdida ahora. Pasan de puntillas a mi lado como si yo fuera una maldita mina terrestre.

Miró más allá de la cámara.

—Ven aquí, minino. —Un gato persa saltó a la cama—. Quizá sea yo, Laura. Otras mujeres llegan a unos acuerdos decentes con los hombres. Tú lo hiciste. Quizá yo necesite ayuda de fuera. —Dudó—. Alguien puso un anuncio anónimo en el tablero de avisos de la división comercial. Acerca de una droga psiquiátrica. Los consejeros matrimoniales la están utilizando. Romance, la llaman. ¿Has oído hablar de ella? Creo que es ilegal o algo así. —Acarició el gato con aire ausente.

Suspiró.

—Bueno, esto no es nada nuevo. La lacrimógena historia de Emily, año treinta y dos. Creo que las cosas entre Arthur y yo han terminado definitivamente. El pertenece al tipo artístico. Es fotógrafo. No está metido en absoluto en los negocios. Creí que podría funcionar. Pero me equivoqué, como siempre. —Se encogió de hombros—. Debería mirarlo desde el lado alegre, ¿verdad? No me pidió dinero, y no me transmitió ningún retrovirus. Y no estaba casado. Un auténtico príncipe.

Se reclinó en la cabecera de caoba, con aspecto cansado e indefenso.

—No debería decirte esto, Laura, así que asegúrate de borrarlo inmediatamente. Ese trato del banco de Granada…, esa reunión que vas a celebrar forma parte de él.

Rizome está patrocinando una reunión sobre bancos de datos y piratería de datos. Eso no suena como nada nuevo, pero escucha: se trata de auténticos piratas. Mezquinos tipos de alta mar de los paraísos de datos. ¿Recuerdas lo que luchamos para conseguir que tu Albergue estuviera equipado para reuniones importantes?

Emily hizo una mueca y abrió las manos.

—Bueno, los europeos deberían de estar ya ahí. Son los más tratables de la pandilla, los más cercanos a la legalidad. Pero mañana puedes esperar algunos granadinos, con uno de nuestros elementos de seguridad. El Comité te ha enviado ya el programa, pero no todos los detalles. Por lo que sabes, todos ellos son legítimos banqueros. Sé amable con ellos, ¿de acuerdo? Puede que sean unos rufianes para nosotros, pero lo que hacen es completamente legal en sus pequeños enclaves.

Frunció el ceño. El gato bajó al suelo con un pequeño ruido sordo fuera de cámara.

—Nos han estado arrancando mordiscos desde hace años, y hemos tenido que imbuirles un poco de buen sentido. Parece malo para Rizome tratar de hacer amistad con unos piratas, así que manténte tranquila, ¿de acuerdo? Estoy comportándome como una estúpida en esto, pero deseaba proporcionarte una oportunidad. Si se descubre que he filtrado esto, el Comité me va a zurrar fuerte. Así que mejor muéstrate mucho más discreta que yo. Bueno, fin del mensaje. Envíame una cinta de la niña, ¿quieres? Y saluda a David. —La pantalla quedó en blanco.

Bien, aquello era todo. Borró la cinta. Gracias, Em. Banqueros piratas de datos, nada más y nada menos. Pequeños y rastreros estafadores de algún paraíso de datos en alta mar…, la clase de tipos que mascaban cerillas y llevaban trajes de rayón. Eso explicaba a los europeos. Banqueros, una mierda. Todos eran artistas del delito. Estafadores.

Estaban nerviosos, eso era todo. Inquietos. Y no era extraño. El potencial general para el nerviosismo en esta situación era enorme. Una llamada telefónica a la policía de Galveston, y todos ellos podían verse con el agua hasta el cuello.

Se sintió un poco irritada con el Comité por mostrarse tan evasivos al respecto. Pero podía ver sus razones. Y, cuanto más pensaba en ello, más lo reconocía como un gesto de confianza. Su Albergue iba a hallarse en el centro mismo de alguna acción terriblemente delicada. Hubieran podido llevarlos fácilmente a otro Albergue…, como el de los Warburton en los Ozarks. De esta forma, iban a tener que tratar con ella. Y ella iba a verlo todo.

Tras una comida tardía, llevó a los canadienses a la sala de conferencias en la torre. Se conectaron con Atlanta y recogieron sus últimos mensajes. Mataron un par de horas antes de partir, sonriendo a los videófonos y chismorreando. Una de las mujeres había terminado su rojo vídeo y tuvo que pedirle prestado a Laura el suyo.

A las cuatro llegó online el
Quarterly Report
de otoño, un poco pronto. Las impresoras charlotearon copias impresas. Los Kurosawa tomaron su traducción portuguesa y se marcharon.

David se presentó a las cinco, y trajo consigo a su equipo de demolición. Entraron en tromba en el bar, saquearon la cerveza, y subieron a ver a la niña. Llegó la madre de Laura, tostada por el sol tras su viaje en bote al CETO. El Conversor de Energía Térmica Oceánica de Galveston era la alegría y el orgullo cívicos, y uno de los miembros del equipo de David había estado en el proyecto. Todo el mundo pareció encantado de intercambiar notas.

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