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Authors: Paulo Coelho

La bruja de Portobello (27 page)

BOOK: La bruja de Portobello
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Al ser preguntado si sus fieles no se dedicaban también a trabajos caritativos o de apoyo a la comunidad, Back alegó que “lo que hacemos es en nombre de Jesús”.

Anoche, al llegar al almacén donde sus seguidores la esperaban fuera, algunos de los feligreses del reverendo Back, que llevaban pancartas y utilizaban un megáfono para llamar a la vecindada unirse a ellos, impidieron la entrada a Sherine Khalil, a su hijo y a algunos de sus amigos. La discusión en seguida degeneró en agresiones físicas, y al poco tiempo era imposible controlar a ambos bandos.

“Dicen que luchan en nombre de Jesús, pero en realidad lo que quieren es hacer que sigamos sin escuchar las palabras de Cristo, que decía “ todos somos dioses”, afirmó la conocida actriz Andrea McCain, una de las seguidoras de Sherine Khalil, Athena.

La señorita McCain recibió un corte en la ceja derecha, fue atendida inmediatamente y abandonó el lugar antes de que el periódico pudiera descubrir nada más sobre su relación con el culto.

Para la señora Khalil, que intentaba calmar a su hijo de ocho años después de que se hubo restablecido el orden, lo único que sucede en el antiguo almacén es un baile colectivo, seguido de la invocación a un ente conocido como Santa Sofía, a la cual se le hacen preguntas. La celebración termina con una especie de sermón y una oración colectiva en homenaje a la Gran Madre. El oficial encargado de tramitar las primeras denuncias confirmó sus palabras.

Por lo que hemos averiguado, la comunidad no tiene nombre ni está registrada como sociedad benéfica. Pero, para el abogado Sheldon Williams, eso no es necesario: “Estamos en un país libre, la gente puede reunirse en recintos cerrados para eventos sin fines lucrativos, siempre que ello no incentive el quebrantamiento de ninguna ley de nuestro Código Civil, como sería la incitación al racismo o el consumo de estupefacientes”.

La señora Khalil rechazó con vehemencia cualquier posibilidad de interrumpir su culto por culpa de los disturbios.

“Formamos un grupo para infundirnos valor unos a otros, ya que es muy difícil afrontar solos las presiones de la sociedad –comentó— . Exijo que su periódico denuncie esta presión religiosa que venimos sufriendo a lo largo de todos estos siglos.

Siempre que no hacemos las cosa según las religiones instituidas y aprobadas por el Estado, nos reprimen, como han intentado hacer hoy. Lo que pasa es que antes caminábamos hacia el calvario, las cárceles, las hogueras, el exilio. Pero ahora podemos reaccionar, y la fuerza será respondida con la fuerza, de la misma manera que la compasión también será pagada con compasión.”

Cuando se le preguntó por las acusaciones del reverendo Back, ella loo acusó de “manipular a sus fieles, usando la intolerancia como pretexto y la mentira como arma para acciones violentas”.

Según el sociólogo Arthaud Lenox, fenómenos como éste tenderán a repetirse en los próximos años, posiblemente con enfrentamientos más serios entre religiones establecidas. “En el momento en el que la utopía marxista demostró su total incompetencia para canalizar los ideales de la sociedad, ahora el mundo se dirige hacia un despertar religioso, fruto del pavor natural de la civilización a las fechas redondas. Sin embargo, creo que ,cuando llegue el año 2000 y el mundo siga existiendo, el buen juicio prevalecerá, y las religiones volverán a ser tan sólo un refugio para la gente más débil, que siempre está buscando guías”.

La opinión es contestada por don Evaristo Piazza, obispo auxiliar del Vaticano en el Reino Unido: “Lo que vemos surgir no es el despertar espiritual que todos deseamos, sino una propagación de lo que los americanos llaman Nueva Era, especie de caldo de cultura en el que todo está permitido, los dogmas no se respetan y las ideas más absurdas del pasado vuelven a asolar la mente humana. Personas sin escrúpulos como esta señora están intentando difundir sus ideas falsas en mentes débiles y sugestionables, con el único objetivo del lucro económico y el poder personal”.

El historiador alemán Franz Herbert, que actualmente está haciendo una tesis en el Instituto Goethe de Londres, tiene una idea diferente: “Las religiones establecidas han dejado de responder a las cuestiones fundamentales del hombre, como su identidad y su razón para vivir. En vez de eso, se han concentrado sólo en una serie de dogmas y normas moldeadas para una organización social y política. De esta manear, la gente que busca una espiritualidad auténtica parte hacia nuevos rumbos; eso significa, sin ninguna duda, una vuelta al pasado y a los cultos primitivos, antes que esos cultos se contagien de las estructuras de poder”.

En el puesto policial en el que registró el suceso, el sargento William Morton informó de que en el caso de que el grupo de Sherine Khalil decida realizar su reunión el próximo lunes y se sienta amenazado, debe solicitar por escrito protección oficial, para evitar que los incidentes se repitan.
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Heron Ryan, periodista.

eí el reportaje en el avión cuando volvía de Ucrania hecho un mar de dudas. Todavía no sabía si la tragedia de Chernóbil había sido realmente desastrosa o si había sido utilizada por los grandes productores de petróleo para inhibir el uso de otras fuentes de energía.

Me asustó el artículo que tenía en la mano. En las fotos se veían algunos escaparates rotos, a un reverendo Back colérico, y —allí estaba el peligro— a una hermosa mujer, con ojos de fuego, abrazada a su hijo. Entendí inmediatamente lo que podría ocurrir. Fui directamente del aeropuerto a Portobello, convencido de que mis previsiones se iban a hacer realidad.

Desde el lado positivo, la reunión del lunes siguiente fue uno de los eventos de mayor éxito en la historia del barrio: acudió muchísima gente, algunos con curiosidad por ver a la entidad mencionada en el artículo, otros con pancartas que defendían la libertad de culto y de expresión. Como no había sitio más que para doscientas personas, la multitud permaneció apretujada en la calle, esperando por lo menos una mirada de aquella que parecía la sacerdotisa de los oprimidos.

Cuando ella llegó, fue recibida con aplausos, notas, peticiones de auxilio; algunas personas le tiraron flores, y una señora, de edad indefinida, le pidió que siguiese luchando por la libertad de las mujeres, por el derecho a adorar a la Madre.

Los feligreses de la semana anterior debieron de sentirse intimidados con la multitud y no aparecieron, a pesar de las amenazas que habían proferido los días anteriores. No hubo ninguna agresión, y la ceremonia transcurrió como siempre: baile, Santa Sofía manifestándose (en ese momento yo ya sabía que no era más que un lado de la propia Athena), celebración (aspecto que había sido añadido recientemente, cuando el grupo se cambió al almacén cedido por uno de los que primero empezaron a frecuentarlo) y punto final.

Noté que durante el sermón Athena parecía poseída;

Todos tenemos un deber para con el amor; permitir que se manifieste de la manera que crea mejor. No podemos y no debemos asustarnos cuando las fuerzas de las tinieblas, aquellas que instituyeron la palabra “pecado” sólo para controlar nuestros corazones y nuestras mentes, quieren hacerse oír. ¿Qué es el pecado? Jesucristo, al que todos nosotros conocemos, se volvió hacia la mujer adúltera y dijo: “¿Nadie te ha condenado? Pues yo tampoco te condeno”. Curó los sábados, permitió que una prostituta le lavase los pies, invitó a un criminal que estaba crucificado a su lado a gozar de las delicias del Paraíso, comió alimentos prohibidos, nos dijo que nos preocupásemos sólo del día de hoy, porque los lirios del campo no tejen ni hilan, pero se visten de gloria.

“¿Qué es el pecado? Pecado es impedir que el Amor se manifieste. Y la Madre es amor. Estamos en un nuevo mundo, podemos elegir seguir nuestros propios pasos, no los que la sociedad nos obliga dar. Si es necesario, nos enfrentaremos de nuevo a las fuerzas de las tinieblas como hicimos la semana pasada. Pero nadie acallará nuestra voz ni nuestro corazón.

Estaba asistiendo a la transformación de una mujer en un icono. Ella decía todo aquello con convicción, con dignidad, con fe en sus palabras. Deseé que las cosas fuesen realmente así, que estuviésemos realmente ante un nuevo mundo del que yo iba a ser testigo.

Su salida del almacén fue tan consagradota como su entrada, y al verme entre la multitud, me llamó a su lado, comentando que me había echado de menos la semana pasada. Estaba alegre, segura de sí misma, convencida de la corrección de sus actos.

Ése era el lado positivo del artículo del periódico, y ojala las cosas terminasen ahí. Quería estar equivocada en mi análisis, pero, tres días después, mi previsión se confirmó: el lado negativo surgió con toda su fuerza.

A través de uno de los más reputados y conservadores bufetes de abogados del Reino Unido, cuyos directores tenían contactos en las altas esferas del gobierno —ellos sí, y no Athena—, y utilizando las declaraciones que se habían publicado, el reverendo Back convoco una rueda de prensa para decir que iba a llevar el caso ante la justicia con una denuncia por difamación, calumnia y daños morales.

El secretario de redacción me llamó: sabía que yo tenía amistad con el personaje central de aquel escándalo y me sugirió que hiciésemos una entrevista en exclusiva. Mi primera reacción fue de indignación: ¿cómo iba a utilizar mi relación de amistad para vender periódicos?

Pero, después de hablar un poco, empecé a pensar que tal vez fuese una buena idea: Athena tendría la oportunidad de presentar su versión de la historia. Es más, podría usar la entrevista para promover todo aquello por lo que ahora estaba luchando abiertamente. Salí de la reunión junto con el secretario de redacción con el plan que elaboramos juntos: una serie de reportajes sobre las nuevas tendencias sociales y las transformaciones que la búsqueda religiosa estaba atravesando. En uno de estos reportajes, yo publicaría las palabras de Athena.

La misma tarde de la reunión con el secretario de redacción fui hasta su casa, aprovechando el hecho de que la invitación había partido de ella a la salida del almacén. Supe por los vecinos que uno de los oficiales de justicia habían aparecido el día anterior para entregarle una citación, pero tampoco habían podido.

Llamé más tarde sin éxito. Lo intenté de nuevo cuando se hizo de noche, pero nadie respondía al teléfono. A partir de ahí empecé a llamar cada media hora, y la ansiedad aumentaba proporcionalmente a las llamadas. Desde que Santa Sofía me había curado el insomnio, el cansancio me empujaba hacia la cama a las once de la noche, pero esta vez la angustia me mantuvo despierto.

Encontré el número de su madre en la guía telefónica. Pero ya era tarde, y si ella no estaba allí, toda la familia se preocuparía. ¿Qué debía hacer? Encendí la tele para ver si había pasado algo; nada especial, Londres seguía igual, con sus maravillas y sus peligros.

Decidí intentarlo una última vez: después de sonar tres veces, alguien contestó al teléfono. Inmediatamente reconocí la voz de Andrea al otro lado de la línea.

¿Qué quieres? —preguntó.

Athena me dijo que la llamase. ¿Va todo bien?

Claro que va todo bien, y todo va mal, según cómo lo quieras ver. Pero creo que puedes ayudar.

¿Dónde está?

Colgó sin dar más detalles.

Deidre O´Neill, conocida como Edda.

thena se hospedó en un hotel cerca de mi casa. Las noticias de Londres referentes a sucesos locales, sobre todo a los pequeños conflictos en los barrios de la periferia, jamás llegan a Escocia.

No nos interesa demasiado cómo gestionan los ingleses sus pequeños problemas; tenemos nuestra propia bandera, nuestro equipo de fútbol, y pronto tendremos nuestro parlamento. Es patético que en esta época todavía utilicemos el mismo código telefónico de Inglaterra, sus sellos de correo, y que aún tengamos que sufrir la derrota de nuestra reina María Estuardo en la batalla por el trono.

Ella terminó decapitada a manos de los ingleses, bajo el pretexto de problemas religiosos, está claro. Lo que mi discípula estaba afrontando no era ninguna novedad.

Dejé que Athena descansase durante un día entero. A la mañana siguiente, en vez de entrar en el pequeño templo a trabajar utilizando los rituales que conozco, decidí llevarla a pasear con su hijo por un bosque cerca de Edimburgo. Allí, mientras el niño jugaba y correteaba entre los árboles, ella me contó con detalle todo lo que estaba ocurriendo.

Cuando terminó, empecé a hablar:

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