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Authors: Manda Scott

La Calavera de Cristal (50 page)

BOOK: La Calavera de Cristal
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Sin embargo, no podía volar, pues tan solo lo formaban ocho colores. Faltaba el azul celeste de la piedra corazón.

Stella bajó la vista. En la tierra de los muertos llevaba ella la piedra, como lo había hecho en vida. La piedra estaba más viva que ella, vibraba con una energía que había sentido antes, pero que nunca había visto con sus ojos.

En la vertiente de la loma había doce personas que se alzaban formando un arco que envolvía al dragón. En la cumbre estaba el anciano coronado con una cornamenta de renos y cuyo rostro conocía. Ki'kaame le habló:

—¿Nos acompañas, última de los guardianes, y devuelves a su lugar el corazón de la tierra?

—Por supuesto. —Empezó a acercarse a ellos caminando.

Desde la otra mitad de su corazón, Kit le habló con voz muy tenue:

—Stell, no te vayas, te lo ruego.

Stella se detuvo. Ki'kaame se detuvo.

El aire se escindió y volvió a unirse. A su izquierda, donde antes tan solo había visto al dragón, vio a un hombre de mediana estatura y sienes plateadas. El medallón que colgaba de su cuello era la viva imagen de Stella. Su sonrisa era antigua como los tiempos e igual de sabia. Era idéntico a su abuelo. Le dirigió estas palabras:

—Eres la última y más joven. Tu vida no ha tomado forma aún para este fin. Si lo deseas, puedo llevar yo la piedra al corazón del dragón. Tú eliges.

El dragón volvió a llamarla, con el ansia de la piedra. Desde otro lugar menos brillante le llegó el susurro de Kit.

—Stella...

Kit. Aquella palabra resonó desde lo más hondo de su alma. Era una respuesta y una elección.

En su interior ya notaba el frío, que iba subiendo desde los pies.

—Gracias. Tú y yo hemos obedecido a nuestro corazón. No solo existe el deber, también el amor. —Cedric Owen alargó sus brazos hasta ella y la piedra. Su mano era de un azul cielo impoluto.

En lo más profundo del corazón de Stella, un puño de hielo abrazó el canto de la piedra azul. Su mundo estalló en fragmentos de azul, negro y escarlata.

* * *

—¿Stell?

La luz del sol la bañaba tendida en la hierba y rodeada por la calma del canto de los pájaros. Le dolía el hombro terriblemente.

Kit estaba inclinado sobre ella. Su cara expresaba pena y asombro.

—Stell. Por Dios, Stell...

La levantó con los dos brazos. El dolor del hombro era tan insoportable que tardó un poco en entender qué sucedía.

—¡Estás bien! —exclamó ella, asombrada—. Puedes andar.

En efecto, andaba; estaba arrastrándola hasta un rincón donde el sol cubría la hierba corta.

—Y tú estás viva.

Su sonrisa ladeada no estaba a la altura de un amanecer como aquel. Lo intentó otra vez y logró enderezarla, simétrica.

—Te han disparado, pero ya no sangras. Además, el orificio ya no es un orificio. Y

tu medallón ha cambiado —observó Kit.

Lo levantó. En la superficie llana aparecía un dragón en solitario, sin ningún hombre que lo despertara. En la otra cara, la balanza que pesaba sol y luna había desaparecido.

—Como científico, prefiero no preguntar cómo ha sucedido. —Kit vio que Stella necesitaba saber pero que no le salían las palabras—. Gordon Fraser ha muerto; Tony cogió el revólver y le disparó. Davy tiene el brazo fracturado, pero por lo demás está bien.

—¿Y Úrsula?

—No lo sabemos aún. Davy está llamando al hospital.

Dejó que Kit la ayudara a sentarse. El túmulo era el mismo de siempre, pero las piedras habían dejado de cantar.

—«En lo venidero, hazle caso a tu corazón y al mío, puesto que uno solo son». Cedric Owen estaba ahí —dijo Stella—. Me dio a elegir. He seguido mi corazón y he vuelto contigo.

—Lo he sentido. No sé cómo decirte cuánto me alegro. Stella le cogió la mano, a pesar del dolor y del brillo del sol.

—«No me falles, pues de hacerlo fallarías a tu persona y a todos los mundos que aguardan». No sé qué es lo que aguardan todos esos mundos, pero no les hemos fallado, ni tú ni yo.

Kit volvió a sonreír y el mundo se iluminó y todo fue perfecto.

—Lo sé.

Epílogo

Al catedrático sir Barnabas Tythe, rector del Bede's College, Cambridge, saludos. Señor:

Os agradezco vuestra amable misiva y el obsequio de las perlas que habéis mandado a nuestra hija Francés Elizabeth en ocasión de su bautizo. Crece en paz, como lo ha hecho desde su nacimiento. También Martha crece en su empeño y vuelve a administrar la granja. Hemos finalizado el proyecto de redacción que nos urgía y los resultados están sellados tal como acordamos y deberán ser revelados en un futuro. Haciendo caso de vuestro consejo, he hecho llegar una carta a vuestro letrado en Oxford.

Nada queda pendiente, pues, salvo que nuestro difunto amigo solicitó que os fuera entregado lo que acompaña, que espero os halle con buena salud. De venderse, deberían reportaros, si no voy desencaminado, unas cien libras esterlinas, pues carecen de tara y exhiben buen corte. Si preferís dividirlos, conozco a un hombre en Esclusa a quien podéis acudir si os interesa. Mantiene el contacto con Harwich y era conocido de milord Walsingham antes de su inesperada muerte el mes pasado, por la que todos, qué duda cabe, hemos manifestado a la familia y a la reina nuestro más sincero pésame.

Confío hallaros en buena salud y que vos y vuestro college sigan prosperando. Vuestro, etc.

Francis Walker.

Escrito el décimo día del mes de mayo, en el año de

Nuestro Señor de mil quinientos noventa, en la

hacienda Lower Píayworth de Oxfordshire

Traducido del isabelino por Anthony Bookless y Úrsula Walker y reproducido en su Nueva biografía exhaustiva de Cedric Owen, publicada por Cambridge University Press en 1972, Se pueden consultar algunos fragmentos del texto original en la página: http://www. bedescambridge.ac. uk.

Post scriptum

El rector y los demás miembros del Bede's College de Cambridge hacen saber con enorme pesar que el catedrático Gordon Fraser ha muerto tras una breve enfermedad. Por petición expresa del difunto, su cuerpo será incinerado y sus cenizas esparcidas en la cueva de Gaping Ghyll, en Ingleborough, en el Parque Nacional de Yorkshire Dales.

Se celebrará una misa en honor del difunto abierta a todos los actuales y antiguos miembros del college. Tendrá lugar en la capilla de Bede este próximo viernes, 3 de agosto de 2007, y quedan todos ustedes invitados. Los donativos deberán hacerse llegar al tesorero.

Firmado:

Sir Anthony Bookless, máster, doctor y

oficial de la Orden del Imperio Británico, rector del Bede's College de Cambridge

Davy, Úrsula, ¿podréis ir? A Stella ya le habrán dado el alta en el hospital. Tony se reservará algo de tiempo después de las ceremonias. Estaría bien que nos reuniéramos todos. Jess también está aquí y quiere verte. Ya me diréis algo, Kit.

Nota de la autora

Escribo y el lector lee este libro en «la hora final», el período en el que el mundo se sume en una catástrofe causada por el hombre.

Las traducciones del códice de Dresde son polémicas en la interpretación de algunos detalles, pero el mensaje general cuenta con un amplio consenso: los antiguos mayas, pueblo de astrónomos y matemáticos que exhibieron unos conocimientos asombrosos y cuya cultura floreció del año 200 al 900 d.C, fijaron su calendario a partir de la «fecha cero» del 11 de agosto de 3114 a.C. para que llegara a su fecha final en el 13.° baktún (aproximadamente, 5.125 años para nosotros), el 21 de diciembre de 2012.

Esa es la fecha en la que el sol del solsticio de invierno regresa a su plena conjunción con el centro de la galaxia, la brecha oscura que se halla en el centro de la Vía Láctea. Ese lugar suele llamarse los 28 grados de Sagitario. Para los mayas, era el Xibalba be, el Camino hacia el Inframundo, que consideraban el vientre de la galaxia.

Así fue como fijaron su calendario para que marcara el momento en el que muere el sol y renace del vientre galáctico, un acontecimiento que sucede tan solo cada veintiséis mil años. Para los mayas representaba el final del quinto y último ciclo de la existencia humana.

Existe una serie de mitos, profecías y leyendas que hacen referencia a esa fecha, y no son tan solo de origen maya. Si Geoff Stray está en lo cierto (véase Beyond 2012 en la bibliografía), el I ching puede leerse como un calendario lunar que también indica un final (una transformación de la conciencia tan enorme que puede verse como un final) el año 2012. Hay quien ha detectado referencias similares en las tradiciones védicas y egipcias, así como otras asociaciones que relacionan las alineaciones de Venus y las Pléyades con la teología cristiana o judaica y la promesa del Armagedón.

Entre todo este repertorio de mitos y leyendas que señalan la hora final de 2012, los relativos a las calaveras de cristal son los más vistosos (y se quedan cortos comparados con los objetos reales).

Este libro se inspiró en la calavera de cristal que está expuesta en el Museo Británico: una talla asombrosa, preciosa y evocadora de tamaño real. Descansa en un rincón tranquilo de la galería principal enfrente de una estatua conmovedora de un niño sobre un caballo (cuya historia relataré algún día). Independientemente de lo que uno piense sobre los orígenes y la finalidad de la calavera, es imposible no quedarse sin palabras ante su presencia.

De las distintas explicaciones sobre su creación, me he centrado en las que afirman que fue fabricada en las pirámides mayas y que forma parte de una serie de trece calaveras que, cuando se reagrupen, o bien evitarán que el mundo llegue a su fin o bien nos proporcionarán los medios necesarios para trascenderlo.

¿Quién fue su creador? ¿Cuándo la creó? De cualquier modo, la calavera es una pieza de artesanía extraordinaria. Tallar un cráneo de tamaño real con un grado tal de precisión anatómica de una sola pieza de cristal representa, incluso con nuestras modernas tecnologías, una tarea titánica. Si en verdad se fabricó en la época maya puliendo cristal en bruto con arena cada vez más pequeña, a sabiendas de que el menor error echaría por tierra el trabajo de generaciones enteras, se trata de un hito excepcional.

La calavera del Museo Británico no es la única. La más conocida de las demás es el cráneo Mitchell-Hedges, que se conserva en Canadá. Al igual que la piedra corazón azul de Cedric Owen, esa calavera fue tallada de un único bloque de cristal macizo, con un maxilar articulado y la capacidad de absorber luz por el occipucio y canalizarla por los ojos.

Se han realizado reconstrucciones faciales de esa calavera y de muchas otras, y los rostros resultantes recorren una gama de tipos facial que reconocemos con facilidad. Se afirma que todos esos cráneos exhiben una expresión tranquila, serena, firme, y que transforman la vida de todo aquel que las toca. (Para una descripción más detallada, véase The Mystery of the Crystal Skulls, de Chris Morton y Ceri Louise Thomas.)

* * *

Esos son por tanto los dos cimientos de la novela: la fecha final de 2012 y las leyendas de las trece calaveras. Para construir el argumento he combinado ideas de ficción con hechos demostrados: el reino de María Tudor, la Sanguinaria, tocó fondo en la primavera de 1556, cuando Thomas Cranmer, antiguo arzobispo de Canterbury, fue quemado en la hoguera.

El mes de junio del mismo año, Catalina de Médicis, la tan difamada reina de Francia, dio a luz gemelas: una murió al cabo de unos días y la otra sobrevivió hasta mediados de agosto. Michel de Nostredame, más conocido como Nostradamus y reconocido por su pericia como médico, fue convocado a la corte ese verano y presenció la muerte de la segunda niña.

La historia no nos cuenta el motivo de dicha convocatoria, pero me parece que no hace falta ser demasiado imaginativo para relacionarlo con la necesidad de la reina de encontrar a un médico mejor que salvara la vida de su hija.

Aquella era una época de enormes progresos médicos, si bien en Occidente los cirujanos (a diferencia de los médicos, los «físicos», que se formaban en la universidad) eran considerados poco más que carniceros.

Por el contrario, en el mundo árabe y morisco circulaban manuales que se remontaban a siglos atrás y daban cuenta de complejas técnicas de cirugía, a la vez

que mostraban un profundo conocimiento de la anestesia que las hacía posibles. A mí, que he sido anestesista, me resulta muy fácil perderme en las descripciones de amputaciones, mastectomías y enucleaciones y preguntarme qué tipo de habilidades tendrían los que me antecedieron; al mismo tiempo es lamentable nuestra absurda ceguera cultural que los ha mantenido en la sombra durante siglos por considerar que eran procedimientos insalubres e indignos. Como escritora me he esforzado en brindar nueva vida a esos textos sin pecar de excesivos tecnicismos.

Los demás personajes son mayormente inventados, aunque el supuesto antepasado de Fernando de Aguilar, Gerónimo de Aguilar, sí fue capturado por los indígenas, junto a Gonzalo de Guerrero, en el año 1511. Este último desertó, se unió a los mayas y capitaneó una férrea resistencia en defensa de su pueblo de adopción contra los invasores españoles, hasta que murió en el campo de batalla en 1535. Aguilar nunca entregó su corazón a sus captores. En 1519 escapó y se unió a las fuerzas expedicionarias de Cortés en calidad de trujamán. Más adelante estableció allí su residencia y desposó una indígena. No amasó su fortuna vendiendo cuerda de sisal a Europa, pero fue algo que hicieron muchos de sus sucesores desde sus posesiones en lo que actualmente son tierras mexicanas.

* * *

En cuanto a los emplazamientos, Zamá recibe hoy el nombre de Tulum, pero los templos y las murallas siguen en pie. La vista del amanecer desde lo alto del templo faro es maravillosa.

En Inglaterra, el Caballo Blanco de Uffington y la Herrería de Weyland (también escrita Wayland) son dos lugares de tal fuerza que vale la pena visitarlos. Además, están relacionados con el camino de Ridgeway, que en la actualidad está catalogado como una ruta de larga distancia, pero que ha formado parte de la columna vertebral de Gran Bretaña desde mucho antes de que llegaran los burócratas de la actualidad. A decir verdad, es imposible considerar estos dos lugares por separado, pero me da la sensación de que los vínculos que los unen van mucho más allá y, para que el texto ganara en fluidez, he optado por hacerlo explícito en las últimas escenas de la novela. Tampoco existe ningún túnel visible que se adentre en las profundidades del túmulo de la Herrería, si bien los registros arqueológicos del lugar nos dicen que en una ocasión hallaron un túnel durante una excavación. Recomiendo echar un vistazo a estos lugares, con el debido respeto a los antepasados que los construyeron.

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