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Authors: Adelbert von Chamisso

Tags: #Cuento, Fantástico, Aventuras

La maravillosa historia de Peter Schlemihl (10 page)

BOOK: La maravillosa historia de Peter Schlemihl
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A Julius Eduard Hitzig, de Fouqué

Querido Eduard:

Debemos guardar el relato del pobre
Schlemihl
, y guardarlo de tal manera, que quede al abrigo de los ojos que no lo entiendan. Tarea difícil, porque ¡hay tantos ojos de ésos! ¿Y qué mortal puede asegurar el destino de un manuscrito, una cosa casi más difícil de guardar que algo hablado? Así que voy a hacer como uno que tiene vértigo, y, por miedo, prefiere tirarse al abismo. Voy a imprimir el relato
[13]
.

Pero hay más serios y mejores motivos para mi comportamiento,
Eduard
. O mucho me engaño, o en nuestra querida Alemania laten muchos corazones dignos y merecedores de comprender al pobre
Schlemihl
, y en el rostro de más de un buen compatriota aparecerá una conmovida sonrisa por su candidez y la amarga broma que le jugó la vida. Y cuando veas este sincero libro,
Eduard
, y pienses que a muchos desconocidos que sienten como tú pueda gustarles, es posible que caigan unas gotas de bálsamo en la honda herida que en ti y en todos los que te aman ha causado la muerte
[14]
.

Finalmente, no hay ningún duende (de ello estoy convencido por múltiples experiencias), no hay ningún duende que ponga un libro impreso en las debidas manos, pero sí lo mantiene apartado de las indebidas, si no siempre, por lo menos muchas veces. Y además pone una cortina invisible delante de cada auténtica obra con espíritu y humor, y sabe descorrerla y correrla con tino infalible.

A este duende, mi muy
querido Schlemihl
, confío tus sonrisas y tus lágrimas y sea lo que Dios quiera.

Fouqué

Nennhausen, finales de Mayo de 1814

A Fouqué, de Hitzig

¡Ya tenemos las consecuencias de tu desesperada decisión de imprimir el relato de
Schlemihl
, que debíamos haber guardado como un secreto entre nosotros! No solamente lo han traducido los franceses, los ingleses, holandeses, y españoles y lo han reimpreso los americanos e ingleses, de lo que informé ampliamente en nuestro culto Berlín, sino que también en nuestra querida Alemania se prepara una nueva edición con las ilustraciones de la edición inglesa que el famoso
Cruikshank
[15]
hizo sacadas del natural. Con lo que la cosa, sin duda, sigue mucho más adelante. Y te hubiera acusado públicamente por tu manera arbitraria de proceder (pues en 1814 no me dijiste ni una palabra de la publicación del manuscrito), si no te considerara suficientemente castigado por el hecho de que nuestro
von Chamisso
durante su vuelta al Mundo en los años 1815-1818 ya se quejó de todo en Chile, en Kamchatka
[16]
, y en casa de su amigo, el difunto
Tameiamaia
[17]
de O-Wahu.

Pero, aparte de esto, lo hecho hecho está y también es verdad que tienes razón, porque muchos, muchos amigos en estos trece años pasados están encantados, como nosotros, con el libro desde que vio la luz. Jamás olvidaré el momento en que se lo leí a Hoffmann
[18]
. Estuvo pendiente de mis labios, divertido y lleno de interés, hasta que lo terminé. No pudo esperar a conocer personalmente al poeta y, a pesar de que odia toda imitación, no resistió la tentación de hacer una variante (bastante desdichada) de la idea de la sombra perdida, en su relato
La aventura de la noche de San Silvestre
con la pérdida de la imagen de Erasmus Spikher en el espejo. Y es verdad que entre los niños también ha sabido nuestra maravillosa historia abrirse camino. Una vez que en un claro atardecer de invierno subía yo por la calle Burg con el autor, cogió a un chico que iba patinando y que se rió de él; lo metió debajo de su abrigo de piel de oso —que tú conoces tan bien— y lo arrastró. El muchacho no dijo nada, pero cuando se encontró libre en el suelo y a conveniente distancia del otro, que seguía como si no hubiera ocurrido nada, gritó a voces a su raptor: «¡Me las pagarás, Peter Schlemihl!».

Espero que este tipo extraño seguirá divirtiendo a muchos (que no le vieron con su sencilla kurtka de 1814) con su nuevo y refinado traje. Por lo demás, unos y otros pueden encontrarse sorprendidos al reconocer en el historiógrafo del célebre
Peter Schlemihl
también al botánico, navegante alrededor del Mundo, y antiguo y bien retribuido oficial prusiano del rey y a la vez poeta lírico
[19]
. Él, cantando en versos a estilo lituano o malayo, hace saber a todos que tiene un poético corazón en su sitio.

Por eso, querido Fouqué, a pesar de todo y a fin de cuentas, te doy las gracias cordialmente por haber hecho la primera edición, y recibe, con nuestros amigos, mi felicitación por la segunda.

Eduard Hitzig

Berlín, Enero de 1827

La maravillosa historia de
Peter Schlemihl

I

Después de una feliz, pero para mí muy molesta travesía, llegamos por fin al puerto. En cuanto llegué a tierra con el bote, cargué yo mismo con mi pequeña propiedad y, abriéndome paso entre el gentío, entré en una casa cercana, la más insignificante sobre la que vi un rótulo. Pedí una habitación, el muchacho me midió con una ojeada y me condujo a la buhardilla. Hice que me subieran agua fresca y que me dijesen detalladamente dónde podría encontrar al señor
Thomas John
.

—Enfrente de la Puerta Norte
[20]
, la primera casa de campo a mano derecha. Una casa nueva, grande, de mármol rojo y blanco con muchas columnas.

—Bien.

Como era todavía temprano, deshice mi paquete, saqué mi práctico abrigo negro nuevo, me vestí con mi mejor traje, cogí mi carta de recomendación y me puse rápidamente en camino en busca del hombre que debía favorecer mis modestas esperanzas.

Después de haber subido toda la larga calle Norte y haber llegado a la Puerta, vi brillar en seguida las columnas entre la arboleda.

Aquí es
—pensé.

Quité el polvo de mis zapatos con el pañuelo, me arreglé el que llevaba al cuello y tiré de la campanilla en nombre de Dios. La puerta se abrió de golpe. Tuve que soportar un interrogatorio a la entrada, el portero al fin avisó que yo estaba allí y tuve el honor de ser llamado al parque, donde el señor
John
se encontraba con unos amigos. Me recibió muy bien, como un rico a un pobre diablo, hasta se volvió hacia mí, pero sin apartarse desde luego de los otros y cogió la carta que yo tenía en la mano.

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