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Authors: Fernando Vallejo

La puta de Babilonia (7 page)

BOOK: La puta de Babilonia
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"¡Soy papal ¡Soy papa!", gritaba el cardenal Borgia más feliz que perro con hueso no bien lo eligieron, y se ayudaba a poner él mismo las galas pontificias apurándose para salir a bendecir al rebaño estúpido y a parar el báculo. ¡Qué no hizo! ¡Cómo gozó! ¡Qué bien entendió lo que medio milenio después Wojtyla iba a llamar en el epicentro del sida, en África, "el banquete de la vida"! Con Vannoza de Catanei tuvo cuatro hijos: Giovanni, César, Lucrecia y Joffré. Con la hermosa Giulia Farnese, a la que le llevaba cuarenta años, due maschietti: un Rodrigo como él y otro Giovanni. Y varios desconocidos con varias desconocidas. A su primer Giovanni lo hizo duque de Gandía a los 16 años; a César lo hizo cardenal a los 18 años; a Lucrecia le arregló tres matrimonios principescos; y al hermano de Giulia, Alejandro Farnese, lo hizo cardenal a los 25 años, abriéndole así el camino para que luego a su vez fuera papa y papá: Pablo III, con cuatro hijos que le dieron nietos de los que nombró a dos, de 15 y 16 años, "¡cardenales! Antes de Inocencia VIII, que fue el inmediato antecesor de Alejandro VI, los papas sólo engendraban sobrinos. Con estos dos corajudos papas la cosa cambió: ¿por qué se iba a avergonzar un papa de su progenie? ¿Se avergüenzan acaso los carpinteros, los médicos, los conejos, los caballos? ¿Y no tuvo el apóstol Pedro mujer y suegra, que Jesús le curó? Que el ignorante lea los evangelios. A Inocencio VIII le decían "Santo Padre" porque lo era de media Roma, si bien él sólo reconocía a una hija y a Franceschetto, a quien cargó de honores y riquezas e hizo cardenal a los 13 años. En una sola noche jugando con otro purpurado, este Franceschetto perdió catorce mil ducados: al día siguiente el papa obligó al tramposo cardenal a restituirle a su muchacho lo mal habido. En una ocasión en que el Santo Padre había caído en uno de sus usuales ataques de letargia, el Santo Hijo, Franceschetto, se alzó con el tesoro papal. ¡Que se lo llevara! ¡Qué importaba! ¡Para eso era su hijo! Inocencia VIII murió dos meses antes del descubrimiento de América, que vino a caer así bajo el pontificado de nuestro Alejandro VI, su sucesor. Una vez coronado, Alejandro VI convocó su primer consistorio: para comunicarles a los cardenales que los iba a purgar a todos por venales. ¡Qué va! Era un hombre generoso. No bien descubrieron a América la repartió de inmediato por mitades, sin guardarse para sí ni un solo palmo de tierra, entre España y Portugal (y les habría repartido también la Luna si se hubiera sabido entonces en qué consistía exactamente Selene). Burchard, su maestro de ceremonias, nos deja relatada en su diario la gran orgía de cincuenta prostitutas romanas que se ayuntaban con otros tantos servidores de palacio en competencia por los premios que les ofrecía Su Santidad, quien en compañía de Lucrecia, asomados padre e hija desde lo alto por una ventana, los animaban. A César le dio el pomposo título de "César Borgia de Francia, por la gracia de Dios Duque de Romaña y Valencia y Urbino, Príncipe de Andria, Señor de Piombino, Adalid y General en Jefe de la Iglesia". De haber vivido hoy en México Rodrigo Borgia habría sido del PRI, se habría hecho elegir presidente, se habría alzado con dos mil millones de dólares y me habría dado a mí, su hijo Ferdinandus, cuando menos quinientos millones. ¡Pero qué, nací de padre pobre y honrado! Honrado con ese diploma estúpido que le mandó Pío XII por los veinte hijos que engendró para Cristo en una sola mujer dada su empecinada monogamia. Dios es injusto. A unos los hace hijos de albañil, a otros hijos de papa. ¡Viejo cabrón!

Y tras generoso, el papa Borgia era previsor. Con la invención de la imprenta todavía fresca y olfateando el peligro, creó lo que después Pablo IV bautizó como el Índice de libros prohibidos: el catálogo de libros de prohibida impresión, venta y lectura bajo pena de excomunión. De siglo en siglo y de edición en edición el Índice se fue abultando y ampliando a tal grado que lo único que le faltaba ya era incluirse a sí mismo. Entonces en 1966, con una papada de esas que tanto me chocan (papada es "acto arbitrario de papa"), Pablo VI lo suprimió y levantó la excomunión. En fin, pese a ser el verdadero inventor de esa máquina de guerra que fue el Índice, jamás Alejandro VI persiguió los pasquines que imprimían los envidiosos en su contra. Le harían gracia. Y si a alguien asesinó, no fue por mezquinas razones personales sino por los altos intereses del Estado. Así a Savonarola lo tuvo que ajusticiar cuando este histérico se puso a convocar un concilio desde su teocrática Florencia dizque para deponer al papa por pecados de la carne y por corrupto. Papa corrupto es pleonasmo, y el único pecado de la carne, Savonarola, es comérsela. ¡Qué bueno que te ahorcaron y quemaron por dominico!

Mintiendo con la verdad, los historiadores lacayos al servicio de la Puta dicen que el papa Borgia fue un papa malo, ¡como si los restantes hubieran sido buenos! A los primeros treinta y cinco la Puta los canonizó en bloque: San Pedro, San Lino, San Cleto, San Clemente, San Evaristo, San Alejandro, San Sixto... y de los veintidós siguientes canonizó a dieciocho: San Dámaso, San Siricio, San Anastasio, San Inocencio, San Zósimo... ¡Qué Puta tan desvergonzada! De buena parte de esos papas no sabía sino los nombres, iY ya santos! A ver, haga la prueba usted, récele por ejemplo a San Zósimo para que le haga ganar la lotería y me cuenta. O que le cure un cáncer de páncreas. Aunque esta vez no me alcanzará a contar porque con San Zósimo o sin San Zósimo en un mes ese cáncer se lo lleva. Cuatro de los primeros papas eran hijos de curas, y el número 40, San Inocencio, era hijo del 39, San Anastasio; y San Silverio, el 58, era hijo de San Hormisdas, el 52. Nadie que tenga hijos puede ser santo. El que tiene hijos es un criminal. ¿Y no se peleó pues el 23, San Esteban, con el obispo de Cartago San Cipriano al que quería dominar pretendiendo la primacía de su obispado de Roma sobre los otros con el cuento del Tu es Petrus que está en el Evangelio de Mateo, que es tan espurio como el de Lucas, que es tan espurio como el de Marcos, que es tan espurio como el de Juan? Tan falsos los cuatro como es de absurdo el tal Cristo que se inventaron. ¡Con que Tu es Petrus! '''Y yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del Reino de los Cielos y todo lo que atares sobre la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desatares sobre la tierra quedará desatado en los cielos. Entonces les ordenó a los discípulos que no dijeran a nadie que él era Cristo". ¡Hombre necio! Viene a la tierra como Cristo y no quiere que nadie sepa quién es. ¡Con razón no lo reconocieron los judíos! La culpa es suya. ¡Y qué es eso de que "las puertas del infierno no van a prevalecer"! Será el infierno el que no va a prevalecer, no sus puertas. ¡Ah libro estúpido! Y ese Pedro-piedra asnal arrastrado por el otro con la zanahoria del Reino de los Cielos como Don Quijote arrastra a Sancho Panza con la ínsula Barataria.

No se me hace raro que fuera Esteban el que inventó el cuento del Tu es Petrus y se lo interpoló al Evangelio de Mateo. Esteban fue papa entre el 254 y el 257 Y las copias más antiguas que quedan de los evangelios no son muy anteriores a esas fechas: sólo sobrevivieron las que conservaron el agregado: las de los obispos de Roma, que destruyeron las otras. Si usted me dice que la Puta interpoló aquí y quitó allá, le creo. Todo delito y bajeza que le atribuya a la Puta se lo creo, y tenga por seguro que se queda corto. Engendrador de hijos, multiplicador de riquezas, hombre de buena estrella, papa feliz, Rodrigo de Borja y Borja, o Su Santidad Alejandro VI, es mi papa preferido. España debe enorgullecerse de este gran hijo que fue gran padre. Y si tuvo, como dicen, relaciones amorosas con Lucrecia, ¡qué carajos!, eso a lo sumo sería pecado venial pues ni siquiera figura en el catecismo entre los pecados capitales o mortales, que son: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. Siete. No hay octavo. ¡Cómo va a ser el amor entre padre e hija pecado! Y dado caso que lo fuera, sería venial, que se perdona por agua bendita o por golpe de pecho. "¿Qué es la castidad?" pregunta el catecismo de los Hermanos Cristianos de la Salle. A lo que el niño cristiano responde: "Castidad es la virtud que nos inclina a abstenernos de los placeres ilícitos de la carne". Exacto, niños. No coman carne.

Y pasemos ahora a los sobrinos de papa. Primero, los émulos de sus tíos: Gregorio XI, sobrino de Clemente VI que lo nombró cardenal a los 18 años; Eugenio IV, sobrino de Gregorio XII que lo nombró cardenal a los 25; Pablo II, sobrino de Eugenio IV que lo nombró cardenal a los 23; Pío III, sobrino de Pío II que lo nombró cardenal a los 21; Julio II, sobrino de Sixto IV que lo nombró cardenal a los 18 y que en calidad de tal tuvo tres hijas; León XI, sobrino de León X; y Honorio IV, sobrino nieto de Honorio III. En cuanto a los papas purpuradores de sobrinos, Clemente V nombró a cuatro sobrinos cardenales; Pío II, a dos, uno de ellos el futuro Pío III; Sixto IV, a seis, uno de ellos el futuro Julio II; Pablo IV, a su sobrino Carlo Carafa; Pío IV, a su sobrino Carlos Borromeo de 22 años; Pío V, a su sobrino nieto Michele Bonelli; Sixto V, a un sobrino de 15 años; Inocencio IX, a su sobrino nieto Antonio Facchinetti; Clemente VIII, a sus sobrinos Cinzio y Pietro Aldobrandini y a un sobrino nieto de 14 años; Pablo V, a su sobrino Scipioni Cafarrelli Borghese; Gregorio XIV, a su sobrino Paolo Emilio Sfondrati de 29 años; Gregorio XV, a su sobrino Ludovico Ludovisi de 25 años; Urbano VIII, a dos sobrinos más un hermano; Inocencio X, a su sobrino Camillo Pamfili; Alejandro VIII, a su sobrino nieto Pietro de 20 años; Clemente XII, a su sobrino Neri Corsini; y Juan XXII, a un hijo, un hermano y tres sobrinos. A varios de estos cardenalitos imberbes sus tíos los nombraron además secretarios de estado. "Nepotismo" llaman a este vicio. El presidente Bush ha de llamar a esta virtud family values.

El sobrino de Pablo V, Scipioni Cafarrelli Borghese, se hizo tan rico en su doble calidad de cardenal y secretario de estado que se pudo construir laVilla Borghese de Roma. Y a tal grado enriqueció Urbano VIII a toda su parentela (empezando por el hermano y los dos sobrinos que purpuró) que de viejo le entraron cosquilleos de conciencia y consultó a los teólogos, pero éstos lo tranquilizaron. En cuanto a Alejandro VII, que empezó su pontificado prohibiéndoles a sus parientes acercarse a Roma, lo acabó convertido a la religión de los family values colmándolos de palacios, propiedades, dinero, empleos. ¡Qué injusticias las de Dios! A mí me hace sobrino de plomero y a Cafarrelli sobrino de papa. ¡Viejo cabrón!

Mención especial me merecen (por el diploma que le mandó su tío a mi mamá) Marcantonio, Carla y Giulio Pacelli, sobrinos de Eugenio Pacelli, alias Pío XII, compinche de Mussolini que los hizo príncipes a los tres, y que tuvieron cuanto cargo lucrativo se pueda uno imaginar, dentro y fuera del Vaticano: eran coroneles de los Guardias Nobles, presidentes y consejeros de bancos y sociedades, de congregaciones y consistorios, de institutos y compañías, asesores jurídicos, delegados, procuradores, nuncios, cobraban aquí, cobraban allá, en Ferrosmalto, en ltalgas, en Cerámica Pozzi, en Saniplástica, en el cine, en la radio, en la televisión, en inmobiliarias, en aseguradoras, en la industria farmacéutica, en la editorial, en el Banco de Roma, en los aeropuertos... ¡Dónde no estaban, dónde no cobraban! Entre los tres amasaron una fortuna de ciento veinte millones de marcos, a los que hay que sumarles los ochenta millones que les dejó el tío al morir, en oro y valores, menos cualquier bicoca que se embolsara sor Pascalina. Esta monja y el papa competían a ver quién economizaba más luz eléctrica, cosa que me recuerda a mi mamá detrás de sus veinte hijos apagando focos como loca. Un tío del tío, Ernesto Pacelli, en calidad de lacayo de confianza de Pío Nono había sido director del Banco di Roma donde tenía acciones la Curia, y fue el que fundó el Osservatore Romano, el Granma del Vaticano, un pasquín tendencioso que después de siglo y medio de vileza y a setenta años del nazismo que alcahueteó hoy sigue impune y tan campante como si no hubiera Dios en el cielo. Ahora promueve la canonización de Pío XII con el cuento de que recogió a unos niños judíos para bautizarlos y salvarlos de los nazis. Que les dio desayuno.

Es muy importante recordarle al papa Ratzinger, ahora que anda visitando campos de concentración, el comportamiento de su antecesor Pío XII frente al nazismo. Ya le hice la lista a Su Santidad de sus paisanos los obispos alemanes aduladores de Hitler: todos en coro como rezando el rosario. ¿Dijo algo Pío XII al respecto? ¿Una palabra siquiera en sus múltiples alocuciones radiofónicas, mensajes de navidad, exhortaciones, advertencias, encíclicas y cartas pastorales para repudiar a ese criminal vesánico y censurar la actitud abyecta de sus obispos alemanes? Tantas cuantas dijo para reprobar a Jozef Tiso cuando presidía este cura, apoyado por las SS, el Estado fascista de Eslovaquia, aliado de los nazis. ¡Qué iba a decir si hasta lo recibió en el Vaticano, le dio el rango de gentilhombre papal y lo hizo obispo! El presidente-obispo Tiso puso tres divisiones con cincuenta mil soldados a disposición de Hitler. Al final de la guerra huyó a Austria con todo su gobierno pero lo ahorcaron. "Muero como mártir y defensor de la civilización cristiana", dijo. ¿Qué entendería este gentilhombre papal por "civilización cristiana"? ¿Las persecuciones de judíos, las quemas de brujas y herejes, las masacres en nombre del Crucificado que aquí hemos venido enumerando?

¿Y dijo algo cuando Jan Voitassak, obispo paisano del obispo Tiso, se adueñó de las propiedades de los judíos de Betlanovice y Baldovice? ¿Instó acaso a su prelado a que devolviera lo ajeno recordándole el séptimo mandamiento de no robar? Pensaría Su Santidad que es imposible ontológicamente hablando robar a un judío. Tampoco le llamó la atención siquiera a monseñor Volosin cuando presidía el gobierno nazi de la Ucrania carpática haciéndole ver que se había puesto al servicio de un régimen criminal. ¿O sería que vio en Ucrania una punta de lanza para recatolizar a la cismática Rusia, un bien mayor frente a males menores? Puede ser, era un gran estadista. Así cuando se olió la anexión de Danzig, para no ir a molestar al Führer sustituyó al obispo irlandés pro inglés de esa ciudad polaca, O'Rourke, por monseñor Carl María Splett, pro nazi. Splett, que era de los que echaban al vuelo las campanas por los éxitos del Reich, prohibió las confesiones en polaco y fue colaborador de la Gestapo. "Sólo se confiesa en alemán", decía un cartel bien visible en los confesionarios de Danzig como si los pobres polacos ni siquiera tuvieran derecho a pecar en su propia lengua. Después de la derrota nazi este monseñor fue condenado a cadena perpetua pero lo liberaron y el papa lo recibió en audiencia.

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