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Authors: Michael A. Stackpole

Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción

Marea oscura I: Ofensiva (29 page)

BOOK: Marea oscura I: Ofensiva
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El constante deterioro de Mara preocupaba a Anakin. Ella era muy valiente y muy fuerte, pero cada vez se cansaba más y estaba empezando a rendirse. Él podía percibir que cada vez recurría más a la Fuerza para sostenerse. Eso la hacía más fuerte, pero requería tanta atención y concentración que estaba seguro de que había momentos en los que su tía no tenía ni idea de dónde estaba o de quién era él.

Hacía todo lo que podía para que Mara no realizara ningún esfuerzo.

Limpiaba el campamento y hacía todas las comidas. Observando a los dantari, aprendió a encontrar plantas y especias comestibles que empleaba para dar un toque diferente a la comida de lata, que no resultaba muy apetitosa. A Mara parecían hacerle gracia los experimentos fallidos y se animaba un poco en las comidas.

Túber, que era el nombre que Anakin había puesto al dantari comerciante de raíces, estaba evidentemente preocupado por Mara. Siguió trayendo leña, pero no aceptó las dos últimas raíces que le ofreció Anakin. En lugar de eso comerciaron con otras cosas, la mayoría baratijas que Túber se trenzaba en el pelo, alrededor del botón de Mara.

Anakin salió del campamento después de una cena que Mara tomó distraída, y cuando ella regresó a la cama y volvió a dormirse. El joven recogió todo y vio que la leña que tenían no duraría hasta el día siguiente. Le asombró un poco que Túber no hubiera aparecido todavía, así que siguió el camino hacia el asentamiento dantari.

Todavía estaba a más de medio kilómetro del campamento cuando un agudo dolor le llegó a través de la Fuerza. Pensó inmediatamente en Mara, pero no era la sensación que hubiera esperado recibir de ella. Luego pensó en Túber, y captó una corriente subterránea de miedo que procedía del campamento dantari.

Anakin se agazapó entre la lavanda y avanzó lentamente. Sonrió y puso en práctica todo lo que Mara le había enseñado sobre moverse furtivamente por entre la hierba. Podría haber utilizado la Fuerza para apartar las ramitas crujientes de su camino, o para suavizar las hierbas de modo que no chasquearan a su paso.
Antes lo habría hecho, pero no lo necesito. Puedo guardarme la Fuerza para más tarde
.

Siguió acercándose al campamento y, a unos veinte metros, se paró junto a una roca. Vio a Túber de rodillas, sangrando por los cortes que le habían causado en un ojo y en el pecho. El emblema imperial que tenía tatuado había sido arrancado a tiras. Parecía que sus captores habían decidido despellejarle.

Tenía las manos atadas a la espalda. Los demás dantari estaban también de rodillas, y todos parecían inquietos y terriblemente asustados.

Y tenían razones para estarlo. De pie, frente a Túber, había dos guerreros yuuzhan vong altos y atléticos que vestían armaduras quitinosas. Uno de ellos llevaba un bastón con un extremo plano, como si fuera una punta de lanza. El otro tenía un arma parecida pero flexible, que hacía las veces de látigo. El que llevaba el látigo sujetaba el botón plateado en la mano izquierda y, mientras lo agitaba ante las narices de Túber, le farfullaba una pregunta.

Túber gruñó la respuesta.

El yuuzhan vong chasqueó el látigo y otra herida se abrió en el gran pecho del dantari.

A Anakin se le encogió el estómago. Estaba seguro de que el yuuzhan vong le estaba preguntando a Túber de dónde había sacado el botón. Era obvio que el dantari no podía fabricar algo así, y era bastante más nuevo que cualquiera de los artefactos imperiales, lo que indicaba a los yuuzhan vong que los nativos habían recibido visitas más recientes. Túber se negaba a dar a los yuuzhan vong la información que querían.
Está en peligro por nuestra culpa, porque nos hicimos amigos suyos
. Anakin estaba totalmente convencido de que tenía que hacer algo para salvar a los dantari.

Durante un instante, desfalleció. Ahí estaba él, un aprendiz de quince años que no tenía la experiencia de un auténtico Caballero Jedi. A Mara le había costado matar a uno de los yuuzhan vong en Belkadan. Salvar a los dantari era imposible. Era algo que le superaba.

El tamaño importante no es
. Aunque Mara le había regañado por utilizar demasiado el aforismo de Yoda, Anakin sabía que ahora sí era aplicable. Su obligación como Caballero Jedi era proteger a aquellos que no podían protegerse solos. Respiró hondo, se abrió a la Fuerza y dejó que fluyera en su interior como nunca lo había hecho. Era como el agua para el sediento, como la luz del sol después de días de lluvia y como el calor tras el frío cortante. Era todo eso y más.

Anakin tocó la roca tras la que estaba escondido y utilizó una parte de la Fuerza que fluía en su interior para moverla. La mole de quinientos kilos se despegó del suelo y se abalanzó sobre los yuuzhan vong. El barro salió despedido de la roca, que giraba en el aire, y que dio contra el suelo, a cinco metros de los guerreros, rebotó y cayó de lado sobre el que llevaba el bastón.

Varios chasquidos y crujidos llegaron desde debajo de la piedra. Los brazos y las piernas del yuuzhan vong golpearon frenéticamente la roca, pero se fueron deteniendo gradualmente.

Anakin salió corriendo de su escondite, sacó el sable láser y colocó el dedo sobre el botón de encendido. Saltó hacia arriba y rebotó contra la piedra. Luego dio una amplia voltereta y aterrizó detrás del otro yuuzhan vong. Encendió la hoja violeta de su sable y atacó, hundiendo la punta en una cavidad circular que la armadura alienígena tenía justo debajo del brazo izquierdo.

La resplandeciente hoja púrpura se hundió profundamente. El yuuzhan vong giró amenazando con quitarle el sable de las manos, ya que los bordes de la armadura se resistían al corte. El látigo chasqueó y le dio en el hombro izquierdo, rasgando la túnica y provocándole un corte. Sabía que aquel golpe debería haberle decapitado, pero la armadura del yuuzhan vong empezó a sacudirse y a encogerse. Las junturas se estiraban, por lo que los movimientos del guerrero se veían limitados. Cuando la armadura se aflojó, el guerrero cayó al suelo.

El anfibastón siseó y se alejó arrastrándose.

Anakin contempló a los yuuzhan vong caídos y comenzó a temblar. Se echó al suelo sobre las rodillas y ocultó la hoja de su sable. De alguna manera, había conseguido acabar con dos guerreros entrenados. Guerreros que a Mara se lo habían puesto difícil.
Vale, a uno lo derribé con un truco, pero al otro..
Sabía que su victoria hubiera sido imposible si no hubiera tenido a la Fuerza como aliada.

Anakin sintió que alguien le tocaba. Miró hacia arriba y vio a Túber de pie junto a él. Alguien le había quitado las ataduras. El nativo dio al chico una raíz de vincha, se metió él otra en la boca y comenzó a masticarla. Tras un buen rato mascando, el dantari escupió la pasta de vincha y saliva en la mano y se la extendió por las heridas.

Anakin asintió y masticó la raíz también. Estaba amarga y la boca se le torció en una mueca. Casi tuvo náuseas al tragar una parte, pero podía sentir que el dolor del hombro remitía. Se extendió la pasta por la herida, y el dolor cesó casi de inmediato.

No me extraña que valoren tanto esta raíz. Anakin se dio una palmada en la frente. Y

Túber no quiso aceptar mis últimas raíces porque esperaba que las utilizase con Mara.

No fue una coincidencia que viniéramos a Dantooine. Puede que esta cosa no cure su enfermedad, pero la ayudará a luchar contra ella.

Túber ayudó a Anakin a levantarse. El dantari comenzó a gritar órdenes al resto del clan. Comenzaron a recoger sus pertenencias y se dirigieron hacia el campamento de Anakin. Túber sonreía ufano y llevaba al hombro la bolsa de raíces de vincha.

Anakin negó con la cabeza. Sabía que aquellos seres primitivos habían decidido, de alguna manera, que Mara y él eran como divinidades que habían venido para protegerlos. Anakin quería pensar que podía protegerlos, pero sabía que no podía permitirles viajar con ellos.

—Sería como si os permitiera construir vuestras casas en una zona de inundaciones. Correríais un peligro constante.

Túber le miraba perplejo.

Anakin sabía lo que tenía que hacer. Se concentró, reunió a la Fuerza en su interior y proyectó en la mente de Túber la imagen de un valle de hierba alta y repleto de plantas de vincha. Sería un lugar cómodo para vivir, un paraíso para los dantari. Aunque Anakin pensaba que el lugar era un producto de su imaginación creado para engañar a Túber, en parte intuía que el sitio existía en realidad, y que lo estaba viendo tal y como era en aquel instante.

Anakin tuvo cuidado de ubicar la posición del sol en la imagen, la longitud de las sombras y la posición de la luna mayor de Dantooine. Luego señaló hacia el noroeste.

—Id hacia allí, en esa dirección. Ése será vuestro nuevo hogar. Seguid la costa y lo encontraréis.

Túber pestañeó y alargó la mano intentando tocar la visión que acababa de tener. Anakin le cogió la mano y la orientó al noroeste.

—Id hacia allí.

Empujó suavemente al dantari y consiguió mantenerse derecho hasta que el grupo remontó una colina y desapareció al otro lado.

Anakin se arrodilló junto al yuuzhan vong que había derribado con el sable láser. Bajo el brazo derecho, la armadura tenía otro hueco similar lleno de finas membranas. Anakin llegó a la conclusión de que se parecían bastante a unas branquias. El sable láser había atravesado los puntos vulnerables de la armadura y había matado al yuuzhan vong. El estertor mortal de la propia armadura había salvado la vida de Anakin al impedir el ataque del guerrero.

Había tenido mucha suerte, pero sabía que Luke jamás aceptaría esa explicación.
La suerte no existe, sólo la Fuerza
.

Estaba más fatigado de lo que creía que debía estar, y subió a trompicones hacia el campamento. Sonrió, porque si Mara no hubiera insistido para que prescindiera un poco de la Fuerza, no hubiera estado en condiciones físicas para ascender la cuesta. Los leves dolores provocados por los ejercicios le indicaban lo lejos que podía llegar, y supo que podía volver con Mara.

Estaba oscuro cuando regresó, y el fuego no era más que un montoncito de brasas. Cogió las raíces de vincha que le quedaban y entró en la tienda de Mara.

Ella se despertó y se recostó en la cama.

— ¿Qué ocurre?

—Los yuuzhan vong están aquí —le dio la raíz de vincha—. Toma, cómete esto y trágate el líquido. Medicina local, es realmente buena. Mara se frotó los ojos y le miró.

—Estás herido.

—No es nada. Tenemos que irnos —Anakin frunció el ceño—. Creo que los yuuzhan vong han estado aquí desde el principio, explorando. Quizás ellos tienen la culpa de que estés tan débil, no sé. Quizá su presencia hace que aumenten las cosas que están bajo su control, y tu enfermedad podría ser una de ellas. Sentiste una conexión en Belkadan. Aquí es más sutil porque no estás en contacto directo con los yuuzhan vong. Mara asintió.

—Es algo que me gustaría averiguar.

—A mí también —suspiró Anakin—. He matado a dos, pero los cogí por sorpresa. Fue casi demasiado fácil, y me preocupa.

Mara se quitó la manta y se sentó en la cama.

—Eso está bien. Has de estar preocupado. Tengo la impresión de que tratar con los yuuzhan vong no resultará tan fácil de ahora en adelante.

Capítulo 24

Leia Organa Solo contempló el caos que se había organizado a su alrededor y deseó que fuera más organizado y menos caótico. El
Ralroost
y algunos cargueros habían llegado a Dantooine y no habían detectado yuuzhan vong ni en el sistema ni persiguiéndolos. Los cargueros y las lanzaderas del
Ralroost
comenzaron a transportar refugiados al continente ecuatorial, que tenía brazos de tierra que lo conectaban con el gran continente norte y el continente polar del sur. Los campos de lavanda se hallaban por todas partes, aunque los asentamientos humanos comenzaban a ocultarlos.

Los cargueros habían embarcado a más gente de la que podían alimentar en una travesía larga hacia el Núcleo. Dantooine había sido una buena opción para salir de Dubrillion, pero las rutas de salida de Dantooine eran pocas y distantes entre sí.

Leia suspiró.

Si Tarkin hubiera mordido el anzuelo en su día, este planeta habría quedado destruido, y ahora no podríamos contar con este refugio.

Su intercomunicador soltó un pitido.

—Aquí Organa Solo. Adelante.

—Alteza, está saliendo el último grupo de refugiados del
Ralroost
. Es el momento de que regrese a la nave para iniciar el viaje al Núcleo —la voz del almirante Kre'fey era firme y grave, pero con un pequeño matiz disuasorio—. Sé que pensará que ya habíamos discutido este tema, pero tengo unos jefes ante los que responder en Coruscant.

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