Read Razones para la rebeldía Online

Authors: Guillermo Toledo

Razones para la rebeldía (14 page)

BOOK: Razones para la rebeldía
6.59Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Eso sí: siempre que alguno de nosotros habla bien de Cuba, hay alguien que nos dice que nos vayamos a vivir allí. Reconozco que aquí soy un privilegiado, con respecto al resto del mundo y con respecto a la media de los españoles, y en Cuba viviría peor. Los cubanos viven en condiciones duras, como país pobre que es. Efectivamente, no voy a vivir a Cuba, pero tampoco me voy a vivir a Suecia, donde se vive mucho mejor que aquí, sencillamente porque aquí están mi familia, mis amigos, mi trabajo y me gusta vivir en este país, si fuera por vivir mejor me iría a Suecia, pero me quedo aquí, aunque estemos más atrasados. A los defensores de la política de democratización de Estados Unidos no les digo que se vayan a vivir a Afganistán o a Irak, que son países donde, según ellos, la OTAN está trabajando mucho para desarrollarlos.

Finalmente, me gustaría señalar también que la polémica de Orlando Zapata tuvo una segunda parte. Tras su muerte, dije que era una hipocresía la que habían organizado aquí los medios, puesto que en nuestro país sí que había tortura en las comisarías, y no en Cuba. Los dos sindicatos de la Policía dijeron que me había vuelto loco y que iban a iniciar acciones legales contra mí, cosa que nunca hicieron, no porque no quisieran, sino porque no tenían ninguna posibilidad de vencer. Que hay torturas en el Estado español no lo digo yo, lo dice el relator de las Naciones Unidas para la tortura en España Theo Van Boven, quien afirmó que «las prácticas de tortura o tratos crueles, inhumanos o degradantes continúan ocurriendo en España de manera más que esporádica o incidental». En 2009, Amnistía Internacional pidió a Rodríguez Zapatero que pusiera en práctica un «Mecanismo Nacional de Prevención de la Tortura», para adecuarse al compromiso adquirido por España al ratificar el Protocolo Facultativo para la Prevención de la Tortura. También pidió la eliminación de la incomunicación y el «establecimiento por ley de investigaciones rigurosas y eficaces de las denuncias de torturas y malos tratos a manos de agentes estatales, evitando que queden impunes». Y, según el Centro de Documentación contra la Tortura, en los primeros cuatro meses de 2011, 14 personas murieron mientras se encontraban bajo custodia. Desde el 1 de enero de 2001, esta cifra llegaba 3831 personas. La Coordinadora para la Prevención y Denuncia de la Tortura hizo público su informe sobre el año 2010 en junio de 2011, y en él recoge denuncias de torturas de 540 personas privadas de libertad o mientras estaban siendo detenidas. En Roquetas del Mar (Almería), en 2005 un agricultor que fue a hacer una denuncia tras una discusión de tráfico salió muerto, y todos vimos las imágenes de los agentes de la Guardia Civil golpeándole.

¿Hacia dónde va el mundo?

Hay numerosos trabajos, libros, documentales, informes de expertos, de asociaciones de pilotos y de arquitectos, muchos de ellos incluso estadounidenses; hay intelectuales, desde Michael Moore a Darío Fo, que niegan toda o la mayor parte de la versión oficial de lo que sucedió el 11 de septiembre con las Torres Gemelas. Hay arquitectos que, por ejemplo, afirman que se trató de una voladura controlada, hay asociaciones de pilotos que dicen que los secuestradores no podían hacer las maniobras necesarias para acertar contra las torres y que es imposible que pudieran evitar el sistema de seguridad aéreo, que mediante cazas del Ejército les hubieran impedido impactar. El Premio Nobel Darío Fo ha hecho una película, Zero, donde también niega la versión oficial. De todo esto saco la conclusión de que ha sido un autoatentado o que, como mínimo, sabían lo que iba a ocurrir y no movieron un dedo para evitarlo. Uno de los principios para investigar un crimen es seguir la pista del dinero u observar quién se beneficia de dicho crimen. ¿Quién ha sido el mayor beneficiado por este crimen de las Torres? Las empresas de armamento, las constructoras, las empresas de seguridad, las empresas de mercenarios. Y sus propietarios son los miembros del gobierno de Bush que en aquel momento inició la guerra global contra el terrorismo: Dick Cheney, Donald Rumsfeld, Richard Perle. Todos ellos procedentes de la Escuela de Chicago de la que habla Naomi Klein en La doctrina del shock, y que han estado implicados en todas las administraciones norteamericanas desde la década de 1960. Sin olvidar a Al Qaeda, organización financiada por Estados Unidos, algo reconocido por ellos mismos, para combatir la presencia soviética en Afganistán y a los comunistas afganos que habían ganado las elecciones en el país. Porque ante el miedo de una alianza con los soviéticos, los norteamericanos deciden organizar y armar con dinero público a Bin La-den y a sus secuaces. Ahora resulta que un tipo metido en una cueva en Afganistán organizó el mayor atentado en la historia de la humanidad, contra el país más protegido de la historia de la humanidad, atacando el corazón financiero y económico del mundo y el Pentágono. Monta el lío más grande de la historia de la humanidad desde una cueva en el desierto. En cuanto al asesinato de Bin Laden, como el del líder de Hamas hace año y medio en un hotel en Dubai, eso que Obama llama hacer justicia y que recibe las felicitaciones de Rodríguez Zapatero, es una acción de un comando terrorista igual que cualquier otro. La legislación internacional establece que al criminal hay que ir a detenerle y juzgarle. Y si es culpable, condenarle. Pero no interesaba tener a Bin Laden en un banquillo explicando cosas de su pasado. Por eso ahorcaron rápido a Sadam Hussein. Y eso, recordemos, lo hace la democracia más admirada del mundo, un país con un 20 % de la población por debajo del nivel de la pobreza, que tiene miles de personas en el corredor de la muerte, en su mayoría negros e hispanos, con gran parte de su población sin acceso a la sanidad pública ni a la educación superior, que tiene bases militares en 150 países del mundo...

Obama, sin ir más lejos, es un producto de marketing. Después de ocho años de ganarse la enemistad de prácticamente el planeta entero, Estados Unidos decide entonces que tiene que lavar su imagen. ¿Qué hacen? Eligen a un tipo que da un toque de credibilidad a la democracia norteamericana: negro, joven, buena planta, y al que le escriben discursos bonitos que hablan de libertad, igualdad y fraternidad. Pero al día siguiente de llegar al poder se demuestran radicalmente falsos, prácticamente el cien por cien del equipo de su gobierno es heredado de Bush, uno de los que aconseja a Obama es Henry Kissinger, otro gran «demócrata» que todos conocemos. ¿Qué hacen? Para reforzar el mito y la estrategia de marketing le dan el Premio Nobel de la Paz, mientras estaba haciendo la guerra en Afganistán e Irak, y mantenía ocupaciones militares en otros cincuenta países. Y todo eso con el aplauso unánime de cada uno de los medios de comunicación.

Todos los medios hablaron bien de Obama, nos han metido un gol, nos han engañado una vez más. A mí no, porque ya sé que cualquier persona que llega a ser presidente de Estados Unidos lo es porque los poderosos quieren que lo sea, hace falta tal cantidad de dinero para ser presidente de Estados Unidos que eso no lo va a conseguir un izquierdista jamás. No es verdad eso que dijeron en la prensa de que el dinero de la campaña de Obama se consiguió dólar a dólar en Internet, vino de donde viene siempre.

La rebeldía

Hay un grupo de personas de este país que nos embarcamos en una Flotilla para ir a aliviar el dolor y el sufrimiento de un millón y medio de personas que están siendo asediadas en Gaza por un Ejército criminal. Estos ciudadanos le piden protección a su gobierno porque creen que pueden ser atacados por ese Ejército... ¡en aguas internacionales! Un gobierno que fuese socialista y obrero debería estar orgulloso de esos ciudadanos y defenderlos, pero en cambio recibimos el «No» por respuesta. «No os vamos a defender», nos dicen. Sin embargo si me voy a las costas de Somalia a robarle el pescado al pueblo somalí, o si me voy con un carguero a echar por la borda residuos hospitalarios, nucleares o basura de todo tipo en las aguas somalíes, el gobierno español no solo me pone guardias privados en mis barcos, sino que manda una fragata y dos barcos de guerra para defenderme. Para ejercer el saqueo y el expolio, para contaminar un país y para mantener a los somalíes en la miseria y la desesperación, el democrático y socialista gobierno español me pone una fragata.

Pero si vamos a defender los derechos humanos nos dicen que nos busquemos la vida. Esa es su democracia, ponerse al lado del criminal y convertirse así también en criminales.

Pero la gente se está rebelando porque, como bien están diciendo, se han dado cuenta de que esto que llaman democracia no lo es por muchas razones:

• Porque hemos perdido la soberanía, ya que son los mercados y las instituciones financieras los que dictan a los gobiernos lo que deben hacer.

• Porque tenemos una Ley de Extranjería racista e injusta.

• Porque están dando los primeros pasos, que pueden ser irreversibles si no le ponemos remedio, para que la sanidad y la educación se privaticen, sin pensar además que ya los grupos religiosos controlan la mitad de la educación de este país.

• Porque los derechos constitucionales como la vivienda o el trabajo no se cumplen.

• Porque cuando ejercemos nuestro derecho a la protesta la Policía nos reprime.

• Porque nuestro Ejército está participando en guerras por diferentes puntos del globo y los ciudadanos ni saben dónde.

• No sé si vamos a poder cambiar la situación, pero, en cualquier caso, los ciudadanos somos los dueños de nuestro destino, y en nuestras manos está seguir aguantando o salir a la calle exigiendo nuestros derechos.

BOOK: Razones para la rebeldía
6.59Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Cleopatra�s Perfume by Jina Bacarr
ZWD: King of an Empty City by Kroepfl, Thomas
Calling on Dragons by Patricia C. Wrede
Aftermath by Lewis, Tom
The Rosaries (Crossroads Series) by Carrington-Smith, Sandra
And Never See Her Again by Patricia Springer
Android at Arms by Andre Norton
Stolen by Barnholdt, Lauren, Gorvine, Aaron