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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Ciencia-ficción, novela

En caída libre (3 page)

BOOK: En caída libre
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—¿Usted era un…? —Comenzó, pero no llegó a decir la palabra
ingeniero
. Ya recordaba. No entendía cómo podía haberse olvidado. Había conocido a Van Atta como ingeniero subordinado, no como ejecutivo superior. ¿Este ambicioso elegante era el mismo idiota que había mandado arriba, a la Administración, para sacárselo de encima en el proyecto de la Estación Morita, diez o doce años atrás? El pequeño Bruce. «Brucie baby.» Sí. Oh, cielos.

Van Atta retiró el par de discos de información que la consola había vomitado.

—Usted me inició en esta carrera. Siempre pensé que le daría cierta satisfacción, por haber pasado gran parte de su vida enseñando, ver progresar a uno de sus ex alumnos.

Van Atta ni siquiera era cinco años más joven que Leo. Reprimió una profunda irritación. No era ningún maestro retirado de noventa años, maldición. Era un ingeniero, todavía en activo, y tampoco tenía miedo de ensuciarse las manos trabajando. Su trabajo técnico estaba tan cerca de la perfección como se lo permitía su conciencia inquieta. Su registro de seguridad hablaba por sí solo. Aplacó su furia con un suspiro. ¿No era siempre así? Había visto progresar a decenas de subordinados, a menudo hombres que él mismo había capacitado. Sí. Y seguramente, Van Atta lo quería hacer pasar por una debilidad y no por algo de lo cual sentirse orgulloso.

Van Atta le entregó los discos de información.

—Aquí están su registro y su programa. Vamos, le mostraré parte de los equipos con los que va a trabajar. GalacTech tiene dos proyectos en mente para que estos cuadrúmanos del Proyecto Cay empiecen finalmente a producir.

—¿Cuadrúmanos?

—Es el apodo oficial.

—¿No es… peyorativo? Van Atta lo miró y luego sonrió—. No. Sin embargo, lo que no hay que decirles en voz alta, es «imitantes». Hay toda una paranoia genética después de ese fiasco militar del proyecto de reproducción clónica Nuovo Brasilian. Todo este proyecto podría haberse llevado a cabo con mucho más éxito en la órbita de la Tierra, pero fue imposible debido a todas esas histerias legales sobre la manipulación de los genes humanos. De todas maneras, veamos los proyectos. Uno consiste en ensamblar naves de Salto en órbita de Orient IV. El otro, construir instalaciones de transferencia en el espacio en algún nexo alejado, más allá de Tau Ceti, llamado Estación Kline. Es un trabajo frío, no hay ningún planeta habitable en el sistema y su sol está carbonizado, pero el espacio local alberga no menos de seis salidas posibles. Potencialmente, es muy rentable. Serán muchas soldaduras en las peores condiciones de caída libre… El interés absorbió la angustia de Leo. Siempre había sido el trabajo en sí, no el pago ni las propinas, lo que lo había esclavizado. ¿El hecho de no importarle el privilegio ejecutivo no significaba quedar permanentemente relegado? Salió de la oficina detrás de Van Atta y volvieron al pasillo, donde Tony seguía esperando pacientemente con el equipaje.

—Supongo que fue el desarrollo de las réplica: uterinas lo que lo hizo posible —opinó Van Atta mientras Leo acomodaba sus bártulos en su nueva habitación. La cámara no era más que un simple cubículo para dormir. Tenía instalaciones sanitarias privadas y una cama. Leo pensó, con cierta satisfacción, que podría dormir con comodidad y no sufriría de dolor de espalda por la mañana, cuando debía ir a trabajar. El dolor de cabeza era otro problema.

—He oído algo sobre eso —dijo Leo—. Otro invento de Beta Colony, ¿verdad?

Van Atta asintió.

—Hoy en día los mundos externos se están volviendo demasiado inteligentes. La Tierra va a terminar perdiendo su liderazgo si no se actualiza.

Tenía razón, pensó Leo. Sin embargo, la historia de la innovación sugería que era inevitable. Los directivos que habían hecho grandes inversiones de capital en un sistema, naturalmente no estaban dispuestos a echar todo a perder y así era cómo los recién llegados progresaban, para frustración de los ingenieros leales…

—Yo había pensado que el uso de réplicas uterinas se limitaba a emergencias obstétricas.

—En realidad, la única limitación para su uso es el hecho que son terriblemente costosas —respondió Van Atta—. Probablemente, sólo se trate de una cuestión de tiempo, hasta que las mujeres adineradas en todo el mundo comiencen a escaparse de sus obligaciones biológicas y dejen de engendrar hijos en sus vientres. Pero para GalacTech, significó que finalmente se pudieron llevar a cabo experimentos de bioingeniería humana, sin la necesidad de utilizar madres para llevar los embriones implantados. Un hábil enfoque de ingeniería bien definido y controlado. Aún mejor, estos cuadrúmanos son unidades completas. Es decir, sus genes provienen de tantas fuentes diferentes que es imposible identificar quiénes son sus padres genéticos. Así nos ahorramos muchas complicaciones legales.

—Seguro que sí —dijo Leo.

—Todo esto era la obsesión del doctor Cay, supongo. Nunca lo conocí, pero debe haber sido uno de esos tipos carismáticos, que se vuelca de lleno a un proyecto con mucha anticipación, antes de cualquier resultado posible. El primer grupo ya cumple veinte años. Los brazos adicionales son la parte más complicada…

—Siempre me hubiera gustado tener cuatro manos en caída libre —murmuró Leo. Intentaba que sus dudas no fueran demasiado evidentes.

—… pero la mayor parte de los cambios tuvieron que ver con la parte metabólica. Nunca tienen problemas motrices (eso se debe a unos cambios en el sistema vestibular) y sus músculos se mantienen a tono con sólo una rutina de ejercicios de apenas quince minutos por día, lo cual está lejos de las horas que usted y yo tenemos que emplear allí abajo. Sus huesos tampoco se deterioran. Incluso son mucho más resistentes a la radiación que los nuestros. La médula espinal y las gónadas pueden absorber una cantidad de rems cuatro o cinco veces mayor que nosotros. Los médicos están investigando para que comiencen a reproducirse antes, mientras todos esos genes siguen siendo primitivos. En definitiva, todo está a nuestro favor. Son trabajadores que nunca piden licencia. Son tan saludables que pueden trabajar sin parar, lo cual reduce los costos de rotación del personal. Y hasta se pueden autorreproducir —comentó con gracia Van Atta.

Leo aseguró la última de sus pertenencias.

—¿Dónde… irán cuando se retiren? —preguntó.

Van Atta se encogió de hombros.

—Supongo que la compañía pensará en algo cuando llegue el momento. Afortunadamente, no es mi problema. Yo ya me habré retirado para ese entonces.

—¿Qué pasa si deciden dimitir, irse a otra parte? Supongamos que alguien les ofrece un sueldo mejor. GalacTech no podrá hacer frente a todo el I + D.

—Creo que todavía no ha comprendido la belleza de esta organización. No dimiten. No son empleados. Son equipos de capital. No se les paga en dinero, aunque me gustaría que mi salario fuera igual a lo que GalacTech invierte en ellos por año para mantenerlos. Pero eso mejorará cuando el último grupo crezca y se vuelva más autosuficiente. Dejaron de producir nuevos cuadrúmanos hace aproximadamente cinco años, antes de que ese trabajo pasaran a realizarlo ellos mismos.

Van Atta se lamió los labios y enarcó las cejas, como si estuviera disfrutando una broma salaz. Leo no lamentaba no encontrarle la gracia.

Leo dio media vuelta y cruzó los brazos.

—El Sindicato del Espacio creerá que esto es trabajo de esclavo —dijo finalmente.

—El Sindicato le va a dar nombres peores que ése. Su productividad va a parecer enferma —argumentó Van Atta—. No son más que palabras. Estos pequeños chimpancés están tratados con la mayor seguridad. GalacTech no podría tratarlos mejor si estuvieran hechos de platino sólido. Usted y yo haremos un buen equipo, Leo.

—Ah —contestó Leo, y no dijo nada más.

2

La burbuja de observación a un lado del Hábitat Cay tenía un televisor, para alegría de Leo. Y además, no estaba ocupada en ese momento. Su cuarto no tenía un puesto de observación. Decidió introducirse en la burbuja. Su cronograma le permitía ese día libre, para recuperarse de la fatiga del viaje antes de que comenzara su curso. Una buena noche en caída libre ya había mejorado su mente con respecto al día anterior, después del «recorrido de desorientación» —era el único nombre que se le ocurría— que le había proporcionado Van Atta.

La curva del horizonte de Rodeo dividía en dos la visión desde la burbuja. Más allá estaba la vasta masa de estrellas. Justo en ese momento, una de las pequeñas lunas de Rodeo cruzaba el panorama frente a sus ojos. Un brillo sobre el horizonte le llamó la atención.

Ajustó el televisor para tener un primer plano. Una nave de GalacTech traía una carga gigante. Probablemente, productos químicos refinados o plásticos destinados a la Tierra, donde el petróleo se había agotado. Una serie de cargas similares flotaba en órbita. Leo las contó. Una, dos, tres… seis y una más hacían siete. Dos o tres pequeños remolcadores tripulados comenzaban ya a agrupar los cargamentos, que tendrían que ser almacenados y adosados a una de las grandes unidades propulsoras orbitales.

Una vez agrupados y sujetos a la unidad propulsora, los cargamentos se dirigirían hacia el distante punto de salida que daba acceso al espacio local de Rodeo. Una vez comunicadas la velocidad y la dirección, la, unidad propulsora se desprendería y volvería a la órbita de Rodeo para la próxima carga. El bulto de carga no tripulado seguiría hacia su objetivo, el primero en una larga serie que se extendía desde Rodeo hasta la anomalía en el espacio que era el punto de acople.

Una vez allí, las cargas serían capturadas y desaceleradas por una unidad propulsora similar y las pondrían en posición para el Salto. Entonces, empezarían a funcionar las grandes naves de Salto, unos transportadores de carga tan especialmente diseñados para esta tarea como las unidades de propulsión. Estos transportadores de carga monstruosos no eran más que un par de generadores de campo Necklin en sus cubiertas protectoras, preparados para su ubicación alrededor de una constelación de bultos de carga: un par de brazos propulsores comunes y una pequeña cámara de control para el piloto y sus auriculares neurológicos. Sin los bultos de carga adosados, las grandes naves de Salto le recordaban a Leo algún insecto extraño, de patas largas.

Cada piloto de Salto, conectado neurológicamente a su nave para navegar las realidades ondulatorias de los agujeros de gusano del espacio, hacía dos entregas diarias. Entraban a Rodeo sin carga y volvían a salir con cargamento, seguido de un día libre. A los dos meses de actividad tenían una licencia obligatoria de un mes sin sueldo en condiciones de gravedad. En realidad, los Saltos agotaban más a los pilotos que la condición de ingravidez. Los pilotos de las rápidas naves de pasajeros, como la que había usado Leo el día anterior, decían que los pilotos de las grandes naves de Salto de carga eran simples acopladores de carga y pilotos de calesitas. Los pilotos de carga, a su vez, decían que los pilotos de pasajeros eran esnobs.

Leo sonrió y observó el tren de riqueza que se deslizaba por el espacio. No había ninguna duda al respecto. El Hábitat Cay, por más fascinante que fuera, no era más que la punta del iceberg de toda la operación de GalacTech en Rodeo. Tan sólo el cargamento que se hacía en ese momento podía mantener a toda una ciudad llena de viudas y huérfanos en buenas condiciones durante un año y, aparentemente, no era más que uno de los eslabones de una cadena interminable. La producción básica era como una pirámide invertida. Los del apéndice inferior sostienen una montaña cada vez más grande. Era algo que, en general, le producía a Leo más orgullo secreto que irritación.

—¿Señor Graf? —Una voz aguda interrumpió sus pensamientos—. Soy la doctora Sondra Yei, directora del departamento de psicología y capacitación del Hábitat Cay.

La mujer, que hablaba desde la puerta, llevaba un uniforme verde pálido de la compañía. Era feúcha, pero agradable. Rondaba la mediana edad. Tenía brillantes ojos mongólicos, nariz ancha, y tanto los labios como el color de piel eran café con leche, característico de su mezclada herencia racial. Entró en la habitación, con los movimientos relajados y concisos de una persona acostumbrada a la caída libre.

—Ah, sí. Me dijeron que quería hablarme. —Espero gentilmente a que ella se sujetara bien antes de estrecharle la mano.

Leo hizo un gesto en dirección al televisor.

—He tenido una interesante visión de las cargas orbitales que se realizan allí fuera. Me da la impresión que ése podría ser otro trabajo para sus cuadrúmanos.

—Seguro. Lo han estado haciendo desde hace casi un año. —Yei sonrió con satisfacción—. ¿De manera que no le parece tan difícil la adaptación a los cuadrúmanos? Eso es lo que sugería su perfil psíquico. Bien.

—Oh, los cuadrúmanos no son un problema. —Leo se abstuvo de explicar su turbación. De todas maneras, no creía que pudiera expresarlo con palabras—. Sólo me sorprendieron, al principio.

—Es comprensible. ¿Cree que tendrá problemas para enseñarles?

Leo sonrió.

—No pueden ser peores que el grupo de estibadores que preparé en el programa Júpiter Orbital —No me refería a que ellos le plantearan problemas. —Yei sonrió nuevamente—. Usted verá que son estudiantes muy inteligentes y aplicados. Rápidos. Literalmente, son buenos chicos. Y es de eso de lo que quiero hablar.

Se detuvo como si estuviera organizando sus ideas, al igual que los distantes propulsores de carga.

—Los profesores y los preparadores de GalacTech desempeñan un poco el papel de padres aquí, en esta familia del Hábitat. Si bien los cuadrúmanos no tienen padres, ellos mismos tendrán que serlo algún día. Y, en realidad, algunos ya lo son. Desde un comienzo, nos esforzamos muchísimo en asegurar que se les brindaran los modelos de responsabilidad adulta estable. Pero todavía son niños. Lo estarán observando muy de cerca. Quiero que sea consciente y que los cuide. Ellos aprenderán algo más que soldadura con usted. También observarán y adoptarán sus otras pautas de comportamiento. En resumen, si usted tiene malos hábitos (y todos nosotros los tenemos), debe dejarlos en su planeta durante el período de su estancia. En otras palabras —Yei continuó—, cuídese. Fíjese en su lenguaje. Por ejemplo, uno de los miembros del personal una vez utilizó el cliché «escupir en el ojo» en un determinado contexto… No sólo les causó hilaridad, sino que se convirtió en una epidemia entre los cuadrúmanos más jóvenes, que costó muchas semanas erradicar. Ahora bien. Usted estará trabajando con niños mayores, pero el principio sigue siendo el mismo. Por ejemplo, ¿ha traído algún material de lectura consigo? Películas dramáticas, discos de información, lo que sea.

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