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Authors: Kenneth Anger

Tags: #Historia, Referencia

Hollywood Babilonia (17 page)

BOOK: Hollywood Babilonia
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A través de su
cuate
George Raft, Siegel se introdujo en la élite de la alta sociedad hollywoodense y no tardó en encontrarse codo a codo con Richard Barthelmess, Jean Harlow, Clark Gable, Gary Cooper y Cary Grant. Durante la primera parte de su estancia, su más significativa relación la tuvo Siegel con la condesa Dorothy Taylor De Frasso, rica heredera y anfitriona.

Llegada a Cinelandia pocos años antes que Bugsy, la condesa (para quien siempre existía un hueco en las secciones de Hedda y Louella) había asumido como un agradable pasatiempo el convertirse en la admiradora de los encantos de un Gary Cooper, recogiendo las sobras a las que Lupe Vélez renunciara a la fuerza. Cuando Cooper la dejó a su vez a un lado para contraer matrimonio con una mujer más joven, la condesa se concentró por un tiempo en los pantalones de Bugsy. Uno de los íntimos amigos de éste en la cuestión negocios era Marino Bello, padrastro de Jean Harlow. Bugsy era repetidamente invitado por Bello al hogar de la rubia platino; aunque ella resistió a sus avances y jamás hizo nada por alentarlos, Siegel fue la única gran figura del hampa presente en su funeral, acaecido en 1937.

Los turbios negocios de Bugsy, a costa de figurantes y figuras de tercera fila, marchaban aquel año viento en popa. Estaba claro: esos regimientos de almas soñadoras tendrían que decidirse por pagar o quedarse sin trabajo. Bugsy empleaba la misma técnica con los grandes jeques, que también se veían obligados a rendir su tributo. De no hacerlo, trescientos figurantes podían llegar a volatilizarse justo en el momento en que se requería su presencia para una secuencia de masas.

Estas presiones reportaban a Siegel anualmente un millón de dólares netos. Las ganancias eran invertidas, también en Hollywood, en participaciones relacionadas con el tráfico de drogas y la trata de blancas.

En 1939, Siegel, en compañía de otros cuantos, fue judicialmente demandado por el asesinato de Harry Greenberg, un truhán asociado a Lepke, quien, ante la amenaza de una sentencia larga, se había decidido a cantar nombres de personas, lugares y detalles sobre diversos delitos.

Aunque Bugsy fue detenido sin que se le concediera fianza, su poder era tan grande que se le otorgó un tratamiento fuera de serie a nivel de "Vip". Sólo en un mes y medio se le contabilizaron dieciocho entradas y salidas de su celda, como si se hospedase en un hotel. Cierto día, esposado a un policía, se dirigió a efectuar "una visita al dentista". Apareció en el café Lindy's de Wilshire Boulevard todavía atado al guardia, quien pronto le quitó las esposas para que Bugsy pudiese tener las manos libres en su larga visita al odontólogo con su eventual amor, la actriz británica Wendy Barrie.

Los cargos contra Bugsy por el asesinato de Greenberg fueron retirados muy pronto. Su defensor en el asunto fue Jerry Geisler, as de los abogados de Hollywood y famoso por sus defensas de Errol Flynn y Chaplin. Una razón decisiva de su libertad fue el hecho de que Siegel, generosamente, donara cincuenta mil dólares para la campaña de reelección de Dockweiler, fiscal del distrito de Los Ángeles.

Siegel tenía una esposa, prácticamente secreta, que permanecía la mayor parte del tiempo alejada del lugar. Su siguiente y última gran conquista fue Virginia "Sugar" Hill, conocida como "Reina de la Mafia". Esta voluptuosa muchacha entradita en carnes, natural de Alabama que se iniciara en un circo ayudando a domar pulgas, había llegado a adquirir cierta notoriedad como amiga y anfitriona de los negocios de Luciano y Frank Costello. En 1941 trasladó su Cuartel General a Hollywood. Allí se las arregló para caerle en gracia a Samuel Goldwyn, consiguiendo un estupendo papel en el film de éste,
Bola de fuego
cuyas estrellas eran Barbara Stanwyck y Gary Cooper. Su
liaison
con el gangster iba ya viento en popa cuando terminó el rodaje de la película. Siegel figuró como su acompañante en la
première
de gala y en el posterior
party
donde los compinches y amantes alternaron con Dana Andrews, el realizador Howard Hawks, Cooper y Stanwyck.

Más adelante en ese mismo año, cuando Bugsy fue acusado de alterar la contabilidad de sus libros, George Raft subió al estrado y testificó: "Conozco al señor Siegel y lo he tratado durante treinta años. Somos amigos desde hace muchísimo tiempo…". A Georgie le habían hipnotizado desde siempre los azules ojos de su camarada. El día en que a Bugsy lo cosieron a tiros, el único amigo que dejó atrás fue el siempre fiel Raft. A través suyo, y tras su última absolución, Bugsy se convirtió en íntimo amigo del irascible compadre de Georgie, Leo Durocher, manager de los Brooklyn Dodgers y de su encantadora esposa, la estrellita de ascendencia mormónica Laraine Day.

Siegel no pasará a la Historia por ninguna de sus sórdidas actividades, la mayoría de las cuales al fin y al cabo no fueron tampoco tan únicas. Pero, para bien o para mal, legó un monumento enclavado en el cuerpo del continente norteamericano: ese coloso del kitsch llamado Las Vegas.

Durante los años que duró la guerra, en California se manejaban montañas de dinero. La predilección del público por las diversiones escapistas había sacado de la depresión a la industria cinematográfica y los salarios se disparaban hacia arriba. También el pillaje de las compañías aéreas, las municiones y el mercado negro prosperaban al alimón. Fue aquél un período en que las autoridades se veían enfrentadas a un resurgimiento del crimen y el juego. En 1944, Bugsy Siegel pasó por Las Vegas, que entonces era una ciudad adormecida y sin desarrollar. Sus fundadores y padres deseaban conservarla como una especie de pueblo fantasma del
Far West
, implantando ordenanzas que obligaran a construir todos los nuevos edificios en una línea arquitectónica que los asemejase a decorados de películas del Oeste; pensaban así atraer a los turistas en busca de originalidad.

El grandioso plan de Siegel fue construir en Estados Unidos un hotel-casino al lado del cual el de Montecarlo semejase un cacahuete. Pidió prestados algunos millones de dólares a fuentes no muy claras y en 1945 compró un terreno, propiedad hasta entonces de una viuda en bancarrota, que lindaba con un hotel de mala muerte. Se trasladó con un ejército de arquitectos, decoradores, atracciones varias y bandidos de todo tipo. Había nacido el Flamingo. Los materiales de lujo para la edificación eran difíciles de conseguir en tiempos de guerra, pero no importaba. Bugsy se puso en contacto con Lucky Luciano, entonces exiliado en su nativa Italia. Luciano se las arregló para toneladas de mármol de Carrara y enviárselas a Siegel al Flamingo. La idea era desbancar a Miami, y Bugsy lo consiguió.

Una metrópolis de cuarta categoría surgió de entre las arenas. Siegel implantó un estilo que se extendió como una salvaje epidemia, cancerosa e incontrolable; los edificios continuaron creciendo después de su muerte hasta convertirse en el Las Vegas que todos conocemos, e incluso tal vez amamos: esa enloquecida carretera a la medida del
nouveau riche
norteamericano emblemático de "Playboy".

El Flamingo se hallaba listo para las Navidades de 1946; había costado seis millones de dólares. A Siegel le llevó tiempo recuperar su inversión, pero se encontraba con ánimos de sobra para continuar extendiéndose. Para los nativos de Nevada estaba bien claro que, no sólo intentaba apoderarse de Las Vegas, sino de todo el Estado. Nuevos enemigos, a millares, se sumaron a la ya larga relación de los que Bugsy podía vanagloriarse poseer. Tras una riña entre amantes en Las Vegas, Virginia hizo su equipaje y dejó la ciudad en la primavera de 1947. Regresó a California y alquiló un castillo de estilo hispano-morisco en Beverly Hills, en el 810 de Linden Drive. Bugsy se fue tras ella y tuvo efecto una semireconciliación. Ella acababa de aceptar una invitación para marchar a Europa con un acaudalado amiguito francés al que doblaba en edad. Dejó a Siegel las llaves de la casa. En la medianoche del 20 de junio de ese año, Bugsy estaba cómodamente instalado en el salón de Virginia, leyendo el diario. Una enorme explosión hizo añicos el ventanal que separaba el living del jardín de "Sugar". Bugsy apareció tendido en el sofá, con su atractivo rostro velado por un reguero de sangre y tres balazos en su cerebro. Sus letales ojos azules ya no volverían a fascinar a los buscadores de emociones en Hollywood.

La investigación policial no sacó nada en claro. Había docenas de ex-colegas suyos con suficientes motivos para querer sacarse a Bugsy de encima. Aunque se formularon acusaciones de todo tipo, se pudo comprobar que lo habían asesinado por no devolver las grandes sumas de dinero que le habían prestado para la construcción del Flamingo.

Aunque en más de una ocasión Bugsy había asistido a funerales de estrellas, ni siquiera una de cuarta fila hizo acto de presencia en el suyo.

Fue enterrado en el Cementerio de Beth Olam, cercano a los Estudios de la RKO que, como Bugsy Siegel, pronto quedarían fuera de combate.

Marea roja

Hacia 1947, la campaña anticomunista capitaneada por el congresista J. Parnell Thomas, había tendido sobre Hollywood un manto tan insidioso como la creciente contaminación de Los Ángeles. Con el Comité de Actividades Antiamericanas garantizándoles la temporada de caza, fanáticos derechistas de Cinelandia hicieron su aparición y, envueltos en la bandera, se lanzaron a un ataque en el que cualquier golpe bajo estaba permitido. Lela Rogers, su obediente retoño Ginger, y Howard Hughes figuraban a la cabeza de esta superpatriótica actitud.

John Wayne, por unanimidad resultó elegido Presidente de una cuadrilla de linchamiento autodeterminado Alianza Cinematográfica para la Preservación de los Ideales Norteamericanos. Charles Coburn era el vicepresidente primero. El segundo, Hedda Hopper. En 1947 Hedda ocupó sus vacaciones recorriendo los Estados Unidos en coche para arengar a los clubs femeninos y conminarlos a boicotear aquellas películas en las que interviniesen actores "comunistas".) Un realizador, Leo MacCarey, y un actor, Ward Bond, figuraron como privilegiados miembros de la alianza. Y Paul Lukas, Robert Taylor, George Murphy y Adolphe Menjou entre los más impacientes por denunciar a todos los Rojos que suponían escondidos bajo sus camas en Beverly Hills. Menjou se hallaba convencido de que una invasión comunista en el país era inminente, y declaró que se trasladaba a Texas… "porque los tejanos, no dejarán un solo comunista vivo". Gary Cooper agudo observador político, se jactó de haber rechazado "un montón de guiones con ideales comunistas".

Horrorizados ante estas medidas, celebridades de otra mentalidad fletaron por su cuenta un avión para ir a Washington a protestar por "esta invasión para privar a los ciudadanos de los derechos sobre sus ideales o creencias". Eran: Bogart y Bacall, Gene Kelly, June Havoc, J. Huston y D. Kaye.

El cargamento de este avión estelar no compareció ante una audiencia condescendiente o admirada de sus dotes. El grupo de los tiradores al blanco, flechas incluidas, no tardó en declarar no gratos a los Diez de Hollywood no Gratos. Estos eran: Herbert Biberman, Albert Maltz, Edward Dmytryck, Adrian Scott, Ring Lardner, Jr., Samuel Ornitz, John Howard Lawson, Lester Cole, Alvah Bessie y Dalton Trumbo. (Ironía de ironías: tras su condena, Trumbo se topó de bruces con un compañero en desgracia que, curiosamente, no era otro que el congresista J. Parnell Thomas, su antiguo acusador, sentenciado también a chirona por "inflar" su sueldo.) Aliados de estos Diez que prefirieron el autoexilio a la ignominia de aguantar en casa la situación, fueron entre otros los directores Jules Dassin, Joseph Losey y John Berry, quienes prosiguieron sus carreras en Europa.

El destino de quienes se quedaron en casa fue mucho más sombrío. La lista negra arruinó las vidas y las carreras de talentos magníficos como Anne Revere, Gale Sondergaard, Jean Muir, John Garfield y J. Edward Bromberg. Dashiell Hammett y Lilian Hellman se enfrentaron a sus inquisidores con honor y dignidad; Lionel Stander, el actor con voz de rana, interpretó en beneficio del Comité un fantástico número y les dijo bien claro adónde tenían que irse. Después se radicó en Italia, donde continuó imperturbable su excéntrica profesión. Sidney Buchman, guionista de Capra en
Caballero sin espada
se negó a comparecer. Fue declarado en rebeldía y se quedó sin empleo en Hollywood.

La conciencia sirve a veces para algo. Pero algunas celebridades delataron y continuaron alegremente en sus puestos a lo largo de esta época negra: Dmytryck, Kazan, Robbins… Larry Parks fue un caso especial: admitió, para salvar la piel, su afiliación al Partido Comunista.

A las masas no les divirtió la cosa. Para ellas, Hollywood y la política no constituían una buena combinación.

Pecadillos furtivos

Un 14 de julio, el cinéfilo se vio embarcado en el alboroto que acompañó al suicidio de Carole Landis, consecuencia de una pasión no correspondida por Rex Harrison. Este encontró el cuerpo de Carole tendido en el suelo del cuarto de baño de su casa en Pacific Palisades, con la cabeza reposando sobre un cofre de alhajas y una mano aprisionando un arrugado envoltorio con una píldora contra el insomnio. En la mesilla de noche había una nota dirigida a su madre:

"Queridísima mamá: »Siento, siento mucho realmente, tener que hacerte pasar por todo esto. Pero no hay forma de evitarlo. Te quiero, mi amor. Has sido la más maravillosa de las madres. Y esto se puede aplicar a toda nuestra familia. Los quiero mucho a todos y cada uno de ellos. Todo te pertenece. Mira en mi archivo y allí verás un testamento en el que se especifica todo. Adiós, ángel mío. Reza por mí. Tu nena."

Poco tiempo antes, Carole había confesado a "Photoplay": "Déjeme que les diga una cosa: en este mundo cada chica sueña con encontrar al hombre ideal, alguien que sea simpático, comprensivo, fuerte y desee ayudarla, alguien a quien poder amar apasionadamente. Las estrellas no constituimos una excepción; las chicas atractivas tampoco lo son, ciertamente. El glamour y las lentejuelas, la fama y el dinero, poco significan si tu corazón está destrozado".

Otro escándalo rodeó al arresto de Robert Mitchum en la noche del 31 de agosto de 1948 por hallarse en posesión de marihuana, tras un registro practicado en el chalet de Lila Leeds, una rubia estrellita amiga suya. El revuelo fue tan considerable como para cancelar la presencia de Robert prevista al día siguiente en la escalinata del City Hall de Los Ángeles, donde lo requerían para inaugurar una asamblea de la Semana Nacional de la Juventud. El lacónico Mitchum cumplió su sentencia de dos meses en la cárcel. Cuando salió, su popularidad no se vio afectada en absoluto, y Howard Hughes, de la RKO, compró a David O. Selznick su contrato exclusivo por más de doscientos mil dólares.

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