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Authors: Lauren Kate

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Oscuros. El poder de las sombras (8 page)

BOOK: Oscuros. El poder de las sombras
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Hasta que él volviera a buscarla, ella no tenía ningún otro lugar donde agarrarse.

3

Dieciséis días

—V
amos, sorpréndeme, hasta ahora, ¿qué es lo que te ha parecido más increíble de la Escuela de la Costa?

Era miércoles por la mañana, antes de ir a clase, y Luce estaba sentada tomando el desayuno bajo el sol en una mesa de la zona ajardinada de la cantina, compartiendo una taza de té con Miles. Él llevaba una camiseta amarilla de diseño
vintage
con el logo de Sunkist, una gorra de béisbol calada hasta justo encima de sus ojos azules, chanclas y vaqueros desgastados. Luce, inspirada por la vestimenta informal de la Escuela de la Costa, había dejado a un lado su indumentaria negra habitual. Llevaba un vestido de tirantes de color rojo con una pequeña torera blanca, y eso le hacía sentirse como si aquel fuera el primer día de sol tras un largo período de lluvias.

Echó una cucharadita de azúcar en la taza y se rió.

—No sabría qué decir. Quizá mi compañera de habitación, que ha entrado a hurtadillas justo antes de que amaneciera y se ha marchado antes de que me levantara. ¡Oh, no, espera! Tal vez asistir a clases impartidas por una pareja formada por un demonio y un ángel. O quizá… —Tragó saliva—. El modo extraño en que me mira la gente aquí, como si fuera una especie de rareza legendaria. Estoy acostumbrada a ser una rarita anónima, pero eso de ser famosa además de rara…

—Pero tú no eres famosa. —Miles dio un gran bocado a su cruasán—. Me tomaré uno después del otro —dijo masticando.

Mientras él se pasaba la servilleta por la comisura de los labios, Luce admiró entre maravillada y divertida sus impecables modales a la mesa. No pudo evitar imaginárselo de pequeño tomando lecciones de etiqueta en el club de golf.

—Shelby es una persona aparentemente antipática —dijo Miles—, pero cuando le apetece es buena gente. Y no es que yo pueda presumir de conocer esa parte de ella. —Se echó a reír—. Pero es lo que se dice. También a mí al principio el dúo Francesca / Steven me pareció muy raro, pero de algún modo logran que funcione. Es como un acto celestial de equilibrio. Por algún extraño motivo, el hecho de tener delante representantes de ambos bandos da a los estudiantes la máxima libertad para desarrollarse.

Otra vez la palabrita. «Desarrollarse.» Luce recordó que Daniel la había empleado cuando le dijo que no iba a acompañarla en la Escuela de la Costa. ¿Qué se suponía que tenía que desarrollar? Tal vez fuera algo aplicable a los estudiantes nefilim, pero desde luego a Luce no, que era la única humana auténtica en una clase de seres casi angelicales y que solo esperaba que su ángel acudiera a rescatarla.

—Luce —prosiguió Miles interrumpiendo su pensamiento—, la gente te mira porque todo el mundo conoce tu historia con Daniel, pero nadie sabe la historia de verdad.

—Así que en lugar de preguntarme…

—¿Qué? ¿Que si os lo montáis en las nubes? ¿O si su… su «gloria» desenfrenada alguna vez supera tu mortal…? —Se calló al ver la expresión horrorizada de Luce y luego tragó saliva—. Lo siento. Lo que quiero decir es que tienes razón, que lo han convertido en una gran leyenda. Los demás, claro. En cuanto a mí, bueno, yo intento no hacer conjeturas. —Miles dejó la taza de té y se quedó mirando la servilleta—. Quizá es demasiado personal para preguntar sobre ello.

Miles volvió los ojos y se la quedó mirando sin incomodarla lo más mínimo. De hecho, sus nítidos ojos azules y la sonrisa ligeramente torcida a Luce le parecieron una puerta abierta, una invitación a hablar de cosas que no había sido capaz de contar a nadie hasta ese momento. Aunque le fastidiaba mucho, Luce entendía por qué Daniel y el señor Cole le prohibían establecer contacto con Callie o sus padres. En cualquier caso, Daniel y el señor Cole eran los que la habían matriculado en la Escuela de la Costa afirmando que estaría bien allí. Así que no veía motivo alguno para mantener su historia en secreto ante alguien como Miles, más aún cuando ya conocía una versión de los hechos.

—Es una historia muy larga —dijo—. De veras. Y todavía no la conozco toda. Al parecer, Daniel es un ángel importante. Supongo que era alguien destacado antes de la Caída. —Nerviosa, tragó saliva y rehuyó la mirada de Miles—. Por lo menos lo fue hasta que se enamoró de mí.

Y empezó a contárselo todo. Desde su primer día en Espada & Cruz hasta cómo Arriane y Gabbe se habían ocupado de ella; le contó cómo Molly y Cam se habían mofado de ella y la sensación desgarradora que había tenido al ver una fotografía suya en otra vida. Le habló de la muerte de Penn y de cómo le había afectado, y se refirió también a la batalla surrealista en el cementerio. Aunque Luce omitió algunos detalles sobre Daniel, momentos íntimos que habían compartido, cuando hubo terminado, creyó haber proporcionado a Miles una imagen bastante completa de lo ocurrido, y confió también en haber puesto punto final al halo de misterio en lo que a su persona se refería.

Al terminar se sintió mucho mejor.

—Uau. En realidad nunca había explicado esto a nadie. La verdad es que va muy bien expresarlo en voz alta. Ahora que lo he admitido ante alguien me resulta más real.

—Puedes continuar si te parece —sugirió él.

—Sé que estoy aquí por poco tiempo —dijo ella—. Y, en cierto modo, creo que la Escuela de la Costa me ayudará a acostumbrarme a esta gente, me refiero a los ángeles como Daniel. Y también a los nefilim, como tú. Pero no puedo evitar sentirme fuera de lugar. Es como si pretendiera ser algo que no soy.

Durante el relato de Luce, Miles no había dejado de asentir y mostrarse de acuerdo, pero esta vez negó con la cabeza.

—Para nada. De hecho, el que seas mortal hace que todo resulte aún más impresionante.

Luce echó un vistazo a su alrededor. Por primera vez se dio cuenta de la clara línea que separaba las mesas de los nefilim de las del resto de los estudiantes. Los nefilim se habían adjudicado las mesas del lado oeste, las más próximas al agua. Eran pocos, no más de una veintena, pero ocupaban muchas más mesas que los otros; incluso en algunas había una sola persona cuando en ellas habrían podido caber seis. El resto del alumnado se apretujaba en las mesas del lado este que quedaban. Shelby, por ejemplo, estaba sentada sola a una mesa, peleándose contra la ventolera con el periódico que pretendía leer. Había muchas sillas desocupadas, pero nadie que no fuera nefilim parecía haber considerado la posibilidad de cruzar la línea y sentarse con los alumnos «aventajados».

El día anterior, Luce había conocido a algunos alumnos no privilegiados. Después del almuerzo, las clases habían proseguido en el edificio principal, que tenía una estructura arquitectónica menos impresionante y que era el lugar donde se impartían las asignaturas más tradicionales. Biología, geometría, historia europea… Algunos estudiantes le habían parecido agradables, pero Luce percibió cierto distanciamiento no verbal por el mero hecho de que ella formaba parte del grupo de estudiantes avanzados, y eso impedía cualquier posibilidad de conversación.

—No te lo tomes mal, por favor. Tengo amigos entre algunos de ellos. —Miles señaló una mesa atestada de gente—. Para jugar al fútbol preferiría a Connor o Eddie G. antes que a cualquier nefilim. Pero, en serio, ¿crees que alguno de ellos podría haber hecho frente a lo que tú y vivir para contarlo?

Luce se frotó la nuca y notó que las lágrimas amenazaban con anegarle los ojos. Aún tenía muy presente en su memoria el puñal de la señorita Sophia, y no podía pensar en esa noche sin que el corazón se le encogiera de dolor por Penn. Su muerte carecía de sentido. Nada de aquello había sido justo.

—Yo apenas sobreviví —musitó.

—Sí —dijo Miles estremeciéndose—. Conozco esa parte. Es curioso: Francesca y Steven son fabulosos enseñándonos cosas acerca del presente y del futuro, pero no hablan del pasado, que, al parecer, guarda relación con nuestra capacitación.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Pregúntame cualquier cosa sobre la gran batalla que va a empezar, y sobre el papel que un joven y fornido nefilim como un humilde servidor puede tener en ella. Pero no sé nada de las cosas del pasado de las que hablas. En realidad, ninguna lección ha tratado jamás sobre eso. Y, por cierto… —Miles señaló que la terraza se estaba vaciando—, deberíamos irnos. ¿Te gustaría repetirlo alguna otra vez?

—¡Por supuesto!

A Luce le salió del corazón. Miles le caía bien. Charlar con él resultaba mucho más fácil que con cualquier otra persona que había conocido hasta el momento. Era amigable y tenía un sentido del humor que lograba que Luce se sintiera cómoda de inmediato. Sin embargo, le había dicho algo sobre la batalla que estaba próxima que la había preocupado. La batalla de Daniel y de Cam. ¿O acaso era una batalla contra el grupo de los Ancianos de la señorita Sophia? Si incluso los nefilim se estaban preparando para ello, ¿en qué lugar dejaba eso a Luce?

Steven y Francesca se complementaban tanto en el colorido de su vestimenta que parecía más que fueran a una sesión fotográfica que a dar clases. El segundo día de estancia de Luce en la Escuela de la Costa, Francesca llevaba unas sandalias de tacón muy altas estilo gladiador y de color dorado, y un moderno vestido acampanado de color calabaza. Llevaba un lazo suelto en el cuello que combinaba, casi a la perfección, con la corbata naranja que Steven lucía en su camisa oxford de color marfil y su blazer azul marino.

Su aspecto era fabuloso, y Luce se sintió fascinada por la pareja, y no rendida como había predicho Dawn el día anterior. Al ver a sus profesores desde su pupitre, sentada al lado de Miles y Jasmine, Luce se sintió atraída por Francesca y Steven porque le recordaban su relación con Daniel.

Aunque nunca había visto que se tocaran, cuando los dos estaban juntos, lo cual era habitual, su magnetismo casi hacía doblar las paredes. Evidentemente, eso guardaba relación con sus poderes como ángeles caídos, pero también tenía que ver con el modo único en que estaban conectados. Luce no podía evitar sentirse un poco incómoda viéndolos. Eran el recuerdo constante de lo que en ese momento ella no podía tener.

La mayoría de los estudiantes ya habían tomado asiento. Dawn y Jasmine le insistieron para que entrara a formar parte del comité de iniciativas y las ayudara a planificar todos esos fabulosos eventos sociales. Luce nunca se había destacado por su actividades extraacadémicas. Sin embargo, esas chicas habían sido tan amables con ella, y a Jasmine se le iluminaba tanto el rostro al hablar de la excursión en yate que habían planificado para la semana siguiente, que Luce decidió dar una oportunidad al comité. En el momento en que ella anotaba su nombre en la lista, Steven dio un paso al frente, arrojó el blazer sobre la mesa que tenía detrás y, sin decir nada, extendió los brazos a los lados.

Entonces, como invocado, un trozo de profunda oscuridad pareció escindirse de la sombra de una de las secuoyas que había justo al otro lado de la ventana. Se alzó del césped, tomó forma y penetró rápidamente en el aula por la ventana abierta. Se movía con rapidez y por donde pasaba dejaba todo sumido en la penumbra.

Luce dio un grito ahogado, pero no fue la única. De hecho, la mayoría de los estudiantes retrocedieron nerviosos en sus pupitres cuando Steven empezó a hacer girar la sombra. Este se limitó a extender las manos hacia ella y comenzó a tirar cada vez con más rapidez, como si estuviera forcejeando con algo. Al poco rato, la sombra giraba sobre sí misma ante él con tal rapidez que se volvió borrosa, como los radios de una rueda al girar. Una ráfaga fuerte de viento con olor a rancio salió despedida del centro y apartó el pelo a Luce de la cara.

Steven manipuló la sombra con los brazos extendidos y convirtió la forma confusa y amorfa en una esfera compacta y negra no más grande que una uva.

—¡Queridos alumnos! —dijo lanzando tranquilamente la bola de oscuridad al aire a pocos centímetros de los dedos—. ¡Os presento el tema de la lección de hoy!

Francesca dio un paso al frente y pasó la sombra a sus manos. Sus tacones la hacían tan alta como Steven. Y, además, supuso Luce, tenía exactamente la misma habilidad que él en la manipulación de sombras.

—Todos habéis visto en alguna ocasión a las Anunciadoras —dijo ella moviéndose lentamente por la media luna que formaban los pupitres para permitirles que vieran mejor—. Y entre vosotros —prosiguió mirando a Luce— hay incluso quien tiene cierta experiencia en su manipulación. Pero ¿sabéis realmente lo que son? ¿Sabéis lo que pueden hacer?

«Son unas chismosas», se dijo Luce recordando lo que Daniel le había dicho la noche de la batalla. Se sentía todavía una recién llegada en la Escuela de la Costa como para responder sin más, pero ninguno de sus compañeros parecía saberlo. Lentamente levantó la mano.

Francesca volvió la cabeza.

—Luce.

—Transmiten mensajes —dijo adquiriendo más seguridad conforme hablaba y recordando la afirmación de Daniel—. Pero son inofensivas.

—En efecto, actúan como mensajeras. Pero ¿son inofensivas?

Francesca miró a Steven. El tono empleado no dejaba entrever si Luce tenía o no razón, y eso la hizo sentir un poco incómoda.

Toda la clase se sorprendió cuando Francesca retrocedió para colocarse al lado de Steven, asió un lado del borde de la sombra mientras él sostenía el otro y tiró firmemente de ella.

—Lo que vamos a hacer se conoce como «vislumbrar» —prosiguió.

La sombra se hinchó y se extendió como un globo. En cuanto su forma oscura se deformó, emitió un fuerte gorgoteo y pasó a mostrar los colores más nítidos que Luce había visto jamás. Amarillos intensos, dorados resplandecientes, veteados amarmolados de color rosa y púrpura… un abanico oscilante de colores empezó a brillar cada vez con mayor intensidad y claridad detrás de la malla de sombras que se desvanecía. Steven y Francesca continuaron tirando a la vez que retrocedían despacio para que la sombra adquiriera el tamaño y la forma de una gran pantalla de proyección. Entonces se detuvieron.

No avisaron de nada, ni dijeron: «Lo que ahora veréis…». Tras un momento de angustia, Luce supo por qué. No había preparación posible para algo así.

La maraña de colores se separó y finalmente se convirtió en un lienzo de formas definidas. Se veía una ciudad antigua, amurallada… que era pasto de las llamas. Se trataba de una ciudad populosa y corrompida que estaba siendo consumida por unas violentas llamaradas. Se veía a gente acorralada por el fuego, con las bocas negras y vacías y los brazos levantados al cielo en un gesto desesperado. Y por doquier saltaban chispas brillantes y pequeñas llamas de fuego, una lluvia de luz letal que lo cubría todo y prendía todo cuanto tocaba.

BOOK: Oscuros. El poder de las sombras
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