Star Wars Episodio V El imperio contraataca (11 page)

BOOK: Star Wars Episodio V El imperio contraataca
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Pero los dos cazas TIE que seguían la persecución disparaban con sus cañones láser o intentaban imitar todas las maniobras que ejecutaba el coreliano.

Han Solo comprendió que tendría que ser más hábil y osado para perder a las naves que le perseguían a muerte. A través del cristal divisó un abismo estrecho e hizo virar al
Millennium Falcon
hacia un lado. La nave se deslizó lateralmente a través de la trinchera rocosa de altas paredes.

Inesperadamente, los dos cazas TIE le siguieron.

Uno de ellos lanzó chispas al rozar la pared con su casco metálico.

Han avanzó por la estrecha garganta, pero tuvo que girar, ladear y hacer virar su nave. Atrás, el cielo negro se iluminó cuando los dos cazas TIE chocaron entre sí y estallaron contra el terreno rocoso.

Han disminuyó la velocidad. Aún no estaba a salvo de los cazadores imperiales. Observó el cañón y advirtió algo oscuro, la boca de una caverna que se abría en el fondo mismo del cráter y era lo bastante grande para albergar al
Millennium Falcon
... quizás. En caso contrario, la tripulación y él pronto lo sabrían.

Han frenó la nave, atravesó la boca de la caverna y se introdujo en un largo túnel que, esperaba, sería un escondite ideal. Respiró profundamente cuando las sombras de la caverna cubrieron velozmente la nave.

Un pequeño caza con ala en X se acercaba a la atmósfera del planeta de Dagobah.

Al aproximarse al Planeta, Luke Skywalker vislumbro una parte de su curvada superficie a pesar de la densa capa de nubes. El planeta no había sido explorado y era prácticamente desconocido. De algún modo Luke se las había ingeniado para llegar, aunque no estaba seguro que hubiese sido su mano sólo la que guió la nave hasta ese sector ignoto del espacio.

Artoo-Detoo, que iba en la parte de atrás de la nave de Luke, observaba las estrellas y dirigía sus comentarios al joven comandante a través de la pantalla de la computadora.

Luke leyó la traducción que apareció en la pantalla visora.

—Si Artoo, es Dagobah —respondió al pequeño robot y miró por la ventana de la carlinga mientras el caza descendía a la superficie del planeta—. Parece un poco siniestro, ¿no? Artoo lanzó un bip e hizo un último intento para que su dueño tomara un rumbo más sensato.

—No, no quiero cambiar de idea —replicó Luke. Controló los monitores de la nave y empezó a sentirse algo nervioso—. No capto ninguna ciudad ni tecnología. Sin embargo, hay lecturas de múltiples formas de vida. Ahí abajo vive algo.

Artoo también estaba preocupado, hecho que se tradujo en una pregunta cargada de temor.

—Sí, estoy convencido de que es absolutamente seguro para los androides. ¿Por qué no lo tomas con calma? —Luke empezaba a molestarse—. Tendremos que ver lo que ocurre, desde la parte de atrás de la carlinga le llegó un patético quejido electrónico.

—¡No te preocupes! El caza con ala en X navegó por el halo crepuscular que separaba el espacio negro como boca de lobo de la superficie del planeta. Luke respiro a fondo y luego sumergió su nave en el manto blanco de la bruma.

No veía absolutamente nada. La densa blancura que chocaba contra los ventanos abovedados de su nave le obstaculizaba la visión. No le quedó más alternativa que controlar el caza utilizando los instrumentos. Pero las pantallas no registraban nada, ni siquiera al acercarse Luke al planeta.

Desesperado, manipuló los mandos y ya ni siquiera pudo saber a qué altura volaba.

Cuando empezó a zumbar una alarma, Artoo se unió a su sonido claro y potente con una serie de silbidos y bips frenéticos.

—¡Lo sé, lo sé! —gritó Luke, que aún luchaba por controlar los mandos de la nave—. ¡Las pantallas no registran nada! No veo nada aguanta iniciaré el ciclo de aterrizaje. Espero que haya algo debajo de nosotros.

Artoo volvió a chillar, pero el estallido ensordecedor de los retrocohetes del caza con ala en X lo acalló eficazmente. Luke sintió que se le revolvía el estómago cuando la nave cayó a toda velocidad Se aferró al asiento del piloto y se preparó para la posibilidad de un choque. Después, la nave se hundió y Luke oyó, un sonido horrible, como si su caza estuviese arrancando ramas de los árboles.

Cuando el caza con ala en X se detuvo finalmente lo hizo con una terrible sacudida, que estuvo a punto de arrojar al piloto por la ventana de la carlinga. Convencido al fin de que estaba en tierra, se recostó en el asiento y respiró aliviado. Después accionó un interruptor que levantó la bóveda de la carlinga. Cuando alzó la cabeza fuera de la nave para echar un vistazo a ese mundo extraño, Luke Skywalker quedó boquiabierto.

El caza estaba totalmente rodeado de bruma y sus potentes luces de aterrizaje sólo iluminaban unos pocos palmos. Los ojos de Luke se adaptaron gradualmente a la penumbra que le rodeaba y logró discernir las raíces y los troncos retorcidos de unos árboles de aspecto grotesco. Salió de la carlinga mientras Artoo apartaba su corpulento cuerpo del hueco pequeño y cerrado.

—Artoo, quédate aquí mientras echo un vistazo —dijo Luke. Los enormes árboles grises tenían raíces nudosas y entrelazadas que se alzaban muy por encima de Luke antes de unirse para formar el tronco. El joven comandante echó atrás la cabeza y, en lo alto, vio las ramas que parecían formar un dosel con las nubes que pendían a poca altura. Luke trepó cautelosamente hasta el largo morro de su nave y vio que había ejecutado un aterrizaje de emergencia en una masa de agua pequeña y cubierta de niebla, Artoo lanzó un corto bip... después se oyó un ruidoso chapoteo y a continuación el silencio.

Luke se volvió justo a tiempo para ver la parte superior, en forma de cúpula, del androide que desaparecía bajo la brumosa superficie del agua.

—¡Artoo! ¡Artoo! —gritó Luke. Se arrodilló sobre el casco liso de la nave, se inclinó hacia delante y buscó preocupado a su amigo mecánico.

Pero las aguas negras permanecían quietas y no mostraban el menor indicio de la pequeña unidad R2. Aunque parecía terriblemente honda, Luke no pudo calcular qué profundidad podía tener esa charca tranquila y oscura. Súbitamente fue presa del temor de que quizá nunca volviera a ver a su amigo androide. En ese momento, un pequeño periscopio salió a la superficie y Luke escuchó un bip débil y borboteante, ¡Qué alivio!, pensó Luke mientras veía que el periscopio se dirigía a la orilla. Corrió por el morro de su caza y cuando la orilla quedó a menos de tres metros de distancia el joven comandante se zambulló y chapoteó hasta ella. Miró hacia atrás y vio que Artoo aún se dirigía hacia la orilla.

—¡Artoo, date prisa! —gritó Luke.

Lo qué súbitamente se movió en el agua a espaldas de Artoo lo hizo demasiado deprisa y quedaba demasiado desdibujado por la bruma para que Luke lo identificara con claridad. Lo único que vio fue una forma imponente y oscura. El ser se elevó unos segundos y después se sumergió, chocando estrepitosamente contra el casco de metal del pequeño androide. Luke oyó los patéticos gritos electrónicos del robot pidiendo auxilio y después... nada...

Horrorizado, Luke permaneció en su sitio y siguió mirando las aguas negras, quietas como la muerte misma. Unas pocas burbujas reveladoras empezaron a aparecer en la superficie. El corazón de Luke latió aterrorizado cuando se dio cuenta de que estaba demasiado cerca de la charca. Antes de que pudiera moverse, el robot del tamaño de un rocín fue lanzado por la cosa que acechaba debajo de la negra superficie, Artoo trazó un elegante arco en el aire y se estrelló contra una extensión de suave musgo gris.

—Artoo, ¿estás bien? —gritó Luke mientras se acercaba a la carrera.

El joven comandante se alegró de que al lúgubre ser, que acechaba los pantanos, los androides metálicos no le parecieran sabrosos ni digeribles.

El robot replicó con una serie de silbidos y bips débiles.

—Si dices que venir aquí no fue una buena idea, empiezo a estar de acuerdo contigo —reconoció Luke y miró a su tenebroso alrededor.

En el mundo de hielo había por lo menos compañía humana, pensó. Con excepción de Artoo aquí sólo parecía existir ese pantano lóbrego... y seres todavía no vistos que podían acechar en la oscuridad creciente.

Anochecía deprisa. Luke se estremeció en medio de la bruma cada vez más densa que le rodeó como algo vivo. Ayudó a Artoo-Detoo, a ponerse de pie y después limpió el fango que cubría el cuerpo cilíndrico del androide. Mientras lo hacía, Luke oyó gritos extraños e inhumanos que surgían de la selva lejana y se estremeció al imaginar las bestias que podían producirlos.

Cuando acabó de limpiar a Artoo, Luke advirtió que había oscurecido profundamente. Las sombras se cernían amenazantes a su alrededor y los gritos ya no parecían tan lejanos. Artoo y él observaron la tétrica selva pantanosa que les rodeaba y se acercaron el uno al otro. De repente, Luke vio que un par de ojos diminutos pero malintencionados les hacían guiños a través de la maleza en sombras y que después desaparecían con una carrera de pequeños pies.

No deseaba poner en duda los consejos de Ben Kenobi, pero se preguntó si el espectro cubierto por una túnica había cometido un error al llevarle a ese planeta, con su misterioso maestro jedi.

Miró su caza con ala en X y gimió al ver que toda la parte inferior estaba sumergida en las aguas oscuras.

—¿Cómo lograremos que vuelva a volar? —la situación parecía insoluble y un poco ridícula. Se quejó—: ¿Qué hacemos aquí? Dar una respuesta a cualquiera de esas preguntas iba más allá de las posibilidades de computadora de Artoo que de todos modos, emitió un suave bip de consuelo.

—Es como el fragmento de un sueño —agregó Luke, meneó la cabeza y se sintió asustado y con frío—. Tal vez esté volviéndome loco. Por lo menos sabía con certeza que era imposible que estuviese metido en una situación más descabellada.

VIII

Darth Vader parecía un enorme dios mudo mientras permanecía de pie en la cubierta principal de mandos del colosal destructor galáctico.

A través de las amplias ventanas rectangulares situadas encima de la cubierta observaba el violento campo de asteroides que acribillaba su nave mientras se deslizaba por el espacio. Cientos de piedras pasaban raudas al otro lado de las ventanas. Algunas chocaban entre sí y estallaban, con brillantes destellos de luz vívida.

Mientras Vader miraba, una de las naves más pequeñas se desintegró después de chocar con un enorme asteroide. Aparentemente impertérrito, se volvió para observar una serie de veinte imágenes holográficas. Éstas recreaban tridimensionalmente los rasgos de los comandantes de veinte naves imperiales de guerra. La imagen del comandante cuya nave acababa de estallar desaparecía raudamente, casi tan deprisa como volaban hacia el olvido las brillantes partículas de su aparato.

El almirante Piett y un ayudante se acomodaron sin hacer ruido detrás del jefe vestido de negro mientras éste observaba una imagen del centro de los veinte hologramas, imagen que la estática interrumpía constantemente y que aparecía y desaparecía a medida que el capitán Needa, del destructor galáctico
Avenger
, presentaba su informe. La estática ya había ahogado sus primeras palabras.

—...que fue la última vez que aparecieron en una de nuestras pantallas —agregó el capitán Needa. Si tenemos en cuenta la cantidad de bajas que hemos sufrido, es seguro que ellos también han sido destruidos.

Vader no estaba de acuerdo. Conocía la potencia del
Millennium Falcon
y la capacidad de su vanidoso piloto.

—No, capitán, están vivos —respondió furioso.

—Quiero que todas las naves disponibles recorran el campo de asteroides hasta que los encuentren.

En cuanto Vader dio la orden, la imagen del capitán Needa y las de los otros diecinueve desaparecieron por completo. El Oscuro Señor, que había percibido la presencia de dos hombres a sus espaldas, se volvió apenas desapareció el último holograma.

—Almirante, ¿qué asunto tan importante le trae que no puede esperar? —preguntó autoritariamente—. ¡Hable de inmediato!

El rostro del almirante palideció de miedo y su voz tembló casi tanto como su cuerpo.

—Se trata... del emperador.

—¿Del emperador? —repitió la voz detrás de la negra máscara respiratoria.

—Sí —afirmó el almirante—. Le ordena que establezca contacto con él.

—Retire esta nave del campo de asteroides —dijo Darth Vader imperativamente— y sitúela en una posición desde la que podamos tener una comunicación clara.

—Si señor.

—Envíe la señal en código a mi cámara.

El
Millennium Falcon
permanecía oculto en la pequeña caverna oscura como boca de lobo que chorreaba humedad. La tripulación del carguero paró los motores hasta que de la nave no brotó sonido alguno.

Dentro de la carlinga, Han Solo y el peludo copiloto concluían la desconexión de los sistemas electrónicos de la nave. Al hacerlo, disminuyó la potencia de las luces de mantenimiento y el interior de la nave quedó casi tan oscuro como la caverna que la albergaba.

Han miró a Leia y le dedicó una rápida sonrisa.

—Esto se está poniendo muy romántico.

Chewbacca vociferó. Tenían que trabajar y el wookie necesitaba toda la atención de Han para reparar la hiper-transmisión que fallaba. Irritado Han volvió a la tarea.

—¿Por qué estás tan malhumorado? —preguntó.

Antes de que el wookie pudiera responder, el androide protocolario se acercó tímidamente a Han y planteó un asunto de elemental importancia.

—Señor, tengo miedo de preguntarlo, pero me gustaría saber si la desconexión de todos los sistemas salvo de energía para casos de emergencia me incluye a mí.

Chewbacca dio su opinión con un estentóreo ladrido afirmativo, pero Han no estaba de acuerdo.

—No, te necesitaremos para que hables con el viejo
Falcon
y averigües lo que ocurrió con nuestra hiper-transmisión —Miró a la princesa y agregó—: Señoría, ¿qué tal maneja el macro-fundidor?

Antes de que Leia pudiera dar una respuesta adecuada, el
Millennium Falcon
se sacudió al recibir un golpe repentino en el casco. Todo lo que no estaba sujeto con pernos voló por la carlinga. El gigantesco wookie chilló estruendosamente y tuvo que hacer esfuerzos para no salir disparado del asiento.

—¡Sujetaos! —gritó Han—. ¡Cuidado!

See-Threepio chocó contra la pared y se acondicionó por sí mismo.

—Señor, es muy probable que este asteroide no sea estable.

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