Star Wars Episodio V El imperio contraataca (12 page)

BOOK: Star Wars Episodio V El imperio contraataca
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Han le miró furioso.

—Me alegro de que estés aquí para explicarnos estas cosas.

La nave volvió a estremecerse más violentamente que la vez anterior.

El wookie volvió a chillar, Threepio salió disparado hacia atrás y Leia se vio lanzada por la cabina hasta los brazos expectantes del capitán Solo. El balanceo de la nave cesó tan repentinamente como había comenzado, pero Leia seguía abrazada por Han. Esta vez no se apartó, y el coreliano casi habría jurado que le abrazaba voluntariamente.

—¡Vaya, princesa! —dijo agradablemente sorprendido—. Esto es sorprendente.

Al oír sus palabras, Leia empezó a apartarse.

—Suéltame —insistió e intentó librarse de sus brazos—. Voy a enfadarme.

Han advirtió que la conocida expresión de arrogancia volvía a su rostro.

—Pues no parece molesta —mintió.

—¿Que parezco?

—Hermosa —repuso en honor a la verdad y con una emoción que le sorprendió.

Repentina e inesperadamente, Leia se sintió tímida. Sus mejillas enrojecieron y al darse cuenta de que se había ruborizado bajó la mirada. Pero todavía no hizo un verdadero esfuerzo por apartarse.

Han no podía permitir que el momento de ternura llegara, de modo que agregó:

—Y excitada.

Leia se molestó. Una vez más en el papel de princesa airada y senadora arrogante, se apartó de Han y adoptó su actitud más regia.

—Lo siento, capitán —dijo con las mejillas encendidas por la furia—, el hecho de ser abrazada por usted no basta para excitarme.

—Bueno, ojalá no espere nada más —gruñó Han más disgustado consigo mismo que por las palabras hirientes de la princesa.

—Yo no espero nada, salvo que me deje en paz —afirmó Leia indignada.

—Sí se aparta de mi camino, la dejaré.

Perturbada al darse cuenta, de que aún se encontraba bastante cerca, Leia se apartó e intentó cambiar de tema.

—¿No te parece conveniente tratar de reparar la nave?

Han frunció el ceño.

—De acuerdo —respondió fríamente y sin mirarla.

Leia se volvió rápidamente y abandonó la carlinga.

Durante unos instantes Han permaneció inmóvil y se limitó a recuperar la compostura. Miró tímidamente al wookie y al androide que habían sido testigos silenciosos del incidente.

—Vamos, Chewie ocupémonos del cortocircuito —propuso enseguida para poner fin a la incómoda situación.

El copiloto estuvo de acuerdo y se reunió con el capitán para abandonar la carlinga. Antes de salir, Han se volvió para mirar a Threepio, que permanecía inmóvil en la cámara en penumbra y parecía pasmado.

—¡Tú también, vara de oro!

—Debo reconocer que hay momentos en que no entiendo la conducta de los humanos —murmuró el robot para sus adentros mientras abandonaba rápidamente la carlinga.

Las luces del caza con ala en X de Luke Skywalker penetraban la penumbra del planeta pantanoso. La nave se había hundido un poco más en las aguas, pero aún sobresalía lo suficiente por encima de la superficie para que Luke pudiera retirar de los compartimientos de almacenamiento las provisiones que necesitaba. Sabía que en breve su aparato se hundiría aún más probablemente en su totalidad, bajo de la superficie. Pensó que tendría más probabilidades de sobrevivir si reunía tantas provisiones como pudiera.

Estaba tan oscuro que Luke apenas veía lo que tenía delante. En la tupida selva oyó un ruido agudo y chasqueante y sintió que le recorría un escalofrío.

Empuñó la pistola y se dispuso a disparar contra lo que fuese que saliese de la selva para atacarle.

Como no apareció nada, guardó el arma en la cartuchera y siguió preparando el equipo.

—¿Quieres un poco de energía? —preguntó Luke a Artoo que esperaba pacientemente su alimento. De una caja de herramientas Luke cogió un pequeño horno de fusión, lo encendió y se alegró con el débil brillo que arrojaba el pequeño aparato calentador; después cogió un cable y lo conecto a Artoo por medio de una protuberancia que parecía una nariz. Mientras la energía se transmitía a sus entrañas electrónicas, Artoo silbó apreciativamente.

Luke se sentó y abrió un contenedor de alimentos preparados. Mientras comía, charlaba con el robot:

—Ahora, lo único que tengo que hacer es encontrar a Yoda, si es que existe.

Miró nerviosamente las sombras de la selva y se sintió asustado, triste y cada vez más dubitativo en cuanto a su búsqueda.

—Sin duda, no es éste el lugar más adecuado para buscar a un maestro jedi. Este sitio me aterroriza.

A juzgar por el sonido del bip era evidente que Artoo compartía la opinión de Luke acerca del mundo pantanoso.

—De todos modos, hay algo familiar en este sitio —agregó Luke mientras comía de mala gana unos bocados más—. Me siento como...

—¿Cómo te sientes?

¡Esa no era la voz de Artoo! Luke se levantó de un salto, cogió la pistola, giró sobre sí mismo y atisbó en la penumbra para tratar de encontrar la fuente de esas palabras.

Al volverse, vio que tenía delante un minúsculo ser. Luke retrocedió instantáneamente, sorprendido.

¡Ese pequeñajo parecía haber surgido de la nada! No medía más de medio metro y permanecía audazmente delante del joven alto que esgrimía una terrible pistola láser.

El pequeñajo arrugado podía tener cualquier edad. Su rostro estaba cubierto de arrugas, pero enmarcado por puntiagudas orejas de duende que le daban un aspecto de eterna juventud. La larga cabellera blanca estaba partida por en medio y colgaba a ambos lados de la cabeza de piel azul. El ser era bípedo y se sostenía sobre unas piernas cortas que acababan en pies tridáctilos casi de reptil.

Iba vestido con unos harapos tan grises como las brumas del pantano, tan andrajosos que seguramente tenían la misma edad del ser.

Durante unos instantes, Luke no supo si asustarse o reír. Sin embargo, se relajó al mirar los ojos bulbosos y percibir la naturaleza bondadosa del ser. Por último, el pequeñajo señaló la pistola que Luke tenía en la mano.

—Tú arma aparta. No intento hacerte daño —dijo.

Después de superar la duda, Luke acomodó serenamente la pistola en su cinturón. Al hacerlo se preguntó por qué se sentía obligado a obedecer al pequeñajo.

—Me pregunto por qué estás aquí —agregó el ser.

—Busco a alguien —respondió Luke.

—¿Buscar? ¿Buscar? —repitió el ser con curiosidad mientras una amplia sonrisa fruncía su rostro ya arrugado—. Has encontrado a alguien, diría, ¿No? ¡Sí! Luke tuvo que hacer un esfuerzo para no reír.

—Claro.

—Ayudarte puedo... Sí... sí.

De manera inexplicable, Luke descubrió que confiaba en el extraño ser, aunque no estaba seguro de que el diminuto individuo pudiera ayudarle en su importante búsqueda.

—Me parece que no —respondió cortésmente—. Verás, busco a un gran guerrero.

—¿A un gran guerrero?

La criatura agitó la cabeza y el pelo blancuzco acarició sus orejas puntiagudas.

—Las guerras no te hacen grande.

Es una frase extraña, pensó Luke. Antes de que pudiera responder, el joven comandante vio que el pequeñajo saltaba hasta la más alta de las cajas de provisiones recuperadas. Asombrado, observó que revolvía los artículos que él había traído de Hoth.

—Aparta de ahí dijo y se sorprendió de esa conducta súbita y extraña.

Artoo avanzó hasta la pila de cajas y quedó al nivel de su sensor óptico con relación al ser. El androide expresó su desaprobación mientras observaba al pequeñajo revolver descuidadamente las provisiones.

El extraño ser aferró el contenedor con los restos de la comida de Luke y dio un mordisco.

—¡Espera, es mi cena! —exclamó Luke.

El ser no había acabado de dar el primer bocado cuando escupió lo que había probado y su rostro surcado de arrugas se frunció como una ciruela.

—¡Puaf! —protestó mientras escupía—. Gracias, pero no. ¿Cómo creces tanto ingiriendo alimentos de este tipo? —observó a Luke de arriba a abajo.

Antes de que el sorprendido joven pudiera responder, el ser arrojó el contenedor de alimentos en dirección a él y hundió una de sus manos pequeñas y delicadas en otra caja de provisiones.

—Escucha, amigo —dijo Luke sin dejar de mirar al estrafalario carroñero—, no nos proponíamos aterrizar aquí. Si lograra apartar mi caza de la charca lo haría, pero no puedo. En consecuencia...

—¿No puedes retirar tu nave? ¿Lo has intentado? ¿Lo has intentado? —le aguijoneó el ser.

Luke reconoció para sus adentros que no lo había intentado, pero la idea era indiscutiblemente ridícula. Carecía del equipo adecuado para...

Algún elemento de la caja de Luke despertó el interés del ser. Luke llegó al colmo de la paciencia cuando vio que el loco pequeñajo cogía algo de la caja de suministros. Como sabía que la supervivencia dependía de eso, intentó arrebatarle la caja. Pero el ser aferró su premio: una lámpara de energía en miniatura que sostuvo fuertemente con su mano de piel azul. La pequeña luz iluminó su rostro. De inmediato, el pequeñajo se dedicó a estudiar su tesoro.

—¡Dámela! —exclamó Luke.

El ser se alejó de Luke como un niño caprichoso.

—¡Mía! ¡Mía! De lo contrario, no te ayudaré.

Con la lámpara contra el pecho, el ser retrocedió y sin querer chocó con Artoo-Detoo. El pequeñajo no recordó que el robot era un ser animado y permaneció a su lado cuando Luke se acercó.

—No quiero que me ayudes —respondió Luke indignado—. Quiero que me devuelvas la lámpara. La necesitaré en este repugnante agujero pantanoso, Instantáneamente, Luke se dio cuenta que había pronunciado un insulto.

—¿Agujero pantanoso? ¿Repugnante? ¡Éste es mi hogar!

Mientras discutían, Artoo estiró lentamente un brazo mecánico. De pronto, su apéndice aferró la lámpara hurtada y las dos pequeñas figuras lucharon por el objeto robado. Mientras daban vueltas en la refriega, Artoo lanzó unos pocos bips electrónicos que querían decir “dámela”.

—Mía, mía. Devuélvemela —gritó el pequeñajo.

De todos modos, pareció renunciar repentinamente al ridículo forcejeo y hundió ligeramente un dedo azulado en el androide.

Artoo lanzó un estentóreo chillido de sorpresa y de inmediato soltó la lámpara. El vencedor sonrió al objeto brillante que sostenía, en sus minúsculas manos y repitió con alegría:

—Mía, mía —Luke estaba harto de esas piruetas y comunicó al robot que la lucha había terminado.

—Ya está bien, Artoo, deja que se la quede —dijo y suspiró—. Pequeñajo, lárgate de una vez. Tenemos que hacer algunas cosas.

—¡No, no! —suplicó la criatura agitada—. Me quedaré y te ayudaré a encontrar a tu amigo.

—No busco a un amigo sino a un maestro jedi —puntualizó Luke.

—Ah, a un maestro jedi —el ser abrió los ojos a medida que hablaba—. Totalmente distinto. A Yoda, buscas a Yoda.

La mención del nombre de Yoda sorprendió a Luke, pero seguía escéptico. ¿Cómo era posible que semejante duende supiera algo acerca de un gran maestro de los caballeros jedi?

—¿Le conoces?

—Claro que sí —respondió el ser orgullosamente—. Te conduciré hasta él. Pero primero debemos comer buenos alimentos. Ven, ven. Dichas estas palabras, el ser desapareció del campo de visión de Luke y se interno en las sombras del pantano. La luz de la pequeña lámpara de energía que llevaba se perdió en la distancia mientras Luke permanecía inmóvil y desconcertado. Al principio no tenía la menor intención de seguir al pequeñajo, pero de repente descubrió que, se internaba en la bruma tras la extraña criatura.

En el momento en que Luke entró en la selva, oyó que Artoo emitía unos silbidos y bips como si estuviera a punto de hacer volar sus circuitos, Luke se dio vuelta y vio que el pequeño androide permanecía desolado junto al horno de fusión en miniatura.

—Será mejor que te quedes aquí y vigiles el campamento —instruyó Luke al robot.

Artoo intensificó su producción de sonidos y recorrió toda la gama de sus articulaciones electrónicas.

—Artoo, cálmate de una vez —gritó Luke mientras se internaba en la selva—. Sé cuidar de mí mismo. No correré riesgos, ¿comprendido? Las protestas electrónicas de Artoo se debilitaron a medida que Luke corría para alcanzar al pequeño guía. Debo de estar realmente loco para seguir a este extraño ser hasta vete a saber dónde, pensó Luke. Pero el ser había mencionado el nombre de Yoda y Luke se sintió obligado a aceptar toda ayuda posible para encontrar al maestro jedi. Tropezó a oscuras con la densa maleza y las raíces retorcidas mientras seguía la luz vacilante que se le adelantaba.

El ser parloteaba dicharachero mientras le guiaba en el camino por el pantano.

—Ja... sin correr riesgos... ja... totalmente seguro... si, por supuesto.

Después, a su extraña manera, el misterioso ser se echó a reír.

Dos cruceros imperiales recorrieron lentamente la superficie del gigantesco asteroide. El
Millennium Falcon
debía de estar oculto en su interior, pero...

¿Dónde? A medida que recorrían la superficie del asteroide, las naves arrojaban bombas sobre el terreno cubierto de hoyos con el propósito de asustar a los del carguero y obligarles a salir. Las ondas de choque de los explosivos estremecían violentamente el esferoide, pero aún no había indicios del
Falcon
. Al derivar por encima del asteroide, uno de los destructores galácticos imperiales arrojó una sombra elíptica a través de la entrada del túnel. Sin embargo, los dispositivos exploradores de la nave no repararon en el extraño agujero de la pared parecido a un cuenco. Y dentro de ese agujero, en un túnel zigzagueante que no había sido detectado por los secuaces del poderoso Imperio, se encontraba el carguero. Se estremecía y vibraba con cada una de las explosiones que asolaban la superficie.

En el interior de la nave, Chewbacca trabajaba febrilmente para reparar el complejo tren de energía. Había trepado a un compartimiento alto para llegar a los cables que hacían funcionar el sistema de hipertransmisión. Cuando percibió la primera explosión, asomó la cabeza por el laberinto de cables y lanzó un grito de preocupación.

La princesa Leia, que se ocupaba de soldar una válvula averiada, interrumpió su trabajo y levantó la cabeza. El bombardeo sonaba muy cerca.

See-Threepio dirigió una mirada a Leia e inclinó la cabeza nervioso.

—¡Oh cielos, nos han encontrado! —murmuró. Todos guardaron silencio, como temerosos de que el sonido de sus voces pudiera transmitiese y revelar el lugar exacto en que se encontraban. La nave fue sacudida por otro estallido, aunque menos intenso que el anterior.

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