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Authors: Alan Dean Foster

Tags: #Ciencia ficción

El ojo de la mente (14 page)

BOOK: El ojo de la mente
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Luke intentó obedecer y dejó que otros pensamientos, unos pensamientos agradables, inundaran su mente.

Por su ser fluyó un sentido de bienestar general y sonrió. La bandeja recuperó firmemente su altura anterior y continuó a paso rápido por el pasillo.

La princesa paseaba constantemente su mirada de Luke a Halla. La bandeja chocó contra la pared del pasillo y comenzó a rebotar a lo largo de ésta. Finalmente llegó al mando encajado en la pared, se apoyó contra ésta y cubrió el hueco. Se oyó un chasquido muy débil. En el centro de los barrotes de la celda apareció un elipsoide.

Halla emitió un prolongado y hondo suspiro, se tambaleó y estuvo a punto de caer. Se sujetó al mismo tiempo que la bandeja caía al suelo. Hin y Kee lanzaron una exclamación, al igual que la princesa.

Luke se inclinó hacia adelante y levantó bruscamente las cejas. Algo detuvo a la bandeja apenas a un centímetro del resistente suelo de piedra y la bajó suave y silenciosamente hasta éste.

Los dos yuzzem fueron los primeros en atravesar la brecha. La princesa los siguió inmediatamente. En cuanto pasó, giró y llamó a Luke:

—¿Qué esperas? ¡Vamos!

Pero Luke estaba junto a la ventana.

—¿Se encuentra bien, abuela?

—Me repondré —dijo Halla con gracia, mientras en su rostro todavía se notaban las huellas del esfuerzo—, si no me llamas abuela tan a menudo. Muchacho, sin tu ayuda no lo habría podido hacer. Tu dominio es bueno.

—No tan bueno como su guía —respondió él gentilmente—. Usted me enseñó el camino. Tuve suerte. He tenido buenos maestros.

Se estiró a través de las barras y le acarició la mano.

—Eres amable, Luke, muchacho. Cerca de aquí hay un enorme garaje y taller de mantenimiento de velocímetros terrestres. Al salir de este mausoleo, gira a la derecha hasta pasar algunas cooperativas administrativas prefabricadas. Continúa hasta encontrar un torrente adaptado. Gira nuevamente a la derecha y sigue el torrente. Pasarás junto a otros edificios mayores. Finalmente, llegarás al depósito. El garaje es la gran estructura situada a la izquierda. Te espero allí con los dos androides.

—¿Qué ocurrirá cuando lleguemos allí?

—¿Ocurrir? Muchacho, tendremos que robar un velocímetro terrestre o un gran reptador. ¿O crees que iremos andando hasta donde está el cristal? ¡En este planeta, no! Te espero allí.

—De acuerdo —respondió Luke.

—¡Date prisa, Luke! —gritó la princesa, que temía que en cualquier momento apareciera un pelotón de soldados.

Como Luke no respondió, Leia entró apresuradamente en la celda, lo cogió de un brazo y tiró de él. Luke salió voluntariamente, aunque todavía miraba hacia la ventana que Halla ya había abandonado.

Más adelante se oyó una tremenda conmoción, que hizo lanzar a Luke voces de preocupación.

—¿Qué ocurre? —preguntó la princesa e intentó ver al otro lado de los ángulos que aparecían ante ellos.

—Se trata de los yuzzem.

—Parece que se están divirtiendo —ironizó Leia después de que un estrépito especialmente violento retumbara por el pasillo.

—Deberíamos tratar de escabullimos en silencio.

—Que un yuzzem sea silencioso… si quieres, también puedes pedir un escuadrón de naves con alas en forma de Y —se burló ella. Cogió la bandeja, la pasó por la cerradura de la celda y después la deslizó hacia el interior—

. Esto les obligará a pensar —anunció satisfecha—. No preocupará a Grammel, pero tal vez inquiete a algunos de sus soldados. Quiero que todo el que me persiga esté tan nervioso como sea posible.

Comenzaron a subir por el pasillo.

Hin y Kee esperaban en la segunda curva. El primero se encontraba encima de los cuerpos abatidos de tres soldados. Utilizaba un androide para golpear con él a un cuarto soldado. El androide que sostenía de una pierna se hacía papilla aproximadamente a la misma velocidad que el hombre.

Kee tenía en su poder un montón de armas que, evidentemente, había arrebatado a los soldados retirados del servicio activo. Luke cogió la pistola que le arrojaron y lo mismo hizo Leia, mientras los dos extraños seres se armaban a sí mismos.

Kee adoptó rápidamente una actitud de alerta, giró y se lanzó hacia una puerta alejada.

—¡No, ahora no! —protestó Luke. Se estiró y regresó con dos puñados de pelo castaño. Esto no pareció afectar en lo más mínimo al corpulento yuzzem—. Me lo temía.

Kee sólo tardó unos instantes en aplastar la puerta y entrar. Los demás le siguieron.

La gran sala era un centro de comunicaciones, probablemente el más importante de todo el complejo. Kee corría y disparaba a tontas y a locas con el rifle que sostenía en una mano maciza mientras utilizaba la otra para demoler tantos instrumentos como operarios, sin preocuparse de que el blanco fuera inorgánico o protestara.

Luke arremetió detrás de él y gritó en yuzzem:

—¡Kee, tenemos que salir de aquí! ¡Escúchame!

Fue inútil. El ser no estaba para escuchar razones. Luke abandonó la sala. Mientras lo hacía, un rayo de energía chocó contra la pared, encima de su cabeza. Se dejó caer sobre una rodilla, giró, disparó y abatió a un soldado imperial que se encontraba en un pasillo secundario. Leia alcanzó a otro en el estómago y el restante par corrió a protegerse al tiempo que disparaba.

—¡Luke, los soldados regulares comienzan a aparecer! —gritó—. No podemos seguir aquí… tenemos que salir.

—Ya me había dado cuenta —respondió Luke nerviosamente. Se pegó contra la pared y golpeó y empujó a Hin para llamar su atención—. ¡Vamos, Hin! ¡Para variar, usa la cabeza en lugar del trasero!

El corpulento yuzzem protestó peligrosamente. Luke no se intimidó.

—Sé que este lugar apesta. A mí también me gustaría volarlo y marcharme pero ocurre que nos superan numéricamente.

Hin mostró sus filosos caninos y cogió a Luke del cuello. El muchacho miró decididamente su semblante velludo. Bruscamente, la mano se retiró, Hin asintió lentamente y emitió un gruñido de disculpas.

—De acuerdo —Luke suspiró—. Ve a buscar a Kee. —Otro rayo quebró la piedra sobre sus cabezas y Luke giró para devolver la ráfaga. El pasillo comenzaba a llenarse de tropas imperiales de asalto. Luke retrocedió y gritó—: ¡Vamos, Leia!

La princesa corrió a reunirse con él mientras Luke la cubría. Luego ambos cubrieron la retirada de los yuzzem.

Mientras Kee salía de la sala de comunicaciones, una terrible explosión derribó el marco de la puerta a sus espaldas. El humo y las llamas salieron a borbotones del portal destrozado y le chamuscaron la piel trasera, pero eso contribuyó a cubrirlos de las tropas que se acercaban.

Hin tenía una sorpresa para Luke y se la ofreció esperanzado.

—¡Mi sable de luz! ¿Dónde lo encontraste?

El yuzzem explicó que el soldado que se había apropiado del sable ya no volvería a necesitarlo.

Luke acomodó nuevamente la reliquia familiar en su cinturón mientras los cuatro corrían hacia la fachada del edificio y dejaban a sus espaldas confusión y sangre por partes iguales…

Capítulo VII

Grammel corría por el pasillo y varios soldados le pisaban los talones. El capitán—supervisor terminó de abrocharse los pantalones y gritó al grupo de soldados reunidos:

—Por las lunas dobles, ¿qué pasa aquí?

—¡Agáchese, agáchese, señor! —gritó frenéticamente uno de los suboficiales.

—¿Para qué, imbécil? —rugió Grammel—. ¿No comprendes que no les interesa matarte sino huir? —Sacó la pistola de la cartuchera y detuvo al sargento que estaba a su lado—. Entra ahí —ordenó al suboficial mientras señalaba la sala de comunicaciones con la pistola—y diles que cierren todas las salidas. Nadie entrará ni saldrá del complejo sin mi autorización personal.

—¡Sí, capitán—supervisor!

Mientras el sargento corría hacia la sala, Grammel condujo por el pasillo humeante al ahora numeroso grupo de soldados armados.

Poco después el sargento abandonó la sala y gritó que las comunicaciones estaban interrumpidas y que todos los que se encontraban dentro estaban muertos o agonizantes. Pero Grammel ya no podía oírle. El sargento corrió tras él.

Luke levantó una mano y los cuatro aspirantes a evadidos se detuvieron.

—Allí está la salida —les informó señalando un recodo.

Delante aparecían las puertas dobles transparentes que conducían al ahora atractivo terreno húmedo del exterior. Un soldado desarmado escribía en un escritorio situado a un lado de la puerta.

—Todavía no han hecho sonar la alarma —murmuró Luke.

—No tardarán mucho —declaró la avispada princesa—. No está solo —señaló a los dos guardianes que flanqueaban la salida.

Además de un par de fusiles pesados, cada guardián estaba armado con diversos artefactos.

Luke se apoyó contra la pared y se detuvo a pensar: les separaba de la puerta un buen trecho, y además en espacio abierto.

—Podríamos cubrir a los yuzzem —propuso la princesa—. Si pueden abatir al hombre del escritorio antes de que haga sonar la alarma…

—No —objetó Luke—. Es demasiado peligroso. Si los dos guardianes son buenos tiradores, Hin y Kee morirán.

Pero si usted y yo dejamos las armas y simulamos que uno de los dos tiene dificultades… Bueno —agregó Luke pensativo—, podríamos armar alboroto, quizá lograr que uno o ambos se alejen de los botones de las alarmas…

Hin y Kee escucharon un minuto más la chachara de los dos humanos y luego cruzaron una mirada. Hin gruñó y Kee movió afirmativamente la cabeza.

Un chillido ensordecedor hizo que Luke y Leia dieran un salto. Los dos yuzzem agitaron sus brazos desgarbados, esgrimieron sus rifles como juguetes y arremetieron en el recodo como una avalancha informe.

La táctica carecía de refinamiento pero dio resultado. Los tres guardianes quedaron momentáneamente paralizados al ver a los dos gigantes que se abalanzaban sobre ellos. En el escritorio, el soldado uniformado apretó temblorosamente dos botones… pero ninguno de ellos era el adecuado.

Hin se ocupó del primer guardián antes de que éste pudiera levantar el arma pesada. El fusil se disparó y abrió un bostezante agujero en el suelo. Hin comenzó a desmembrar al soldado sin molestarse en quitarle la armadura.

Kee cogió el escritorio y la consola de comunicaciones y la dejó caer sobre el aterrado soldado sentado detrás. El otro guardián logró levantar su arma pesada y apuntar al desbocado yuzzem más cercano.

—¡Kee, cuidado! —gritó Luke mientras Leia y él dejaban el recodo y cruzaban el hueco.

Un rayo de energía ionizó el aire encima del yuzzem y luego estalló en la pared más lejana. Luke derribó al guardián con una ráfaga de su pistola.

La princesa ya había llegado a la puerta doble y tiraba frenéticamente del picaporte manual.

—¡No sirve, Luke! Seguramente se pone en marcha por control remoto. Probablemente desde allí — señaló el escritorio destrozado.

Luke miró a su alrededor y comenzó a tocar el cuerpo del soldado al que había disparado. En la cintura del hombre había varias latas metálicas lisas del tamaño de una mano; las quitó cuidadosamente.

Hin decidió actuar por su cuenta y arrancó el casco al hombre que había matado. Se cubrió el puño con él y comenzó a golpear las puertas transparentes. A pesar de la inmensa fuerza del yuzzem el material de aspecto frágil se negó a ceder.

—No dará resultado, Hin —le informó Luke finalmente y se detuvo a su lado—. Material de seguridad… jamás lo atravesarías. Colócate detrás del recodo. Usted también, princesa.

Leia no discutió. Junto a los dos yuzzem, corrió a protegerse en el recodo desde el cual habían lanzado el ataque.

Luke giró el dial situado en la parte superior de la lata, giró el pequeño cilindro y ajustó un dial semejante situado en la parte inferior. Después de dejar la lata en la unión de las puertas dobles, corrió a reunirse con sus compañeros. Transcurrieron varios segundos.

La sacudida les produjo la sensación de que un rayo había caído detrás de ellos. En el recodo centelleó un fuego verde que se convirtió instantáneamente en un humo acre. Cuando atisbaron, descubrieron que ambas puertas y una parte de los cimientos del edificio habían desaparecido.

—Han mejorado esos artefactos —comentó Luke profesionalmente.

La princesa no esperó a que el humo desapareciera. Se dirigió vigorosamente hacia la libertad en medio de los cascajos humeantes. Hin y Kee la seguían a corta distancia.

Un disparo silbó por encima de la cabeza de Luke, que se agachó y titubeó. Leia había llegado al agujero donde antes se encontraba la puerta. Se detuvo, miró hacia atrás y agitó preocupada una mano.

—¡Vamos, Luke!

Pero Luke estaba ocupado. Arrodillado en el suelo mientras los rayos seguían pasando a su alrededor, activó las otras tres latas que había cogido. Un rayo de energía cayó peligrosamente cerca y le obligó a parpadear. Con toda rapidez hizo rodar cada lata pasillo abajó, se levantó y corrió como loco tras sus compañeros.

Grammel y el grupo de soldados frenaron sus pasos mientras las latas rodaban y rebotaban inocentemente hacia ellos. El pasillo quedó vacío con velocidad inhumana.

Luke atravesó el espacio de la puerta volada y contó para sus adentros. Al llegar a seis se echó al suelo y se cubrió la cara con ambos brazos. Tres explosiones titánicas estallaron dentro del templo y arrojaron fragmentos sibilantes de metal moderno y piedra antigua por encima de su cabeza.

Cuando los escombros dejaron de caer, se puso de pie y siguió corriendo. Leia y los dos yuzzem abandonaron su escondite entre los árboles y se apresuraron a reunirse con él.

—Nada roto —les aseguró Luke en respuesta a una pregunta muda. Se quitó los restos de barro y polvo del mono—. Pero me siento sucio de la cabeza a los pies.

—Es extraño —agregó tensa la princesa—, pero así me sentía cada vez que Grammel me miraba —señaló a sus espaldas—. Ahora no nos perseguirán durante un par de minutos.

Luke se volvió. La entrada del templo se había derrumbado totalmente. Humo y llamas surgían de las grietas de las paredes y el tejado. Las sirenas y las alarmas comenzaban a sonar en la ciudad.

Al trote rápido y los yuzzem a la carrera para no quedar rezagados respecto a los humanos, se lanzaron en la dirección que Halla había indicado a Luke. Poco después encontraron el torrente y lo siguieron a toda velocidad. En pocos minutos alcanzaron el taller de mantenimiento, que era más grande e imponente de lo que Luke esperaba. Ya había oscurecido. El vasto y silencioso espacio abierto estaba atiborrado de enormes piezas de máquinas de minería y de transportadores portátiles en diversas etapas de reparación.

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