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Authors: Lincoln Child Douglas Preston

Tags: #Trhiller, Biotecnología, Guerra biológica

Nivel 5 (6 page)

BOOK: Nivel 5
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Regresaron al sofocante calor. Singer se chupó un dedo y lo levantó.

—Viento del sudeste —dijo—. Como siempre. Por eso escogieron este lugar, porque el viento siempre sopla del sudeste. El primer pueblo en la dirección del viento es Claunch, Nuevo México, con una población de veintidós habitantes, a doscientos veinte kilómetros de distancia. Trinity Site, el lugar donde hicieron detonar la primera bomba atómica, está sólo a cuarenta y cinco kilómetros al noroeste de aquí. Buen lugar para ocultar una explosión nuclear. No se podría encontrar un lugar más aislado en todo el sur.

—A ese viento nosotros lo llamamos céfiro mejicano —dijo Carson—. Cuando era un muchacho, una de las cosas que más detestaba era tener que salir con ese viento. Mi padre solía decir que causaba más problemas que un caballo de cola de rata atado corto en época de moscas.

—Guy, no tengo la menor idea de lo que acaba de decir —dijo Singer con un suspiro.

—Un caballo de cola de rata es aquel al que le han cortado la cola. Si se le ata corto y las moscas empiezan a atormentarlo, enloquece y acaba por derribar la verja y huir.

—Comprendo —asintió Singer sin mucha convicción. Señaló por encima del hombro de Carson—. Ahí están las instalaciones recreativas, el gimnasio, las pistas de tenis, la cuadra de los caballos. Siento una peculiar aversión por la actividad física, así que dejaré que eso lo explore usted por su cuenta. — Se dio una afectuosa palmadita sobre el vientre y se echó a reír—. Y ese edificio de aspecto terrible es el incinerador de aire para el Tanque de la Fiebre.

—¿Tanque de la Fiebre?

—Es el laboratorio de bioseguridad de Nivel 5 —dijo Singer—, donde se trabaja con los organismos de verdadero alto riesgo. Estoy seguro de que habrá oído hablar del sistema de clasificación de bioseguridad. El nivel uno es el de seguridad estándar para trabajar con los microbios menos infecciosos y peligrosos. El nivel cuatro es para los más peligrosos. Hay dos laboratorios de nivel cuatro en todo el país: el CDC tiene uno en Atlanta, y el ejército consiguió otro en Fort Detrick. Esos laboratorios de nivel cuatro están diseñados para manejar los virus y bacterias más peligrosos que existen en la naturaleza.

—Pero ¿qué es el Nivel 5? Nunca había oído hablar de él.

Singer sonrió con una mueca.

—Es el orgullo y la alegría de Brent. Monte Dragón tiene el único laboratorio de Nivel 5 que existe en el mundo. Fue diseñado para manejar los virus y las bacterias más peligrosos. En otras palabras, microbios que han sido diseñados por ingeniería genética. Alguien lo bautizó hace años con el nombre de Tanque de la Fiebre, y con ese nombre se quedó. En cualquier caso, todo el aire de la instalación del Nivel 5 se hace circular por el incinerador y se calienta a mil grados antes de enfriarlo y devolverlo completamente esterilizado.

El incinerador de aire, de aspecto extraño, era la única estructura que Carson había visto en Monte Dragón que no era de un blanco puro.

—¿De modo que están trabajando con un patógeno en suspensión en el aire?

—Inteligente por su parte. Sí, eso hacemos. Y le puedo asegurar que es muy peligroso. Disfruté mucho más cuando trabajamos con PurBlood, nuestro producto de sangre artificial.

Carson miró hacia los corrales. Había un cobertizo, caballerizas, varias personas y un gran pastizal vallado más allá de la verja del perímetro.

—¿Se puede cabalgar fuera de la instalación? — preguntó.

—Desde luego. Sólo tiene que registrarse a la salida y a la entrada. — Singer miró alrededor y se pasó el dorso de la mano por la frente—. Santo Dios, qué calor. Nunca acabo de acostumbrarme. Entremos.

«Entrar» significaba pasar al perímetro interior, una gran zona rodeada con valla de cadenas, situada en el corazón mismo de Monte Dragón. Carson sólo pudo distinguir un paso por la verja interior, una pequeña puerta situada directamente delante de ellos. Singer abrió la marcha, cruzó la puerta y entró en un gran edificio situado en el extremo más alejado. Las puertas se abrieron para permitirles el paso a un vestíbulo fresco. A través de una puerta abierta en el interior, Carson vio una hilera de ordenadores sobre largas mesas blancas. Sólo había dos personas trabajando allí, con tarjetas de identidad colgadas del cuello, con pantalones vaqueros debajo de las batas de laboratorio, dedicadas a teclear en los ordenadores. Se dio cuenta con sorpresa que, a excepción de los guardias, éstos eran los primeros que había visto trabajar en toda la instalación.

—Éste es el edificio de operaciones —le informó Singer con un gesto para indicarle la sala vacía—. Administración, proceso de datos, como quiera llamarlo. Nuestro personal no es numeroso. Aquí nunca ha habido más de treinta personas trabajando, ni siquiera en los tiempos en que lo hacíamos para los militares. Ahora, el número se ha reducido a la mitad, todos ellos centrados en el proyecto.

—Es un número bastante pequeño —comentó Carson.

—El enfoque de oleada humana no funciona en la ingeniería genética —dijo Singer con un encogimiento de hombros.

Le hizo gestos para que saliera del vestíbulo y entraron en un gran atrio, con suelo de granito negro y techo de cristal ahumado. El fuerte sol del desierto, atenuado hasta convertirse en una luz pálida, caía sobre un pequeño grupo de palmeras situado en el centro. Desde el atrio partían tres pasillos.

—Éstos conducen a los laboratorios de transfección y a la instalación de decodificación secuencial del ADN —siguió informando Singer—. No tendrá usted que pasar mucho tiempo aquí, pero puede pedirle a alguien que se lo enseñe cuando quiera. Nuestra siguiente parada está ahí.

Señaló una ventana. A través de ella, Carson distinguió una baja estructura romboidal que surgía del desierto.

—El Nivel 5 —dijo Singer—. El Tanque de la Fiebre.

—Parece bastante pequeño —comentó Carson.

—Créame si le digo que se siente pequeño. Pero lo que ve no es más que el alojamiento de los filtros HEPA. El verdadero laboratorio está por debajo, en el subsuelo. Sólo es una medida de seguridad adicional para el caso de que se produzca un terremoto, un incendio o una explosión. — Vaciló un instante, antes de añadir—: Supongo que podemos entrar.

Un lento descenso en un estrecho ascensor les dejó ante un pasillo alargado, cubierto de azulejos blancos e iluminado por luces anaranjadas. Las videocámaras colgadas del techo siguieron su avance. Al final del pasillo, Singer se detuvo ante una puerta metálica gris, cuyos bordes se curvaban para encajar en el marco, y sellada con una gruesa capa de caucho negro.

A la derecha había una pequeña caja mecánica. Singer se inclinó sobre ella y pronunció su nombre en voz alta ante el instrumento. Una luz verde se encendió sobre la puerta y sonó un tono.

—Reconocimiento de voz —dijo Singer, y abrió la puerta—. No es tan bueno como los lectores de geometría dactiloscópica o los escáneres retinales, pero ésos no funcionan a través de los biotrajes. Y a éste, al menos, no se le puede engañar con una grabadora. Será usted codificado esta misma tarde, como parte de su entrevista de ingreso.

Entraron en una sala grande, escasamente decorada con muebles modernos. A lo largo de una pared había una serie de grandes armarios metálicos. En el extremo más alejado se veía otra puerta de acero, pulida hasta mostrar una superficie brillante, marcada con un reluciente símbolo amarillo y rojo. Sobre el marco, un cartel advertía: BIOPELIGRO EXTREMO.

—Ésta es la sala de preparación —dijo Singer—. Los trajes azules se guardan en esos armarios.

Se dirigió hacia uno de ellos, pero de repente se volvió hacia Carson.

—¿Sabe una cosa? Será mejor que consiga a alguien que conozca realmente este lugar para que se lo muestre.

Se dirigió hacia un armario y pulsó un botón. Se produjo un siseo cuando la puerta de metal se deslizó hacia arriba y dejó al descubierto un abultado traje de goma azul, dispuesto en lo que parecía un pequeño ataúd.

—Nunca ha entrado en una instalación de bioseguridad de nivel cuatro, ¿verdad? — preguntó Singer—. Bien, escuche con atención. El Nivel 5 se parece mucho al nivel cuatro, sólo que es más intensivo. La mayoría de los que entran aquí se ponen ropa vieja y holgada bajo los trajes que cubren el cuerpo. Simplemente por comodidad, pero no es una exigencia. Si lleva usted la ropa de calle, tiene que vaciarse los bolsillos de todo aquello que pueda pinchar el traje. — Rápidamente, Carson sacó las entretelas de los bolsillos vacíos—. ¿No tiene las uñas largas? — preguntó Singer.

—En absoluto —contestó Carson mirándose las manos.

—Eso está bien. Yo siempre procuro llevarlas muy bien cortadas. — Se echó a reír—. Encontrará un par de guantes de goma en ese compartimiento inferior de la izquierda. Nada de anillos, ¿de acuerdo? Bien. Tendrá que quitarse las botas y ponerse esas zapatillas. Y las uñas de los pies tampoco deben estar largas. Encontrará cortauñas en uno de los compartimientos del armario, si los necesita.

Carson se quitó las botas.

—Ahora póngase el traje, primero la pierna derecha y luego la izquierda, después se lo sube, pero no lo cierre del todo. Deje abierto el visor para que podamos hablar más fácilmente.

Carson manipuló el abultado traje, que se puso sobre las ropas con cierta dificultad.

—Esto pesa una tonelada —comentó.

—Está totalmente presurizado. ¿Ve esa válvula metálica en su cintura? Respirará reserva de oxígeno durante todo el tiempo que esté dentro. Le indicarán cómo pasar de una estación a otra. Pero el propio traje contiene una reserva de oxígeno para diez minutos, en caso de emergencia. — Se acercó a una unidad íntercomunicadora y apretó una serie de botones—. ¿Rosalind? — preguntó.

Se produjo una breve pausa.

«¿Qué hay?», zumbó la respuesta.

—¿Me permite molestarla un momento para que le enseñe el Nivel 5 de bioseguridad a nuestro nuevo científico, Guy Carson?

Hubo un prolongado silencio.

«Estoy en pleno trabajo», dijo finalmente la voz.

—Sólo serán unos minutos.

«Ah, por el amor de Dios.»

Singer se volvió hacia Carson.

—Es Rosalind Brandon-Smith. Supongo que podría decirse que es un poco excéntrica. — Se inclinó hacia el visor abierto de Carson, con expresión un tanto conspiradora—. Es bastante descortés, pero no le preste atención. Jugó un papel muy importante en el desarrollo de nuestra sangre artificial. Ahora está enfrascada en su tarea del nuevo proyecto. Trabajó mucho con Frank Burt y estaban muy unidos, así que probablemente no se mostrará muy amable con su sustituto. La encontrará en el interior. No hay razón para que ella salga y tenga que pasar dos veces por descontaminación.

—¿Quién es Frank Burt? — preguntó Carson.

—Era un verdadero científico, y una excelente persona. Pero las condiciones de trabajo le parecieron demasiado estresantes. Recientemente sufrió una especie de colapso psicológico. Eso no es nada insólito, ya sabe. Aproximadamente la cuarta parte de quienes llegan a Monte Dragón no logran acabar su período de estancia aquí.

—No sabía que tuviera que sustituir a nadie —dijo Carson con ceño.

—Pues así es. Le hablaré de eso más tarde, pero tendrá que ocupar el puesto de alguien que fue importante. — Retrocedió unos pasos—. Muy bien, ahora termine de cerrarse las cremalleras. Compruebe las tres. Aquí empleamos un sistema entre compañeros. Una vez se ha puesto el traje, alguien más tiene que comprobarlo todo.

Efectuó una cuidadosa inspección del traje azul y luego mostró a Carson cómo utilizar el intercomunicador del visor.

—Resulta difícil escuchar algo, a menos que se esté cerca de alguien. Para hablar por el intercomunicador sólo tiene que apretar este botón, en el antebrazo. — Indicó con un gesto la puerta de BIOPELIGRO EXTREMO.

—En la esquina más alejada de la esclusa de aire hay una ducha química. Una vez dentro, se pone en marcha automáticamente. Acostúmbrese a ella, porque después sigue otra más prolongada. Cuando se abra la puerta de acceso al interior, la cruza. Procure ser especialmente cuidadoso hasta que se haya acostumbrado al traje. Rosalind le estará esperando en el extremo más alejado. Así lo espero.

—Gracias —dijo Carson, que elevó la voz para asegurarse de que se le oyera a través del grueso traje de goma.

—Descuide —le llegó la apagada respuesta—. Siento no acompañarle al interior, pero es que… —Vaciló antes de añadir—: nadie entra en el Tanque de la Fiebre a menos que tenga que hacerlo. Ya comprenderá por qué.

Cuando la puerta siseó a su espalda, Carson avanzó sobre un enrejado metálico. Se produjo un sordo rumor y una solución química amarilla surgió de las cabezuelas de ducha situadas en el techo, las paredes y el suelo. Carson sintió la solución que mojaba ruidosamente el traje. Al cabo de un minuto se detuvo y se abrió la siguiente puerta. Avanzó y entró en una pequeña antecámara. Empezó a retumbar un motor y sintió la presión de una poderosa secadora que sopló sobre él desde todas direcciones. Dentro de su traje, el mecanismo de secado le pareció un viento distante y extraño; no tuvo forma de saber si el aire era frío o caliente. Luego, la puerta interior se abrió con un siseo, y Carson se encontró delante de una mujer que le miraba con gesto de impaciencia a través de su visor. Incluso compensando lo voluminoso del traje, Carson calculó que debía de pesar unos 120 kilos.

—Sígame —dijo bruscamente una voz en el interior del casco de Carson.

La mujer se volvió y descendió por un pasillo de azulejos, tan estrecho que los hombros de la mujer rozaban las dos paredes. Eran paredes suaves y deslizantes, sin esquinas ni salientes que pudieran rasgar un traje protector. Todo estaba pintado de un blanco brillante: el suelo, los azulejos de la pared, el techo.

Carson apretó el botón de su antebrazo izquierdo y activó el intercomunicador.

—Soy Guy Carson.

—Me alegra saberlo —fue la respuesta—. Y ahora preste atención. ¿Ve esas mangueras de aire en el techo?

Carson levantó la mirada. Del techo colgaban una serie de mangueras azules, con válvulas metálicas fijadas en sus extremos.

—Tome una y conéctela con la válvula de su traje. Hágalo con cuidado. Gírela a la izquierda para cerrarla herméticamente. Al pasar de una estación a otra, tendrá que desconectarla y conectarse con otra manguera. Su traje dispone de un suministro limitado de aire, así que procure no perder tiempo entre las conexiones con las mangueras.

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